miércoles, 6 de mayo de 2020

Meditaciones del tiempo pascual con textos de Santo Tomás de Aquino 25


Miércoles de la cuarta semana de Pascua

¿PUEDE SABER EL HOMBRE SI ESTÁ EN GRACIA?


I. A veces conviene que ignoremos la presencia de Dios por la gracia en nosotros.

1º) Para que el temor del juicio futuro nos humille. Bienaventurado el hombre que siempre está pavoroso; mas el que es de duro corazón, es decir, aquél a quien no afecta el temor del castigo futuro, se precipitará en el mal (Prov 28, 14). Este temor humilla al hombre; por lo cual conviene a veces ignorar si la gracia está en nosotros. San Gregorio dice: "Quiso Dios que nuestros bienes nos fuesen inciertos, a fin de que poseyéramos una gracia cierta, la humildad".

2º) Para que no le precipite la presuntuosa seguridad. Porque cuando digan paz y seguridad, entonces les sobrecogerá una muerte repentina (1 Tes 5, 3). San Jerónimo dice: "El temor es guardián de las virtudes, la seguridad hace fácil la caída."


3º) Para que esperemos vigilantes y deseosos la gracia de Dios. Bienaventurado el hombre que me oye, y que vela a mis puertas cada día... (Prov 8, 34).

II. A veces revela Dios a algunos, por privilegio, que tienen la gracia, para que comience en ellos, aun en esta vida, el gozo de la seguridad, y con más confianza y fortaleza lleven a cabo obras grandes, y soporten los males de la vida presente. Sin embargo, uno puede conocer conjeturalmente que tiene la gracia por cuanto siente deleite en Dios y desprecia las cosas mundanas, y que no le arguye la conciencia de algún pecado mortal. En este sentido puede interpretarse lo que dice el Apocalipsis: Al vencedor daré yo maná escondido... que no sabe ninguno, sino aquél que lo recibe (2, 17), pues el que lo recibe lo conoce por cierta sensación de dulzura que no experimenta el que no lo recibe.
(1ª 2ae , q. CXII, a. 5)

Existen principalmente tres señales por las cuales puede conocerse conjeturalmente la presencia de la gracia en el alma:

1º) El testimonio de la conciencia, como dice el Apóstol: Nuestra gloria es ésta, el testimonio de nuestra conciencia (2 Cor 1, 12). Por eso escribe San Bernardo: "Nada más claro que esta luz, nada más glorioso que este testimonio, cuando el espíritu se ve en la verdad; pero ¿de qué modo? Púdico, modesto, temeroso, circunspecto, sin que nada le haga ruborizarse en presencia de la verdad. Esto es, ciertamente, lo que deleita a las divinas miradas sobre todos los bienes del alma".

2º) El gozo de la palabra de Dios, no sólo para escucharla, sino también para practicarla. El que es de Dios oye las palabras de Dios (Jn 8, 47). A este respecto dice San Gregorio: "Está mandado desear la patria celestial de la verdad, despreciar la gloria del mundo, no apetecer las cosas ajenas y hacer limosnas con las propias. Juzgue cada cual en su conciencia si esta voz del Señor prevalece en sus oídos y así sepa si es de Dios."

3º) El gusto interior de la divina sabiduría, que es como un anticipo de la eterna bienaventuranza. Gustad, y ved que el Señor es suave (Sal 33, 9), esto es, por su gracia en nosotros. Y San Agustín dice: "Puesto que mientras estamos en el cuerpo, vivimos ausentes del Señor (2 Cor 5, 6), gustemos al menos cuán suave es el Señor, que nos dio en prenda el espíritu, por el que, experimentamos su dulzura y deseamos ver la misma fuente, donde seremos purificados con sobria embriaguez y seremos regados como el árbol que ha sido plantado junto a las corrientes. de muchas aguas". Y añade: "Haz, Señor, te ruego, que guste con amor lo que gusto con el conocimiento; sienta con el corazón lo que siento con el entendimiento; yo te debo más que todo lo que soy; pero ni tú posees más, y yo no puedo darte más de todo lo que yo soy. Tráeme, Señor, a tu amor, llévate todo lo que yo soy."

(De Humanitate Christi)

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