sábado, 3 de octubre de 2020

San Francisco de Borja por Jaime Correa Castelblanco, S.J.

 San Frasncisco de Borja

por Jaime Correa Castelblanco, S.J.

CONTENIDO

Presentación - Familia y juventud - Un mejor servicio - Virrey de Cataluña - Duque de Gandía -Discernimiento espiritual - Ingreso a la Compañía - Viaje a Roma - Roma - De regreso a España - Misión en Portugal - De nuevo en España - Comisario de España y Portugal - El Colegio Romano - Con Santa Teresa - Carlos V - Primera Congregación General - Problemas con la Inquisición - Portugal - Llamado a Roma - Asistente General - General de la Compañía - Gobierno de la Compañía - Expansión de la Compañía - Misión pontificia - Enfermedad y muerte – Glorificación

 

Presentación

Esta vida de San Francisco de Borja es la cuarta de una colección dedicada a los Santos de la Compañía de Jesús.

San Francisco de Borja fue el tercer General de la Compañía. Fue admitido en Roma y formado por el mismo San Ignacio.

La Compañía de Jesús, durante el gobierno de San Francisco de Borja, adquirió un desarrollo extraordinario. Su presencia se extendió, muy rápidamente, a todo el mundo conocido, del viejo continente. Las misiones en Oriente y Africa, iniciadas por San Ignacio, se incrementaron en gran forma. Las misiones en América española, iniciadas por él, lusitana, y del norte, fueron una de sus principales preocupaciones.

Ha sido muy difícil sintetizar la vida de un hombre de tanta acción.

La Compañía de Jesús considera a San Francisco de Borja como a uno de sus santos más importantes. Agradecida, lo venera como el artífice de su presencia en el mundo

Fue el tercer General de la Compañía de Jesús. Nació en Gandía el 28 de octubre de 1510 y murió en Roma el 30 de septiembre de 1572.

 

Familia y juventud

Su padre fue nieto del papa Alejandro VI y su madre, nieta de Fernando el Católico.

Por herencia, Francisco fue duque de Gandía. El primogénito entre siete hermanos. Del segundo matrimonio de su padre, tuvo otros 12 medio hermanos.

Desde muy joven participa en la corte del Emperador Carlos V. Por disposición de éste, Francisco vive en Tordesillas desde 1522 a 1525 junto a la reina Juana, la Loca, y la infanta Catalina.

En 1528 comienza sus servicios en la misma corte imperial. Al año siguiente contrae matrimonio con doña Leonor de Castro, camarera mayor de la emperatriz Isabel.

Los ocho hijos de Francisco de Borja vinieron al mundo en varias ciudades españolas donde los padres sirvieron al Emperador.

Francisco de Borja, como hombre el Emperador, participa en las guerras, contra Francisco I, en territorio francés. En todo es muy unido a Carlos V.

 

Un mejor servicio

En 1539 muere en Toledo la emperatriz Isabel. Sus restos debieron ser trasladados a Granada. En esa ciudad yacían los Reyes Católicos.

La comitiva encargada del traslado estuvo presidida por el cardenal de Burgos y entre los cinco integrantes más notables figura Francisco de Borja y Aragón.

Antes del entierro se procede al reconocimiento del cadáver. Esta verdaderamente irreconocible. Borja experimenta un sobresalto. "Nunca más, nunca más servir a señor que se me pueda morir".

 

Virrey de Cataluña

Dos meses después, el 26 de junio de 1539, el Emperador lo nombra Virrey de Cataluña.

En Barcelona, conoce a los jesuitas. El primero fue el P. Antonio de Araoz, quien durante su estadía en la ciudad se dio a los ministerios sacerdotales con notable fruto. En 1542 estuvo también en Barcelona el bienaventurado Pedro Fabro, de paso para Alemania, con otros dos compañeros. Francisco de Borja los trata con muestras de especial simpatía.

 

Duque de Gandía

En 1543 muere su padre, el duque. Francisco hereda entonces el Ducado de Gandía y pasa a vivir en sus tierras.

 Animado de justicia social, Borja se preocupa por el bienestar de sus súbditos. Es especialmente generoso con los pobres y necesitados. La mayoría de la población estaba formada por cristianos nuevos, antiguos moriscos, ignorantes en la fe. Para ellos tiene una opción preferencial.

