viernes, 8 de mayo de 2020

Para rezar en familia 8 de mayo de 2020


Para hacer oración familiar, dejamos todos previsto: apagamos los celulares y la pantalla, sin prisa por la comida, generamos un ambiente de silencio, etc. De este modo seremos una Iglesia en el hogar.

Se reúne la familia en una sala de la casa en torno una mesa, cubierta con un mantel morado o blanco, colocamos un crucifijo, una imagen de la Sagrada Familia o de la Virgen María, y en el centro la Biblia junto a una vela encendida. Los padres, o uno de ellos, son los responsables de guiar a los hijos en este momento de oración para entrar en alabanza y diálogo con Dios.



1. + Señal de la cruz

2. Ven, Espíritu Santo. Ven, dulce huésped del alma, que llenaste de gracia a María Santísima para que sea la Madre de nuestro Redentor, ven a obrar ese milagro en nuestras almas para recibir a Cristo Jesús, nuestro Salvador. Amén.

3 .En presencia de Dios, pedimos perdón:
· Señor, ten misericordia de nosotros.
(Respondemos) Porque hemos pecado contra ti.

· Muéstranos, Señor, tu misericordia. (Respondemos)
Y danos tu salvación.

4 .Proclamamos el evangelio de Jesucristo según san Juan 19, 25-27


Catequesis para mayores de 12 años
Corría el mes de mayo de 1630 cuando la milagrosa imagen de la Virgen de Luján llegó a la Argentina.
Antonio Farías Sáa vivía en Santiago del Estero y quería colocar en su estancia una capilla para la Virgen. Le pidió a un amigo que vivía en Brasil que le enviara una imagen que representara la Inmaculada Concepción de María. El amigo le envió dos, la que le había encargado y otra de la Virgen con el Niño Jesús. Cuando llegaron, fueron colocadas en una carreta y partieron en una caravana rumbo a Santiago del Estero.
La caravana se detuvo a orillas del río Luján a 67 kilómetros de Buenos Aire. Al llegar el otro día los carreteros iban a proseguir con el viaje, pero la carreta que llevaba la imagen no se movía. Entonces retiraron una imagen y no se movió, la subieron y bajaron la otra, y la carreta marcho normalmente. En ese instante los hombres comprendieron que estaba ocurriendo algo milagroso. La noticia corrió por toda la región, y se enteraron hasta en Buenos Aires. Las personas empezaron a viajar al lugar, entonces don Rosendo construyó una pequeña capilla en su estancia.
El Negro Manuel fue quien dedicó toda su vida, desde que llegó a la Argentina, a cuidar a la Virgen de Luján. Fue traído de África y vendido como esclavo en Brasil. Llego al Río de la Plata en la embarcación en donde venía la bendita imagen. Manuel realizaba curas milagrosas con el sebo de las velas de la capilla y relataba a los peregrinos los viajes de la Santa Virgen, que salía de noche para dar consuelo a los afligidos. Guardaba los abrojos se desprendían del vestido de la Virgen para hacer curaciones.
Doña Ana Mattos trasladó dos veces la imagen de la Virgen desde la emita a una capilla en su casa, pero lo imagen de María desparecía y volvía a su lugar original. Finalmente, la Virgen fue trasladada en una devota peregrinación y en compañía de Manuel. Desde ese momento la imagen no retornó más a su antigua capilla. Doña Ana donó el terreno donde tiempo después se construyó la hermosa Basílica de Luján en 1763. El lugar empezó a poblarse con los devotos de la Virgen. Se autorizó el culto público a la "Pura y Limpia Concepción del Río Luján".
El padre Pedro de Montalbo, el primer capellán, estaba muy enfermo y fue curado milagrosamente por la Virgen. Lo mismo le ocurrió al padre Jorge María Salvaire que estaba gravemente herido y fue sanado por nuestra Madre.
En 1871 se realizó la primera peregrinación general al Santuario de Luján, desde entonces millones de personas concurren cada año. En el año 1872, el Arzobispo de Buenos Aires, Monseñor Federico Aneiros, entregó la custodia del templo a los Padres Lazaristas. Actualmente está a cargo de la Arquidiócesis de Mercedes-Luján. La Basílica de Luján es de estilo gótico y es el Santuario de nuestra Reina coronada en 1887.
Homilía de Cardenal Jorge Mario Bergoglio (Papa Francisco) en Luján 2012.
“Hoy terminamos esta peregrinación a la Casa de la Virgen y como hacemos en cada visita, nos quedamos en silencio ante su Imagen… Tenemos esta necesidad de rezar y contarle a nuestra Madre todo lo que compartimos en nuestra vida. Ahora, al escuchar el Evangelio que nos cuenta ese momento sagrado en el que Jesús nos deja a su Madre para que nos proteja, miramos la cruz y nos aferramos a su compañía, la compañía de la Virgen y la de Jesús. Nuestros caminos están protegidos por ellos dos. ¡Nuestra fe está en ellos, nuestra fe está aquí, esta es la Casa de la fe de nuestra Patria! Por eso ahora rezamos y sentimos como late nuestro corazón porque estamos en la Casa de nuestra Madre, en la Casa de la fe de nuestra Patria.
Cuánto bien nos hace venir a Luján para aprender a ser buenos hijos, buenos hermanos, que se ocupan por el bien de los otros. Por eso aquí hacemos este pedido para todos nosotros, para toda nuestra Patria. Es el mejor lugar para hacerlo… Que a nadie le falte esa actitud del corazón, la de tener que aprender cada día a ser más justos en la vida. Que se nos enseñe dónde habrá que poner una mirada más abierta y disponible, menos egoísta o interesada, que se nos enseñe a que no hagamos la nuestra, a que no se diga de cada uno de nosotros: “Este hace la suya”, sino hacer una mirada, una gran mirada que nos haga hermanos, que nos preocupemos siempre por los demás.
Y de esta manera, con Jesús y con su Madre, es como podemos trabajar por la justicia. Porque cuando nos reconocemos hijos y hermanos, es cuando en nuestro corazón nace esa actitud generosa por la vida y es cuando buscamos lo mejor y más grande para los otros. Jesús en la Cruz nos entrega su vida y le pide a la Virgen que nos cuide. Jesús llegó a la Cruz para que ese gesto fuera reconciliador, hablara de justicia a todos. ¡Él nos hizo justos, Él nos justificó con su vida, con su muerte y su resurrección! ¡Y si hoy podemos tener la frente alta, la frente de ser bautizados, la frente de decir “somos hijos de Dios” es porque Él nos justificó, Él nos hizo justos, Él no se miró así mismo sino que nos miró a nosotros! Hagamos lo mismo: miremos a los demás y ayudémonos a crecer por la justicia. A la Virgen le pedimos fuerza para trabajar por la justicia. Le pedimos serenidad cuando haya dificultades. Le pedimos que seamos hermanos para poder compartir el camino. Y le pedimos a ella, que es Madre, que no nos falte el silencio de la oración: no vamos a poder ser justos si no lo rezamos, que no vamos a poder ser justos si no lo pedimos. Por eso le pedimos que no nos falte el silencio de la oración y las ganas de peregrinar para ofrecer la vida por los otros. Que ella nos conceda ésta gracia.”

