domingo, 26 de julio de 2020

CELEBRAR Y ORAR EN TIEMPO DE PANDEMIA - Domingo XVII tiempo durante el año Ciclo A


La siguiente es una guía para poder celebrar en nuestras casas, en este tiempo de pandemia.
Los textos que están en rojo (rúbricas) no son para leer en voz alta y tienen la función de dar algunas indicaciones sobre lo que hay que ir haciendo. De acuerdo a las posibilidades de la persona y/o grupo familiar se realizará todos o algunos de los momentos celebrativos propuestos.


Para preparar antes de la celebración:
- Un lugar cómodo que permita el recogimiento y la oración familiar.
- Un pequeño altar con los elementos que a la familia le son significativos: un mantel, una vela encendida, una cruz, la imagen de la Virgen María, etc.
- Una Biblia desde la cual se proclamará el Evangelio.


1. Hoy al fin tenemos que seguir
caminando en paz,
esperamos contra toda esperanza;
y es así que todo va a cambiar,
resucitarás,
esperamos contra toda esperanza.

VOS SOS LA VIDA, SOS LA PAZ,
VOS SOS NUESTRA ESPERANZA,
SOS EL CAMINO PARA ANDAR,
SOS FUERZA Y SOS CONFIANZA.

2. No aflojar, seguirte hasta el final,
tu cruz abrazar,
esperamos contra toda esperanza.
Esperar también es transformar
un sueño en realidad,
esperamos contra toda esperanza.

3. Al saber que vos vas a volver,
a resucitar,
esperamos contra toda esperanza.
Al sentir, Jesús, que estás ahí
esperándonos,
esperamos contra toda esperanza.

4. Hay un sol, la noche ya aclaró,
ven a caminar,
esperamos contra toda esperanza.
Estarás sonriendo a nuestra par,
no nos dejarás,
esperamos contra toda esperanza.

Luego el adulto que guía la celebración (G) invita a todos a hacerse la señal de la cruz, mientras dicen:

Todos: En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
G: Familia, bendigamos al Señor, que en su bondad nos invita a compartir la mesa de su Palabra.
Todos responden: Bendito sea Dios, por los siglos.
Y continúa: Jesús nos reconcilia y nos da su paz. Comencemos esta celebración pidiendo perdón por todas nuestras faltas de amor y de justicia.

Todos hacen un breve momento de silencio, y a continuación el que guía la celebración dice:

G: Tú, que nos regalas el tesoro de tu Reino. Señor, ten piedad
Todos: Señor, ten piedad.

G: Tú, que nos invitas a dejar todo por encontrarte. Cristo, ten piedad.
Todos: Cristo, ten piedad.

G: Tú, que nos llamas a vivir una vida nueva. Señor, ten piedad.
Todos: Señor, ten piedad.

G: Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
Todos: Amén.

Escuchamos la Palabra

Salmo 118:
Antífona 1: Abre mis ojos Señor, para que vea la luz de tu Verdad!

Antífona 2: Felices los que escuchan la Palabra de Dios y la practican!

Antífona 3: Feliz quien ama la Ley del Señor, feliz quien la cumple alegremente!

Feliz quien camina en la Ley del Señor,
Llevando una vida intachable,
Feliz quien cumpliendo sus preceptos,
Lo busca de todo corazón,
Feliz quien sigue sus caminos,
Sin obrar con maldad,
Feliz quien ama intensamente,
La Ley del Señor.

Señor soy forastero en tu tierra,
No me ocultes tu precepto,
Ábreme los ojos y veré Las maravillas de tu Ley,
Muéstrame Señor tu camino,
Lo seguiré fielmente,
Enséñame a cumplir tu voluntad,
Y lo haré de corazón.

Me creaste y formaste con tus manos,
Instrúyeme en tu Ley,
Tus mandamientos son mi alegría,
Los amo intensamente,
Para mí vale más tu Palabra,
Que el oro y la plata,
Tu Palabra es antorchan de mis pasos,
Y luz en mi camino.

Habiendo marcado previamente el texto que se escuchará y puestos todos de pie, alguien toma la Biblia del altar familiar y proclama el evangelio de este domingo Mateo 13, 44-52. Si se prefiere se puede tomar el texto que transcribimos aquí abajo.