Hace florecer las industrias de la seda y el azúcar. Sus entretenimientos son la caza y la hípica. Siente gusto por el canto y la música. El mismo, compone piezas de música profana y religiosa. Su actividad como autor ascético comienza en esos años.

Francisco de Borja fue contado entre los hombres de mayor fortuna de España.

 

Discernimiento espiritual

La muerte de doña Leonor de Castro, su esposa, ocurre en 1546. Los acontecimientos se sucedieron entonces con gran rapidez. En mayo de ese mismo año, Francisco hace los Ejercicios espirituales bajo la dirección del Padre Andrés de Oviedo, rector del Colegio de Gandía.

Ese Colegio incipiente, y los planes para una Universidad de la Compañía de Jesús en su ciudad ducal, eran los propósitos del duque. Primero piensa en un Colegio para los moriscos, tan numerosos en su ducado. Después decide ampliarlo a toda clase de alumnos. El Colegio de Gandía fue el primero de la Compañía donde los jesuitas dieron clases a alumnos de fuera de la Orden.

En el momento culminante de los Ejercicios, el de las elecciones, toma su decisión. El 2 de junio de 1546 hace voto de entrar en la Compañía. El Bienaventurado Pedro Fabro se entrevista con Borja en Gandía y él, quien viajaba a Roma, sería el encargado de solicitar a San Ignacio la admisión.

 

Ingreso a la Compañía

San Ignacio lo acepta, pero le pide secreto. El duque debe, primero, dejar establecidos a sus hijos y, después, doctorarse en la futura Universidad de Gandía. "El mundo no tiene oídos para oír tal estampido" fue la frase de San Ignacio.

San Francisco de Borja cumple con todo. Gracias a sus buenas relaciones con Paulo III y con el Emperador Carlos V obtiene la bula de fundación para la nueva Universidad de Gandía y los mismos privilegios de Salamanca y Alcalá.

Aún más, Francisco de Borja consigue del papa Paulo III el breve "Pastoralis officii cura" del 31 de julio de 1548 por el que se aprueba el texto de los Ejercicios Espirituales de San Ignacio. Sin duda el primero, y tal vez el único libro que ha merecido en la historia de la Iglesia una tal distinción.

En su propia Universidad, entregada a la Compañía de Jesús, Francisco obtiene el grado de doctor en teología el 20 de agosto de 1550.

 

Viaje a Roma

El 30 de agosto de 1550, el duque deja Gandía para viajar a Roma. Antes hace testamento. El motivo oficial, lo encuentra en el jubileo del Año santo. Lo acompañan tres jesuitas, los PP. Araoz, Miró y Oviedo, y un séquito de 25 personas.

El viaje dura casi dos meses, por tierra y en caballos. San Ignacio le había encargado que pasara por Parma a visitar a Margarita de Austria, la hija de Carlos V, "muy devota de la Compañía". En Bolonia debería entrevistarse con el Delegado pontificio, el Arzobispo Sauli para tratar del Colegio de la Compañía en aquella ciudad. En Florencia podría visitar a los duques Cosme I y su esposa Leonor de Toledo. En Ferrara podría tratar el asunto del Colegio. Todo lo cumple San Francisco de Borja y ciertamente muy a gusto de San Ignacio.

 

Roma

El 23 de octubre de 1550 llega a Roma. Los cardenales le ofrecen alojamiento en sus palacios. El mismo papa Julio III se lo ofrece en el Vaticano. Pero el duque no quiso otra posada que la de Santa María del Camino, donde moraba San Ignacio. Fueron tres meses de formación y conversación entre dos Santos.

El duque, además de lucrar el jubileo, se da entero a los asuntos romanos de la Compañía de Jesús.

Dos cosas ocupan principalmente su atención, la construcción de una nueva Iglesia para la Compañía y el financiamiento del Colegio Romano que estaba por inaugurarse. Las autoridades municipales resistían el permiso para la nueva Iglesia del Gesù, pero Borja obtuvo las licencias. La "Escuela de gramática, humanidades y doctrina cristiana, gratis" o Colegio Romano, recibe limosnas muy generosas gracias a la intervención de Francisco.

Escribe al Emperador Carlos V, a Augsburgo, informando sobre sus intenciones y solicitando su permiso. Lo mismo haceo con el príncipe Felipe, el futuro rey de España.

Francisco de Borja desea hacer una peregrinación a Jerusalén, pero San Ignacio la cambia por el país vasco.

