sábado, 24 de octubre de 2020

Meditaciones del tiempo ordinario con textos de Santo Tomás de Aquino 206

 

Sábado de la 29ª semana

OBLIGACIÓN DE HACER EL BIEN

 

No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque, a su tiempo segaremos, si no desfallecemos (Gal 6, 9).

 

Tres cosas aconseja el Apóstol en estas palabras:

 

I. Aconseja que hagamos el bien. Porque debemos hacer el bien, ya que todas las cosas nos enseñan naturalmente a obrar bien.

 

1º) Porque todas son buenas: Vio Dios todas las cosas que había hecho; y eran muy buenas (Gen 11, 31). Avergüéncense los pecadores en medio de tanta multitud de criaturas, que son buenas todas, mientras que ellos son malos.

 

2º) Porque todas hacen naturalmente el bien. Cualquier criatura se da a sí misma, lo que prueba su bondad y la del Creador. San Dionisio dice: "Dios es el bien que se derrama." Y San Agustín: "Gran indicio de la bondad divina es que cualquier criatura se ve obligada a darse a sí misma."

 

3º) Porque todas las cosas apetecen naturalmente el bien, y tienden hacia el bien, pues el bien es lo que todos desean.

 

II. Aconseja el Apóstol que no desfallezcamos en la práctica del bien. Tres cosas contribuyen principalmente a que el hombre persevere en el bien:

 

1º) La oración devota y asidua, por la cual el hombre implora el auxilio de Dios para no sucumbir en la tentación, como dice el Señor: Velad, y orad para que no entréis en tentación (Mat 26, 41). 2º) El temor constante, pues en cuanto el hombre se cree seguro, deja de hacer el bien. Si no te mantuvieres firmemente en el temor de Dios, será presto arruinada tu casa (Eccli 17, 4). El temor del Señor es guardián de la vida; de lo contrario, muy pronto, esto es, de improviso, vendrá abajo tu casa, tu morada terrena. 3º) La huida de los pecados veniales, los cuales son ocasión de los mortales, y frecuentemente causan la ruina del edificio de las obras buenas. Por eso dice San Agustín: "Evitaste los grandes peligros, procura no ser sepultado por la arena." Y el Eclesiástico (19, 1): El que desprecia las cosas pequeñas, poco a poco caerá.

 

III. San Pablo establece un premio conveniente, abundante y eterno. Porque a su tiempo segaremos, si no desfallecemos (Gal VI, 9). Conveniente, a su tiempo, esto es, en tiempo oportuno; o conveniente, es decir, en el día del juicio, en el cual recibirá cada uno según sus obras; del mismo modo que el labrador no recoge al instante el fruto de lo que siembra, sino en tiempo oportuno: Mirad cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra aguardando con paciencia hasta recibir la lluvia temprana y tardía (Stgo. 5, 7).

 

Abundante: Segaremos; aquí se indica la abundancia del premio. En la recolección se advierte la abundancia. El que siembra en bendiciones, de bendiciones también segará (2 Cor 9, 6). Y San Mateo: Vuestro galardón muy grande es en los cielos (5, 12) (Serm. in Dom. XV post Pentec).

 

Eterno: Segaremos, si no desfallecemos. No por espacio de una hora, sino siempre, debemos hacer el bien. No nos cansemos de hacer el bien (Gal 6, 9), esto es, obrando bien, porque no desfalleceremos al segar. Cualquier cosa que puede hacer tu mano, dice el Eclesiastés, óbrala con instancia (9, 278 10). Y con razón no hay que desfallecer, porque esperamos una remuneración eterna e infalible. Por eso dice San Agustín: Si el hombre trabaja sin descanso, tampoco Dios lo pondrá a la remuneración.

(In Gal. VI, 9)

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