sábado, 17 de octubre de 2020

Meditaciones del tiempo ordinario con textos de Santo Tomás de Aquino 199

 

Sábado de la 28ª semana

LOS ÁNGELES CUSTODIOS


 

Mandó a sus ángeles acerca de ti: que te guarden en todos tus caminos (Sal 90, 11).

 

1º) Cada alma tiene su ángel custodio. El hombre se halla constituido en el estado de esta vida como en un camino por el cual debe dirigirse a su patria. En este camino amenazan al hombre muchos peligros así de dentro como de fuera, como dice el Salmo (141, 4): En este camino por donde yo andaba, me escondieron lazo. Según esto, así como a los hombres que andan por caminos inseguros se les dan custodios, así también a cada hombre, mientras es viador, se le designa un ángel custodio; mas cuando haya llegado al término del camino ya no tendrá custodio, sino que o reinará en el cielo con su ángel o tendrá en el infierno un demonio que le atormente.

 

2º) El ángel es designado al hombre para su custodia desde su nacimiento.

 

Aquello que Dios otorga al hombre por razón de su naturaleza racional, se le da desde el momento en que, naciendo, recibe tal naturaleza, y de esta índole es el beneficio de la custodia de los ángeles. Por lo cual, desde el momento del nacimiento, tiene el hombre su ángel custodio; pero no antes del nacimiento, porque el niño, mientras está en el útero materno, no está totalmente separado de la madre, sino que en virtud de cierto vínculo es todavía en algún modo algo de ella, a la manera que el fruto pendiente del árbol es algo del árbol. Puede decirse, por lo tanto, que el mismo ángel custodio de la madre lo es también de la prole que lleva en su seno. Pero cuando es separado de la madre por el nacimiento, en ese momento le es asignado un ángel para su custodia.

 

3º) Los ángeles custodios abandonan a veces a los hombres. La custodia de los ángeles es cierta ejecución de los designios de la Providencia sobre los hombres. Es evidente que ni el hombre ni cosa alguna queda totalmente excluida de la divina Providencia. No obstante, se dice que Dios abandona al hombre según el orden de su Providencia, en cuanto permite que éste padezca algún defecto, ya de pena, ya de culpa. Del mismo modo, pues, debe decirse que el ángel custodio nunca abandona totalmente al hombre, sino sólo en parte, a veces, no impidiéndole sufrir alguna tribulación o aun caer en pecado, según el orden de los juicios divinos.

 

4º) Los ángeles no se duelen ni de los pecados ni de las penas de los hombres; porque la tristeza y el dolor no provienen sino de las cosas que son contrarias a la voluntad; pero nada acaece en el mundo que sea contrario a la voluntad de los ángeles y demás bienaventurados porque la voluntad de ellos está totalmente identificada con el orden de la justicia divina; y nada sucede en el mundo que no sea hecho o permitido por ella. Por lo tanto, absolutamente hablando, nada se hace en el mundo contra la voluntad de los bienaventurados. Así, pues, los ángeles, universal y absolutamente hablando, no quieren que los hombres pequen ni sufran; quieren, sin embargo, que se guarde en esto el orden de la divina justicia, según el cual algunos sufren castigos y caen en el pecado.

(1ª, q. CXIII, a. 4-7)

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