Como su entrada a la Compañía todavía no es pública, el Papa piensa en hacerlo cardenal. Todo entonces se precipita. San Ignacio interviene, personalmente.

 

De regreso a España

El 4 de febrero de 1551 sale de Roma. San Ignacio le da sus consejos y le concede amplia libertad de movimiento. Borja queda exento de la sujeción del provincial de España, Antonio Araoz, dependiendo exclusivamente del General.

El 4 de abril de 1551 llega al país vasco, a Azpeitia. Su primera visita fue a la Casa solariega de Loyola.

En Oñate y Vergara vive casi dos meses, de oración y predicación apostólica. Hace notarialmente la renuncia efectiva de sus estados.

El 23 de mayo recibe la ordenación sacerdotal. Para su primera Misa escoge el Oratorio de la Casa de Loyola. Sus ministerios se extienden a todo el país vasco, a Vergara, Oñate, Pamplona, Azcoitia, Vitoria y Bilbao.

 

Misión en Portugal

En febrero de 1552 San Ignacio le encarga una difícil misión. Debe viajar a Portugal y arreglar la situación producida en la Provincia.

La misión debió interrumpirse cuando ya Francisco estaba en Salamanca. El P. Simón Rodríguez, fundador y provincial en Portugal había sido separado de su cargo. San Francisco de Borja vuelve entonces a Oñate.

Pero al año siguiente, de nuevo, debe dirigirse a Portugal, llamado por el rey Juan III y el P. González de Cámara, el nuevo Provincial. El 31 de agosto de 1553 llega a Lisboa donde es acogido con enorme cordialidad.

Apoya en todo al P. Jerónimo Nadal, nombrado Comisario para España y Portugal, empeñado en la pacificación de la Provincia. "El me ha ayudado tanto que no puedo expresarlo" fueron las palabras de Nadal a San Ignacio.

En Coimbra y Evora ayuda al fortalecimiento de lo material, pero mucho más en lo espiritual.

 

De nuevo en España

El 10 de octubre de 1553 sale de Portugal y el 18 estuvo en Córdoba, en el Colegio. En esa fundación había intervenido San Juan de Avila, gran amigo de la Compañía y de San Francisco de Borja.

 

Comisario de España y Portugal

El 7 de enero de 1554 San Ignacio escribe al P. Jerónimo Nadal, Comisario de España y Portugal, que la única Provincia jesuítica existente en España debe dividirse en tres, Aragón, Castilla y Andalucía. La de Portugal seguiría tal como estaba. El P. Francisco de Borja sería el nuevo Comisario, con autoridad sobre todo el territorio de España y Portugal, la misma del General de la Compañía. También la autoridad de Francisco debería extenderse a los territorios de ultramar, sujetos a la soberanía de España y de Portugal.

Francisco de Borja ya no tuvo residencia fija. Los años siguientes lo vieron en Medina del Campo, Tordesillas, Simancas, Avila, Salamanca, Plasencia, también en Sevilla, Montilla y Córdoba. Después en Valladolid, Sigüenza y Alcalá, en Madrid, Avila, Lisboa, Toro y de nuevo en Valladolid, donde residía la corte. Predicó mucho.

"Predica con mucha facilidad y sin mucho aparato, y mueve más en un sermón que los famosos predicadores en muchos, poque la gente se admira de ver a un duque pobre y predicador, y en él y por él glorifican a Dios y se confunden a sí mismos".

San Ignacio, en sus cartas, manifiesta que estaba satisfecho de su actuación y reconoce que ejerce el cargo con abnegación y celo. Los resultados correspondieron a sus esfuerzos. La Compañía de Jesús experimenta por esos años, en España, una notable expansión.

No solamente se multiplicaron las fundaciones, sino que además hubo una verdadera afluencia de vocaciones a la Compañía. Muchas veces eran personas graduadas en la universidades o que ejercían cargos públicos de importancia.

Respecto a las fundaciones, San Ignacio no puso jamás cortapisas al Comisario. "Si hay renta y personal suficiente, la multiplicación de los Colegios es muy acertada", le escribía el General. Si la renta era suficiente, el Colegio podía abrirse a los estudiantes seglares.

