sábado, 23 de mayo de 2020

Meditaciones del tiempo pascual con textos de Santo Tomás de Aquino 42


Sábado de la sexta semana de Pascua

LA ASCENSIÓN DE CRISTO
ES CAUSA DE NUESTRA SALVACIÓN


Conviene a vosotros que yo me vaya (Jn 16, 7).

La ascensión de Cristo es causa de nuestra salvación de dos modos, por parte nuestra y por parte de él.

I. Por parte nuestra, en cuanto que por la ascensión de Cristo nuestro espíritu se mueve hacia él, pues por ella se da lugar a la fe, a la esperanza y a la caridad, y además se acrecienta con ello nuestra reverencia hacia él, dado que no lo consideramos ya como un hombre terreno, sino como Dios celestial; según dice también el Apóstol: Si conocimos a Cristo según la carne (2 Cor 5, 16), es decir, mortal, por lo que le juzgamos sólo como hombre, mas ya ahora no le conocemos.


II. Por parte suya, en cuanto a las cosas que él hizo, ascendiendo para nuestra salvación:

1º) Nos preparó, efectivamente, el camino para subir al cielo, como él mismo dice: Voy a aparejaros el lugar (Jn 14, 2). Y en Miqueas se lee: Subirá delante de ellos el que les abrirá el camino (2, 13). Pues siendo él nuestra cabeza, es necesario que los miembros sigan allí hacia donde fue la cabeza. Por eso se dice: Para que en donde yo estoy, estéis también vosotros (Jn 14, 3). Y en prueba de ello, llevó al cielo las almas de los santos que había sacado del infierno, según aquello: Cuando él (Cristo) subió a lo alto; llevó cautiva la cautividad* (Ef IV, 8), esto es, porque condujo consigo al cielo, como a lugar extraño a la naturaleza humana, a los que habían sido retenidos cautivos por el diablo, habiéndolos conquistado de la manera más gloriosa por la victoria que reportó sobre el enemigo.

2º) Porque así como el pontífice en el Antiguo Testamento entraba en el santuario para pedir a Dios por el pueblo, así también Cristo entró en el cielo para interceder por nosotros (Hebr 7, 25). Pues su misma presentación de la naturaleza humana que llevó consigo al cielo, es ya una intercesión por nosotros; pues por lo mismo que Dios exaltó de ese modo la naturaleza humana en Cristo, también se compadecería de aquéllos por los que el Hijo de Dios tomó la naturaleza humana.

3º) A fin de que, constituido como Dios y Señor sobre su trono celestial, derramase desde allí sobre los hombres los dones divinos, según aquello del Apóstol: Subió sobre todos los cielos, para llenar todas las cosas (Ef 4, 10), esto es, con sus dones.

La pasión de Cristo es causa de nuestra ascensión al ciclo, propiamente hablando, por la remoción del pecado, que nos impide ir allí, y por modo de mérito; pero la ascensión de Cristo es directamente la causa de nuestra ascensión, Como incoada en nuestra cabeza, a la que es necesario que se unan los demás miembros.
Cristo, al subir una vez al cielo, adquirió perpetuamente para sí y para nosotros el derecho y la dignidad de la mansión celestial; dignidad que, sin embargo, no deroga, si por alguna disposición desciende Cristo alguna vez corporalmente a la tierra, ya para manifestarse a todos, como en el juicio, ya para manifestarse especialmente a alguno, como a San Pablo.
(3ª, q. LVII, a. 6)

Nota:
* El Apóstol cita esas palabras del Salmo 67, 17.


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