viernes, 16 de octubre de 2020

Meditaciones del tiempo ordinario con textos de Santo Tomás de Aquino 198

 

Viernes de la 28ª semana

DIOS, GOBERNADOR DE TODAS LAS COSAS

 

Creo en Dios.

 

I. Este nombre "Dios" no significa otra cosa que gobernador y provisor de todas las cosas. Así, pues, cree en la existencia de Dios el que cree que él gobierna todas las cosas de este mundo y es su providencia. Pero el que cree que todas las cosas provienen de la casualidad, ese tal no cree que exista Dios. Nadie hay tan necio que no crea que todas las cosas naturales son gobernadas, provistas y ordenadas, ya que todas proceden con cierto orden y en determinados tiempos. Porque observamos que el sol, la luna, las estrellas y todas las otras cosas naturales guardan un curso determinado, lo cual no ocurriría si procediesen de la casualidad.

 

II. Hay, sin embargo, algunos que, aun admitiendo que Dios gobierna y ordena las cosas naturales, no creen, sin embargo, que Dios tenga providencia de los actos humanes, y creen, por tanto, que los actos humanos no son ordenados por Dios. Ésos razonan así porque observan que en este mundo son afligidos los buenos, y prosperan los malos; lo cual parece una negación de la providencia divina con respecto a los hombres. Pero esto es una necedad. Les ocurre a esos individuos lo mismo que al que, desconociendo la medicina y viendo a un médico propinar agua a un enfermo y vino a otro, creyese que eso es debido a la casualidad, e ignorara que el arte de la medicina, por justa causa, da vino a uno y agua a otro. Así ocurre con Dios, pues éste, por justa causa y con su providencia, dispone las cosas necesarias a los hombres; y de este modo aflige a algunos buenos, y deja en la prosperidad a algunos malos. Por lo cual, quien creyere que esto ocurre casualmente, es un necio y por tal es reputado, pues tal cosa no ocurre sino porque ignora el arte y la causa de las disposiciones divinas.

 

III. Por consiguiente, debe creerse con firmeza que Dios gobierna y ordena, no sólo las cosas naturales, sino también los actos humanos. Y dicen: No lo ve el Señor, ni lo sabrá el Dios de Jacob. Comprended, insensatos del pueblo, y vosotros, necios, entrad una vez en cordura. El que plantó la oreja, ¿no va a oír?... El Señor conoce los pensamientos de los hombres (Sal 93, 7-11). Dios ve, pues, todo: los pensamientos y las cosas ocultas de la voluntad. Por eso se impone, de manera especial, a los hombres la necesidad de obrar bien, porque cuanto piensan y obran está patente a las miradas divinas.

(In Symbol. Apost.)

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