Para hacer oración
familiar, dejamos todos previsto: apagamos los celulares y la pantalla, sin
prisa por la comida, generamos un ambiente de silencio, etc. De este modo
seremos una Iglesia en el hogar.
Se reúne la familia
en una sala de la casa en torno una mesa, cubierta con un mantel morado o
blanco, colocamos un crucifijo, una imagen de la Sagrada Familia o de la Virgen
María, y en el centro la Biblia junto a una vela encendida. Los padres, o uno
de ellos, son los responsables de guiar a los hijos en este momento de oración
para entrar en alabanza y diálogo con Dios.
1. + Señal de
la cruz
2. Ven,
Espíritu Santo. Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo. Padre
amoroso del pobre; don, en tus dones espléndido; luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo. Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro
esfuerzo, tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que
enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos.
3. En
presencia de Dios, pedimos perdón:
· Tú que eres el sumo sacerdote de la nueva Alianza: Señor, ten
piedad.
Señor, ten
piedad.
· Tú que nos edificas como piedras vivas en el templo santo de
Dios: Cristo, ten piedad.
Cristo, ten
piedad.
· Tú que has ascendido a la derecha del Padre para enviarnos el
don del Espíritu: Señor, ten piedad.
Señor, ten
piedad.
4. Proclamamos el evangelio de Jesucristo según san
Juan 21, 20-25
Catequesis para mayores de 12 años
Con las lecturas de
hoy concluye el recorrido de la Palabra que nos ha iluminado durante este
Tiempo pascual. El libro de los Hechos de los Apóstoles finaliza con el relato
de Pablo en Roma y el Evangelio de Juan, en su capítulo 21, con un testimonio
personal del “discípulo amado” sobre Jesús, la Palabra hecha carne y que habita
en nosotros.
Terminados los 50 días
desde la Pascua de Resurrección, nos preparamos e invocamos al Espíritu de Amor
del Padre y del Hijo para que renueve nuestras almas.
Este Espíritu Santo de
Pentecostés desciende al cenáculo de los Apóstoles, junto a María, y nos trae
la donación gratuita e inmerecida de sus siente “dones” sobrenaturales que son
infundidos por Dios en las potencias del alma. Los dones del Espíritu Santo los
encontramos en el libro del profeta Isaías. Los cuatro primeros movilizan la
inteligencia y los otros tres, movilizan la voluntad.
1. Sabiduría: Don por
el cual juzgamos rectamente acerca de Dios y de las cosas divinas. Por estar
unido a la caridad le otorga un cierto sabor de Dios y experimenta el gozo de
su amistad. Es el único don que se dirige directamente a Dios.
2. Entendimiento: Don
por el que podemos comprender las verdades de fe reveladas por Dios y
secundariamente las verdades del orden natural, por su relación con las de fe.
3. Ciencia: Don que
nos ayuda a entender las cosas creadas pero en orden a su fin último. Es
similar a la sabiduría pero realiza un camino inverso ya que va de las
creaturas al creador.
4. Consejo: Don que
mueve al alma para que juzgue correctamente en casos particulares y concretos,
que discierna lo que se debe hacer en orden al fin último sobrenatural. Se
diferencia de la prudencia en que no es un acto humano de la razón iluminada
por la fe, sino una moción del Espíritu Santo.
5. Fortaleza: Don del
Espíritu que robustece el alma para practicar toda clase de virtudes heroicas
que permiten hacer y sufrir cosas extraordinarias, realizar acciones difíciles,
etc.
6. Temor de Dios:
Santo Tomas lo llama “temor filial” porque es propio de los hijos temer la
pérdida y separación de su Padre. Se funda en la caridad y reverencia a Dios
como Padre y nos impulsa a servirlo. Es el principio de la sabiduría.
7. Piedad: Don que nos
mueve hacia un “afecto filial” a Dios Padre y un amor fraterno a los hombres,
hermanos de Cristo. Este don nos impulsa a ofrecer un culto espiritual a Dios.
Los siete dones del
Espíritu Santo son el viento que sopla y nos impulsa para navegar en la vida. A
la vez, cuenta con el ejercicio de nuestras virtudes para remar en la barca, en
medio de los distintos y difíciles mares que atravesamos.
Santa del día: santa
Juana de Arco Santa Juana de Arco nació en 1412 en Domrémy (actual
Francia). Nunca aprendió a leer y escribir, pero recibía con frecuencia los
sacramentos, atendía a los enfermos y era bondadosa con los peregrinos. En el
pueblo todos la querían. Siempre se sintió orgullosa de su virginidad
consagrada.
Por ese entonces Inglaterra invadió Francia. Las
ciudades cayeron una tras otra y Carlos VII, o el “Delfín” francés, consideraba
que todo estaba perdido. Santa Juana a sus catorce años empieza a tener
experiencias místicas y se le aparecen y le hablan San Miguel Arcángel, Santa
Catalina y Santa Margarita. Se le encomendó salvar Francia y fue enviada a
hablar con Carlos VII para cumplir con esa misión. Más adelante santa Juana
partió con una expedición para salvar la ciudad de Orleáns portando un
estandarte con los nombres de Jesús y de María y una imagen del Padre Eterno.
La espiritualidad de Juana es profundamente cristocéntrica y mariana.
