lunes, 8 de mayo de 2017

El milagro de Nuestra Señora de Luján

Nuestra Señora de Luján
Patrona de Argentina

Un hacendado portugués, Antonio Farías de Sá, vecino de la ciudad de Córdoba del Tucumán, encargó a un paisano suyo, residente en Pernambuco (Brasil), una imagen de la Virgen María en la advocación del misterio de la Purísima Concepción para ser expuesta a la veneración en la capilla que estaba construyendo en su estancia del pago de Sumampa (Santiago del Estero). Desde Brasil se le envío la imagen pedida y otra más de la Maternidad de la Virgen, acondicionadas separadamente en dos cajones, que desde el puerto de Pernambuco fueron transportadas a Buenos Aires en el navío del capitán Andrea Juan, el cual arribó a destino por el mes de marzo de 1630.

          En el camino real a Córdoba, allá por principios del mes de mayo, cuando la tropa de carretas se encontraba a orillas del Río Luján, en un paraje denominado del “Árbol sólo”, la imagen que representaba la Inmaculada Concepción determinó quedarse milagrosamente en aquel lugar para amparo y veneración de los pobladores de la zona. Convirtiéndose con el paso de los años en Patrona del antiguo Virreinato del Río de la Plata; y luego de las repúblicas hermanas de Argentina, Uruguay y Paraguay.

          Los bueyes de la carreta que transportaba las imágenes en un momento no pudieron siquiera moverse. Descargado una de los cajones continuaba sucediendo lo mismo. Pero al hacerlo con el que contenía la Inmaculada Concepción, la carreta rodó sin dificultad alguna. Lo mismo sucedió cuando colocaron arriba el otro cajón con la Maternidad, por lo que continuaron el viaje con ella sola hasta su destino final, los pagos de Sumampa. Este es precisamente el origen del Santuario de Ntra. Sra. de la Consolación de Sumampa, en la provincia de Santiago del Estero, compañera de viaje de la Inmaculada Concepción de Luján.


          El primer sentimiento que embargó el corazón de los troperos y demás personas presentes fue el asombro; y después de las consabidas demostraciones de devoción y respeto, entendiendo que aquella imagen de la Purísima Concepción deseaba quedarse en ese preciso lugar, resolvieron trasladarla a la casa de la estancia de la familia Rosendo. Se trataba de la población más próxima a la vera del camino real, llamada también entonces, por su ocupante actual, de Bernabé González Filiano. Allí la depositaron, en el mejor lugar de la vivienda, y le improvisaron un precario altar, donde comenzó a ser venerada la Santa Imagen.


Tomado de: Juan Guillermo Durán, ‘De la frontera a la Villa de Luján. Los comienzos de la gran Basílica. Jorge María Salvaire, CM (1890-1899)’.

De la relación del mercedario fray Pedro Nolasco de Santa María

(Año 1737: Archivo de la Basílica nacional de Luján)

ORIGEN DE LA ADVOCACIÓN DE NUESTRA SEÑORA DE LUJAN


          En aquel tiempo que el reino de Portugal y el de Castilla se gobernaban por una Corona, con el mucho comercio que tenía esta ciudad con el Brasil, un portugués, vecino de Córdoba, que fundó la hacienda de Sumampa, pidió a un paisano suyo le trajese del Brasil una imagen pequeña de la Concepción, para colocar en una capilla que estaba fabricando en dicha su hacienda; y con este encargue le remitieron a un mismo tiempo dos, las cuales, encajonadas, cargó en su carretón. Y llegando al río de Luján hizo noche en lo de un paisano suyo, llamado fulano Rosendo.
          Queriendo proseguir su viaje, uncidos los bueyes por la mañana, no pudieron mover dicho carretón; por cuya causa le volvieron a descargar, y entonces le movieron los bueyes sin alguna dificultad. Y admirados todos de este prodigio, le preguntaron qué llevaba en la carga, que allí se había descargado, que pudiese servir de impedimento a su viaje; y él respondió que no llevaba cosa de impedimento, antes sí dos imágenes para darles culto.

          Y determinaron se embarcase en el carretón los dos cajoncitos de las imágenes e hiciesen caminar el carretón; y se hallaron con el impedimento primero; a que empezó a exclamar el devoto portugués a la Virgen Santísima que bien sabía el efecto, para qué la llevaba, que era para colocarla en la capilla que en su nombre tenía fabricada; y, persuadiéndole a que sacase él un cajón y dejase el otro, probaron a que caminase el carretón, y no se pudo mover de su lugar; volvieron a hacer la diligencia de sacar el cajón que había quedado y cargar el que habían bajado, y entonces se movió dicho carretón sin impedimento alguno; quedando el dueño muy contento con la imagen que se llevo, dejando la otra en el paraje, donde le mostraba quererse quedar.
          Ésta es la imagen de Nuestra Señora de Luján, que estuvo muchos años en lo de dicho Rosendo, en un oratorio muy corto, y muy venerada la imagen de todo el pago. y dicho Rosendo dedicó un negro, llamado Manuel, al culto de dicha imagen, quien cuidaba de la lámpara de dicha Señora, que incesantemente ardía.


          Y con el transcurso del tiempo y muerto el dueño de aquella estancia vino a quedar en casi despoblado. Y por ser mucha la frecuencia de devotos, que acudían movidos de sus muchos milagros, y no tener en dicha estancia dónde albergarse, pidió una señora. doña Ana de Matos, le diesen dicha imagen que la llevaría a su hacienda, que estaba en dicho río y colocóla en un oratorio; y con la asistencia y fervor del capellán don Pedro Montalbo y del mayordomo, don Manuel Casco de Mendoza, se enfervorizó la devoción de todo el pago y aun de las provincias remotas y se pusieron a fabricar la capilla, que hasta hoy permanece. 

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