CONGREGACIÓN
PARA EL CULTO DIVINO
Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS
Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS
COMENTARIO DEL PREFECTO AL
DECRETO
La memoria de María “Madre de la Iglesia”
Por decisión
del Papa Francisco, la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina
de los Sacramentos ha ordenado la inscripción de la memoria de la
«Bienaventurada Virgen María Madre de la Iglesia» en el Calendario Romano
General, con decreto del día 11 de febrero de 2018, ciento sesenta
aniversario de la primera aparición de la Virgen en Lourdes. Se adjuntan al
decreto los respectivos textos litúrgicos, en latín, para la Misa, el Oficio
Divino y el Martirologio Romano. Las Conferencias Episcopales tendrán que
aprobar la traducción de los textos necesarios y, después de ser confirmados,
publicarlos en los libros litúrgicos de su jurisdicción.
El motivo de la celebración es descrito brevemente en el mismo
decreto, que recuerda la madurada veneración litúrgica a María tras una mejor
comprensión de su presencia «en el misterio de Cristo y de la Iglesia», como ha
explicado el capítulo viii de
la Lumen Gentium del Concilio Vaticano II. De hecho, el beato Pablo VI, al promulgar esta constitución
conciliar el 21 de noviembre de 1964, quiso conceder solemnemente a María el
título de «Madre de la Iglesia». El sentir del pueblo cristiano, en los dos mil
años de historia, había acogido, de diverso modo, el vínculo filial que une
estrechamente a los discípulos de Cristo con su Santísima Madre. De tal vínculo
da testimonio explícito el evangelista Juan, cuando habla del testamento de
Jesús muriendo en la cruz (cf. Juan 19, 26-27). Después de
haber entregado su Madre a los discípulos y éstos a la Madre, «sabiendo que ya
estaba todo cumplido», al morir Jesús «entregó su espíritu» para la vida de la
Iglesia, su cuerpo místico: pues, «del costado de Cristo dormido en la cruz
nació el sacramento admirable de la Iglesia entera» (Sacrosanctum Concilium,
n. 5).
El agua y la sangre que brotaron del corazón de Cristo en la cruz,
signo de la totalidad de su ofrenda redentora, continúan sacramentalmente dando
vida a la Iglesia mediante el Bautismo y la Eucaristía. María santísima tiene
que realizar su misión materna en esta admirable comunión, que se ha de
potenciar siempre entre el Redentor y los redimidos. Lo recuerda el texto
evangélico de Jn 19,25-34 señalado en la misa de la nueva memoria, ya indicado
—junto con las lecturas de Génesis 3 y Hechos 1—
en la misa votiva «de sancta Maria Ecclesiae Matre» aprobaba por la
Congregación para el Culto Divino en 1973, para el Año Santo de la
Reconciliación de 1975 (cf. Notitiae 1973, pp. 382-383). La
conmemoración litúrgica de la maternidad eclesial de María existía ya en las
misas votivas de la editio altera del Missale Romanum de 1975.
Después, en el pontificado de san Juan Pablo ii existía la posibilidad, concedida a las Conferencias
Episcopales, de añadir el título de «Madre de la Iglesia» a las Letanías
lauretanas (cf. Notitiae 1980, p. 159); y, con ocasión del año
mariano, la Congregación para el Culto Divino publicó otros formularios de
misas votivas con el título de María Madre e imagen de la Iglesia en la Collectio
missarum de Beata Maria Virgine. Se había aprobado también, a lo largo de
los años, la inserción de la celebración de la «Madre de la Iglesia» en el
Calendario propio de algunos países, como Polonia y Argentina, el lunes después
de Pentecostés; y había sido inscrita en otras fechas tanto en lugares
peculiares, como la Basílica de san Pedro, —donde se hizo la proclamación del
título por parte de Pablo vi—,
como también en los Propios de algunas Órdenes y Congregaciones religiosas.
El Papa Francisco, considerando la importancia del misterio de
la maternidad espiritual de María, que desde la espera del Espíritu en
Pentecostés (cf. Hechos 1,14) no ha dejado jamás de cuidar
maternalmente de la Iglesia, peregrina en el tiempo, ha establecido que, el
lunes después de Pentecostés, la memoria de María Madre de la Iglesia sea
obligatoria para toda la Iglesia de Rito Romano. Es evidente el nexo entre la
vitalidad de la Iglesia de Pentecostés y la solicitud materna de María hacia
ella. En los textos de la Misa y del Oficio, el texto de Hechos 1,
12-14 ilumina la celebración litúrgica, como también Génesis 3,
9-15.20, leído a la luz de la tipología de la nueva Eva, constituida «Mater
omnium viventium» junto a la cruz del Hijo, Redentor del mundo. Esperamos que
esta celebración, extendida a toda la Iglesia, recuerde a todos los discípulos
de Cristo que, si queremos crecer y llenarnos del amor de Dios, es necesario
fundamentar nuestra vida en tres realidades: la Cruz, la Hostia y la
Virgen–Crux, Hostia et Virgo. Estos son los tres misterios que Dios
ha dado al mundo para ordenar, fecundar, santificar nuestra vida interior y
para conducirnos hacia Jesucristo. Son tres misterios para contemplar en
silencio (R. Sarah, La fuerza del silencio, n. 57).
Robert Card. Sarah
Prefecto
Prefecto
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