martes, 21 de enero de 2020

El jilguero y la brasita - P. Leonardo Castellani


El jilguero y la brasita


La Cabecita Negra y la Brasita de Fuego son los dos pájaros más lindos de nuestros campos. La Cabecita Negra no tiene nada que envidiar a una mariposa y es muy graciosa, aunque un poco coqueta; y tiene además el trino, que, aunque es sencillo y unítono, es tan perlado y tan gozoso que hace recordar lo que de la Alondra escribió en inglés míster Shelley.

Como linda, lo que se llama linda, es más linda la Brasita de Fuego; y cuando se la ve con su cuello y copete rojísimos y su manteleta negra sobre un hilo de alambrado y en el fondo verde oscuro de los eucaliptos, parece un rubí viviente, una alhaja real, una cosa de joyería en que se ha empleado todo primor y todo artificio. Pero es inmóvil y arisca y tiene la belleza de las piedras preciosas, mientras que la Cabecita Negra tiene la gracia, que es la belleza viva, y tiene el canto, que es la inteligencia, cosas que priman sobre el imperial vestuario de terciopelo de la otra.

– ¿Por qué tiene el pecho tan colorado, padrino?


– ¿Vos no sabés eso? Es sencillo, aunque no sé si será verdad del todo...
Hay que saber que antiguamente la Jilguera era toda amarilla. Una vez la Brasita convidó a la Cabecita en su casa a un diner dansant. Era su cumpleaños y había que echar la casa por la ventana y dejar bizca a su rival. La sentó a su derecha y la deslumbró con el lujo de su casa.

Dice Santa Teresa que estar juntas dos mujeres bonitas y pretenciosas y no pelearse es casi como resucitar un muerto. Y aquí pasó eso, que acabaron por pelearse sobre cualquier pretextito, sobre quién había de ser la que trinchase la tortilla... Se calentaron de tal modo con el alegar las cabezas que la dueña de casa llegó a decir a su invitada lo último: le dijo fea.

¡Cristo Santo, por qué lo dijo! Se armó la gorda. Alzóse iracunda la Cabecita, enarboló la tortilla y se la plantificó a su enemiga en el pecho, que entonces era negro, dejándolo todo rojo con el calor y la yema de huevo. Y el pedazo que le quedaba en la mano se lo sacudió todavía por el copete.
Entonces la Brasita hecha una furia levantó la sartén y la encasquetó en la cabecita de oro de la fierecilla, que quedó renegrida de hollín, lo mismo que la punta de las alas que aleteaban por escapar. Y desde entonces, una es Brasita de Fuego y la otra Cabecita Negra.

– ¡Ay, qué mentira me contaste, padrino!

– ¿Cómo mentira? ¿Y entonces por qué es colorada, decíme vos, chiquilla?

– Porque... porque así las hizo Dios, para que sean lindas, porque nos quiere mucho a nosotros, y ha llenado el mundo de cosas lindas para nosotros, sonso...

Mi hermana y ahijada Nelly, que tiene siete años y va a hacer su primera comunión, sabe bien su catecismo...

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Vistas de página en total

contador

Free counters!