lunes, 13 de julio de 2020

Meditaciones del tiempo ordinario con textos de Santo Tomás de Aquino 105


Lunes de la 15ª semana

LA FORTALEZA


La virtud de la fortaleza Sandro Botticell

I. El nombre de fortaleza puede considerarse de dos modos:

1º) Según que importe en absoluto cierta firmeza del ánimo, y en este sentido es una virtud general, o más bien, condición de toda virtud; porque para la virtud se requiere obrar firme e inmutablemente. 2º) Según que implique solamente la firmeza necesaria para sobrellevar y repeler las cosas, en que es sumamente difícil tener esta firmeza, es decir, en algunos graves peligros. Por eso dice Cicerón que la fortaleza es considerada aceptación de los peligros y sufrimiento de los trabajos. En este sentido la fortaleza es una virtud especial.

II. La fortaleza se manifiesta ante todo en los peligros de muerte.

Pertenece a la virtud de fortaleza defender la voluntad del hombre para que no le retraiga del bien de la razón por el temor de un mal corporal. Es necesario, sin embargo, mantener firmemente el bien de la razón contra cualquier mal, pues ningún bien corporal equivale al bien de la razón; y por tanto es menester se llame fortaleza del alma la que sostiene firmemente la voluntad del hombre en el bien de la razón contra los más grandes males, porque el que persiste firme contra los males mayores se sostiene, por tanto, fuerte contra los menores, pero no viceversa; y también pertenece a la razón de la virtud atender a lo último. Entre todos los males corporales, la muerte es principalmente el más terrible, porque quita todos los bienes corporales. Por consiguiente, la virtud de la fortaleza es acerca de los peligros de muerte.

Así, pues, la fortaleza consiste en que el hombre no retroceda del bien de la virtud ante los peligros de la muerte, que parecen amenazarle por seguir algún bien, por ejemplo: cuando un juez, o también una persona privada, no se aparta de un juicio justo por temor de la espada que le amenaza, o de cualquier otro peligro, aunque sea mortal; o cuando un hombre, por amor a la virtud, soporta el peligro de cualquier muerte; tal es el caso en que uno no se retrae de prestar sus obsequios al amigo enfermo por temor de un contagio mortal, o en que no rehúsa emprender un viaje en pro de algún negocio piadoso por temor de un naufragio o de ladrones. Porque los mártires sufren ataques personales por el sumo bien, que es Dios, y por eso es recomendada su fortaleza.

(2ª 2ae , q. CXXIII, a. 4 .y 5)

Mas aunque la fortaleza se dé principalmente contra las molestias de la muerte, también sé da, no obstante, secundariamente contra todas las otras molestias, pues el fuerte en todas las cosas se conduce bien.
(3, Dist., 33, q. II, a. 3)

III. El acto principal de la fortaleza no es acometer cosas difíciles, sino más bien resistirlas, esto es, permanecer inmutable en los peligros, sin la perturbación del temor inmoderado, pues es más difícil resistir que acometer: 1º, porque el resistir supone un ataque de otro más fuerte que lo acomete; 2º, porque el que resiste siente ya los peligros inminentes, mas el que acomete los considera como futuros; 3º, porque el resistir implica una prolongación de tiempo.
(2ª 2ae , q. CXXIII, a. 6, ad 1um)

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