miércoles, 5 de agosto de 2020

Meditaciones del tiempo ordinario con textos de Santo Tomás de Aquino 128


Miércoles de la 18ª semana

IMPLORACIÓN DE MARÍA A JESÚS

Bodas de Caná - Giorgio Vasari

Y llegando a faltar el vino, la Madre de Jesús le dice: No tienen vino (Jn 2, 3).

Tres cosas deben considerarse en la imploración de la madre:

1º) Su piedad y misericordia. Es propio de la misericordia considerar como suya la desgracia de otro; pues se llama misericordioso el que tiene puesto su corazón compasivo sobre la miseria de otro: ¿Quién enferma, que yo no enferme?, dice San Pablo (2 Cor 11, 29). Si pues la Bienaventurada Virgen estaba llena de misericordia, quería remediar los defectos de los otros, y por eso dice: llegando a faltar el vino, la Madre de Jesús se lo dice.

2º) Su reverencia hacia Cristo. Pues por la reverencia que tenemos para con Dios, nos basta tan sólo exponerle nuestros defectos, según aquello del Salmo (37, 10): Señor, delante de ti está todo mi deseo. Pero a nosotros no nos corresponde preguntar cómo ha de socorrernos Dios, pues como se dice a los Romanos: No sabemos lo que hemos de pedir como conviene (Rom 8, 26). Por eso su madre expuso sencillamente la necesidad de los otros: No tienen vino.

3º) La solicitud y diligencia de la Virgen, porque no lo difirió hasta la extrema necesidad, sino que llegando a faltar el vino, es decir, cuando comenzaba a faltar, conforme a aquello que se dice de Dios en el Salmo: Ayudador al tiempo oportuno, en la tribulación (9, 10).


Mas ¿por qué no había incitado anteriormente a Cristo a hacer milagros? Porque estaba instruida por el Ángel acerca de la virtud de Cristo y había sido confirmada en ello por muchas cosas que había visto hacerse en torno a Él, y que ella había guardado en su corazón. La razón era porque anteriormente (Jesús) vivía como todo el mundo, y pues no había visto un momento oportuno, sabiamente difirió hacerlo. Pero ahora, después del testimonio de Juan y de la conversión de los discípulos, provocó confiadamente a Cristo a que obrase milagros, haciendo el oficio de la sinagoga, que es madre de Cristo; pues es familiar a los judíos pedir milagros, como dice San Pablo: Los judíos piden milagros (1 Cor 22).
(In Joan., II)

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