SAN JUAN
PABLO II
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 6 de diciembre de 1995
Miércoles 6 de diciembre de 1995
El papel de la mujer a la luz de María
1. Como ya he tenido oportunidad de ilustrar en las
catequesis anteriores, el papel que Dios en su plan de salvación confió a María
ilumina la vocación de la mujer en la vida de la Iglesia y de la sociedad,
definiendo su diferencia con respecto al hombre. En efecto, el modelo que
representa María muestra claramente lo que es especifico de la personalidad
femenina.
En tiempos recientes, algunas corrientes del movimiento
feminista, con el propósito de favorecer la emancipación de la mujer, han
tratado de asimilarla en todo al hombre. Pero la intención divina, tal como se
manifiesta en la creación, aunque quiere que la mujer sea igual al hombre por
su dignidad y su valor, al mismo tiempo afirma con claridad su diversidad y su
carácter específico. La identidad de la mujer no puede consistir en ser una
copia del hombre, ya que está dotada de cualidades y prerrogativas propias, que
le confieren una peculiaridad autónoma, que siempre ha de promoverse y
alentarse.
Estas prerrogativas y esta peculiaridad de la personalidad
femenina han alcanzado su pleno desarrollo en María. En efecto, la plenitud de
la gracia divina favorecía en ella todas las capacidades naturales típicas de
la mujer.
El papel de María en la obra de la salvación depende
totalmente del de Cristo. Se trata de una función única, exigida por la
realización del misterio de la Encarnación: la maternidad de María era
necesaria para dar al mundo el Salvador, verdadero Hijo de Dios, pero también
perfectamente hombre.
La importancia de la cooperación de la mujer en la venida
de Cristo se manifiesta en la iniciativa de Dios que mediante el ángel comunica
a la Virgen de Nazaret su plan de salvación, para que pueda cooperar con él de
modo consciente y libre, dando su propio consentimiento generoso.
Aquí se realiza el modelo más alto de colaboración
responsable de la mujer en la redención del hombre —de todo el hombre—, que
constituye la referencia trascendente para toda afirmación sobre el papel y la
función de la mujer en la historia.
2. María, realizando esa forma de cooperación tan sublime,
indica también el estilo mediante el cual la mujer debe cumplir concretamente
su misión.
Ante el anuncio del ángel, la Virgen no manifiesta una
actitud de reivindicación orgullosa, ni busca satisfacer ambiciones personales.
San Lucas nos la presenta como una persona que sólo deseaba brindar su humilde
servicio con total y confiada disponibilidad al plan divino de salvación. Este
es el sentido de la respuesta: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mi
según tu palabra» (Lc 1, 38).
En efecto, no se trata de una acogida puramente pasiva,
pues da su consentimiento sólo después de haber manifestado la dificultad que
nace de su propósito de virginidad, inspirado por su voluntad de pertenecer más
totalmente al Señor.
Después de haber recibido la respuesta del ángel, María
expresa inmediatamente su disponibilidad, conservando una actitud de humilde
servicio.
Se trata del humilde y valioso servicio que tantas mujeres,
siguiendo el ejemplo de María, han prestado y siguen prestando en la Iglesia
para el desarrollo del reino de Cristo.
3. La figura de María recuerda a las mujeres de hoy el
valor de la maternidad. En el mundo contemporáneo no siempre se da a este valor
una justa y equilibrada importancia. En algunos casos, la necesidad del trabajo
femenino para proveer a las exigencias cada vez mayores de la familia, y un
concepto equivocado de libertad, que ve en el cuidado de los hijos un obstáculo
a la autonomía y a las posibilidades de afirmación de la mujer, han ofuscado el
significado de la maternidad para el desarrollo de la personalidad femenina. En
otros, por el contrario, el aspecto de la generación biológica resulta tan
importante, que impide apreciar las otras posibilidades significativas que
tiene la mujer de manifestar su vocación innata a la maternidad.
En María podemos comprender el verdadero significado de la
maternidad que alcanza su dimensión más alta en el plan divino de salvación.
Gracias a ella, el hecho de ser madre no sólo permite a la personalidad
femenina, orientada fundamentalmente hacia el don de la vida, su pleno
desarrollo, sino que también constituye una respuesta de fe a la vocación
propia de la mujer, que adquiere su valor más verdadero sólo a la luz de la
alianza con Dios (cf. Mulieris
dignitatem, 19).
4. Contemplando atentamente a María, también descubrimos en
ella el modelo de la virginidad vivida por el Reino.
Virgen por excelencia, en su corazón maduró el deseo de
vivir en ese estado para alcanzar una intimidad cada vez más profunda con Dios.
Mostrando a las mujeres llamadas a la castidad virginal el
alto significado de esta vocación tan especial, María atrae su atención hacia
la fecundidad espiritual que reviste en el plan divino: una maternidad de orden
superior, una maternidad según el Espíritu (cf. Mulieris
dignitatem, 21).
El corazón materno de María, abierto a todas las miserias
humanas, recuerda también a las mujeres que el desarrollo de la personalidad
femenina requiere el compromiso en favor de la caridad. La mujer, más sensible
ante los valores del corazón, muestra un alta capacidad de entrega personal.
A cuantos en nuestra época proponen modelos egoístas para
la afirmación de la personalidad femenina, la figura luminosa y santa de la
Madre del Señor les muestra que sólo a través de la entrega y del olvido de sí
por los demás se puede lograr la realización auténtica del proyecto divino
sobre la propia vida.
Por tanto, la presencia de María estimula en las mujeres
los sentimientos de misericordia y solidaridad con respecto a las situaciones
humanas dolorosas, y suscita el deseo de aliviar las penas de quienes sufren:
los pobres, los enfermos y cuantos necesitan ayuda.
En virtud de su vínculo particular con María, la mujer, a
lo largo de la historia, ha representado a menudo la cercanía de Dios a las
expectativas de bondad y ternura de la humanidad herida por el odio y el
pecado, sembrando en el mundo las semillas de una civilización que sabe
responder a la violencia con el amor.
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