2 de enero
IMPOSICIÓN DEL
NOMBRE DE JESÚS
Y después que fueron pasados los ocho días para circuncidar al niño, le
pusieron por nombre Jesús (Lc 2,21).
Como se lee en el Génesis (17), Abrahán recibió de Dios a la vez la
imposición del nombre y el mandato de la circuncisión. Por eso era costumbre
entre los judíos imponer nombres a los niños en el mismo día de la circuncisión, como si no lo tuviesen
perfecto antes de la circuncisión, del mismo modo que ahora se imponen nombres
a los niños en el bautismo.
Debe advertirse que los nombres de cada uno de los hombres se imponen
siempre por razón de alguna propiedad de aquel a quien se impone, ya por el tiempo, como se imponen los
nombres de los santos a los que nacen en las fiestas de ellos, ya por el
parentesco. Pero los nombres que Dios impone a algunos siempre significan algún
don gratuito concedido a ellos por el mismo Dios, como se dijo a Abrahán: Serás
llamado Abrahán, porque te he puesto por padre de muchas gentes (Gen 17, 5), y
también a Pedro: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia (Mt 16,
18).
Si, pues, a Cristo le fue conferido este don de la gracia para que por él se salvasen todos, con razón se le llamó
Jesús, esto es, Salvador, habiendo el Ángel anunciado de antemano ese nombre, no
solamente a la madre, sino también a José, que era su futuro padre nutricio.
Se dice en Isaías (62, 2): Y te será puesto un nombre nuevo, que el Señor
nombrará con su boca; y, sin embargo, este nombre de Jesús fue dado a muchos en
el Antiguo Testamento. Pero debemos contestar a ello que el nombre de Jesús
pudo convenir a los que habían existido antes de Cristo por otra razón; por ejemplo, porque ejecutaron alguna
obra saludable particular y temporal; pero si se considera la salvación
espiritual y universal, este nombre es propio de Cristo y en este sentido se
dice que es un nombre nuevo.
(3ª, q. XXXVII, a. 2)
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