En tiempos de Borja abrieron sus puertas los Colegios y fundaciones en: Córdoba, Sevilla, Granada, Sanlúcar, Baeza, Montilla, Almagro, Murcia, Cuenca, Avila, Plasencia, Simancas, Monterrey, Zaragoza, Toledo, Ocaña, Belmonte, Segovia, Logroño, Palencia y también Madrid.

Muy pronto también, San Francisco de Borja se dio cuenta de la conveniencia de dotar a cada Provincia con un noviciado propio. El más célebre de los fundados fue el de Simancas, trasladado más tarde a Villagarcía del Campo.

 

El Colegio Romano

 Su amor por la Compañía lo lleva por cierto a más allá de España. San Ignacio le recuerda su precupación por el Colegio Romano. Francisco, obediente, se da de lleno a la búsqueda de fondos que aseguraran la mantención y el crecimiento.

Toma el asunto con tanta solicitud, que en Roma se habla del "Colegio Borja" o "Colegio Borja, de Jesús". San Ignacio lo llama "el Colegio de Vuestra Reverencia”.

Sin el empeño de San Francisco de Borja y las limosnas conseguidas por él, el Colegio Romano, la futura Universidad Gregoriana, no hubiera sido posible. Solo Dios podría haber encontrado otro camino.

 

Con Santa Teresa

La gran Santa Teresa de Avila, cuando enumera en sus Cuentas de conciencia a las personas espirituales de la Compañía de Jesús con quienes habló de sus cosas, dice: "al Padre Francisco, que fue duque de Gandía, traté dos veces".

El primer encuentro de los dos santos debió suceder en 1555 y el segundo en 1557, durante la Semana Santa. El tema de la consulta que Teresa propuso al Padre Francisco fue el de su oración, que tanto la atormentaba por esos años.

"Yo pregunté al Padre Francisco si sería engaño esto, porque me traía boba, y me dijo que muchas veces acaecía". Y la misma santa, en el Camino de perfección, dice: "era muy posible; a él mismo le acaecía".

"En ese tiempo vino a este lugar el Padre Francisco, que era duque de Gandía y había algunos años que, dejándolo todo, había entrado en la Compañía de Jesús. Procuró mi confesor para que le hablase y diese cuenta de la oración que tenía, porque sabía que iba adelante en ser muy favorecido y regalado de Dios, que, como quien había mucho dejado por El, aun en esta vida le pagaba. Pues, después que hubo oído, díjome que era espíritu de Dios y que le parecía que no era bien ya resistirle más...que si el Señor me llevase el espíritu, que no lo resistiese, sino que dejase llevarle a Su Majestad, no lo procurando yo. Como quien iba bien adelante, dio la medicina y consejo, que hace mucho en esto la experiencia. Dijo que era yerro resistir ya más. Yo quedé muy consolada; holgábame mucho que dijese era de Dios".

 

Carlos V

El Emperador Carlos V sintió por San Francisco de Borja un verdadera predilección. Durante su reinado lo distingue con delicadas misiones y le da muestras de gran confianza.

Ya retirado, en Yuste, lo llama, por lo menos en tres ocasiones para tratar de cosas que le importaban sobremanera. Le encomendó tratar espiritualmente a su madre, la reina Juana, recluida por su locura en Tordesillas. Francisco cumple el encargo, hasta darle el sacramento de la extremaunción, poco antes de morir la reina en 1555.

También fue el padre espiritual de la hija del Emperador, la princesa Juana, antes de su matrimonio con el heredero de Portugal y, también después de su viudez. Esta princesa, regente de España, en las ausencias de Felipe II, se entusiasmó de tal manera con la Compañía de Jesús que logró, con licencias de San Ignacio, hacer los votos de la Compañía.

En Portugal, por encargos del Emperador Carlos V, debe tratar con la reina Catalina, hermana del Emperador, los problemas de la sucesión de la corona portuguesa. Esto último con la expresa aceptación y obediencia del P. Diego Laínez, el Vicario general de la Compañía.

 

Primera Congregación General

La primera Congregación General de la Compañía de Jesús se tuvo en Roma en el año 1558, dos años después de la muerte de San Ignacio. Las dificultades de la guerra, y las diferencias entre el Papa y Felipe II, la habían postergado. San Francisco de Borja no pudo estar presente.

En esa Congregación fue elegido General el P. Diego Laínez. El nuevo General, de inmediato, renovó a Borja el cargo de Comisario para las provincias de España y Portugal solicitándole muy de veras aceptar esa cruz como el mejor servicio a la Compañía.

