domingo, 10 de mayo de 2020

CELEBRAR Y ORAR EN TIEMPO DE PANDEMIA - V Domingo de Pascua - Conferencia Episcopal Argentina


La siguiente es una guía para poder celebrar en nuestras casas, en este tiempo de pandemia.


Los textos que están en rojo (rúbricas) no son para leer en voz alta y tienen la función de dar algunas indicaciones sobre lo que hay que ir haciendo. De acuerdo a las posibilidades de la persona y/o grupo familiar se realizará todos o algunos de los momentos celebrativos propuestos.

Para preparar antes de la celebración:
- Un lugar cómodo que permita el recogimiento y la oración familiar.
- Un pequeño altar con los elementos que a la familia le son significativos: un mantel, una vela encendida, una cruz, la imagen de la Virgen María, etc.
- Una Biblia desde la cual se proclamará el Evangelio.


Iniciamos la celebración

DIOS TRINO
En el nombre del Padre
en el nombre del Hijo,
en el nombre del Santo Espíritu,
estamos aquí.

En el nombre del Padre
en el nombre del Hijo,
en el nombre del Santo Espíritu,
estamos aquí.

Para alabar y agradecer,
bendecir y adorar,
estamos aquí a tu disposición.
Para alabar y agradecer,
bendecir y adorar,
estamos aquí, Señor,
Dios trino de amor.

Luego el adulto que guía la celebración (G) invita a todos a hacerse la señal de la cruz, mientras dicen:

G: En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Familia, bendigamos al Señor resucitado, que en su bondad nos invita a compartir la mesa de su Palabra.

Todos responden:
Bendito sea Dios, por los siglos.

Y continúa:
Jesús nos muestra el camino hacia al Padre y nos invita a seguirlo. Por eso al comenzar esta celebración vamos a pedirle perdón por nuestros pecados haciendo un momento de silencio.

Todos hacen un breve momento de silencio, y a continuación el que guía la celebración dice:

Tú que eres el Camino que conduce al Padre: Señor, ten piedad.
Todos: Señor, ten piedad.

Tú que eres la Verdad que ilumina a los pueblos: Cristo, ten piedad.
Todos: Cristo, ten piedad.

Tú que eres la Vida que renueva el mundo: Señor, ten piedad.
Todos: Señor, ten piedad.

Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros,
perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
Todos: Amén.

Escuchamos la Palabra
Habiendo marcado previamente el texto que se escuchará y puestos todos de pie, alguien toma la Biblia del altar familiar y proclama el evangelio de este domingo: Juan 14, 1-12. Si se prefiere se puede tomar el texto que transcribimos aquí abajo.

Del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 14, 1-12

Durante la última cena, Jesús dijo a sus discípulos:
«No se inquieten.
Crean en Dios y crean también en mí.
En la Casa de mi Padre hay muchas habitaciones;
si no fuera así, ¿les habría dicho a ustedes
que voy a prepararles un lugar?
Y cuando haya ido y les haya preparado un lugar,
volveré otra vez para llevarlos conmigo,
a fin de que donde Yo esté,
estén también ustedes.
Ya conocen el camino del lugar adonde voy».
Tomás le dijo: «Señor, no sabemos a dónde vas. ¿Cómo vamos a conocer el camino?»
Jesús le respondió:
«Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida.
Nadie va al Padre, sino por mí.
Si ustedes me conocen, conocerán también a mi Padre.
Ya desde ahora lo conocen y lo han visto».
Felipe le dijo: «Señor, muéstranos al Padre y eso nos basta».
Jesús le respondió: «Felipe, hace tanto tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen?
El que me ha visto, ha visto al Padre.
¿Cómo dices: “Muéstranos al Padre”?
¿No crees
que Yo estoy en el Padre y que el Padre está en mí?
Las palabras que digo no son mías:
el Padre que habita en mí es el que hace las obras.
Créanme: Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí.
Créanlo, al menos, por las obras.
Les aseguro
que el que cree en mí
hará también las obras que Yo hago,
y aún mayores,
porque Yo me voy al Padre»
Palabra del Señor

Reflexionamos en familia
Se puede hacer una reconstrucción del evangelio, con preguntas para dialogar en familia. Además, puede leerse la siguiente reflexión:

