Para hacer oración familiar, dejamos todos previsto: apagamos los celulares y la pantalla, sin prisa por la comida, generamos un ambiente de silencio, etc. De este modo seremos una Iglesia en el hogar.
Se reúne la familia en una sala de la casa en torno una mesa, cubierta con un mantel morado o blanco, colocamos un crucifijo, una imagen de la Sagrada Familia o de la Virgen María, y en el centro la Biblia junto a una vela encendida. Los padres, o uno de ellos, son los responsables de guiar a los hijos en este momento de oración para entrar en alabanza y diálogo con Dios.
1. + Señal de la cruz
2. Ven, Espíritu Santo. Ven, dulce huésped del
alma, que llenaste de gracia a María Santísima para que sea la Madre de nuestro
Redentor, ven a obrar ese milagro en nuestras almas para recibir a Cristo
Jesús, nuestro Salvador. Amén.
3 .En presencia de Dios, pedimos perdón:
· Señor, ten
misericordia de nosotros.
(Respondemos) Porque hemos pecado contra ti.
· Muéstranos, Señor, tu
misericordia. (Respondemos)
Y danos tu salvación.
4 .Proclamamos el evangelio de Jesucristo según san
Juan 19, 25-27
Catequesis para mayores de 12 años
Corría el mes de mayo
de 1630 cuando la milagrosa imagen de la Virgen de Luján llegó a la Argentina.
Antonio Farías Sáa
vivía en Santiago del Estero y quería colocar en su estancia una capilla para
la Virgen. Le pidió a un amigo que vivía en Brasil que le enviara una imagen
que representara la Inmaculada Concepción de María. El amigo le envió dos, la
que le había encargado y otra de la Virgen con el Niño Jesús. Cuando llegaron,
fueron colocadas en una carreta y partieron en una caravana rumbo a Santiago
del Estero.
La caravana se detuvo
a orillas del río Luján a 67 kilómetros de Buenos Aire. Al llegar el otro día
los carreteros iban a proseguir con el viaje, pero la carreta que llevaba la
imagen no se movía. Entonces retiraron una imagen y no se movió, la subieron y
bajaron la otra, y la carreta marcho normalmente. En ese instante los hombres
comprendieron que estaba ocurriendo algo milagroso. La noticia corrió por toda
la región, y se enteraron hasta en Buenos Aires. Las personas empezaron a
viajar al lugar, entonces don Rosendo construyó una pequeña capilla en su
estancia.
El Negro Manuel fue
quien dedicó toda su vida, desde que llegó a la Argentina, a cuidar a la Virgen
de Luján. Fue traído de África y vendido como esclavo en Brasil. Llego al Río
de la Plata en la embarcación en donde venía la bendita imagen. Manuel
realizaba curas milagrosas con el sebo de las velas de la capilla y relataba a
los peregrinos los viajes de la Santa Virgen, que salía de noche para dar
consuelo a los afligidos. Guardaba los abrojos se desprendían del vestido de la
Virgen para hacer curaciones.
Doña Ana Mattos
trasladó dos veces la imagen de la Virgen desde la emita a una capilla en su
casa, pero lo imagen de María desparecía y volvía a su lugar original.
Finalmente, la Virgen fue trasladada en una devota peregrinación y en compañía
de Manuel. Desde ese momento la imagen no retornó más a su antigua capilla.
Doña Ana donó el terreno donde tiempo después se construyó la hermosa Basílica
de Luján en 1763. El lugar empezó a poblarse con los devotos de la Virgen. Se
autorizó el culto público a la "Pura y Limpia Concepción del Río
Luján".
El padre Pedro de
Montalbo, el primer capellán, estaba muy enfermo y fue curado milagrosamente
por la Virgen. Lo mismo le ocurrió al padre Jorge María Salvaire que estaba
gravemente herido y fue sanado por nuestra Madre.
En 1871 se realizó la
primera peregrinación general al Santuario de Luján, desde entonces millones de
personas concurren cada año. En el año 1872, el Arzobispo de Buenos Aires,
Monseñor Federico Aneiros, entregó la custodia del templo a los Padres
Lazaristas. Actualmente está a cargo de la Arquidiócesis de Mercedes-Luján. La
Basílica de Luján es de estilo gótico y es el Santuario de nuestra Reina
coronada en 1887.
Homilía de Cardenal
Jorge Mario Bergoglio (Papa Francisco) en Luján 2012.
“Hoy terminamos esta
peregrinación a la Casa de la Virgen y como hacemos en cada visita, nos
quedamos en silencio ante su Imagen… Tenemos esta necesidad de rezar y contarle
a nuestra Madre todo lo que compartimos en nuestra vida. Ahora, al escuchar el
Evangelio que nos cuenta ese momento sagrado en el que Jesús nos deja a su
Madre para que nos proteja, miramos la cruz y nos aferramos a su compañía, la
compañía de la Virgen y la de Jesús. Nuestros caminos están protegidos por
ellos dos. ¡Nuestra fe está en ellos, nuestra fe está aquí, esta es la Casa de
la fe de nuestra Patria! Por eso ahora rezamos y sentimos como late nuestro
corazón porque estamos en la Casa de nuestra Madre, en la Casa de la fe de
nuestra Patria.
Cuánto bien nos hace
venir a Luján para aprender a ser buenos hijos, buenos hermanos, que se ocupan
por el bien de los otros. Por eso aquí hacemos este pedido para todos nosotros,
para toda nuestra Patria. Es el mejor lugar para hacerlo… Que a nadie le falte
esa actitud del corazón, la de tener que aprender cada día a ser más justos en
la vida. Que se nos enseñe dónde habrá que poner una mirada más abierta y disponible,
menos egoísta o interesada, que se nos enseñe a que no hagamos la nuestra, a
que no se diga de cada uno de nosotros: “Este hace la suya”, sino hacer una
mirada, una gran mirada que nos haga hermanos, que nos preocupemos siempre por
los demás.
