6. El apostolado del escondite
éste,
al parecer raro modo de apostolado, más que un apostolado especial, es una ley
o condición de todos ellos y tan esencial e indispensable, que, si no se guarda
en cada caso u obra de apostolado, resulta éste ineficaz o malo.
¿Qué es?
La aplicación y traducción
constante a toda obra de celo de esta ley evangélica: vuestra luz... «De tal modo brille vuestra luz delante de los
hombres, que vean éstos vuestras obras y glorifiquen al Padre vuestro que está
en los cielos.»
De modo que, según el
Maestro, hay que brillar delante de
los hombres, sea por nuestra palabra buena, sea por nuestro ejemplo bueno, sea
por la influencia de nuestra oración buena, pero hay que proyectar esa luz de
manera que los hombres no nos vean, y, si nos ven, no reparen en nosotros, y en
cambio, vean complacidos la obra buena por nosotros hecha, y esta complacencia
los induzca a alabar a Dios o a acercarse un poquito a Él.
¡Que se vea y se guste la
obra buena y por ella se alabe a Dios! ¿Y el autor, cooperador o fomentador de
la buena obra?
¡Que se entretenga en jugar al escondite! Y esté cierto de que
mientras mejor juegue y más difícilmente den con él, la obra por él hecha o
fomentada más buena será y mayor cantidad de gloria procurará al Padre que está
en los cielos.
La mejor ocupación de un apóstol
Diría yo, sin miedo a equivocarme,
que la mejor ocupación de un apóstol y la condición de fecundidad más segura
para su apostolado era ésta: jugar al
esconder en todo cuanto hace para gloria de Dios y provecho de sus
prójimos.
¡Que no lo vean! ¡Que no lo pillen!
¡Cómo gritan los chiquillos que a eso juegan! Así hay que practicar el
apostolado.
¿La razón?
Muy sencilla y muy a la mano.
Que cada uno de nosotros, y
los apóstoles no son excepción, tiene dentro de su corazón algo así como una
gran esponja con sed rabiosa de un líquido que se llama gloria, y como no ande con gran cuidado, se moja y empapa hasta con
las evaporaciones de ese líquido por lejos que esté y aunque no le
pertenezca... Y, ¡claro!, como en el apostolado todo es buscar gloria y cada vez mayor
gloria para Dios, hay el gran peligro que la esponjita nuestra, al oler líquido
de gloria, se equivoque o se meta a ladrona
y tome para sí lo que sólo iba para
Dios.
Por eso el procedimiento
mandado por el maestro que sabe lo que
hay en el hombre, es éste: poner la
obra y quitarse de en medio, para que en cuanto empiece a producirse la
gloria de Dios, no haya peligro de absorciones
fraudulentas.
Conque, almas de apóstoles, esparcid a vuestro
alrededor cuanto bienestar podáis, por medio de tolerancias de defectos, de
menudos servicios prestados, de buenas caras y palabras a prójimos avinagrados,
de delicadas e ingeniosas excusas de faltas ajenas y hasta grandes sacrificios,
pero sin decir directa ni indirectamente: yo fui..., sino como el que no hace nada o lo hace tan a gusto y
espontáneamente que no hace caer en la cuenta al que recibe el favor; es decir,
haced muchas, muchas obras buenas chicas o grandes jugando al esconder...
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