A continuación del lavado de los pies, Juan pone tres discursos de despedida de Jesús a sus apóstoles. Estos, que convivieron con él durante varios meses, deben dar ahora un paso para descubrir otra manera de convivir con Jesús resucitado y presente, pero invisible. Hoy leemos el primero de estos discursos. Al ir Jesús a dónde está el Padre, no realiza una hazaña individual, sino que nos abre el camino a nuestra Casa, la cual no se sitúa muy arriba de nosotros, sino en Dios. Yo soy el camino, dice Jesús, en mí verán al Padre. Cristo nos hace entrar a la familia divina. No hablemos, pues, de acercarnos a Dios, como si estuviera lejos de nosotros. Dios está siempre con nosotros.
Podemos decir entonces, que el evangelio de hoy da respuesta a preguntas importantes que todos nos hacemos: ¿qué camino seguir?, ¿dónde está la verdad?, ¿qué es y donde está la vida?
Para el pueblo de aquella época, Dios era invisible y lejano, pero para nosotros, los cristianos gracias a Jesús sentimos a Dios cercano y amoroso, porque Dios se ha hecho presencia entre los hombres a través de su Hijo. Se ha hecho camino para que todos podamos llegar hasta el Padre y compartir con él nuestras alegrías, nuestras tristezas, en definitiva, nuestra vida. El hombre busca a Dios sin saberlo y Dios busca al hombre. El encuentro entre ambos se realiza en Jesucristo, porque Dios se encarnó para estar cercano y visible. Jesús es el camino que nos lleva al Padre.
Buscamos continuamente la verdad, nos preguntamos dónde está la verdad y qué es. La verdad no está en la mentira, ni en el dinero, ni en la fama, ni en el poder, la verdad está en la humildad, en el servicio, en el conocimiento de la vida de Jesús y en su seguimiento. La verdad es Jesús que nos acerca al Padre.
Creemos que vivir es disfrutar con intensidad, no tener preocupaciones. Sin embargo vivir es estar abiertos a la esperanza, entregarnos y desgastarnos en el servicio a la humanidad, compartirnos y compartir generosamente lo que tenemos con los demás, es vivir sembrando el amor por doquier y ser humildes. Vivir es respetar la vida, la nuestra y la de los demás, es trabajar por la dignidad de todos. Por todo ello Jesús es nuestro Camino, nuestra Verdad y nuestra Vida. A nosotros nos toca ser testigos de todo esto hoy en la sociedad.

Esta lectura nos prepara para celebrar la venida del Espíritu Santo en Pentecostés. Los primeros cristianos creían que el regreso de Jesús, la Parusía, era inminente. Esta creencia estaba basada en la promesa de Jesús de volver a ellos. Juan, que escribe su Evangelio alrededor del año 90 del nacimiento de Cristo, lo explica de un modo diferente: Cristo, quien es el camino, la verdad, y la vida, regresará a ellos a través del Espíritu Santo. Para Juan, ésta es la Parusía que cuenta. Debido a esta certeza de que Cristo está con ellos, los discípulos no necesitan preocuparse o afanarse por nada. Jesús insiste en la necesidad de la fe asegurándoles que se va para prepararles un lugar y que regresará por ellos. ¡No hay nada que temer!

Nos quedamos entonces con tres ideas importantes:
· Jesús le responde a Tomás que la esperanza no radica en un método, sino en una persona: Jesús es el camino.
· La respuesta de Jesús a Felipe señala su perfecta unión con el Padre.
· Tomás y Felipe son ejemplos de la dificultad que tienen los discípulos en entender las palabras de Jesús antes de Pentecostés. También pueden ser nuestras dificultades cuando tenemos que creer realmente en Jesús.

Pensemos: ¿Qué inquieta mi corazón hoy? ¿En qué áreas de mi vida necesito mayor fe?
¿Soy como Felipe pidiendo manifestaciones de Dios para condicionarlo y poder creer?


YO SOY EL CAMINO
Yo soy la luz del mundo
no hay tinieblas junto a Mí,
tendrán la luz de la vida
por la Palabra que les di.

Yo soy el Camino firme,
Yo soy la Vida y la Verdad.
Por mí llegarán al Padre
y al Santo Espíritu tendrán.

Yo soy el Pan de Vida
y con ustedes me quedé.
Me entrego como alimento,
soy el Misterio de la Fe.

Yo soy el Buen Pastor,
y por amor mi vida doy;
yo quiero un solo rebaño,
soy para todos Salvador.

Yo soy la Vid verdadera,
mi Padre Dios, el Viñador;
produzcan fruto abundante,
permaneciendo en mi amor.

Yo soy Señor y Maestro
y un mandamiento nuevo doy:
que se amen unos a otros
como los he amado Yo

Confesamos nuestra fe
G: Como familia de Dios vamos a expresar con alegría nuestra de fe diciendo: «Creo, Señor»

Alguno de los presentes va proponiendo las fórmulas de fe, a las que todos responden.

