No se puede decir
que el bautismo de Borivoy, rey de Bohemia, y el de su esposa, Santa Ludimila,
tuviese como consecuencia la conversión de un gran número de sus súbditos
puesto que, por el contrario, la mayoría de las más poderosas familias checas
se oponían enérgicamente a la nueva religión.
A partir del año de
915, Ratislav, el hijo de Borivoy, gobernó todo el reino. El joven príncipe se
había casado con Drahomira , una doncella que se decía cristiana, hija del jefe
de los eslavos del norte, los veletianos. De aquel matrimonio nacieron dos hijos:
Wenceslao, que vino al mundo el año de 907, cerca de Praga, y Boleslao.
Santa Ludimila, la
abuela, arregló las cosas de tal manera, que la crianza y educación del mayor
de sus nietos le fuera confiada enteramente, y así pudo alimentar el corazón de
Wenceslao en el amor de Dios. En esta tarea Ludimila se valió de la ayuda del
sacerdote Pablo, su capellán, quien había sido discípulo de San Metodio y había
bautizado a Wenceslao. Bajo el tutorazgo de aquellos dos personajes, se afirmaron
las virtudes inculcadas en el espíritu del joven y, cuando tuvo la edad
suficiente para asistir al colegio de Budech, "hablaba, leía y escribía el
latín como cualquier obispo y leía el eslavo con facilidad".
Era todavía muy
joven cuando su padre murió en una de las batallas contra los magiares, y su
madre , Drahomira , asumió el gobierno e impuso una política anticristiana o
"secularista" . Es casi seguro que, al hacer esto, la reina actuaba
bajo la presión de los elementos semipaganos de la nobleza, pero de todas
maneras, el cambio de política dio como resultado que Drahomira experimentase
terribles celos ante la influencia que ejercía Santa Ludimila sobre su hijo
mayor y que denunciase a la santa como a una usurpadora que había formado a
Wenceslao para el convento y no para el trono. Ludimila, afligidísima por
aquellas acusaciones y muy preocupada por los desórdenes públicos y la lucha
contra una religión que ella y su esposo habían establecido a costa de
innumerables dificultades, optó por cortar por lo sano y, mediante largas y
graves conversaciones con Wenceslao, trató de convencerle de la necesidad
urgente que había de que tomase las riendas del poder en sus manos par a
salvaguardia del cristianismo. Los nobles se enteraron de aquellos manejos, y
dos de ellos fueron enviados al castillo de Santa Ludimila, en Tetin, donde la
estrangularon a fin de que, privado de su apoyo, Wenceslao no pudiese emprender
el gobierno de su pueblo. Sin embargo, los acontecimientos tomaron un curso
diferente al previsto: la reina Drahomira, por intereses ajenos a la cuestión,
fue expulsada del trono y, por voluntad del pueblo, Wenceslao fue proclamado
rey.
Corno primera medida,
el joven monarca Anunció que apoyaría decididamente la Ley y a la Iglesia de
Dios, que impondría castigos muy severos a los culpables de asesinato o de
ejercer la esclavitud y que se comprometía a reinar con justicia y
misericordia. Mandó traer a su madre que se hallaba desterrada en Budech y
desde entonces, la ex reina vivió en la corte sin intervenir para nada en el
gobierno de Wenceslao.
En ocasión de una
asamblea de regentes, convocada y presidida por Enrique I el Cazador, rey de
Alemania, el joven Wenceslao llegó con mucho retraso e hizo esperar a todos los
demás cuando se abrieron las sesiones. Algunos de los príncipes le enviaron un
mensaje para hacerle saber que se consideraban ofendidos por su tardanza y
Wenceslao mandó decir a la asamblea que le apenaba muchísimo su impuntualidad,
que se le había ido el tiempo en la práctica de sus devociones y que pedía,
como merecido castigo a su descortesía, que ninguno de los gobernantes ahí
reunidos le presentara sus saludos cuando arribase. No obstante aquella
petición, el propio rey Enrique, quien verdaderamente admiraba y respetaba la
devoción del joven, le recibió con todos los honores.
En el curso de
aquella reunión, Wenceslao solicitó la gracia especial de que le fuera
concedida a su país la conservación de una parte de las reliquias de San Vito.
La petición fue otorgada: un brazo del santo fue cedido a Bohemia y, para
guardar la reliquia, el joven monarca comenzó a construir, en Praga, una gran
iglesia, precisamente en el sitio donde ahora se encuentra la catedral.
En el terreno
político, Wenceslao cultivó las relaciones amistosas con Alemania y protegió la
unidad de su país, gracias a la medida diplomática de reconocer al rey Enrique
I como el señor de todas aquellas tierras y como al legítimo sucesor de
Carlomagno. Aquella política, adoptada alrededor del año 926, unida a la
energía con que combatió la opresión y otros excesos practicados por los
nobles, hicieron prosperar a Bohemia, pero al mismo tiempo, provocaron la
creación de un partido de oposición, formado principalmente por los que se
hallaban contrariados a causa de la influencia que ejercía el clero sobre
Wenceslao.
