Los
cristianos de la Iglesia de la antigüedad en Grecia, Egipto, Antioquía, Efeso,
Alejandría y Atenas acostumbraban llamar a la Santísima Virgen con el nombre de
Auxiliadora.
Que en su idioma, el
griego, se dice con la palabra “Boetéia”, que significa “La que trae
auxilios venidos del cielo”.
San Juan
Crisóstomo, arzobispo de Constantinopla nacido en 345, la llama “Auxilio
potentísimo” de los seguidores de Cristo.
Los dos
títulos que más se leen en los antiguos monumentos de Oriente (Grecia, Turquía,
Egipto) son: Madre de Dios y Auxiliadora. (Teotokos y Boetéia).
En el año 476
el gran orador Proclo decía: “La Madre de Dios es nuestra Auxiliadora
porque nos trae auxilios de lo alto“.
San Sabas de
Cesarea en el año 532 llama a la Virgen “Auxiliadora de los que
sufren”.
Y narra
el hecho de un enfermo gravísimo que llevado junto a una imagen de Nuestra
Señora recuperó la salud y que aquella imagen de la “Auxiliadora de los
enfermos” se volvió sumamente popular entre la gente de su siglo.
El gran poeta griego Romano Melone, año
518, llama a María “Auxiliadora de los que rezan, exterminio de los malos
espíritus y ayuda de los que somos débiles” e insiste en que recemos para que
Ella sea también “Auxiliadora de los que gobiernan”.
Y así cumplamos lo que dijo Cristo:
“Dad al gobernante lo que es del gobernante” y lo que dijo Jeremías: “Orad por
la nación donde estáis viviendo, porque su bien será vuestro bien”.
San Sofronio,
Arzobispo de Jerusalén dijo en el año 560: “María es Auxiliadora de los que
están en la tierra y la alegría de los que ya están en el cielo”.
San Juan
Damasceno, famoso predicador, año 749, es el primero en propagar esta
jaculatoria: “María Auxiliadora rogad por nosotros”.
Y repite: “La
Virgen es auxiliadora para conseguir la salvación. Auxiliadora para evitar los
peligros, Auxiliadora en la hora de la muerte”.
San Germán, Arzobispo de Constantinopla,
año 733, dijo en un sermón: “Oh María Tú eres Poderosa Auxiliadora de los
pobres, valiente Auxiliadora contra los enemigos de la fe. Auxiliadora de los
ejércitos para que defiendan la patria.
Auxiliadora de los gobernantes para que
nos consigan el bienestar, Auxiliadora del pueblo humilde que necesita de tu
ayuda”.
Su mayor milagro lo realizó en la
Batalla de Lepanto contra los musulmanes.
LA BATALLA DE LEPANTO
En el siglo
XVI, los mahometanos estaban invadiendo a Europa.
En ese tiempo no había la tolerancia de
unas religiones para con las otras.
Y ellos a donde llegaban imponían a la
fuerza su religión y destruían todo lo que fuera cristiano.
Cada año invadían nuevos territorios de
los católicos, llenando de muerte y de destrucción todo lo que ocupaban y ya
estaban amenazando con invadir a la misma Roma.
Fue entonces
cuando el Sumo Pontífice Pío V, gran devoto de la Virgen María convocó a los
Príncipes Católicos para que salieran a defender a sus colegas de religión.
Pronto se
formó un buen ejército y se fueron en busca del enemigo.
El 7 de
octubre de 1572, se encontraron los dos ejércitos en un sitio llamado el Golfo
de Lepanto.
Mientras la batalla se
llevaba a cabo, el Papa Pío V, con una gran multitud de fieles recorría las
calles de Roma rezando el Santo Rosario.
En agradecimiento de tan
espléndida victoria San Pío V mandó que en adelante cada año se celebrara el
siete de octubre, la fiesta del Santo Rosario.
Y que en las
letanías lauretanas se rezara siempre esta oración: MARÍA AUXILIO DE LOS
CRISTIANOS, RUEGA POR NOSOTROS.
Más tarde, con motivo de haber sido
librada Viena del sitio de los turcos en 1683, fue erigida en Baviera la
primera Cofradia de María Auxiliadora en reconocimiento de tan gran favor.
