QUÉ HACE Y
QUÉ DICE
EL CORAZÓN DE JESÚS
EN EL SAGRARIO
I.
VIAJE AL PAÍS DE LAS DIVINAS SORPRESAS
Este
librito, con el atrevimiento que dan las preferencias y distinciones del
Corazón de Jesús en favor de lo menudo y humilde, se ofrece de guía para ese
viaje y aspira, si no a enseñar todo lo que de admirable tiene el interior de
ese bello país, por lo menos a meter ganas y a encender deseos de entrar,
recorrerlo, admirarlo y... quedarse allí.
Lo
que convendrá y gustará a los sacerdotes este viaje
¡Con
qué gusto habla un sacerdote del Sagrario!, del Sagrario en que vive el Jesús
que lo ha hecho su consagrante, su repartidor, su guardián, su vecino, su
confidente, su... inseparable.
¡El
sacerdote y el Sagrario! ¡Dios mió! ¡Lo que da que decir y que pensar y que
amar y que agradecer y que derretirse la unión de esas dos palabras!
¡Porque pensar que con valer tanto y
tanto el Sagrario, la divina largueza lo ha unido tan estrechamente al
sacerdocio, que sin uno no puede existir el otro!...
¡Sin
sacerdocio no hay Sagrario!.
¡Qué
alegría, amigos, inunda mi alma de sacerdote al ver mi vida tan entrelazada,
por así decirlo, con la existencia del Sagrario!
¿Qué
le importa a un sacerdote no ceñir a sus sienes coronas de conquistador, de
héroe, de sabio o de otras grandezas de aquí de la tierra, si puede saborear
ante el cielo y ante la tierra el gusto inacabable de esa palabra; soy el
hombre del Sagrario?
Por
eso, para la lengua y para la pluma de un sacerdote no hay tema de conversación
ni más delicioso, ni más propio, ni más interesante, que el hablar del
Sagrario. Tanto más, cuanto que ese Sagrario de sus amores y que se ha
instituido para ser conocido, amado y frecuentado, padece desconocimientos y
abandonos inconcebibles, no sólo por parte de los que viven lejos de él, sino
de los que viven o debieran vivir cerca, muy cerquita...
La
falta de ternura sacerdotal
A
las veces, ¡echa tanto de menos el amigo Jesús del Sagrario las miradas y las
palabras de cariño de sus sacerdotes! ¡La ternura de los sacerdotes, cómo la
ansía!
He
observado que muchos favores y milagros del Evangelio fueron otorgados, más que
a la fe de los que pedían, a la ternura con que se trataba al Corazón de Jesús.
Las
hermanas de Lázaro no pidieron ni la salud ni la resurrección de su hermano
enfermo y muerto; expusieron su estado, «está enfermo...», «hiede de cuatro
días muerto», reprocharon a Jesús su tardanza en acudir, hicieron actos de fe
en su poder, pero todo eso con una ternura filial... «el que amas...». «Si
hubieras estado aquí, no hubiera muerto».
Pregunto:
si Lázaro no hubiera tenido hermanas tan tiernas para con Jesús, ¿hubiera
resucitado? Yo creo que no. La resurrección de Lázaro y las lágrimas con que
Jesús ablanda la piedra de su sepulcro son el fruto de la ternura para con Él.
Una
comprobación de esa eficacia nos da la sagrada liturgia de la Misa, en los
besos al altar, y al libro del Evangelio que da el sacerdote mientras celebra.
Fijaos:
cada ósculo de esos va precedido o acompañado de la petición de un gran favor
para sí y para la Iglesia, como remisión de pecados, participación de
bendiciones y gracias, efusión de paz, etc.
Besando:
¿no es así como sacan los pequeñuelos a sus madres cuanto quieren?
La
Iglesia, que conoce al Corazón de Jesús, y sabe cómo le gana la ternura filial,
manda a sus sacerdotes que le pidan y le traten a besos...
¡Sí,
los sacerdotes son los amigos, los siempre llamados amigos por Jesús, aun en el
momento de besarlo para traicionarlo...!
Sacerdote
hermano, ¿no vendrán tus decaimientos y desmayos, tus debilidades y caídas, tus
desorientaciones y oscuridades de sobra de seriedad e incomunicación y falta de
jugo de ternura con tu AMIGO el del Sagrario?
Y
luego, ¡se parecen tanto y se diferencian tan poco estos dos términos: Hostia
consagrada y sacerdote!
En
qué se parecen y se diferencian una Hostia Consagrada y un sacerdote
En
qué se parecen
En
lo que son y en lo que hacen. Una y otro son:
1.
Portador de Cristo; aquélla sustancialmente, éste en su palabra, en su poder
y en su ejemplo o imitación, tanto de Dios como de Hombre.
2.
Ocultador de Jesucristo; la una tras sus especies, el otro tras su
flaqueza física, moral y espiritual. ¡Qué designio tan misterioso y tan
eficazmente misericordioso! Dios dándose a conocer ocultándose; primero
en el seno de una Virgen, después en un pesebre y bajo pañales, más tarde
triunfando sobre una pollina y luego sobre una Cruz, y, para darse a conocer
perpetuamente, y precisamente en ese conocimiento consiste la vida que Él
trajo, ocultándose perpetuamente en la Eucaristía y en el sacerdote.
3.
Manifestador de Jesucristo: ¡Qué bien venía a la soberbia del hombre,
enfermo de esa sola enfermedad, llegar al conocimiento y amor de Dios, por el
silencio y la abnega-ción de la Eucaristía y por la flaqueza del sacerdote!
En
qué se diferencian
Las
especies sacramentales son mudas e insensibles; el hombre sacerdote tiene
lengua, cabeza, corazón, alma. Los accidentes sacerdotales tienen esta ventaja
sobre los sacramentales, de dar compañía consciente y gustosa al Divino
Ocultado. Y ahí mismo está el peligro de su desventaja; el olor, color, etc.,
de la Hostia no pueden darle gusto, pero tampoco disgusto ni contrariedad, mas
los otros sí. ¡Qué valor el del amor del Corazón de Jesús entregándose a la
custodia y defensa de unos accidentes de pan, pero cuánto mayor al confiarse al
hombre del sacerdote!
Cuando
se corrompen las especies sacramentales, se presentan los gusanos y Jesús se
va.
Cuando
se corrompe el sacerdote, ¡en medio de los gusanos, Jesús sigue viviendo!
Sacerdotes,
hermanos míos, ¿habéis meditado en la pena y en la humillación del asco del
limpísimo Jesús llevado, ocultado y manifestado entre gusanos? Y por eso mismo,
¿en el empeño tan vivo que tiene de vuestra amistad tierna y fiel? Si san
Agustín ha podido afirmar respecto a todos los fieles: Jesús, tengo sed de
tener sed de Ti, ¿qué sed no tendrá de que la tengan de Él sus sacerdotes?
sacerdotes,
amigos de Jesús, ¡pie al estribo y en marcha, al país de las divinas
sorpresas!
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