miércoles, 7 de octubre de 2020

Meditaciones del tiempo ordinario con textos de Santo Tomás de Aquino 189

 

Miércoles de la 27ª semana

DIOS PADRE NUESTRO

 

I. Dios se llama Padre nuestro por razón de nuestra creación singular, porque nos creó a su imagen y semejanza, a diferencia de las demás criaturas inferiores. También por razón de su providencia, pues aunque gobierna a las demás cosas, a nosotros nos gobierna como a señores, y a las demás cosas como a siervos. Además, por razón de la adopción, porque a las demás criaturas les dio pequeños dones, pero a nosotros nos dio su herencia, porque somos hijos, como dice el Apóstol: Si hijos, también herederos (Rom 8, 17), y en el versículo 15 había dicho: Porque no habéis recibido el espíritu de siervos para recaer en el temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción de hijos, por el cual clamamos: Abba, Padre.

 

II. Cuatro cosas le debemos a Dios:

 

1º) El honor. Si yo soy Padre, ¿dónde está el honor que se me debe? (Malaq. 1, 6). Ese honor debido a Dios consiste en tres cosas, una de las cuales es el tributo de alabanza debido a Dios: El que ofrece sacrificios de alabanza me da gloria (Sal 49, 23), alabanza que no debe ser únicamente de boca, sino también de corazón. Por eso se queja el Señor según Isaías: Este pueblo me honra con sus labios; pero su corazón está lejos de mí (29, 13). El honor debido a Dios consiste también en la pureza del cuerpo para nosotros mismos: Glorificad a Dios, y llevadle en vuestro cuerpo (1 Cor 6, 20), y en la equidad de juicio para con el prójimo: El honor del rey ama la justicia. (Sal 99, 4).

 

2º) La imitación, porque es padre: Me llamarás padre y no cesarás de ir en pos de mí (Jer 3, 19). Esta imitación consiste en tres cosas. En el amor: Sed, pues, imitadores de Dios, como hijos muy amados, y vivid en el amor (Ef 5, 1-2). Es necesario que ese amor sea de corazón, para que no sea simulado. En la compasión, pues el amor debe ser compasivo: Sed, pues, misericordiosos (Lc 6, 36), y esa compasión debe ser de obra. En la perfección, porque el amor y la misericordia deben ser perfectos. Sed, pues, vosotros, perfectos, así como vuestro Padre celestial es perfecto. (Mt 5, 48).

 

3º) La obediencia y la sujeción: ¿Cómo no obedeceremos mucho más al Padre de los espíritus? (Hebr 12, 9). Y esto por tres motivos: A causa de su dominio, pues él es el Señor; por el ejemplo, pues el verdadero Hijo de Dios se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte (Filip 2, 8); por la utilidad y ventaja: Danzaré, y me haré más vil que los hermanos, y seré humilde en la presencia del Señor que me eligió (2 Reyes 6, 22).

 

4º) Paciencia en los castigos. No deseches, hijo mío, la corrección del Señor; ni desmayes cuando él te castiga. Porque al que ama el Señor, lo castiga; y se complace en él, como un padre en su hijo. (Prov 3, 11-12).

(Orationes Dominicae expos.)

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