jueves, 15 de octubre de 2020

Santa Teresa de Jesús - Himnos litúrgicos

 


Laudes

Oh, Teresa, mensajera del Rey Eterno,

que abandonas la casa de tus padres,

para que Cristo llegue a los pueblos bárbaros

o para dar por Él hasta tu sangre.



Sin embargo, una muerte más dulce te aguarda,

una pena más dulce te espera:

morirás, traspasada por la flecha del Amor divino.



¡Oh, Teresa, víctima de la caridad!,

inflama nuestros corazones

y libra del fuego del infierno

a las almas que se te han confiado.



Oh, Jesús, Esposo de las Vírgenes,

que te adore el coro de los Santos y,

en su canto nupcial,

proclamen eternamente tu alabanza. Amén.


Vísperas

 

Éste es el día, en el que,

como una blanca paloma,

el alma de Teresa voló

al sacratísimo Templo del Cielo.



Y oyó estas palabras del Esposo:

«Ven hermana, desde el vértice del Carmelo

a las Bodas del Cordero:

ven a recibir la corona de gloria.»



Oh, Jesús, Esposo de las Vírgenes,

que te adore el coro de los Santos y,

en su canto nupcial,

proclamen tu eterna alabanza. Amén.



I Vísperas

Vivo sin vivir en mí,
y tan alta vida espero,
que muero porque no muero.

Vivo ya fuera de mí,
después que muero de amor,
porque vivo en el Señor,
que me quiso para Sí.

Cuando el corazón le di
puso en él este letrero:
Que muero porque no muero.

Aquesta divina unión
del amor en que yo vivo,
ha hecho a Dios mi cautivo
y libre mi corazón.

Y causa en mí tal pasión
ver a Dios mi prisionero,
que muero porque no muero.

¡Ay, qué larga es esta vida!,
(qué duros estos destierros,
esta cárcel, estos hierros,
en que el alma está metida!

Solo esperar la salida
me causa dolor tan fiero,
que muero porque no muero.

Aquella vida de arriba,
que es la vida verdadera,
hasta que esta vida muera,
no se goza estando viva.

Muerte, no me seas esquiva;
viva muriendo primero,
que muero porque no muero.

Vida, ¿qué puedo yo darle
a mi Dios, que vive en mí,
si no es perderte a ti,
para mejor a Él gozarle?

Quiero muriendo alcanzarle,
pues a Él solo es al que quiero:
Que muero porque no muero.


Oficio de lecturas

¡Oh, Hermosura que excedéis
a todas las hermosuras!
Sin herir, dolor hacéis
y sin dolor deshacéis
el amor de las criaturas.

¡Oh, ñudo, que así juntáis
dos cosas tan desiguales!
No sé por qué os desatáis,
pues atado fuerza dais
a tener por bien los males.

Juntáis quien no tiene ser
con el Ser que no se Ajaba;
sin Ajabar Ajabáis,
sin tener que amar, amáis,
engrandecéis nuestra nada. Amén. 


Laudes

Vuestra soy, para Vos nací:
¿qué mandáis hacer de mí?
Veis aquí mi corazón,
yo le pongo en vuestra palma:
mi cuerpo, mi vida y alma,
mis entrañas y afición.

Dulce Esposo y redención,
pues por vuestra me ofrecí:
¿qué mandáis hacer de mí?

Dadme muerte, dadme vida;
dad salud o enfermedad,
honra o deshonra me dad;
dadme guerra o paz crecida,
flaqueza o fuerza cumplida,
que a todo digo que sí:
¿qué queréis hacer de mí?

Dadme riqueza o pobreza,
dad consuelo o desconsuelo,
dadme alegría o tristeza,
dadme infierno o dadme cielo,
vida dulce, sol sin velo:
pues del todo me rendí,
¿qué mandáis hacer de mí?

Si queréis, dadme oración;
si no, dadme sequedad,
si abundancia y devoción,
y si no esterilidad.
Soberana Majestad,
solo hallo paz aquí:
¿qué mandáis hacer de mí?

Si queréis que esté holgando,
quiero por amor holgar;
si me mandáis trabajar,
morir quiero trabajando:
decid dónde, cómo y cuándo,
decid dulce Amor, decid:
¿qué mandáis hacer de mí? Amén.


II Vísperas

Soberano Esposo mío,
ya voy, dejadme llegar;
no me deis, Señor, desvío,
para que entre en vuestro mar
este pequeñuelo río.

Si Vos los brazos me dais,
yo os doy el alma en despojos,
y pues ya me la sacáis,
volved, mi Cristo, los ojos
a quien el alma lleváis.

Pues el corazón os di,
denme esas Llagas consuelo;
entre el alma por ahí,
pues son las puertas del Cielo,
que se abrieron para mí.

De esta postrer despedida
yo no temo el dolor fuerte,
si con Vos, mi Cristo, asida
a la hora de la muerte
tenga en mis manos la vida.

Si en las manos tengo a vos
con regalos soberanos,
ya estamos juntos los dos,
pues que Dios está en mis manos,
y yo en las manos de Dios. Amén.

Homilía de San Pablo VI en la proclamación de Santa Teresa de Jesús como Doctora de la Iglesia



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