 

Problemas con la Inquisición

Estando en Segovia en 1559, San Francisco de Borja toma conocimiento de que la Sagrada Inquisición, en Valladolid, había publicado un Catálogo de libros prohibidos por ella. Entre esos libros aparecían las "Obras del cristiano" que se le atribuían. Ciertamente, él no ha escrito ese libro. Un impresor de Alcalá ha juntado en un todo, tratados escritos por Francisco de Borja y otros de autores diferentes.

Los descargos de Borja, del Provincial Antonio de Araoz y del mismo Padre General fueron inmediatos. Pero todo fue inútil. La Inquisición tenía por norma mantenerse inamovible en sus decisiones.

 

Portugal

Así estaban las cosas cuando el 11 de noviembre de 1559 el cardenal infante Enrique de Portugal escribió a Borja invitándolo a visitar el Colegio de Evora, fundado por el mismo cardenal, y elevado por el papa Paulo IV a la categoría de universidad.

Francisco de Borja viajó de España a Portugal. Más de alguno pensó que era una huida de la Inquisición.

En Portugal estuvo un año y medio, ejerciendo su cargo.

 

Llamado a Roma

Entretanto en Roma, el P. General trató las cosas con los principales de la Compañía y con el mismo Romano Pontífice.

Pío IV extendió un breve exhortando a Borja a ponerse en camino para Roma para ocuparlo en asuntos de la Iglesia. El P. Diego Laínez lo designó, formalmente, en 1561 para el cargo de Asistente general.

Para ayudarlo en su discernimiento envió al P. Jerónimo Nadal. El P. Diego Laínez, con la misma delicadeza que había tenido San Ignacio con Borja, dejó al interesado la última decisión. Pero le envió una ayuda. ¿Convenía que Francisco de Borja fuera a Roma? ¿Qué efecto produciría una partida suya en el ánimo de los inquisidores?

San Francisco de Borja consulta, no sólo al P. Nadal. Además ora intensamente. De su fama, tiene él poco cuidado. Lo importante es el mejor servicio.

Ahondando en sus reflexiones, ve con claridad que el breve pontificio tiene todo el valor de una orden. El está obligado a obedecer en virtud del cuarto voto de los profesos de la Compañía, sobre la obediencia especial al Papa en lo que se refería a misiones o destinos.

En el mes de julio de 1561 emprende el viaje, por tierra. Primero llega a Zamora, muy cerca de Valladolid donde está la corte. Después pasa por Aviñon, Génova, Bolonia y Loreto.

El 7 de septiembre llega a Roma donde es acogido muy cordialmente. El mismo papa Pío IV le muestra especial benevolencia. Entre otras cosas le dice estas palabras: "Nosotros tendremos cuenta de vuestra persona y de vuestras cosas, porque nos sentimos obligados por el raro ejemplo que habéis dado al mundo en nuestros días".

 

Asistente General

San Francisco de Borja ha sido llamado a Roma para ocupar el cargo de Asistente general. Pero el P. General está en Francia y había dejado en el cargo al P. Alfonso de Salmerón. Borja no tiene urgencia alguna.

 Desde Francia, en 1562, el P. Diego Laínez debió después trasladarse a Trento, al reanudarse las sesiones del Concilio. Y en el mes de mayo, también el P. Salmerón fue destinado al Concilio, en calidad de teólogo pontificio. Sólo entonces Francisco de Borja, toma su puesto, interinamente, como Vicario general. Y después de la llegada del P. Laínez a Trento , en el mes de agosto, debe asumir como Comisario general para las provincias de Italia.

Terminado el Concilio, en diciembre de 1563, Laínez emprende el viaje de regreso a Roma, adonde llega el 12 de febrero de 1564. Cuatro días después, Francisco de Borja es nombrado formalmente Asistente general.

Su tarea principal fue la de encargarse de gran parte de los asuntos de la Compañía. El P. General parecía muy cansado. Grandes habían sido los esfuerzos desplegados en el Concilio. Con gran contentamiento aceptó, siempre, el P. Diego Laínez, las prudentes soluciones de Borja a cada uno de los asuntos que se ofrecían. De hecho el P. Laínez murió el 19 de enero de 1565.

 

General de la Compañía

San Francisco de Borja fue elegido Vicario General, el 20 de enero de 1565, por votación de los profesos presentes en Roma. Sin demora, al día siguiente, el 21, convocó la Congregación General para el 20 de junio siguiente.