Del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 13, 44-52
Jesús dijo a la multitud:
El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo.
El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró.
El Reino de los Cielos se parece también a una red que se echa al mar y recoge toda clase de peces. Cuando está llena, los pescadores la sacan a la orilla y, sentándose, recogen lo bueno en canastas y tiran lo que no sirve.
Así sucederá al fin del mundo: vendrán los ángeles y separarán a los malos de entre los justos, para arrojarlos en el horno ardiente. Allí habrá llanto y rechinar de dientes.
«¿Comprendieron todo esto?»
«Sí», le respondieron.
Entonces agregó: «Todo escriba convertido en discípulo del Reino de los Cielos se parece a un dueño de casa que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo».
Palabra del Señor

Reflexionamos en familia
Se puede hacer una reconstrucción del evangelio, con preguntas para dialogar en familia. Además, puede leerse la siguiente reflexión:

La palabra de Dios nos propone, en este domingo, una reflexión sobre los valores más importantes de la vida del hombre. Jesús propone como valor supremo el Reino de los cielos, al que compara con un tesoro y una perla preciosa.
En el evangelio, Jesús utiliza tres comparaciones fácilmente comprensibles para que nos demos cuenta del valor del Reino de los cielos, por encima de todos los demás bienes de este mundo. Cualquiera de nosotros podría valorar el hallazgo de un tesoro precioso; tal vez la apreciación del valor de una perla fina requiera un conocimiento más experto, aunque la idea nos resulta sencilla: realmente merece la pena apostar todos nuestros haberes, incluso la propia casa, para conseguir el tesoro o la perla. Lo mismo sucede con la comparación de la red y los pescadores.
Pero ¿qué es el Reino de los cielos, que Jesús pondera tanto? El Reino de los cielos –que Jesús anunció al mundo y por el que dio su vida- es Dios mismo, que se da al hombre para hacerlo partícipe de su propia naturaleza y vida divina; es la divinización del hombre, que lo introduce en la intimidad de Dios, para que el hombre pueda disfrutar de la vida inmortal y de la felicidad inefable de Dios. Dios nos invita personalmente a formar parte de su reino, pero no aisladamente, sino solidariamente con todos los hombres. Por eso, su reino es un ámbito de gracia, para que la salvación sea completa; de verdad y libertad, como presupuestos de la realización personal plena; pero también de justicia y amor, base de la armonía perfecta entre todos los hombres.
Pero, ¡cuidado! El Reino de los cielos no se impone por la fuerza, sino que se ofrece a personas libres. Por eso, su implantación no es automática, sino responsable. Eso significa que alguien puede quedar fuera del Reino de los cielos, apartado de la dicha de Dios, si, retenido por las satisfacciones inmediatas, pierde de vista el Bien Supremo.
La felicidad del Reino de los Cielos, no se trata de un destino que Dios nos impone a la fuerza, sino de una oferta que libremente ha de ser aceptada y correspondida por el hombre en libertad. Porque Dios nos ama y sabe qué es lo mejor para cada uno, nos ofrece el camino y las pistas para la meta, que es esa felicidad.
La decisión que toman los protagonistas de las parábolas de hoy, parece desproporcionada o, al menos, arriesgada. Pero hemos de considerar que tienen una seguridad en esa decisión que les lleva hasta ese destino. ¿Es sabiduría o coraje (parresía)? Las dos cosas. Como en los dos casos la comparación es con el “reino de los cielos” (bien en el caso del tesoro, bien en el caso del mercader) entonces el sentido no puede ser otro que este: cuando uno encuentra el Reino de Dios, bien porque ha tenido la suerte inesperada de encontrarse un tesoro o bien porque lo iba buscando habiendo oído hablar de él, entonces todo está en poner en marcha la sabiduría y el coraje de que uno es capaz, los cinco sentidos, arriesgarlo todo, entregar todo lo que uno tiene, por ello.
¿Es que el reino de Dios es un tesoro? Naturalmente que sí. Porque es el acontecimiento de un tiempo nuevo de gracia y salvación, de felicidad y amor que Jesús ha predicado y que ha convertido en causa de su vida y de su entrega. Por eso lo importante de estas dos parábolas es la decisión que toman ambos protagonistas y más todavía la alegría de esta decisión en el caso de tesoro en el campo.
Conclusión, el Reino aparece como un don al alcance de todos, de los afortunados y de los inquietos, de los que sin buscarlo se lo encuentran por casualidad y de los que lo descubren al final de una búsqueda. Para responder adecuadamente a ese don, aceptándolo y haciéndolo suyo, el ser humano ha de estar convencido de que el Reino es lo más valioso que se le puede ofrecer y, en consecuencia, ha de estar dispuesto a anteponerlo a cualquier otro bien.
Pidamos al Señor la gracia de la perseverancia.

Confesamos nuestra fe
G: Como familia de Dios vamos a expresar con alegría nuestra de fe diciendo: «Creo, Señor»

Alguno de los presentes va proponiendo las fórmulas de fe, a las que todos responden.