Y de esta manera, con
Jesús y con su Madre, es como podemos trabajar por la justicia. Porque cuando
nos reconocemos hijos y hermanos, es cuando en nuestro corazón nace esa actitud
generosa por la vida y es cuando buscamos lo mejor y más grande para los otros.
Jesús en la Cruz nos entrega su vida y le pide a la Virgen que nos cuide. Jesús
llegó a la Cruz para que ese gesto fuera reconciliador, hablara de justicia a
todos. ¡Él nos hizo justos, Él nos justificó con su vida, con su muerte y su
resurrección! ¡Y si hoy podemos tener la frente alta, la frente de ser
bautizados, la frente de decir “somos hijos de Dios” es porque Él nos
justificó, Él nos hizo justos, Él no se miró así mismo sino que nos miró a
nosotros! Hagamos lo mismo: miremos a los demás y ayudémonos a crecer por la
justicia. A la Virgen le pedimos fuerza para trabajar por la justicia. Le
pedimos serenidad cuando haya dificultades. Le pedimos que seamos hermanos para
poder compartir el camino. Y le pedimos a ella, que es Madre, que no nos falte
el silencio de la oración: no vamos a poder ser justos si no lo rezamos, que no
vamos a poder ser justos si no lo pedimos. Por eso le pedimos que no nos falte
el silencio de la oración y las ganas de peregrinar para ofrecer la vida por
los otros. Que ella nos conceda ésta gracia.”
Catequesis para menores de 12 años
· Se proclama el
evangelio y se ayuda a los niños a recomponer el relato, buscando los detalles.
· Se explica desde las
ideas centrales de la catequesis de adultos (el texto anterior).
· Reflexionamos las
palabras: «Aquí tienes a tu madre.»
· En silencio meditamos
con el corazón el significado de estas palabras y las compartimos.
Oración: Ángel de mi guarda,
dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día. No me dejes solo que me
perdería. Hasta que alcance los brazos de Jesús, María y José.
5. Cada uno de
la familia dice una acción de gracias.
Dios Padre, te damos gracias por … .
6. Ahora, cada
uno hace una petición.
Dios misericordioso, te pedimos por ... .
7.
Presentación de las ofrendas. En la Pascua, Jesús se ofrece como cordero
sacrificado al Padre por nosotros. Ahora nosotros, unidos a Cristo, también
podemos hacernos Eucaristía. En este momento, cada uno de la familia, dice cuál
es la ofrenda que le presenta a Dios. Ejemplos: ayudar en la cocina o con la
limpieza, estudiar, no molestar, rezar alguna oración, llamara a alguien para
saludarlo, hacer un pequeño sacrificio, servir a un hermano o cónyuge, etc..
8. Oramos como
Jesús nos enseñó:
Padre nuestro…
9. Nos damos
la Paz del Señor, como gesto de amor.
10. Oramos a
nuestra Madre:
Dios te salve María…
11. Comunión
espiritual:
Creo, Jesús mío, que estás en el Santísimo
Sacramento; te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Ya que
ahora no puedo hacerlo sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi
corazón. (breve silencio).
Y ahora, como si ya te hubiese recibido, te abrazo
y me uno todo a Ti. No permitas, Señor, que jamás me separe de ti.
12. Oremos: Señor y Dios nuestro, mira a tu pueblo
que peregrina en Argentina, y por la intercesión de la santísima Virgen María,
en su advocación de Nuestra Señora de Luján, concédele tu ayuda en la vida
presente y la salvación eterna en el cielo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu
Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por
los siglos de los siglos. Amén Sagrada Familia de Nazaret: Ruega por nosotros.
13. Los padres
se bendicen entre ellos y bendicen a los hijos, haciendo una cruz en la frente.
Nos hacemos la Señal de la cruz diciendo: + El Señor nos bendiga, nos guarde de
todo mal y nos lleve a la Vida eterna. Amen.
Oración a Nuestra Señora de Luján
Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra.
Nuestra Señora de Luján, Patrona de nuestra Patria; hoy alzamos nuestros ojos y
nuestros brazos hacia tí... Madre de la Esperanza, de los pobres y de los
peregrinos, escúchanos... Hoy te pedimos por Argentina, por nuestro pueblo.
Ilumina nuestra patria con el sol de justicia, con la luz de una mañana nueva,
que es la luz de Jesús. Enciende el fuego nuevo del amor entre hermanos. Unidos
estamos bajo la celeste y blanca de nuestra bandera, y los colores de tu manto,
para contarte que: hoy falta el pan material en muchas, muchas casas, pero
también falta el pan de la verdad y la justicia en muchas mentes. Falta el pan
del amor entre hermanos y falta el pan de Jesús en los corazones. Te pedimos
madre, que extingas el odio, que ahogues las ambiciones desmedidas, que
arranques el ansia febril de solamente los bienes materiales y derrama sobre
nuestro suelo, la semilla de la humildad, de la comprensión. Ahoga la mala
hierba de la soberbia, que ningún Caín pueda plantar su tienda sobre nuestro
suelo, pero tampoco que ningún Abel inocente bañe con su sangre nuestras
calles. Haz madre que comprendamos que somos hermanos, nacidos bajo un mismo
cielo, y bajo una misma bandera. Que sufrimos todos juntos las mismas penas y
las mismas alegrías. Ilumina nuestra esperanza, alivia nuestra pobreza material
y espiritual y que tomados de tu mano digamos más fuerte que nunca: ¡Argentina!
¡Argentina, canta y camina!
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