Ese año los turcos atacaron Viena durante el Pontificado de
Inocencio XI. Bajo el mando del rey de Polonia, Juan Sobieski, venció al
ejército turco confiando en la ayuda de María Auxiliadora, inclusive con un
ejército inferior en fuerzas. Al poco tiempo fundaron la asociación de María
Auxiliadora, la cual existe hoy en más de 60 países.
Y con pasmosa rapidez se difundió
esta devoción en Alemania, Italia y por todo el orbe.
EL PAPA, NAPOLEÓN Y LA FIESTA DE MARÍA AUXILIADORA
El siglo XIX
sucedió un hecho lastimoso: El emperador Napoleón llevado por la ambición y el
orgullo se atrevió a poner prisionero al Sumo Pontífice, el Papa Pío VII.
Varios años llevaba en prisión el
Vicario de Cristo y no se veían esperanzas de obtener la libertad, pues el
emperador era el más poderoso gobernante de ese entonces.
Hasta los reyes temblaban en su presencia
y su ejército era siempre el vencedor en las batallas.
El Sumo Pontífice hizo
entonces una promesa:
“Oh Madre de Dios, si me
libras de esta indigna prisión, te honraré decretándote una nueva fiesta en la
Iglesia Católica”.
Y muy pronto vino lo inesperado.
Napoleón que había dicho: “Las excomuniones del Papa no son capaces de quitar
el fusil de la mano de mis soldados”
Vio con desilusión que, en los friísimos
campos de Rusia, a donde había ido a batallar, el frío helaba las manos de sus
soldados, y el fusil se les iba cayendo, y él que había ido deslumbrante con su
famoso ejército, volvió humillado con unos pocos y maltrechos hombres.
Y al volver
se encontró con que sus adversarios le habían preparado un fuerte ejército, el
cual lo atacó y le proporcionó total derrota.
Fue luego expulsado de su país y el que
antes se atrevió a aprisionar al Papa, se vio obligado a pagar en triste
prisión el resto de su vida.
El Papa pudo
entonces volver a su sede pontificia y el 24 de mayo de 1814 regresó triunfante
a la ciudad de Roma.
En memoria de
este noble favor de la Virgen María, Pío VII decretó que en adelante cada 24 de
mayo se celebrara en Roma la fiesta de María Auxiliadora en acción de gracias a
la Madre de Dios.
SAN JUAN BOSCO Y MARÍA AUXILIADORA
Nace el santo en 1815, un año después de
que Pío VII instituía la fiesta del 24 de mayo, y no muy lejos del lugar de su
nacimiento.
San Juan Bosco era de padres muy pobres.
A los tres años quedó huérfano de padre.
Para poder ir al colegio tuvo que andar de casa en casa pidiendo
limosna.
En Turín encontrará también esta
advocación, una imagen venerada en la iglesia de San Francisco de Paula en la que
incluso existe una asociación en su honor, inspirada en otra existente en
Munich.
En 1848 se encuentran ya
colocadas en su mesa de trabajo algunas estampas con el título “Auxilium
Christianorum”.
Pero será exactamente en
1862, en plena madurez de Don Bosco, cuando éste hace la opción mariana
definitiva: Auxiliadora.
“La Virgen
quiere que la honremos con el título de Auxiliadora: los tiempos que corren son
tan aciagos que tenemos necesidad de que la Virgen nos ayude a conservar y a
defender la fe cristiana”.
El estaba
predestinado por Dios a difundir, la invocación y devoción a María Auxiliadora.
Ella sería su
inspiración para la creación de una triple familia religiosa: Los Salesianos,
Las Hijas de María Auxiliadora y los Cooperadores Salesianos.
Ella sería
también, su maestra y su guía en el contenido espiritual de su Obra.
El 9 de junio
de 1868, se consagró en Turín, Italia, la Basílica de María Auxiliadora.
La historia
de esta Basílica es una cadena de favores de la Madre de Dios.
La Santísima Virgen se le había
aparecido en sueños mandándole que adquiriera “ciencia y paciencia”, porque
Dios lo destinaba para educar a muchos niños pobres. Nuevamente se le apareció
la Virgen y le pidió que le construyera un templo y que la invocara con el
título de Auxiliadora.
Empezó la
obra del templo con tres monedas de veinte centavos.