Catequesis para menores de 12 años
· Se proclama el evangelio y se ayuda a los niños a recomponer el relato, buscando los detalles.
· Se explica desde las ideas centrales de la catequesis de adultos (el texto anterior).
· Reflexionamos las palabras: «Aquí tienes a tu madre.»
· En silencio meditamos con el corazón el significado de estas palabras y las compartimos.

Oración: Ángel de mi guarda, dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día. No me dejes solo que me perdería. Hasta que alcance los brazos de Jesús, María y José.

5. Cada uno de la familia dice una acción de gracias.
Dios Padre, te damos gracias por … .

6. Ahora, cada uno hace una petición.
Dios misericordioso, te pedimos por ... .

7. Presentación de las ofrendas. En la Pascua, Jesús se ofrece como cordero sacrificado al Padre por nosotros. Ahora nosotros, unidos a Cristo, también podemos hacernos Eucaristía. En este momento, cada uno de la familia, dice cuál es la ofrenda que le presenta a Dios. Ejemplos: ayudar en la cocina o con la limpieza, estudiar, no molestar, rezar alguna oración, llamara a alguien para saludarlo, hacer un pequeño sacrificio, servir a un hermano o cónyuge, etc..

8. Oramos como Jesús nos enseñó:
Padre nuestro…

9. Nos damos la Paz del Señor, como gesto de amor.

10. Oramos a nuestra Madre:
Dios te salve María…

11. Comunión espiritual:
Creo, Jesús mío, que estás en el Santísimo Sacramento; te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Ya que ahora no puedo hacerlo sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. (breve silencio).
Y ahora, como si ya te hubiese recibido, te abrazo y me uno todo a Ti. No permitas, Señor, que jamás me separe de ti.

12. Oremos: Señor y Dios nuestro, mira a tu pueblo que peregrina en Argentina, y por la intercesión de la santísima Virgen María, en su advocación de Nuestra Señora de Luján, concédele tu ayuda en la vida presente y la salvación eterna en el cielo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén Sagrada Familia de Nazaret: Ruega por nosotros.

13. Los padres se bendicen entre ellos y bendicen a los hijos, haciendo una cruz en la frente. Nos hacemos la Señal de la cruz diciendo: + El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la Vida eterna. Amen.

Oración a Nuestra Señora de Luján
Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra. Nuestra Señora de Luján, Patrona de nuestra Patria; hoy alzamos nuestros ojos y nuestros brazos hacia tí... Madre de la Esperanza, de los pobres y de los peregrinos, escúchanos... Hoy te pedimos por Argentina, por nuestro pueblo. Ilumina nuestra patria con el sol de justicia, con la luz de una mañana nueva, que es la luz de Jesús. Enciende el fuego nuevo del amor entre hermanos. Unidos estamos bajo la celeste y blanca de nuestra bandera, y los colores de tu manto, para contarte que: hoy falta el pan material en muchas, muchas casas, pero también falta el pan de la verdad y la justicia en muchas mentes. Falta el pan del amor entre hermanos y falta el pan de Jesús en los corazones. Te pedimos madre, que extingas el odio, que ahogues las ambiciones desmedidas, que arranques el ansia febril de solamente los bienes materiales y derrama sobre nuestro suelo, la semilla de la humildad, de la comprensión. Ahoga la mala hierba de la soberbia, que ningún Caín pueda plantar su tienda sobre nuestro suelo, pero tampoco que ningún Abel inocente bañe con su sangre nuestras calles. Haz madre que comprendamos que somos hermanos, nacidos bajo un mismo cielo, y bajo una misma bandera. Que sufrimos todos juntos las mismas penas y las mismas alegrías. Ilumina nuestra esperanza, alivia nuestra pobreza material y espiritual y que tomados de tu mano digamos más fuerte que nunca: ¡Argentina! ¡Argentina, canta y camina!

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