Fue por entonces
cuando éste se casó y, al nacer su hijo primogénito, el hermano menor del rey,
Boleslao, resentido al ver que se perdía la ocasión para ascender al trono, se
unió al partido de los descontentos. En el mes de septiembre del año 929,
Wenceslao recibió una invitación de su hermano Boleslao para que se trasladara
a la localidad de Stara Boleslav a fin de tomar parte en los festejos en honor
de los patronos del lugar, Santos Cosme y Damián. En la noche del día de la
celebración, terminados los festejos, Wenceslao recibió la advertencia de que
su vida corría peligro, pero hizo caso omiso de ella. Se unió a los otros
convidados, se sentó a la mesa con ellos, hizo un brindis especial en
"honor de San Miguel, a quien rogamos que nos lleve por el camino de la
paz hacia la felicidad eterna" y, luego de retirarse a orar, se acostó a
dormir. Aún no despuntaba el alba del día siguiente cuando Wenceslao, que salió
de la casa donde moraba para asistir a la misa, se encontró con Boleslao y se
detuvo para darle las gracias por su invitación y su hospitalidad.
"Ayer", repuso Boleslao con tono frío, "hice cuanto pude por
servirte como corresponde, pero hoy es otro día y todo el servicio que puedo
darte es éste . . ." Y, con la rapidez del rayo, sacó el puñal y se lo
clavó a su hermano en mitad del pecho. Ambos cayeron al suelo trenzados en
lucha e inmediatamente acudieron los amigos de Boleslao que acribillaron a
puñaladas al rey. Antes de lanzar el último aliento, sobre los escalones de la
entrada a la capilla bañados con su sangre, Wenceslao tuvo tiempo de exclamar:
"¡Dios te perdone, hermano!" Inmediatamente, el propio pueblo del
joven monarca le aclamó como a un mártir de la fe (a pesar de que parece ser
que su asesinato tuvo muy poco que ver con el asunto de la religión) y, por lo
menos hacia el año de 984, ya se celebraba su fiesta en toda Bohemia.
Boleslao, perseguido
por los remordimientos y el terror, sobre todo cuando comenzaron a circular las
noticias de los milagros que se realizaban en la tumba de Wenceslao, mandó que
los restos fuesen trasladados a la iglesia de San Vito, en Praga, tres años
después del asesinato. El santuario se convirtió en seguida en un centro de
peregrinaciones y, a principios del siglo once, ya se veneraba a San Wenceslao,
Svaty Vaclav, como al santo patrón del pueblo de Bohemia. En los tiempos
presentes, la devoción que se le profesa como patrono de Checoeslovaquia se ha
desvirtuado muchas veces por un fuerte sentimiento de nacionalismo.
Antes de terminar, conviene hacer la
observación de que, no porque se mencione el nombre del santo en un villancico
de Navidad muy popular en Inglaterra, la devoción por él haya sido muy
arraigada en Gran Bretaña. Las palabras del villancico que se refieren "al
buen rey Wenceslao", fueron escritas en el siglo diecinueve por el
compositor de himnos J. M. Neale para obtener una rima en la traducción de una
trova del siglo trece (Tempus adest floridum).
En su contribución a
la Analecta Bollandiana, vol. XLVIII (1930), pp. 218-221, Fr. Paul Peeters pasa
revista a las más destacadas muestras literarias procedentes de
Checoeslovaquia, la mayoría escritas en checo, en la ocasión de celebrarse el
milenario de San Wenceslao, en el año 1929. Por desgracia, como indica el
propio Fr. Peeters, la mayor parte de esa literatura se halla influenciada por
los sentimientos políticos y raciales. Una biografía un tanto superficial, pero
hecha con buen juicio, es la que escribió F. Dvornik (1929) y que al mismo
tiempo apareció en francés, en inglés y en checo. La biografía que escribió en
alemán A. Naegle, Der h. Wenzel, der Landespatron Bóhemens (1928), es
representativa de un punto de vista que, a veces, resulta adverso al de
Dvornik. Este tiene por auténtica la Vida de San Wenceslao, escrita por el
monje Christian, pero hay muchos investigadores y estudiosos que no están de
acuerdo con él. Los bolandistas adjudican amplio espacio a su comentario sobre
San Wenceslao en sus notas sobre el Martirologio Romano (1940), pp. 421-422.
Véase también el Acta Sanclorum, sept. vol. vil; el Die Wenzeh und Ludimila
legenden und die Echtheit Christians (1906), de J. Pekar; el DGH., vol. ix, ce.
426-427; y The Making oj Central and Eastern Europe (1949), pp. 25-30 y ss. de
F. Dvornik. Por comisión de Benedicto XIV, se recomendó la eliminación de la
festividad de este santo del calendario general. C/. Santa Ludimila en los
artículos de esta obra, 16 de septiembre.
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