jueves, 13 de agosto de 2020

Meditaciones del tiempo ordinario con textos de Santo Tomás de Aquino 136

 

Jueves de la 19ª semana 

NECESIDAD DEL JUICIO FINAL

El Juicio final - Miguel Ángel - Capilla Sixtina

 

La palabra que he hablado, ella le juzgará en el día postrimero (Jn 12, 48).

 

No puede juzgarse perfectamente de una cosa mutable antes ‹le su consumación; como no puede juzgarse perfectamente de alguna acción, cualquiera que ella sea, antes de que esté consumada en sí y en sus efectos, puesto que parecen ser útiles muchas acciones que demuestran ser nocivas por sus efectos, y de la misma manera, no puede juzgarse perfectamente a hombre alguno hasta que se termine su vida; porque puede, por muchos modos, pasar de bueno a malo y recíprocamente, o de bueno ir a mejor, o de malo, a peor. Por eso dice el Apóstol: Está establecido a los hombres que mueran una sola vez, y después el juicio (Hebr 9, 27).

 

No debe ignorarse, sin embargo, que aunque por la muerte termine la vida temporal del hombre considerada en sí misma ella subsiste dependiente, en cierta manera, de las cosas futuras.

 

1º) Porque todavía vive en la memoria de los hombres, en los cuales, a veces, falsamente perdura con buena o mala fama.

 

2º) En los hijos, que son como algo del padre, según el Eclesiástico: Muerto es el padre de él, y como si no fuera muerto; porque dejó en pos de sí un su semejante (30, 4), y sin embargo, hay hijos malos de muchos padres buenos, y al contrario.

 

3º) Por el efecto de sus obras, como por la decepción de Arrio y de otros sectarios, pulula la infidelidad hasta el fin del mundo; y hasta entonces progresa la fe por la predicación de los Apóstoles.

 

4º) En cuanto al cuerpo, que a veces recibe honrosa sepultura, a veces se deja insepulto, y al fin se resuelve totalmente en ceniza.

 

5º) En cuanto a las cosas en las que el hombre puso su afecto, tales como las cosas temporales, de las cuales unas acaban rápidamente, y otras perduran mucho tiempo. Todas esas cosas están sometidas a la estimación del juicio de Dios.

 

Por consiguiente, no puede formarse de todas ellas un juicio perfecto y evidente mientras dura el curso de esta vida. Y por eso es menester que tenga lugar el juicio final en el último día, en que se juzgue perfecta y manifiestamente lo que de algún modo pertenece a cada hombre.

 

Después de la muerte, el hombre alcanza realmente cierto estado inmutable según las cosas que pertenecen al alma; y por eso no es menester diferir más allá el juicio en cuanto al premio del alma. Mas porque hay otras cosas pertenecientes al hombre, que se hacen en todo el curso del tiempo, y no son ajenas al juicio divino, es necesario que todas esas cosas sean llevadas otra vez a juicio al fin del tiempo; porque, aunque el hombre según ellas no merezca ni desmerezca, pertenecen, no obstante, a algún premio o castigo suyo. Por lo cual conviene que todas ellas sean apreciadas en el juicio final.

(3ª, q. LIX, a. 5)

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