viernes, 29 de mayo de 2020

Meditaciones del tiempo pascual con textos de Santo Tomás de Aquino 48


Viernes de la séptima semana de Pascua

EL ESPÍRITU SANTO NO SE DA AL MUNDO


A quien no puede recibir el mundo, porque ni lo ve, ni lo conoce (Jn 14, 17).

I. El Señor llama aquí mundo a los amadores del mundo. Éstos, mientras aman al mundo, no pueden recibir al Espíritu Santo, que es amor de Dios. Nadie puede amar a Dios y al mundo con un amor que les considere como un fin, como dice San Juan: Si alguno ama al mundo, la caridad del Padre no está en él (1 Jn 2, 15). Pues dice San Gregorio: "El Espíritu Santo inflama todo lo que llena en el deseo de las cosas invisibles." Y porque los corazones mundanos solamente aman las cosas visibles, el mundo no recibe a aquél, pues no se mueve a amar lo invisible. Ciertamente, cuanto más se dilatan hacia afuera los corazones mundanos en sus deseos, más se estrechan para recibir al Espíritu Santo.

II. Cristo da la razón por la cual el Espíritu Santo no se da al mundo, cuando dice: Porque ni lo ve, ni lo conoce. Pues los dones espirituales no se dan si no son deseados. La divina sabiduría toma la delantera a los que la codician (Sab 6, 14). Pero los dones no son deseados si no son conocidos de algún modo.


No son conocidos por dos motivos: en primer lugar, porque el hombre no se aplica a conocerlos; en segundo lugar, porque uno es incapaz de ese conocimiento. Los mundanos no poseen ninguna de estas dos cosas.

Primero, porque no tienen voluntad para desearlos. Y en cuanto a esto, dice: Porque no lo ve, es decir, no dirige su intención a conocerlo. Resolvieron fijar en tierra sus ojos (Sal 16, 11).

Segundo, tampoco pueden conocerlos. Por eso agrega: Ni lo conoce. Pues, como dice San Agustín, el amor mundano no posee ojos invisibles, por los cuales el Espíritu Santo no puede ser visto sino invisiblemente. El hombre animal no percibe aquellas cosas que son del Espíritu de Dios (1 Cor 2, 14). Así como la lengua infectada no siente el buen sabor a causa de la corrupción del humor, del mismo modo el alma infectada por la corrupción del mundo, no gusta la dulzura de las cosas celestiales.

III. Mas vosotros lo conoceréis, porque morará en vosotros, y estará en vosotros (Jn 14, 17). Aquí enseña a quiénes se da el Espíritu Santo, es decir, a los fieles. De ahí estas palabras: Mas vosotros, que sois movidos por el Espíritu Santo, lo conoceréis. El Apóstol dice a los Corintios: Nosotros no hemos recibido el espíritu de este mundo, sino el Espíritu que es de Dios (2 Cor 2, 12). Y esto, porque despreciáis al mundo: No atendiendo nosotros a las cosas que se ven, sino a las que no se ven (2 Cor 4, 18).

La razón es: porque permanecerá en vosotros. Donde advierte primero la familiaridad del Espíritu Santo para con los apóstoles, porque permanecerá en vosotros, esto es, para vuestra utilidad; y segundo, una permanencia íntima del mismo Espíritu, porque estará en vosotros, esto es, en lo íntimo de nuestro corazón.
(In Joan., XVI).

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