sábado, 10 de octubre de 2020

Meditaciones del tiempo ordinario con textos de Santo Tomás de Aquino 192

 

Sábado de la 27ª semana

REFORMA INTERIOR

 

No os conforméis con este siglo, sino reformaos en novedad de vuestro espíritu; para que experimentéis cuál es la voluntad de Dios buena, y agradable, y perfecta (Rom 12, 2).

 

I. Se prohíbe la complacencia con el siglo: No os conforméis con este siglo esto es, con las cosas que pasan temporalmente. Porque el siglo presente es cierta medida de las cosas que perecen con el tiempo. El hombre se complace en las cosas temporales por el afecto, apegándose a ellas por amor. También se complace con este siglo el que imita la vida de los que viven mundanamente, como dice el Apóstol: Requiero en el Señor que no andéis ya como andan las gentes en la vanidad de su sentido (Ef 4, 17).

 

II. Se ordena la reforma interior del espíritu, cuando se dice: Sino reformaos en novedad de vuestro espíritu. Con la palabra espíritu se designa la razón, ya que por ella juzga el hombre de las cosas que ha de hacer. El hombre poseyó ese espíritu íntegro y vigoroso en su creación: Hinchó sus corazones de sentido, y les mostró los males y los bienes (Eccli 17, 6). Mas por el pecado fue corrompido ese sentido (o espíritu), Y como envejecido. Y por lo tanto perdió su hermosura y decoro.

 

Aconseja, pues, el Apóstol que nos reformemos, esto es, que nuevamente tomemos la belleza y el decoro del espíritu que éste poseyó, lo cual se verifica por la gracia del Espíritu Santo, en cuya participación el hombre debe poner gran empeño, de modo que la reciban los que todavía no la recibieron, y la perfeccionen los que ya han participado de ella: Renovaos, pues, en el espíritu de vuestro entendimiento (Ef 4, 25), es decir, renovaos en los actos exteriores, en la novedad de vuestro espíritu, esto es, según la novedad de la gracia que habéis recibido en vuestra alma.

 

III. El motivo del consejo indicado es: para que experimentéis cuál es la voluntad de Dios. Debe considerarse que así como el hombre que tiene el gusto estragado no posee juicio recto de los sabores, sino que a veces abomina de las cosas suaves y apetece las abominables, y el que tiene el gusto sano posee juicio recto de los sabores, del mismo modo el hombre que tiene corrompido el afecto por su complacencia con las cosan mundanas, no posee juicio recto acerca del bien; mas el que tiene el afecto recto y sano, por haber renovado el sentido por la gracia, posee juicio recto acerca del bien. Por eso se dice: No os conforméis con este siglo, sino reformaos con novedad de vuestro espíritu, para que experimentéis, esto es, conozcáis por experiencia. Gustad y ved que el Señor es suave (Sal 33, 9).

 

¿Cuál es la voluntad de Dios?, es decir, con la que quiere que os salvéis. Pues ésta es la voluntad de Dios, vuestra santificación (1 Tes 4, 3). Buena, es decir, quiere que nosotros queramos el bien honesto, y a ello nos incita con su preceptos: Te mostraré, oh hombre, lo que es bueno y lo que te demanda el Señor (Miq 6, 8). Agradable, por cuanto al que está bien dispuesto es deleitable querer lo que Dios quiere. Y no solamente es útil para conseguir el fin, sino también perfecta, por cuanto nos une al fin.

 

Así, pues, experimentan la voluntad de Dios los que no se complacen con este siglo, antes bien, se reforman en la novedad de su espíritu. Mas los que permanecen en la vejez, conformes con las cosas del mundo, juzgan que la voluntad de Dios no es buena, sino pesada e inútil.

(In Rom., XII)

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