Sexto Domingo de Pascua
LA ORACIÓN
Jesús, alzando los
ojos a lo alto, dijo: Padre, gracias te doy, porque me has oído (Jn 11, 41).
Dos cosas indica el
Evangelista: 1ª) El modo conveniente de orar, porque alzando los ojos a lo
alto, esto es, elevó su inteligencia, llevándola al excelso Padre por la
oración. Si nosotros queremos orar a ejemplo de Cristo, debernos elevar hasta
él los ojos del alma, apartándolos de las cosas presentes, recuerdos,
pensamientos y deseos.
También levantamos
los ojos hacia Dios, cuando, desconfiando de nuestros méritos, esperamos en su
sola misericordia, según aquello del Salmo 122, 1-2: Alcé mis ojos a ti, que
habitas en los cielos... Como los ojos de la esclava en manos de su señora; así
nuestros ojos al Señor Dios nuestro, hasta que tenga misericordia de nosotros.
Y agrega Jeremías: Levantemos al Señor nuestros corazones con las manos hacia
los cielos (Lam 3, 41).
Se dice en la
epístola a los Colosenses: No cesamos de orar por vosotros, y de pedir (1, 9).
La oración es una elevación del alma hacia Dios. Pedir es suplicar alguna cosa.
La oración debe preceder, para que sea escuchado el que pide devotamente, como
los que piden comienzan por la persuasión, para inclinar a sus necesidades. Del
mismo modo, debemos nosotros comenzar por la devoción y la meditación sobre
Dios y las cosas divinas, no para doblegarlo a él, sino para alzarnos nosotros
hasta él (In Col., 1).
2ª) La eficacia de
la oración se expresa en estas palabras: Padre, gracias te doy, porque me has
oído.
Tenemos aquí una
prueba de que Dios es fácil para otorgar, como se lee en el Salmo 9, 17: Oyó el
Señor el deseo de los pobres, es decir, que escucha el deseo antes de que se
profieran las palabras. Y en Isaías: Luego que oyere la voz de tu clamor, te
responderá (Is 30, 19); y más adelante: Cuando aún estén hablando, yo los oiré
(65, 24).
Con mayor razón
conviene considerar que Dios Padre, previniendo la oración de Cristo Salvador,
la escuchó; porque las lágrimas que Cristo derramó por la muerte de Lázaro
hicieron las veces de oración.
En el hecho de que
al principio de la oración dio acciones de gracias, se nos da el ejemplo de
que, cuando queremos orar, demos gracias a Dios por los beneficios recibidos
antes de pedir cosas futuras, cumpliendo lo que dice el Apóstol: En todo dad
gracias (1 Tes 5, 18).
(In Joan., XI).
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