El 2 de julio de 1565, congregados los 39 padres presentes, en la primera votación, resultó elegido con 31 votos el Padre Francisco de Borja. Los electores que habían votado a otro candidato adhirieron, de inmediato, al voto de la mayoría. El nuevo General contaba 54 años de edad.

Ese mismo día, los padres congregados visitaron al Santo Padre. Este no disimuló su alegría, por la elección realizada. Entre otras cosas, el Papa dijo que no se podía haber hecho una mejor elección y más a su gusto.

El mismo San Francisco de Borja llamó a ese día, "el día de mi cruz". "Que el Señor me lleve, o me quite el cargo, o me dé su gracia para el gobierno". "Me ofrezco por la Compañía, en sangre y vida".

 

Gobierno de la Compañía

Como General, San Francisco de Borja se propuso poner en práctica los decretos de la Congregación General que lo había elegido.

Su primera preocupación es el extracto de las Constituciones solicitado por la Congregación.

El tema de la oración en la Compañía había sido largamente discutido. La "hora de oración" señalada por San Ignacio, fue interpretada por la Congregación con la decisión de no contar en ella la Misa y los exámenes de conciencia.

La Congregación ordenó que cada Provincia tuviera Noviciado propio y estableció también la primera "Ratio studiorum" para los Colegios de la Compañía.

La Congregación suprimió los cargos de Comisarios, estableciendo los de los Visitadores, pero temporales. Y dispuso la realización de las Congregaciones de procuradores, cada tres años. San Francisco de Borja debió redactar el procedimiento necesario.

 

Expansión de la Compañía

La expansión de la Compañía de Jesús durante el generalato de San Francisco de Borja es impresionante. Los mil jesuitas, se multiplican por cuatro, pasan a ser cuatro mil.

En Roma las Casas llegan a ser seis, los jesuitas 340, los novicios 50. En el Colegio Romano hubo 1.000 alumnos. En el Colegio Germánico, 260. Y en el Seminario Romano, unos 150. Borja inicia la construcción de la Iglesia del Gesù, tan deseada por San Ignacio.

En Italia, las provincias se dividen en cinco, cada una con su noviciado. A los Colegios anteriores, añade otros cinco. En Milán, San Carlos Borromeo confía a la Compañía de Jesús el Seminario, un Colegio, la Iglesia de San Fedele y la Iglesia de Santa María de Brera con otro Colegio anejo.

 En España, durante el generalato de Borja se inauguran nueve Colegios. Las Casas profesas de Toledo, Valladolid y Burgos son también iniciadas por San Francisco de Borja.

En Alemania, se abren cuatro nuevos Colegios. En Flandes, otros dos. En Austria, dos y un noviciado.

En Polonia, se abren dos Colegios y un noviciado. En Lituania, un Colegio y un noviciado.

En Francia, la Compañía topa con graves dificultades para su desarrollo. Primero, la oposición de la Universidad de París, iniciada ya en tiempos de San Ignacio. Después, la guerra civil contra los hugonotes que divide al país. A la Compañía de Jesús se la considera enemiga de las libertades galicanas de la Iglesia. Con todo, pueden abrir sus puertas los nuevos Colegios de Rouen y Nevers.

Uno de los grandes méritos del tercer General de la Compañía fue el haber dado comienzo a las misiones en los territorios de la América española. En Brasil, ya estaban establecidos los jesuitas, desde los tiempos de San Ignacio.

La primera expedición que fue a Florida terminó con un martirio. Las dos siguientes, también a Florida, acabaron también en fracaso.

Para Méjico destina a 15 jesuitas con la misión de abrir un Colegio.

En Perú, la Compañía de Jesús se establece en 1568 con un Colegio y cursos universitarios en Lima, y con un Colegio en el Cuzco. También se echan las bases para un Colegio en La Paz. Un noviciado, en Lima, recibe a los numerosos candidatos para la Compañía, desde Nueva Granada, Guayaquil, Chile y Paraguay.

San Francisco de Borja dió a los jesuitas de América española muy prudentes recomendaciones tocantes al comportamiento que los Padres debían seguir respecto al delicado tema de los encomenderos. Estos mantenían sometidos a los indios, como si fueran señores feudales.