Pero fueron
tantos los milagros que María Auxiliadora empezó a hacer en favor de sus
devotos, que en sólo cuatro años estuvo terminada la gran Basílica.
El santo
solía repetir: “Cada ladrillo de este templo corresponde a un milagro
de la Santísima Virgen”.
Desde aquel
santuario empezó a extenderse por el mundo la devoción a la Madre de Dios bajo
el título de Auxiliadora, y son tantos los favores que Nuestra Señora concede a
quienes la invocan con ese título, que ésta devoción ha llegado a ser una de
las más populares.
San Juan
Bosco decía: “Propagad la devoción a María Auxiliadora y veréis lo que
son milagros” y recomendaba repetir muchas veces esta pequeña oración: “María
Auxiliadora, rogad por nosotros”.
El decía que
los que dicen muchas veces esta jaculatoria consiguen grandes favores del
cielo.
Ciertamente que la vida de Don Bosco fue
una vida conducida por María Auxiliadora.
Entre María Auxiliadora y Don Bosco
existe una especie de pacto, María ayuda a la Familia Salesiana y desarrolla
sus obras, en tanto que cada miembro de esta familia difunde la devoción a
María Auxiliadora, como un servicio eclesial.
Dios se sirve de la familia de Don Bosco
para propagar más el culto a su Madre en el Pueblo Cristiano.
EL CUADRO TRADICIONAL DE LA
IMAGEN DEMARÍA AUXILIADORA
(Narración de Don Pierluigi Cameroni)
La Auxiliadora en el Palacio Madama - En la primera reunión con el
pintor Lorenzone, que debía pintar el cuadro para la nueva Iglesia de María
Auxiliadora, dejó maravillados a todos los presentes con la grandiosidad de sus
ideas. Expresó así su pensamiento: "En lo alto, María Santísima entre los
coros angélicos; en torno a Ella y más cerca los apóstoles, después los
mártires, los profetas, las vírgenes y los confesores. En tierra, los emblemas
de las grandes victorias de María y los pueblos de las distintas partes del
mundo con las manos levantadas pidiendo auxilio". Hablaba como de algo ya
visto por él y precisaba todos los detalles. Lorenzone lo escuchaba sin perder
sílaba. Cuando D. Bosco terminó, le preguntó: -"¿Y dónde pondrá ese
cuadro?" -"¡En la nueva iglesia!" -"¿Cree Vd. que cabrá en
ella?" -"¿Por qué no?" -"¿Y dónde encontrará la sala para
pintarlo?"- "Eso va por cuenta del pintor" -"¿Dónde quiere
que halle un espacio capaz para este cuadro? Haria falta toda la plaza
Castillo. Salvo que pretenda una miniatura para mirarla apor el microscopio".
Todos rieron. El pintor demostró su punto de vista, teniendo en cuenta las
medidas y reglas de la proporción. D. Bosco quedó un poco contariado, pero no
tuvo más remedio que reconocer que el pintor llevaba razón. Se decidió que el
cuadro llevara solamente la Virgen, los apóstoles, los evangelistas y algunos
ángeles en la parte superior. Al pie del mismo, bajo la gloria de la Virgen,
iría el Oratorio. Se alquiló un amplísimo salón del palacio Madama y el pintor
empezó inmediatamente su trabajo; este le ocuparía casi tres años. "Cierto
día -cuenta un sacerdoe del Oratorio - entré en el estudio del pintor para ver
el cuadro. Era la primera vez que yo me tropezaba con Lorenzone. Estaba él
sobre una escalerilla dando los últimos toques al rostro de la imagen de la
Virgen. No se volvió al ruido de mi entrada, continuó su trabajo. Después de un
rato descendió y se puso a contemplar el efecto que daban los últimos retoques.
De pronto se percató de mi presencia: me agarró de un brazo y me llevó a un
punto desde donde pudiera apreciar mejor el cuadro y, una vez alli, me dijo:
-¡Mire qué hermosa es! No es obra mía; no soy yo quien pinta, hay otra mano que
guia la mía. Y esta, a mi parecer, pertenece al Oratorio. Diga, pues, a D.
Bosco que el cuadro saldrá como él lo quiere. Estaba locamente entusiasmado.
