Yihadismo, no; relativismo, tampoco
El
relativismo aprovecha la sombra del yihadismo, para poner bajo sospecha de
fundamentalismo a la fe cristiana que cree en una revelación histórica y
objetiva.
A propósito de los atentados en Cataluña, como ha sucedido
cada vez que el terrorismo yihadista ha actuado dentro de las fronteras
europeas, se ha reabierto el debate sobre el influjo de la fe religiosa en la
paz mundial. He seguido con interés las diversas reflexiones que se han
publicado, y aunque no creo que la mía vaya a resultar novedosa, pretendo, al
menos, ser pedagógico en mi exposición.
En las redes sociales hemos sido
testigos, una vez más, de los ataques habituales a todo tipo de fe religiosa,
por parte del ateísmo más agresivo; quien considera que la fe en una verdad
suprema es la raíz de todo fundamentalismo y el germen de la violencia mundial.
Este ateísmo radical sostiene que el mundo sería más pacífico sin religiones,
tal y como expresaba la conocida canción “Imagine” de John Lennon: “Imagina un
mundo sin motivos para matar o morir, sin religión alguna. Imagina a todas las
gentes viviendo sus vidas en paz”.
Sin embargo, John Lennon ignoraba
que mientras él cantaba esa canción, el ateísmo estaba siendo la bandera más
utilizada en el siglo XX para justificar el exterminio de millones de personas
en el mundo entero. En efecto, la consideración de la fe religiosa como “opio
del pueblo”, llevó a un holocausto de multitud de inocentes…
Sin embargo, tampoco sería
equilibrado afirmar que el ateísmo haya sido la causa de la violencia mundial.
En realidad, tanto la fe como el ateísmo no han sido sino un mero pretexto para
el ejercicio de la violencia. Matar en nombre de un dios, en nombre de la
revolución, o en nombre de la libertad, además de un asesinato, es una mentira.
Una mentira que busca dignificarse encubriéndose en supuestos ideales, de los
que en realidad carece. La verdad resulta ser bien distinta: detrás de la
violencia se esconde un odio que suele tener su raíz en las inseguridades y los
miedos del violento, además de en su falta de sensibilidad hacia el prójimo.
Pero en los círculos intelectuales
que marcan la línea de pensamiento en nuestro entorno cultural europeo, la
reacción más habitual no es la del ateísmo radical, sino la del relativismo.
Los “Charlie Hebdo” de turno (que también entre nosotros tienen sus emuladores)
no dejan de ser un grupo social marginal. Por el contrario, el relativismo es
cuasi omnipresente, y pretende hacer una reinterpretación del hecho religioso,
afirmando que todas las religiones son iguales, y que su único valor objetivo
está en el bien subjetivo que puedan ofrecer a sus adeptos.
¿En qué se traduce esto en lo que al
cristianismo se refiere? Las repercusiones son muy concretas: El Evangelio no
debiera de ser predicado ni acogido como la revelación de Dios en Jesucristo,
sino solamente como unos principios inspiradores que ayuden a humanizarnos; es
decir, a ser mejores personas. Jesucristo no habría pretendido fundar la
Iglesia, sino que su intención habría sido simplemente la de predicar el Reino
de Dios. La única manera de construir el encuentro interreligioso sería la
renuncia por parte de la Iglesia Católica a su conciencia de ser depositaria
del mensaje de Jesucristo, el revelador del Padre, el Hijo del Dios vivo. En
cuanto a la moral se refiere, el relativismo requeriría de la fe católica su
renuncia a predicar los mandamientos de la ley de Dios como normas morales
objetivas, para pasar a predicar una moral autónoma, en la que la conciencia
sería la fuente misma de la verdad moral.
En definitiva, para que el
relativismo otorgue el marchamo de políticamente correcto a la religión
cristiana, se requeriría renunciar a una religiosidad que configure
verdaderamente nuestra vida, limitándose a inspirar vagamente nuestra
existencia. Por otro lado, la obediencia a la voluntad de Dios habría de ser
sustituida por el cultivo de los valores espirituales que anidan en nuestra
interioridad, etc.
En conclusión, el relativismo
aprovecha la sombra del yihadismo, para poner bajo sospecha de fundamentalismo
a la fe cristiana que cree en una revelación histórica y objetiva. Permítaseme
una ironía en esta exposición. Es como si nos atreviésemos a corregir a la
Virgen María en la expresión de su “fiat” (“He aquí la esclava del Señor,
hágase en mí según tu palabra”); exigiendo una reformulación en términos
políticamente correctos: “Estoy abierta a la trascendencia en la medida en que
me haga sentirme realizada”.
Traigo a colación unas palabras
deliberadamente silenciadas del Papa Francisco: “También el relativismo hiere
mucho a las personas: todo parece igual, todo parece lo mismo”. Sin duda, uno
de los mayores éxitos que podría alcanzar el yihadismo es el de generar o
reforzar una corriente de pensamiento relativista, hasta el punto de
requerirnos a los cristianos una reformulación de nuestra fe… Sin embargo,
¿acaso no ha demostrado sobradamente la Iglesia Católica, tras el Concilio
Vaticano II, que se puede creer con firmeza en Jesucristo como la revelación de
Dios y en la Iglesia como portadora de esa revelación, al tiempo que la misma
Iglesia Católica se ha convertido en el panorama internacional en un
instrumento de encuentro entre culturas y religiones, así como en uno de los
principales agentes e interlocutores de la paz? La alternativa al yihadismo no
puede ser ni el materialismo ateo, ni el relativismo de una religión hecha a
nuestra medida. El yihadismo se sentiría muy cómodo teniendo a ambos como
adversarios. ¡Nuestro relativismo sería su victoria!
+ José Ignacio Munilla, obispo de San Sebastián
(Artículo publicado originalmente en el Diario Vasco)
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