Lunes de la sexta semana de Pascua
BIENES DE LA ORACIÓN
Los bienes de la
oración son tres.
I. Es un remedio
útil y eficaz contra los males; pues libra de los pecados cometidos, como dice
el Profeta: Tú perdonaste la impiedad de mi pecado. Por esta razón orará a ti
todo santo en el tiempo oportuno (Sal 31, 5).
Así el ladrón oró en
la cruz y obtuvo el perdón: hoy serás conmigo en el paraíso (Lc 23, 43). Así el
publicano oró, y descendió justificado a su casa (Lc 18, 14).
Libra también del
temor de los pecadores que asedian, de las perturbaciones y tristezas. ¿Hay
alguno triste entre vosotros? Haga oración (Stg 5, 13).
Libra además de las
persecuciones y de los enemigos. En vez de amarme, decían mal de mí; mas yo
oraba (Sal 108, 4).
II. Es eficaz y útil
para lograr todo lo que se desea. Todas las cosas que pidiereis orando; creed
que las recibiréis; y os vendrán (Mc 11, 24). Si no somos escuchados es porque
no perseveramos: es menester orar siempre, y no desfallecer (Lc 18, I); o no
pedirnos lo que más conviene a la salvación. San Agustín dice: "El Señor
bueno, que muchas veces no da lo que queremos, para dar lo que querríamos
mejor." Existe el ejemplo de San Pablo, que pidió tres veces le fuese
quitado el aguijón (de la carne) y no le fue otorgado (2 Cor 12, 7-9).
III. Es útil, porque
nos hace amigos de Dios: Suba derecha mi oración como un perfume en tu
presencia (Sal 140, 2).
(In Oration.
Dominic.)
La oración es un
acto de religión, por el cual el hombre tributa veneración a Dios en cuanto se
somete a él y reconoce, al pedirle, que tiene necesidad de él como autor de sus
bienes.
Orando, entrega el
hombre su alma a Dios, la que somete a él por respeto y, en cierto modo, la
presenta; pues así como el alma humana es superior a los miembros exteriores o
corporales, o a las cosas exteriores que se aplican al servicio de Dios, así
también la oración aventaja a los otros actos de religión.
(2ª 2ae q. LXXXIII,
a. 3)
Ciertamente, Dios
nos da muchas cosas por su liberalidad, aun las que no pedirnos; pero otras
quiere dárnoslas a requerimiento nuestro, lo cual es para nuestra utilidad, es
decir, para que recibamos cierta confianza de recurrir a él y reconozcamos que
es el autor de nuestros bienes. Por eso dice San Juan Crisóstomo:
"Considera cuánta es la felicidad que se te ha dado, cuánta la gloria
concedida, esto es: hablar con Dios en la oración, tener coloquios con Cristo,
y poder pedir lo que quieras y lo que desees" * .
(2ª 2ae , q.
LXXXIII, a. 2)
Nota:
*
Implic. hom. II; De orat. circa princ.; hom. XXX in Genes.
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