Después se puso nuevamente a su trabajo". Cuando se llevó el cuadro a la
iglesia y se colocó en su lugar, Lorenzone cayó de rodillas derramando
abundantes lágrimas. (MBe VIII, 17-18)
Descripción hecha por D. Bosco - " Pero el monumento más
glorioso de esta iglesia es el retablo, o sea, el gran cuadro que domina el
altar mayor. Es también obra de Lorenzone. Tiene más de siete metros de alto
por cuatro de ancho. Se presenta a la vista como una aparición de María
Auxiliadora de la siguiente manera: la Virgen campea en un mar de luces y
majestad, puesta sobre un trono de nubes. La cubre un manto sostenido por un
grupo de ángeles, los cuales, formando una corona a su alrededor, le rinden
honores como a su Reina. Con la derecha sostiene el cetro, que es símbolo de su
poder, como aludiendo a las palabras dichas por Ella en el Evangelio: Fecit
mihi magna qui potens est. En la mano izquierda sostiene al Niño, que tiene los
brazos abiertos, ofreciendo así sus dones y su misericordia a todo el que recurra
a su augusta Madre. En la cabeza tiene la diadema, es decir, la corona con la
que es proclamada Reina del cielo y tierra. De la parte de arriba sale un rayo
de luz celestial que, desde el ojo de Dios, va a posarse en la cabeza de María.
En él están escritas estas palabras: "virtus altissimi obumbrabit
tibi" ("El poder del Altísimo te cubrirá con su sombra", es
decir, te cubrirá y fortalecerá). Por la parte superior del otro lado bajan
otros rayos que parten de la paloma (Espíritu Santo) y van a posarse también en
la cabeza de María, teniendo en medio estas palabras: "Ave gratia
plena": ("Dios te salve, María, la llena de gracia"). Este fue
el saludo dirigido a María por el arcángel S. Gabriel cuando, en nombre de
Dios, le anunció que iba a ser Madre del Salvador. Más abajo están los santos
Apóstoles y los evangelistas san Lucas y san Marcos en tamaño un poco mayor que
el natural. Aparecen como transportados por un dulce éxtasis exclamando:
"Regina Apostolorum, ora pro nobis" y mirando atónitos a la Virgen,que
aparece majestuosa sobre las nubes. Finalmente, en el fondo del cuadro aparece
la ciudad de Turín con otros devotos, que agradecen a la Virgen los favores
recibidos y le suplican que siga mostrándose Madre de misericordia en los
graves peligros de la vida presente. En general, el trabajo está bien claro,
proporcionado, natural, pero el mérito que nunca perderá es la idea religiosa
que produce una imprsión devota en el corazón de todo el que lo admira. (G.
BOSCO, Maravillas de la Madre de Dios, Auxiliadora de los cristianos. 1990, p.
73-74).
Lectura del cuadro. La fama de Tomás Andrés Lorenzone (1824-1902)
va unida sobre todo al cuadro de la Auxiliadora, dominado por la figura de la
Virgen que tiene en brazos al Niño. María se nos presenta de pie, no sentada,
como ordinariamente se la representa en los cuadros, como Madre-Reina que
presenta al Niño para su adoración. Lorenzo, la presenta de otro modo: María,
de pie, en posición vertical. Esta "verticalidad dominante", es un
símbolo mariano relativo a los elementos mesianicos y celestes, referidos a la
Inmaculada y a la Madre de Dios: luna, estrella, aurora, trono, lugar elevado y
santo, torre de David. La verticalidad expresa así la ascensión hacia la
esferra divina, en la que la criatura es consagrada a Dios. No por casualidad,
la cabeza de María está realzada por la corona. Solo que en nuestro cuadro se
da una doble coronación: la corona de estrellas y la diadema real.
