II. LO QUE
CONVENDRÁ Y GUSTARÁ
A LAS
"MARÍAS" Y ALMAS DE ACCIÓN ESTE VIAJE
Siendo
la «Obra de las Tres Marías» tan eucarística como evangélica, en nada pongo
tanto empeño como en grabar ese doble carácter en ella.
La
Obra eucarística y evangélica
Tienen
tanto relieve en el santo Evangelio las Marías, se ven tan distintamente su
acción, influencia, oficios y ocupaciones cerca de nuestro Señor Jesucristo,
que la Obra venida a la vida para renovar y perpetuar los oficios de las mismas
cerca del Corazón de Jesús Sacramentado, no tiene que hacer otra cosa que
traducir a las Marías de hoy las páginas del Evangelio que retratan a las
Marías de ayer.
¡Qué
firmeza, consuelo y regocijo da a mi alma ver reunidas en la Obra de todos mis
amores, las dos cosas que yo más quiero: La Eucaristía y el Evangelio! ¡Aquélla
por lo que es y éste por lo que cuenta! ¡Qué dentro del espíritu de la santa
Madre Iglesia y de su sentir tradicional me siento, cuando dedico la actividad
de mi pluma, de mi pensamiento y de mi corazón a meter en mi alma y en la de
los fieles los dos grandes amores cristianos!
Sus
oficios en el Evangelio y en el Sagrario.
Firme
en este propósito, he señalado como oficios esenciales de las Marías de los
Sagrario-Calvarios los oficios que en el Evangelio tuvieron las primeras
Marías: Servir, Ungir, Compadecer, Estar de pie junto a la Cruz.
Fiel a esta orientación he compuesto
e incluido en el Manual de las Marías el Vía-Crucis eucarístico, y movido de
este mismo deseo, añado ahora estos ensayos de meditaciones del Evangelio ante
el Sagrario.
Yo
desearía por medio de estos ratos de meditación evangélica ante el Sagrario
meter muchas ganas a las almas de entrarse dentro del Sagrario y enterarse de
sus secretos y por añadidura y consecuencia llevar a las Marías a la perfecta
imitación de sus hermanas mayores.
¿Cuál
fue la ocupación principal y el oficio más ejercitado de aquellas Marías cerca
de Jesús? No ciertamente el de ungir su cuerpo, que no fue menester más que una
sola vez, ni el de servirle, que no eran necesarios sus servicios cada hora.
El
oficio de las Marías del Evangelio siempre ejercitado y el que podría llamar característico,
fue el de estar con Jesús, supliendo lo que podía echar de menos.
Tener
para el Maestro unos ojos que siempre le miraran, unos oídos que siempre le
escucharan, unos pies que siempre le siguieran, un corazón que siempre latiera
al unísono con el de Él, y esto más que por conveniencia o recreo propios, para
gusto y reparación y gloria de Él; éste fue el gran oficio de las Marías.
El
gran oficio
Almas,
verdaderamente felices fueron las primeras que en unión de María Inmaculada
comenzaron a gustar las delicias de emplear la vida en estarse amando al Amado,
que luego tan finamente cantara san Juan de la Cruz.
De
modo que una María del Sagrario debe ser un alma que más que en otra cosa, por
buena que sea, se ocupe en estarse con el Corazón de Jesús en sus
Sagrarios, un alma que no se canse de mirar, oír, seguir y hablar al Jesús de
su Sagrario, y esto más porque Él se lo merece, que porque a ella le conviene
con convenirle tanto.
Cierto
que en el presente estado del Corazón de Jesús en sus Sagrarios-Calvarios,
necesita de todos los oficios de sus Marías, constantemente.
Constantemente
necesita que le sirvan satisfaciendo su hambre de ser comido con
Comuniones y visitas propias y buscadas, que lo unjan con aromas de
virtudes, obras de celo y ejemplos buenos en esos Sagrarios que sólo huelen a
humedad, que le lloren y compadezcan porque habla y no es oído, espera y
nadie acude, llama y es despreciado... pero también es cierto que si esas
Marías no están llenas, si vale decirlo así, de la mirada, de la palabra
y de la presencia del Jesús de su Sagrario, aquellos oficios se prestarán sin
delicadeza o sin constancia.
Las
Marías más activas, más sólida y perseverantemente activas serán siempre las
más contemplativas.
¡Cómo
quisiera yo que se grabara esa verdad en el corazón de todas las Marías y de
todos los que trabajan en la viña del Señor!
¡Cómo
quisiera que el Corazón de Jesús diera el don de convencer, persuadir,
arrastrar a mi palabra, para predicar a las almas activas la necesidad,
trascendencia y fecundidad de ese estarse en el Sagrario y solamente porque el
Amor que allí mora no es amado y está abandonado...!
Precisamente para ayudarles en ese
dulcísimo oficio vienen estas páginas.
No
todas las almas, sino muy contadas, llegan a la oración de quietud y
contemplación, por la que sin trabajo ninguno y sin auxilio de voz escrita ni
hablada penetran los más sublimes arcanos de las cosas santas y en ellas se
pasan las horas derretidas de dulcísimo amor.
Las
que no han llegado, han de echar mano de otros medios y auxilios para llegar a
esas alturas.
Y
¿quién mejor y con más seguridad que el santo Evangelio podrá introducirnos en
las interioridades misteriosas del Sagrario? ¿Qué medio más proporcionado que
un rato de meditación sobre un trozo de Evangelio para ver y oír por dentro el
Sagrario?
A
eso vienen esos puntos de meditación sobre el Evangelio y la Eucaristía; no es
un libro lo que he intentado escribir, es un ensayo, una iniciación, una mano
que doy para que las Marías y las almas de acción den ese rumbo a su piedad, a
sus Comuniones, a sus meditaciones y a sus ratos de Sagrario, que mucho les
valdrá para formarlas Marías de verdad y piadosas de buena ley. ¡Las desea y necesita
tanto el Corazón de Jesús Sacramentado!
Con
este fin me propongo despertar la curiosidad, que nunca como en este caso puede
llamarse santa, de saber, o mejor, sorprender lo que hace, dice y siente el
Corazón de Jesús en el Sagrario, y prometo agradabilísimas sorpresas,
descubrimientos utilísimos, lejanías y perspectivas no soñadas, a los que se
dejen picar de esta curiosidad.
Estoy
seguro de que éstos, una vez interesados por los descubrimientos, no se
acostumbrarán a ir al Sagrario sin el Evangelio, ni acertarán a leer éste sino
a la luz de la lámpara del Sagrario.
Dichoso
yo si consigo iniciar en los encantos de esa vida contemplativa a las Marías y
a toda la familia eucarística, y dichosos estos renglones si sirven para
despertar en ellas el ansia de estarse en el Sagrario viendo, oyendo,
amando y consolando al Amor tan poco amado y tan desairado, y dichosos ellos y
yo si conseguimos que este librillo sea viaje de ida sin vuelta al país de
las divinas sorpresas.
Nota
Para que puedan servir de preparación
y acción de gracias de vuestra Comunión y a la par de meditación de esos ratos
de conversación afectuosa con el Corazón de Jesús ante su Sagrario, recomiendo
la lectura de mi librito «Mi Comunión de María».
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