Viernes de la séptima semana de Pascua
EL ESPÍRITU SANTO NO SE DA AL MUNDO
A quien no puede
recibir el mundo, porque ni lo ve, ni lo conoce (Jn 14, 17).
I. El Señor llama
aquí mundo a los amadores del mundo. Éstos, mientras aman al mundo, no pueden
recibir al Espíritu Santo, que es amor de Dios. Nadie puede amar a Dios y al
mundo con un amor que les considere como un fin, como dice San Juan: Si alguno
ama al mundo, la caridad del Padre no está en él (1 Jn 2, 15). Pues dice San
Gregorio: "El Espíritu Santo inflama todo lo que llena en el deseo de las
cosas invisibles." Y porque los corazones mundanos solamente aman las
cosas visibles, el mundo no recibe a aquél, pues no se mueve a amar lo
invisible. Ciertamente, cuanto más se dilatan hacia afuera los corazones
mundanos en sus deseos, más se estrechan para recibir al Espíritu Santo.
II. Cristo da la
razón por la cual el Espíritu Santo no se da al mundo, cuando dice: Porque ni
lo ve, ni lo conoce. Pues los dones espirituales no se dan si no son deseados.
La divina sabiduría toma la delantera a los que la codician (Sab 6, 14). Pero
los dones no son deseados si no son conocidos de algún modo.
No son conocidos por
dos motivos: en primer lugar, porque el hombre no se aplica a conocerlos; en
segundo lugar, porque uno es incapaz de ese conocimiento. Los mundanos no
poseen ninguna de estas dos cosas.
Primero, porque no
tienen voluntad para desearlos. Y en cuanto a esto, dice: Porque no lo ve, es
decir, no dirige su intención a conocerlo. Resolvieron fijar en tierra sus ojos
(Sal 16, 11).
Segundo, tampoco
pueden conocerlos. Por eso agrega: Ni lo conoce. Pues, como dice San Agustín,
el amor mundano no posee ojos invisibles, por los cuales el Espíritu Santo no
puede ser visto sino invisiblemente. El hombre animal no percibe aquellas cosas
que son del Espíritu de Dios (1 Cor 2, 14). Así como la lengua infectada no
siente el buen sabor a causa de la corrupción del humor, del mismo modo el alma
infectada por la corrupción del mundo, no gusta la dulzura de las cosas
celestiales.
III. Mas vosotros lo
conoceréis, porque morará en vosotros, y estará en vosotros (Jn 14, 17). Aquí
enseña a quiénes se da el Espíritu Santo, es decir, a los fieles. De ahí estas
palabras: Mas vosotros, que sois movidos por el Espíritu Santo, lo conoceréis.
El Apóstol dice a los Corintios: Nosotros no hemos recibido el espíritu de este
mundo, sino el Espíritu que es de Dios (2 Cor 2, 12). Y esto, porque
despreciáis al mundo: No atendiendo nosotros a las cosas que se ven, sino a las
que no se ven (2 Cor 4, 18).
La razón es: porque
permanecerá en vosotros. Donde advierte primero la familiaridad del Espíritu
Santo para con los apóstoles, porque permanecerá en vosotros, esto es, para
vuestra utilidad; y segundo, una permanencia íntima del mismo Espíritu, porque
estará en vosotros, esto es, en lo íntimo de nuestro corazón.
(In Joan., XVI).
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