Las estrellas indican la cercanía a la divinidad, y ya se usaban en las antiguas civilizaciones, en Egipto y en Mesopotamia, precisamente por la fascinación misteriora que de ellas brota y por el grandioso testimonio que dan de su Creador, por la belleza y la insodable armonía del universo, indicando, además, la sabiduría y la perfección (Dn 12,3). Pero la referencia más célebre a las estrellas colocadas en la cabeza de una mujer, la encontramos en el Apocalipsis: "Un gran signo apareció en el cielo: una mujer vestida de sol, y la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza" (Ap 12,1). De estas doce estrellas se dan algunas posibles interpretaciones. Pueden indicar las doce tribus de Israel, o los doce Apóstoles, con el signifiado de la totalidad de los redimidos que hacen corona a la mujer; o los doce signos del zodíaco, símbolo de la perfección del cosmos que gira alrededor de la mujer. En nuestro cuadro las estrellas tienen seis puntas. Este es un atributo mariano, inspirado en los sarcófagos de los cristianos de los primeros siglos. La estrella de seis puntas, que ya era símbolo de la casa de David de la que desciende el Mesías, nos remite al misterio de la Encarnación, también por estar formada por la intersección de dos triángulos: en la antigüedad era considerada como símbolo de María lugar de encuentro entre el Cielo y la Tierra. Aunque poco visibles, en la imagen ideada por D. Bosco, las doce estrellas son un dettale que no hay que pasar por alto, porque es cuanto queda de la iconografía de la Inmaculada; en este símbolo el santo quiso recoger probablemente la espiritualidad unida al dogna recientemente promulgado que, además de ser caracterísico del tiempo, lo sentía profundamente. Él siempre propuso tanto la espiritualidad de la Auxiliadora como la de la Inmaculada, incluso superponiéndolas.
Las estrellas indican la cercanía a la divinidad, y ya se usaban en las antiguas civilizaciones, en Egipto y en Mesopotamia, precisamente por la fascinación misteriora que de ellas brota y por el grandioso testimonio que dan de su Creador, por la belleza y la insodable armonía del universo, indicando, además, la sabiduría y la perfección (Dn 12,3). Pero la referencia más célebre a las estrellas colocadas en la cabeza de una mujer, la encontramos en el Apocalipsis: "Un gran signo apareció en el cielo: una mujer vestida de sol, y la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza" (Ap 12,1). De estas doce estrellas se dan algunas posibles interpretaciones. Pueden indicar las doce tribus de Israel, o los doce Apóstoles, con el signifiado de la totalidad de los redimidos que hacen corona a la mujer; o los doce signos del zodíaco, símbolo de la perfección del cosmos que gira alrededor de la mujer. En nuestro cuadro las estrellas tienen seis puntas. Este es un atributo mariano, inspirado en los sarcófagos de los cristianos de los primeros siglos. La estrella de seis puntas, que ya era símbolo de la casa de David de la que desciende el Mesías, nos remite al misterio de la Encarnación, también por estar formada por la intersección de dos triángulos: en la antigüedad era considerada como símbolo de María lugar de encuentro entre el Cielo y la Tierra. Aunque poco visibles, en la imagen ideada por D. Bosco, las doce estrellas son un dettale que no hay que pasar por alto, porque es cuanto queda de la iconografía de la Inmaculada; en este símbolo el santo quiso recoger probablemente la espiritualidad unida al dogna recientemente promulgado que, además de ser caracterísico del tiempo, lo sentía profundamente. Él siempre propuso tanto la espiritualidad de la Auxiliadora como la de la Inmaculada, incluso superponiéndolas.
Otros signos presentes en el cuadro son la corona de oro y el cetro
que indican la soberanía. La corona ha adquirido a lo largo de los siglos un
intenso potencial simbólico, convirtiéndose en atributo del soberano, imagen
del pueblo entero y por tanto, tesoro por excelencia. Existían diversos tipos
de coronas, todas ellas signo de dignidad y prestigio. Por lo que se refiere al
rito de coronar a María, aun encontrando su arquetipo bíblico en la coronación
de la reina Ester (Est. 2,18-18) es, sobre todo, una tradición cristiana de los
primeros siglos, unida al dogma de María Madre de Dios, declarado en el
Concilio de Éfeso en el año 431. La corona y el cetro pertenecían al tipo
Maríano de la "Basilisa", la emperadora de Oriente, representada así
también por los occidentales. María es presentada como una reina adornada con
los símbolos del poder: vestida suntuosamente, ccoronada, con el cetro,
seemejante en todo en el vestido y en las joyas a una soberana del mundo. En
Roma, Santa María Antigua, en el año 550, se encuentra un fresco en el que los
arcángeles Miguel y Gabriel, presentan una corona y un cetro a la Virgen. No
fue, pues, nueva la idea representada en las estatuas de los pináculos de la
Basílica de Valdocco, en los que Gabriel, desde el de la derecha, ofrece a la
Virgen de la cúpula una corona de laurel, mientras Miguel, desde la izquierda,
levanta hacia ella el asta que despliega la bandera de la victoria. Tanto la
corona de María como la del Niño son rematadas en el centro por una estrella.