Lector: En Dios Padre, creador del cielo y de la tierra…
Todos: «Creo, Señor»

Lector: En Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen…
Todos: «Creo, Señor»

Lector: En Jesucristo, que padeció bajo el poder de Poncio Pilato fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos…
Todos: «Creo, Señor»

Lector: En Jesucristo, que subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso, y que desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos…
Todos: «Creo, Señor»

Lector: En el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna…
Todos: «Creo, Señor»

Presentamos nuestra oración
G: Jesús nos ha invitado a pedir y a buscar su Reino, por eso con confianza le acercamos nuestras necesidades. A cada intención respondemos: “¡Que venga a nosotros tu Reino, Señor!”.

Lector:
Para que nuestro Papa Francisco y todos los pastores guíen a su pueblo con sabiduría y santidad, te pedimos.

Para que los gobernantes encuentren la riqueza del servicio al bien común del pueblo, y dejen de lado toda ambición personal para adquirir ese tesoro, te pedimos.

Para que los necesitados y excluidos puedan recibir con alegría el Reino de Dios y su justicia, te pedimos.

Para que todos los que en este tiempo de pandemia trabajan al servicio del prójimo, puedan experimentar la alegría de hacer presente el Reino de Dios por medio de su entrega generosa, te pedimos.

Para que dejando de lado lo que nos impide encontrar los tesoros que habla el Evangelio, busquemos en esta vida tu Reino y seamos sus testigos, te pedimos. Quien lo desee, puede agregar intenciones.

Después, quien anima la oración, dice:
Concluyamos nuestra celebración en familia, diciendo juntos la oración que Jesús enseñó a los apóstoles: Padre nuestro que estás en el cielo…

G: Oremos.
Padre, fuente de sabiduría,
que nos has revelado en Cristo el tesoro escondido y la perla preciosa,
concédenos el discernimiento del Espíritu,
para que sepamos apreciar entre las cosas del mundo
el valor inestimable de tu Reino,
dispuestos a renunciar a todo para obtener tu don.
Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Pedimos a Dios su bendición
Quien anima la oración, invocando la bendición de Dios, y santiguándose, dice:
El Señor nos bendiga,
nos defienda de todo mal
y nos lleve a la Vida eterna.
Y todos responden: Amén.

O bien:

Que nos bendiga y nos custodie
el Señor omnipotente y misericordioso,
 el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Y todos responden: Amén.


Todo en esta vida, es un decidir
si me voy contigo, o me quedo aquí.
Romperé los muros, de mi propia casa,
iré mar adentro y pescaré por Ti.

Hoy mi pueblo está clamando,
pide vida, pide amor
gritan mis hermanos
y llega hasta el Cielo su voz.

La misión que tu me has dado
debo hacerla realidad
Luchar por la vida,
luchar por un mundo de paz.

Me has hablado en mil canciones
Mas no te quise escuchar,
Cerré mis oídos
Porque es difícil escuchar

Hace tiempo que pregunto,
Tu respuesta escucho hoy,
Tu voz habla adentro
Y por tu camino ya voy....

Una vez que se ha pedido la bendición de Dios, la familia puede realizar alguna de las siguientes oraciones, preparadas especialmente para este tiempo de pandemia.

Invocación del Papa Francisco a San José

Protege, Santo Custodio, este país nuestro.
Ilumina a los responsables del bien común,
para que ellos sepan - como tú - cuidar a las personas
a quienes se les confía su responsabilidad.
Da la inteligencia de la ciencia a quienes buscan los medios adecuados para la salud
y el bienestar físico de los hermanos.
Apoya a quienes se sacrifican por los necesitados: l
os voluntarios, enfermeros, médicos,
que están a la vanguardia del tratamiento de los enfermos,
incluso a costa de su propia seguridad.
Bendice, San José, la Iglesia:
a partir de sus ministros, conviértela en un signo e instrumento de tu luz y tu bondad.
Acompaña, San José, a las familias:
con tu silencio de oración, construye armonía entre padres e hijos,
 especialmente en los más pequeños.
Preserva a los ancianos de la soledad:
asegura que ninguno sea dejado en la desesperación
por el abandono y el desánimo.
Consuela a los más frágiles,
alienta a los que flaquean, intercede por los pobres.
Con la Virgen Madre, suplica al Señor
que libere al mundo de cualquier forma de pandemia.
Amén.

Invocación a la protección de
San José Gabriel del Rosario Brochero

Señor, de quien procede todo don perfecto,
Tú esclareciste a San José Gabriel del Rosario,
por su celo misionero, su predicación evangélica
y su vida pobre y entregada;
concede con su intercesión, la gracia que te pedimos:
por su entrega en la asistencia de los enfermos y moribundos
de la epidemia de cólera que azotó a la ciudad de Córdoba,
te pedimos por nuestra Patria y el mundo entero,
líbranos de la actual pandemia y de todo mal.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén


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