Jueves de la cuarta semana de Pascua
LOS DONES DEL ESPÍRITU SANTO
Y reposará sobre él el
espíritu del Señor; espíritu de sabiduría y de entendimiento, espíritu de
consejo y de fortaleza, espíritu de ciencia y de piedad, y le llenará el
espíritu del temor de Dios (Is 11, 2).
Los dones son unas
perfecciones del hombre con las cuales se dispone a moverse prontamente a
impulso de la inspiración divina para obrar de una manera sobrehumana:
1º) En el conocimiento
de las cosas necesarias y eternas, el espíritu humano procede por modo humano
citando es perfeccionado por la virtud, es decir, el entendimiento, que es el
hábito de los primeros principios, o por la fe, que es la contemplación de las
cosas divinas como en un espejo. Pero que sean aprehendidas las cosas
espirituales, como en su verdad desnuda, excede a la capacidad humana, y esto
lo hace el don de entendimiento, que ilustra la mente sobre las cosas oídas por
la fe.
2º) Es un
procedimiento humano que el hombre juzgue y ordene las cosas inferiores por la
consideración de los primeros principios y de las causas altísimas. Esto se
hace por la sabiduría, que es una virtud intelectual. Pero que el hombre se una
a esas causas supremas y que sea transformado a semejanza de ellas por el modo
según el cual el que se allega al Señor, un espíritu es (1 Cor 6, 17), y que de
ese modo, como de lo más profundo de sí mismo, juzgue las demás cosas y ordene,
no sólo lo cognoscible, sino también las acciones y pasiones humanas, esto
supera los procedimientos humanos, y se hace por el don de sabiduría.
3º) Para obrar es
menester consejo. El modo humano es proceder inquiriendo y conjeturando según
lo que suele acaecer de ordinario, y esto se obtiene por la eubolia, que es el
buen consejo. Pero que el hombre reciba lo que ha de hacer, como enseñado con
certeza por el Espíritu Santo, supera al modo humano, y esto lo hace el don de
consejo.
4º) Para la ejecución
el procedimiento humano consiste en que el hombre se forme un juicio de las
cosas que suelen ocurrir con frecuencia según el resultado del consejo, y luego
imponga el orden de ese juicio a los inferiores, lo cual se hace .por la
prudencia. Pero que el hombre juzgue con certeza sobre lo que debe obrar, es
cosa que está sobre su capacidad, y esto se hace por el don de ciencia.
5º) Para los actos que
regulan nuestras relaciones con los demás, están, según el modo humano, la
justicia, la liberalidad, etc. Pero cuando en estas relaciones, uno no se
inspira ni por el bien personal, ni el de otro, ni da a otro lo que se le debe
o cuanto le conviene, sino que da en cuanto es acepto a Dios, el bien divino
que resplandece en sí mismo o en el prójimo, esto está más allá de los
procedimientos humanos y se hace por el don de piedad.
6º) En el gobierno de
las pasiones del irascible, se toma humanamente por medida o regla el bien de
la razón. Que el hombre, midiendo las propias fuerzas, se extienda a acciones
arduas de virtud según la medida de aquéllas, corresponde a la magnanimidad. La
virtud de la fortaleza enseña a acometer o huir males inminentes según la
medida de sus fuerzas. La mansedumbre hace que el hombre no se vengue más allá
de lo que pide la gravedad de la ofensa y el orden del derecho. Pero que el
hombre tome por medida en todas esas cosas la virtud divina, para emprender
obras de virtud con relación a las cuales sabe que no se basta con sus propias
fuerzas, que no terna los peligros 102 que exceden a esas fuerzas, confiado en
la ayuda divina, y que no solamente no exija venganza por las injurias
recibidas, antes bien se gloríe en ellas, poniendo sus miras en la recompensa,
son cosas sobrehumanas; esto se hace por el don de fortaleza.
7º) En las pasiones
del apetito concupiscible nos dirigimos, según el modo humano, al bien de la
razón, esto es, a que el hombre se aficione a los bienes temporales en cuanto
necesita de ellos, lo cual se obtiene por la templanza. Pero que el hombre por
reverencia a la divina majestad considere todas esas cosas como estiércol, es
también cosa sobrehumana, y esto lo hace por el don del temor de Dios.
(3. Dist., 34, q. I,
a. 2)
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