Después de arduos enfrentamientos, la ciudad fue
recuperada y posteriormente se realizó la coronación de Carlos VII. Así Santa
Juana terminó la misión que se le había confiado y su carrera de triunfos
militares. Su espada jamás se tiñó de sangre y durante las batallas se mantuvo
orando.
Ella siguió luchando pero sin victorias, tuvo
problemas en la realeza y fue apresada en el campo de batalla por los
borgoñones, quienes la vendieron a los ingleses. Es acusada de hechicería y
herejía y después de un juicio donde no tuvo defensa, se determinó que sus
revelaciones habían sido diabólicas. Los teólogos de la Universidad de París la
acusaron en términos violentos, llenos de mentiras y calumnias. Santa Juana fue
entregada al ámbito secular como hereje renegada y llevada a la plaza del
mercado de Rouen, donde fue quemada viva, mientras gritaba el nombre de Jesús
con sus ojos fijos en una cruz. Partió a la Casa del Padre el 30 de mayo de
1431 con 19 años de edad. El Papa Calixto III “rehabilitó” y fue canonizada por
Benedicto XV en 1920.
La separación de los reinos de Francia e Inglaterra
preservó a Francia del cisma de Enrique VIII, junto con su iglesia anglicana,
que se produjo tiempo después.
Benedicto XVI dijo sobre santa Juana de Arco: “Esta
santa francesa, citada varias veces en el Catecismo de la Iglesia católica, es
particularmente cercana a santa Catalina de Siena, patrona de Italia y de
Europa. En efecto, son dos mujeres jóvenes del pueblo, laicas y consagradas en
la virginidad; dos místicas comprometidas, no en el claustro, sino en medio de
las realidades más dramáticas de la Iglesia y del mundo de su tiempo. Quizás
son las figuras más características de las «mujeres fuertes» que, a finales de
la Edad Media, llevaron sin miedo la gran luz del Evangelio a las complejas
vicisitudes de la historia. (…)
Uno de los
textos más conocidos sobre ella: «Interrogada si sabía que estaba en gracia de
Dios, responde: si no lo estoy, que Dios me quiera poner en ella; si lo estoy,
que Dios me quiera conservar en ella». Nuestra santa vive la oración en la
forma de un diálogo continuo con el Señor. Con su luminoso testimonio, santa
Juana de Arco nos invita a una medida alta de la vida cristiana: hacer de la
oración el hilo conductor de nuestras jornadas; tener plena confianza al
cumplir la voluntad de Dios, cualquiera que sea; vivir la caridad sin
favoritismos, sin límites y sacando, como ella, del amor a Jesús un profundo
amor a la Iglesia. Jesús siempre ocupa el primer lugar en su vida, según su
hermosa expresión: «Nuestro Señor debe ser el primer servido».”
Oración: “San Miguel Arcángel,
defiéndenos en la batalla. Sé nuestro amparo contra las perversidad y
asechanzas del demonio. Reprímale Dios, pedimos suplicantes, y tu príncipe de
la milicia celestial arroja al infierno con el divino poder a Satanás y a los
otros espíritus malignos que andan dispersos por el mundo para la perdición de
las almas. Amén.”
Catequesis para menores de 12 años
· Se proclama el
evangelio y se ayuda a los niños a recomponer el relato, buscando los detalles.
· Se explica desde las
ideas centrales de la catequesis de adultos (el texto anterior).
· Reflexionamos las
palabras: Este mismo discípulo es el que da testimonio de estas cosas y el que
las ha escrito, y sabemos que su testimonio es verdadero.
· En silencio meditamos
con el corazón el significado de estas palabras y las compartimos.
Oración: Ángel de mi guarda, dulce
compañía, no me desampares ni de noche ni de día. No me dejes solo que me
perdería. Hasta que alcance los brazos de Jesús, María y José.
5. Cada uno de la familia dice una
acción de gracias.
Dios Padre, te damos gracias por … .
6. Ahora, cada uno hace una petición.
Dios misericordioso, te pedimos por
... .
7. Presentación de las ofrendas. En
la Pascua, Jesús se ofrece como cordero sacrificado al Padre por nosotros.
Ahora nosotros, unidos a Cristo, también podemos hacernos Eucaristía. En este
momento, cada uno de la familia, dice cuál es la ofrenda que le presenta a
Dios. Ejemplos: ayudar en casa, estudiar, rezar alguna oración, llamar a
alguien para saludarlo, hacer un pequeño sacrificio, estar al servicio, etc..
8. Oramos como Jesús nos enseñó:
Padre nuestro…
9. Nos damos la Paz del Señor, como
gesto de amor.
10. Oramos a nuestra Madre:
Dios te salve María…
11. Comunión espiritual:
Creo, Jesús mío, que estás en el
Santísimo Sacramento; te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi
alma. Ya que ahora no puedo hacerlo sacramentalmente, ven al menos espiritualmente
a mi corazón. (breve silencio).
Y ahora, como si ya te hubiese
recibido, te abrazo y me uno todo a Ti. No permitas, Señor, que jamás me separe
de ti.
12. Oremos: Dios misericordioso,
concédenos experimentar en todo tiempo los frutos del misterio pascual que hoy
celebramos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina en la
unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
Sagrada Familia de Nazaret: Ruega por nosotros.
13. Los padres se bendicen entre ellos
y bendicen a los hijos, haciendo una cruz en la frente. Nos hacemos la Señal de
la cruz diciendo: + El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a
la Vida eterna. Amen.
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