María es la Stella Maris, la estrella del mar que guía a los navegantes, y en
este sentido, María es quien nos guía al puerto seguro. Referida a Cristo, la
estrella significa divinidad y cumplimiento de la salvación porque Jesús es la
"estrella de la mañana", el sol que nace por el oriente llevando la
esperanza de un nuevo día (Ap 22,16; 2 Pt 1,19).
También el precioso cetro, es una insignia de poder y de gobierno.
La simbología del cetro unida al juicio y a la investidura de los soberanos es
amplísima y transversal en las diversas épocas y culturas, pero siempre se
refiere a un poder efectivo. Es el instrumento mediante el cual aquello que se
decreta se hace operativo (Es 4,17-20). Este sentido activo del signo, símbolo
de quien realiza una obra, adquiere un particular significado en la iconografía
de la Auxiliadora, que se manifiesta como reina que actúa concretamente en
favor de su pueblo. En el cuadro, pues, no aparece una Virgen estática y fija,
sino llena de poder, como Aquella que está pronta a actuar, y encaja
perfectamente en la espiritualidad de D. Bosco y en su idea de la Virgen como
Madre que guía, protege y hasta combate por sus hijos, junto a los que siempre
está presente (PAOLA FARIOLI, en la revista "María Ausiliatrice",
mayo 2003).
La colocación de una referencia topográfica, en la parte baja de la
composición ( en este caso el edificio del Oratorio), es un recurso grato a
Lorenzone que lo utilizará también en el cuadro de S. José. D. Bosco, sobre su
obra de Valdocco, tenía la "convicción de una protección particular de
Dios en favor de la salvación de los jóvenes" (P. BRAIDO, Don Bosco prete
dei giovani nel secolo delle libertà, Roma 2003, p. 13). No ya, pues, los
"emblemas de las grandes victorias de María y de los pueblos (...) en
actitud de levantar las manos", sino el Oratorio y en él la muchedumbre de
jóvenes asistidos, como poniendo el acento en el hecho de que la obra por él
iniciada era una victoria de María y los jóvenes asistidos hacían las veces de
"los pueblos de las diversas partes del mundo".
Lectura actualizadora: El lienzo del ábside con la bellísima imagen
de la Virgen representa tanto la eclesiología como la mariología de D. Bosco:
María es figura de la Iglesia, madre y modelo de ella, donde el rostro de la
Madre es igual al rostro del Hijo, y donde ella aparece sostenida por Pedro y
Pablo, y rodeada por los apóstoles y evangelistas. En una palabra: una Iglesia
apostólica y misionera. La Virgen de D. Bosco es una reina, sí, coronada de
doce estrellas y vestida de sol, como la mujer signo del Apocalipsis, aunque no
preparada para abatir a sus enemigos, sino amorosa, providente, con los brazos
abiertos para proponer y ofrecer a su Hijo. El Hijo, por su parte, según las
palabras de D. Bosco, "tiene los brazos abiertos, ofreciendo así sus
gracias y su misericordia a quien recurre a su Augusta Madre. La Virgen de D.
Bosco "está vestida de sol", llena de poder, por estar inmersa en
aquel mar de luz que es Dios, inmersa en el misterio de la Trinidad, que
ilumina su persona y su misión. Así es como la quería D. Bosco, y así logró
pintarla en el lienzo Lorenzone, que lleno de emoción exclamó: " No soy yo
quien pinto, es otra mano la que guía la mía". La Virgen de D. Bosco es
imagen de la Iglesia, la celeste que celebra ya las Bodas del Cordero, y la
terrestre que peregrina en este mundo, inmersa por tanto, en el misterio de
Dios y envuelta en su luz, pero presente en nuestras vicisitudes históricas,
atenta a nuestras necesidades, presente y viva en nuestras familias, como en
todas las casas salesianas, idealmente representadas en la Iglesia de Valdocco,
que aparece en la parte inferior del cuadro. He aquí la gran intuición que D.
