martes, 21 de julio de 2020

Meditaciones del tiempo ordinario con textos de Santo Tomás de Aquino 113


Martes de la 16ª semana

LA PERFECCIÓN CONSISTE EN LOS PRECEPTOS
Y NO EN LOS CONSEJOS


Cristo lava los pies de los discípulos - Giotto


Puede aludirse a las dos formas en que consiste la perfección: una, por sí misma y esencialmente; otra, secundaria y accidentalmente.

I. Por sí misma y esencialmente la perfección de la vida cristiana consiste en la caridad, principalmente del amor de Dios, y secundariamente del amor al prójimo que son el objeto de los preceptos principales de la ley divina. Pero el amor de Dios y del prójimo no caen bajo el precepto según alguna medida por la que lo que es más quede bajo consejo, como se ve por la forma misma del precepto, que demuestra la perfección; por ejemplo, cuando se dice: Amarás al Señor Dios tuyo con todo tu corazón, pues todo y perfecto son una misma cosa; y cuando se dice: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, pues cada cual se ama mucho a sí mismo.

Y esto es así porque el fin del mandamiento es la caridad (Tim, 5). Para el fin no se emplea ninguna medida, sino únicamente para los medios, como el médico no mide cuánto cura, sino qué cantidad de medicina o dieta debe ordenar para curar.

Así, es evidente que la perfección consiste esencialmente en los preceptos. Por eso dice San Agustín: "¿Por qué, pues, no se ha de prescribir al hombre esta perfección, aunque nadie la tenga en esta vida?"

II. Secundaria e instrumentalmente la perfección consiste en los consejos; los cuales, todos, lo mismo que los preceptos, se ordenan a la caridad, aunque de manera distinta. En efecto, los otros preceptos se ordenan, por los preceptos de la caridad, a remover lo que es contrario a esta virtud, es decir, aquello con lo que la caridad es incompatible; al paso que los consejos se ordenan a remover los obstáculos de los actos de la caridad, que sin embargo no la contrarían, como el matrimonio, la ocupación de los negocios seculares y otras cosas semejantes.

Por eso en las "Conferencias de los Padres" dice el abad Moisés: "Los ayunos, las vigilias, la meditación de las Escrituras, la desnudez y la privación de todos los bienes no son la perfección, sino instrumentos de ella, ya que en ellos no consiste el fin de aquella enseñanza, sino que por ellos se llega al fin"; y más arriba había dicho que procuráramos por estos grados ascender a la perfección de la caridad.


Ciertamente es de precepto la perfección del amor divino, de suerte que de él no se excluye la perfección de la patria; y sólo se evade de la transgresión del precepto el que de cualquier modo alcanza la perfección del amor divino.

El grado ínfimo de ese amor consiste en no amar nada más que a él, ni contra él, ni tanto como a él, de modo que quien faltare a ese grado de perfección de ninguna manera cumplirá el precepto. Pero hay otro grado de amor perfecto que no puede cumplirse en esta vida; quien faltare a él no será transgresor del precepto. Y así tampoco quebranta el precepto el que no llega a los grados intermedios de la perfección, con tal que llegue al ínfimo.
(2ª 2ae , q. CLXXXIV, a, 3)

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