Lector: En Dios Padre, creador del cielo y de la tierra…
Todos: «Creo, Señor»

Lector: En Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen…
Todos: «Creo, Señor»

Lector: En Jesucristo, que padeció bajo el poder de Poncio Pilato fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos…
Todos: «Creo, Señor»

Lector: En Jesucristo, que subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso, y que desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos…
Todos: «Creo, Señor»

Lector: En el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna…
Todos: «Creo, Señor»

Presentemos nuestra oración
G: Dios Padre que nos dejó a su Hijo como Camino, Verdad y Vida, escucha siempre nuestras oraciones. Por eso con confianza de hijos le presentamos nuestras necesidades diciendo: «Padre, escucha nuestra oración»

Alguno de los presentes va proponiendo las intenciones para presentar al Señor.
Lector:
Por toda la Iglesia para que anuncie con entusiasmo y gozo que Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida. Oremos.

Por los diáconos, y también por los lectores y servidores de la Palabra, para que fieles a su servicio sean un signo vivificante en la Iglesia. Oremos.

Por nuestros gobernantes, para que hagan del ejercicio de su autoridad un verdadero servicio, buscando siempre el bien común, priorizando a los más vulnerables, y el progreso de la sociedad. Oremos.

Por todos los médicos, enfermeros, investigadores, aquellos que cuidan a los enfermos, para que en la lucha contra esta pandemia no se desanimen. Oremos

Por las familias, que nos reunimos como Iglesia doméstica, para que seamos capaces de reconocer a Cristo en el prójimo que camina a nuestro lado, en la Sagrada Escritura y en la plegaria en común. Oremos.

Por cada uno de nosotros para que nos comprometamos con generosidad en la promoción del bien común. Oremos.

Quien lo desee, puede agregar intenciones.
Después, quien anima la oración, dice: Concluyamos nuestra celebración en familia, diciendo juntos la oración que Jesús enseñó a los apóstoles: Padre nuestro que estás en el cielo…

G: Oremos.
Dios y Padre nuestro,
que constituiste a tu Hijo,
Camino, Verdad y Vida;
haz que siempre podamos permanecer unidos
a Jesús que vive resucitado contigo
por los siglos de los siglos.
Y todos responden: Amén.

Pedimos a Dios su bendición
Quien anima la oración, invocando la bendición de Dios, y santiguándose, dice:
El Señor nos bendiga,
nos defienda de todo mal
y nos lleve a la Vida eterna.
Y todos responden: Amén.

O bien:
Que nos bendiga y nos custodie
el Señor omnipotente y misericordioso,
el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Y todos responden: Amén.

Rezamos juntos a María
Una vez que se ha pedido la bendición de Dios, los invitamos a rezarle a nuestra Madre, la Virgen de Luján, cuya fiesta celebramos el 8 de mayo, pidiéndole por nuestro país, especialmente por aquellos que están sufriendo a causa de la pandemia.
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia,
vida, dulzura y esperanza nuestra.
Dios te salve.
A Ti clamamos los desterrados hijos de Eva,
a Ti suspiramos, gimiendo y llorando
en este valle de lágrimas.
Ea, pues, Señora Abogada Nuestra,
vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos,
y después de este destierro,
muéstranos a Jesús,
fruto bendito de tu vientre.
Oh, clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María.
Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios,
para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.
Amén



Una vez que se ha pedido la bendición de Dios, la familia puede realizar alguna de las siguientes oraciones, preparadas especialmente para este tiempo de pandemia.

Invocación del Papa Francisco a San José

Protege, Santo Custodio, este país nuestro.
Ilumina a los responsables del bien común,
para que ellos sepan - como tú - cuidar a las personas
a quienes se les confía su responsabilidad.
Da la inteligencia de la ciencia a quienes buscan los medios adecuados para la salud
y el bienestar físico de los hermanos.
Apoya a quienes se sacrifican por los necesitados: l
os voluntarios, enfermeros, médicos,
que están a la vanguardia del tratamiento de los enfermos,
incluso a costa de su propia seguridad.
Bendice, San José, la Iglesia:
a partir de sus ministros, conviértela en un signo e instrumento de tu luz y tu bondad.
Acompaña, San José, a las familias:
con tu silencio de oración, construye armonía entre padres e hijos,
 especialmente en los más pequeños.
Preserva a los ancianos de la soledad:
asegura que ninguno sea dejado en la desesperación
por el abandono y el desánimo.
Consuela a los más frágiles,
alienta a los que flaquean, intercede por los pobres.
Con la Virgen Madre, suplica al Señor
que libere al mundo de cualquier forma de pandemia.
Amén.

Invocación a la protección de
San José Gabriel del Rosario Brochero

Señor, de quien procede todo don perfecto,
Tú esclareciste a San José Gabriel del Rosario,
por su celo misionero, su predicación evangélica
y su vida pobre y entregada;
concede con su intercesión, la gracia que te pedimos:
por su entrega en la asistencia de los enfermos y moribundos
de la epidemia de cólera que azotó a la ciudad de Córdoba,
te pedimos por nuestra Patria y el mundo entero,
líbranos de la actual pandemia y de todo mal.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén

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