Bosco, que ha unido el título de María Auxiliadora y Madre de la Iglesia,
situando el rol propio de Virgen en el corazón de la misión de la Iglesia, que
protege bajo su manto a todos sus fieles, los nutre y los hace madurar hasta la
plenitud de vida en Cristo. Esto era lo que D.Bosco quería ofrecer a sus
muchachos en un momento de profundos cambios de época, caracterizados por la
nueva situación social y política, por el paso de una sociedad agrícola de tipo
patriarcal a una sociedad nueva, lanzada a un proceso de industrialización, que
transformó gradualmene el orden social: la estructura familiar, el modo de
procurarse los recursos para la vida, y en la que, como siempre, los jóvenes
eran quienes más sufrían las consecuencias, quedando en la ruina y expuestos a
la perdición. Hoy como ayer, hoy como en los tiempos de D. Bosco, los profundos
cambios sociales y culturales en curso están teniendo un enorme impacto en la
estructura familiar, en el tejido social, en la concepción de la vida. La
Iglesia, y la Familia Salesiana en ella, está llamada a proponer y a ofrecer a
Jesús y su evangelio como lo hace María. Como D. Bosco, nosotros miembros de la
Familia Salesiana, renovamos nuestra vocación en la Iglesia de "pastores
de los jóvenes" con la misión de conducirlos a Cristo, el único que no
defrauda sus aspiraciones más profundas y apaga su hambre y sed de vida, de
felicidad y de amor. En la realización de esta misión no estamos solos. María
nos ha sido dada como auxilio poderoso contra el mal en la lucha por la
salvación de los jóvenes, Auxiliadora que cuida con amor de madre a todos
aquellos que se encuentran atravesando ese mundo oscuro representado a sus pies".
(Pascual Chávez V., Ciudad de Mexico, 17 agosto 2007, V Congreso Internacional de María Auxiliadora).
(Pascual Chávez V., Ciudad de Mexico, 17 agosto 2007, V Congreso Internacional de María Auxiliadora).
LA BASÍLICA DE MARÍA AUXILIADORA
La Basílica
de María Auxiliadora se encuentra en el barrio de Valdocco de la ciudad de
Turín (Italia).
Es conocida
como la Iglesia Madre de la congregación salesiana y de la que parten cada año
los misioneros para todo el mundo.
Se construyó con grandes problemas
económicos entre 1864 y 1868.
Pero Don Bosco con ayuda de sus
muchachos del Oratorio Salesiano se preocuparon de exprimir la caridad de la
población al máximo.
Don Bosco aseguró que el dinero
conseguido para la construcción del santuario venía de la Providencia.
El 9 de junio de 1868 se consagraba el
santuario de María Auxiliadora.
A las 10:30 horas, subió al altar mayor,
para celebrar la primera misa el arzobispo de Turín monseñor Riccardi.
A continuación celebró misa Don Bosco.
En la iglesia había 1.200 jóvenes.
En ella se
encuentran los cuerpos de San Juan Bosco, Santo Domingo Savio y Santa María
Mazarello.
En 1938 se terminó la ampliación que
consta del presbiterio con la segunda cúpula, de las dos grandes capillas
laterales y del nuevo altar de San Juan Bosco con la urna que contiene su
cuerpo
Junto a la
capilla de Santa María Mazzarello hay una escalera que lleva a la cripta o
capilla de las reliquias donde se pueden encontrar una gran colección de
reliquias.
Destaca un
trozo del madero de la santa cruz que se conserva en un relicario de alabastro.
También
destaca un pañuelo manchado de sangre y otros objetos de los mártires
salesianos: San Luis Versiglia y San Calixto Caravario.
Una de las capillas de la
cripta, llamada de la aparición, está dedicada al sueño-visión que tuvo Don
Bosco en 1844 en el que la Virgen le mostró los inicios y el desarrollo futuro
de su obra, así como el lugar donde debía construirse la iglesia.
Se encuentran también en dos altares
laterales, los restos de los beatos Miguel Rua y Felipe Rinaldi, primer y
tercer sucesor de Don Bosco respectivamente.
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