Brasil, misión creada por San Ignacio, también estuvo en la pupila de los ojos de San Francisco. Para el Colegio de Río de Janeiro dispuso una dotación de 60 religiosos.

El P. Ignacio de Azevedo recibe el encargo de visitar las Casas de España y Portugal y aceptar el ofrecimiento de misioneros. La expedición se completa en Portugal, llegándose a un total de 73 jesuitas destinados al Brasil. Salen en tres barcos. En las islas de Madeira es asaltada la nave de Ignacio de Azevedo por los hugonotes. Azevedo y 39 compañeros son cruelmente martirizados. Hoy, todos están en los altares como bienaventurados.

Los inmensos territorios, desde la India, Japón e islas del Océano Pacífico fueron también preocupación permanente para San Francisco de Borja.

En India, el Colegio de Goa llega a contar 107 jesuitas, con cursos de humanidades, filosofía y teología. Hubo un Noviciado con 20 novicios. También Colegios en Bassein y Cochín y residencias en casi todas las ciudades del sur de la India.

En Japón, la misión se extiende a Miyako (Kyoto), la capital. En las islas Molucas, los misioneros llegan a catorce.

En China establece una Casa y una escuela de la Compañía de Jesús en Macao, en espera de la ansiada apertura del continente chino.

En Etiopía, alienta los heroicos trabajos del Patriarca, el jesuita Andrés de Oviedo, de quien había recibido los Ejercicios espirituales en los lejanos años de Gandía. El Patriarca, los tres padres y el hermano están constantemente en sus preocupaciones y oraciones.

En Mozambique también establece una Casa con dos padres y un hermano.

 

Misión pontificia

En el mes de junio de 1571 San Francisco de Borja recibió una misión, por obediencia, de parte del papa San Pío V. El Papa tenía muy en el corazón la Santa Liga contra El Turco que amenazaba a Europa, especialmente después de la caída de Chipre.

San Francisco debe acompañar al Cardenal Bonelli, sobrino del Papa, y usar toda su influencia en las cortes de España y Portugal en orden a ratificar la Liga.

Por tierra, la comitiva llega a Barcelona a fines de agosto. Visita Montserrat, de tanto significado para él. Después Valencia y por último Madrid. Allí recibe la gran noticia de la victoria naval de Lepanto.

En Lisboa estuvo diez días. Regresa con el Cardenal legado, vía España y Francia. Ese año y medio lo ocupa en su misión y en los asuntos de la Compañía, visitando, organizando y animando a sus súbditos.

 

Enfermedad y muerte

En Francia empezaron a decaer sus fuerzas. Al llegar a Italia, debe detenerse en la ciudad de Ferrara por más de cuatro meses. Estaba gravemente enfermo. Allí supo la muerte del papa Pío V y la elección de Gregorio XIII.

En septiembre de 1572 determina seguir su viaje a Roma, contrariando en ello los juicios de los médicos y de los jesuitas.

A Roma llega el 28 de septiembre, con profunda consolación. Todos los cardenales vinieron a visitarlo y, en especial el representante del papa Gregorio, con su bendición.

Después de su llegada a Roma, vivió dos días. Cuando le pidieron que nombrara un Vicario, él sonriendo contestó: "Me basta con la cuenta que yo debo dar a Dios".

Después de recibir el viático, pidió que lo dejasen solo con su Señor. Falleció muy cerca de la medianoche, el 30 de septiembre de 1572.

 

Glorificación

San Francisco de Borja fue canonizado el 12 de abril de 1671 junto a San Felipe Benicio, San Cayetano de Thiene, San Luis Beltrán y Santa Rosa de Lima.

Tal vez ningún otro santo de la época moderna haya conocido y tratado, personalmente, a tan gran número de santos canonizados.

Entre los jesuitas podemos citar los nombres de San Ignacio, San Pedro Canisio, San Estanislao de Kotska, San Bernardino Realino, San Roberto Bellarmino.

Entre los no jesuitas a San Pío V, San Carlos Borromeo, Santa Teresa de Jesús, San Juan de Avila, San Juan Ribera, San Pedro de Alcántara.

El número de los Bienaventurados es muy numeroso. El B. Pedro Fabro, Ignacio de Azevedo y varios de sus compañeros, numerosos mártires ingleses que trataron con él en Roma, Rodolfo Aquaviva y los mártires de Salsette, los mártires de Aubenas; todos ellos se edificaron con su santa vida.

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