El
jilguero y la brasita
La Cabecita Negra y la Brasita de Fuego son los dos pájaros más
lindos de nuestros campos. La Cabecita Negra no tiene nada que envidiar a una
mariposa y es muy graciosa, aunque un poco coqueta; y tiene además el trino,
que, aunque es sencillo y unítono, es tan perlado y tan gozoso que hace
recordar lo que de la Alondra escribió en inglés míster Shelley.
Como linda, lo que se llama linda, es más linda la Brasita de
Fuego; y cuando se la ve con su cuello y copete rojísimos y su manteleta negra
sobre un hilo de alambrado y en el fondo verde oscuro de los eucaliptos, parece
un rubí viviente, una alhaja real, una cosa de joyería en que se ha empleado
todo primor y todo artificio. Pero es inmóvil y arisca y tiene la belleza de
las piedras preciosas, mientras que la Cabecita Negra tiene la gracia, que es
la belleza viva, y tiene el canto, que es la inteligencia, cosas que priman
sobre el imperial vestuario de terciopelo de la otra.
– ¿Por qué tiene el pecho tan colorado, padrino?
– ¿Vos no sabés eso? Es sencillo, aunque no sé si será verdad del
todo...
Hay que saber que antiguamente la Jilguera era toda amarilla. Una
vez la Brasita convidó a la Cabecita en su casa a un diner dansant. Era su
cumpleaños y había que echar la casa por la ventana y dejar bizca a su rival.
La sentó a su derecha y la deslumbró con el lujo de su casa.
Dice Santa Teresa que estar juntas dos mujeres bonitas y
pretenciosas y no pelearse es casi como resucitar un muerto. Y aquí pasó eso,
que acabaron por pelearse sobre cualquier pretextito, sobre quién había de ser
la que trinchase la tortilla... Se calentaron de tal modo con el alegar las cabezas
que la dueña de casa llegó a decir a su invitada lo último: le dijo fea.
¡Cristo Santo, por qué lo dijo! Se armó la gorda. Alzóse iracunda
la Cabecita, enarboló la tortilla y se la plantificó a su enemiga en el pecho,
que entonces era negro, dejándolo todo rojo con el calor y la yema de huevo. Y
el pedazo que le quedaba en la mano se lo sacudió todavía por el copete.
Entonces la Brasita
hecha una furia levantó la sartén y la encasquetó en la cabecita de oro de la
fierecilla, que quedó renegrida de hollín, lo mismo que la punta de las alas
que aleteaban por escapar. Y desde entonces, una es Brasita de Fuego y la otra
Cabecita Negra.
– ¡Ay, qué mentira me contaste, padrino!
– ¿Cómo mentira? ¿Y entonces por qué es colorada, decíme vos,
chiquilla?
– Porque... porque así las hizo Dios, para que sean lindas, porque
nos quiere mucho a nosotros, y ha llenado el mundo de cosas lindas para
nosotros, sonso...
Mi hermana y ahijada Nelly, que tiene siete años y va a hacer su
primera comunión, sabe bien su catecismo...
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