XXV
Mi
querido Orugario:
El
verdadero inconveniente del grupo en el que vive tu paciente es que es meramente
cristiano. Todos tienen intereses individuales, claro, pero su lazo de
unión sigue siendo el mero cristianismo. Lo que nos conviene, si es que los
hombres se hacen cristianos, es mantenerles en el estado de ánimo que yo llamo
"el cristianismo y...". Ya sabes: el cristianismo y la Crisis, el
cristianismo y la Nueva Psicología, el cristianismo y el Nuevo Orden, el
cristianismo y la Fe Curadora, el cristianismo y la Investigación Psíquica, el
cristianismo y el Vegetarianismo, el cristianismo y la Reforma Ortográfica. Si
han de ser cristianos, que al menos sean cristianos con una diferencia.
Sustituir la fe misma por alguna moda de tonalidad cristiana. Trabajar sobre su
horror a Lo Mismo de Siempre.
El
horror a Lo Mismo de Siempre es una de las pasiones más valiosas que hemos
producido en el corazón humano: una fuente sin fin de herejías en lo religioso,
de locuras en los consejos, de infidelidad en el matrimonio, de inconstancia en
la amistad. Los humanos viven en el tiempo y experimentan la realidad
sucesivamente. Para experimentar gran parte de la realidad, consecuentemente,
deben experimentar muchas cosas diferentes; en otras palabras, deben
experimentar el cambio. Y ya que necesitan el cambio, el Enemigo (puesto que,
en el fondo, es un hedonista) ha hecho que el cambio les resulte agradable, al
igual que ha hecho que comer sea agradable. Pero como Él no desea que hagan del
cambio, ni de comer, un fin en sí mismo, ha contrapesado su amor al cambio con
su amor a lo permanente. Se las ha arreglado para gratificar ambos gustos al
mismo tiempo en el mundo que Él ha creado, mediante esa fusión del cambio y la
permanencia que llamamos ritmo. Les da las estaciones, cada una diferente pero
cada año las mismas, de tal forma que la primavera resulta siempre una novedad
y al mismo tiempo la repetición de un tema inmemorial. Les da, en su Iglesia,
un año litúrgico; cambian de un ayuno a un festín, pero es el mismo festín que
antes.
Ahora
bien, al igual que aislamos y exageramos el placer de comer para producir la
glotonería, aislamos y exageramos el natural placer del cambio y lo
distorsionamos hasta una exigencia de absoluta novedad. Esta exigencia es
enteramente producto de nuestra eficiencia. Si descuidamos nuestra tarea, los
hombres no sólo se sentirán satisfechos, sino transportados por la novedad y
familiaridad combinadas de los copos de nieve de este enero, del
amanecer de esta mañana, del pudding de estas Navidades.
Los niños, hasta que les hayamos enseñado otra cosa, se sentirán perfectamente
felices con una ronda de juegos según las estaciones, en la que saltar a la
pata coja sucede a las canicas tan regularmente como el otoño sigue al verano.
Sólo gracias a nuestros incesantes esfuerzos se mantiene la exigencia de
cambios infinitos, o arrítmicos.
Esta
exigencia es valiosa en varios sentidos. En primer lugar, reduce el placer
mientras aumenta el deseo. El placer de la novedad, por su misma naturaleza,
está más sujeto que cualquier otro a la ley del rendimiento decreciente. Una
novedad continua cuesta dinero, de forma que su deseo implica avaricia o
infelicidad, o ambas cosas. Y además, cuanto más ansioso sea este deseo, antes
debe engullir todas las fuentes inocentes de placer y pasar a aquellas que el
Enemigo prohíbe. Así, exacerbando el horror a Lo Mismo de Siempre, hemos hecho
recientemente las Artes, por ejemplo, menos peligrosas para nosotros que nunca
lo fueron, pues ahora tanto los artistas "intelectuales" como los "populares"
se ven empujados por igual a cometer nuevos y nuevos excesos de lascivia,
sinrazón, crueldad y orgullo. Por último, el afán de novedad es indispensable
para producir modas o bogas.
La
utilidad de las modas en el pensamiento es distraer la atención de los hombres
de sus auténticos peligros. Dirigimos la protesta de moda en cada generación
contra aquellos vicios de los que está en menos peligro de caer, y fijamos su
aprobación en la virtud más próxima a aquel vicio que estamos tratando de hacer
endémico. El juego consiste en hacerles correr de un lado a otro con extintores
de incendios cuando hay una inundación, y todos amontonándose en el lado del
barco que está ya casi con la borda sumergida. Así, ponemos de moda denunciar
los peligros del entusiasmo en el momento preciso en que todos se están
haciendo mundanos e indiferentes; un siglo después, cuando estamos realmente
haciendo a todos byronianos y ebrios de emoción, la protesta en boga está
dirigida contra los peligros del mero "entendimiento". Las épocas
crueles son puestas en guardia contra el Sentimentalismo, las casquivanas y
ociosas contra la Respetabilidad, las libertinas contra el Puritanismo; y
siempre que todos los hombres realmente están apresurándose a convertirse en
esclavos o tiranos, hacemos del Liberalismo la máxima pesadilla.
Pero
el mayor triunfo de todos es elevar este horror a Lo Mismo de Siempre a una
filosofía, de forma que el sin sentido en el intelecto pueda reforzar la
corrupción de la voluntad. Es en este aspecto en el que el carácter
Evolucionista o Histórico del moderno pensamiento europeo (en parte obra
nuestra) resulta tan útil. Al Enemigo le encantan los tópicos. Acerca de un plan
de acción propuesto Él quiere que los hombres, hasta donde alcanzo a ver, se
hagan preguntas muy simples: ¿Es justo? ¿Es prudente? ¿Es posible? Ahora, si
podemos mantener a los hombres preguntándose: "¿Está de acuerdo con la
tendencia general de nuestra época? ¿Es progresista o reaccionario? ¿Es éste el
curso de la Historia?", olvidarán las preguntas relevantes. Y las
preguntas que se hacen son, naturalmente, incontestables; porque no
conocen el futuro, y lo que será el futuro depende en gran parte precisamente
de aquellas elecciones en que ellos invocan al futuro para que les ayude a
hacerlas. En consecuencia, mientras sus mentes están zumbando en este vacío,
tenemos la mejor ocasión para colarnos, e inclinarles a la acción que nosotros
hemos decidido. Y ya se ha hecho muy buen trabajo. En un tiempo, sabían que
algunos cambios era a mejor, y otros a peor, y aún otros indiferentes. Les
hemos quitado en gran parte este conocimiento. Hemos sustituido el adjetivo
descriptivo "inalterado" por el adjetivo emocional
"estancado". Les hemos enseñado a pensar en el futuro como una tierra
prometida que alcanzan los héroes privilegiados, no como algo que alcanza todo
el mundo al ritmo de sesenta minutos por hora, haga lo que haga, sea quien sea.
Tu
cariñoso tío,
ESCRUTOPO
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