Mi
querido Orugario:
¿Conque
tienes "grandes esperanzas de que la etapa religiosa del paciente esté
finalizando", eh? Siempre pensé que la Academia de Entrenamiento se había
hundido desde que pusieron al viejo Babalapo a su cabeza, y ahora estoy seguro.
¿No te ha hablado nadie nunca de la ley de la Ondulación?
Los
humanos son anfibios: mitad espíritu y mitad animal. (La decisión del Enemigo
de crear tan repugnante híbrido fue una de las cosas que hicieron que Nuestro
Padre le retirase su apoyo.) Como espíritus, pertenecen al mundo eterno, pero
como animales habitan el tiempo. Esto significa -que mientras su espíritu puede
estar orientado hacia un objeto eterno, sus cuerpos, pasiones y fantasías están
cambiando constantemente, porque vivir en el tiempo equivale a cambiar. Lo más
que pueden acercarse a la constancia, por tanto, es la ondulación: el reiterado
retorno a un nivel de que repetidamente vuelven a caer, una serie de simas y
cimas. Si hubieses observado a tu paciente cuidadosamente, habrías visto esta
ondulación en todos los aspectos de su vida: su interés por su trabajo, su
afecto hacia sus amigos, sus apetencias físicas, todo sube y baja. Mientras
viva en la tierra, períodos de riqueza y vitalidad emotiva y corporal
alternarán con períodos de aletargamiento y pobreza. La sequía y monotonía que
tu paciente está atravesando ahora no son, como gustosamente supones, obra
tuya; son meramente un fenómeno natural que no nos beneficiará a menos que
hagas buen uso de él.
Para
decidir cuál es su mejor uso, debes preguntarte qué uso quiere hacer de él el
Enemigo, y entonces hacer lo contrario. Ahora bien, puede sorprenderte aprender
que, en Sus esfuerzos por conseguir la posesión permanente de un alma, se apoya
más aún en los bajos que en los altos; algunos de Sus favoritos especiales han
atravesado bajos más largos y profundos que los demás. La razón es ésta: para
nosotros, un humano es, ante todo, un alimento; nuestra meta es absorber su
voluntad en la nuestra, el aumento a su expensa de nuestra propia área de
personalidad. Pero la obediencia que el Enemigo exige de los hombres es otra
cuestión. Hay que encararse con el hecho de que toda la palabrería acerca de Su
amor a los hombres, y de que Su servicio es la libertad perfecta, no es (como
uno creería con gusto) mera propaganda, sino espantosa verdad. Él realmente quiere
llenar el universo de un montón de odiosas pequeñas réplicas de Sí mismo:
criaturas cuya vida, a escala reducida, será cualitativamente como la Suya
propia, no porque Él las haya absorbido sino porque sus voluntades se pliegan
libremente a la Suya. Nosotros queremos ganado que pueda finalmente convertirse
en alimento; Él quiere, siervos que finalmente puedan convertirse en hijos.
Nosotros queremos sorber; Él quiere dar. Nosotros estamos vacíos y querríamos
estar llenos; Él está lleno y rebosa. Nuestro objetivo de guerra es un mundo en
el que Nuestro Padre de las Profundidades haya absorbido en su interior a todos
los demás seres; el Enemigo desea un mundo lleno de seres unidos a Él pero
todavía distintos.
Y
ahí es donde entran en juego los bajos. Debes haberte preguntado muchas veces
por qué el Enemigo no hace más uso de Sus poderes para hacerse sensiblemente
presente a las almas humanas en el grado y en el momento que Le parezca. Pero
ahora ves que lo Irresistible y lo Indiscutible son las dos armas que la
naturaleza misma de Su plan le prohíben utilizar. Para Él, sería inútil meramente
dominar una voluntad humana (como lo haría, salvo en el grado más tenue y
reducido, Su presencia sensible). No puede seducir. Sólo puede cortejar. Porque
Su innoble idea es comerse el pastel y conservarlo; las criaturas han de ser
una con Él, pero también ellas mismas; meramente cancelarlas, o asimilarlas, no
serviría. Está dispuesto a dominar un poco al principio. Las pondrá en marcha
con comunicaciones de Su presencia que, aunque tenues, les parecen grandes, con
dulzura emotiva, y con fáciles victorias sobre la tentación. Pero Él nunca
permite que este estado de cosas se prolongue. Antes o después retira, si no de
hecho, sí al menos de su experiencia consciente, todos esos apoyos e
incentivos. Deja que la criatura se mantenga sobre sus propias piernas, para
cumplir, sólo a fuerza de voluntad, deberes que han perdido todo sabor. Es en
esos períodos de bajas, mucho más que en los períodos de altos, cuando se está
convirtiendo en el tipo de criatura que Él quiere que sea. De ahí que las
oraciones ofrecidas en estado de sequía sean las que más le agradan. Nosotros
podemos arrastrar a nuestros pacientes mediante continua tentación, porque los
destinamos tan sólo a la mesa, y cuanto más intervengamos en su voluntad,
mejor. Él no puede "tentar" a la virtud como nosotros al vicio. Él
quiere que aprendan a andar y debe, por tanto, retirar Su mano; y sólo con que
de verdad exista en ellos la voluntad de andar, se siente complacido hasta por
sus tropezones. No te engañes, Orugario. Nuestra causa nunca está tan en
peligro como cuando un humano, que ya no desea pero todavía se propone hacer la
voluntad de nuestro Enemigo, contempla un universo del que toda traza de Él
parece haber desaparecido, y se pregunta por qué ha sido abandonado, y todavía
obedece.
Pero,
por supuesto, los bajos también ofrecen posibilidades para nuestro lado. La
próxima semana te daré algunas ideas acerca de cómo explotarlos.
Tu
cariñoso tío,
ESCRUTOPO
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