lunes, 10 de agosto de 2020

Meditaciones del tiempo ordinario con textos de Santo Tomás de Aquino 133

 

Lunes de la 19ª semana

FRUTO DEL CONOCIMIENTO DE DIOS


 

Juan, el precursor de Cristo, decía: De quien no soy digno de desatar la correa de sus zapatos (Lc 3, 16), como si hubiese querido decir: no entendáis que yo lo tengo por superior a mí en dignidad, al modo con que un hombre está sobre otro hombre; sino de modo tan excelente que nada soy en comparación con él. Y esto es manifiesto, porque el no soy digno de desatar la correa de sus zapatos, es el obsequio más pequeño que puede ofrecerse a los hombres.

 

De esto resulta que Juan se había acercado mucho al conocimiento de Dios, en cuanto que por la consideración de la grandeza infinita de aquél se vilipendiaba totalmente, y decía no ser nada. Del mismo modo Abrahán, habiendo conocido a Dios, manifestaba: Hablaré a mi Señor, siendo yo polvo y ceniza (Gen XVIII, 27). Así también Job, habiendo visto al Señor, dijo: Yo te conocía sólo de oídas, mas ahora te han visto mis ojos. Por eso me retracto y me arrepiento en el polvo y la ceniza (Job 42, 7). Después que Isaías vio la gloria de Dios, exclamó: Todas las naciones son como nada ante él (40, 17). Por eso dice San Gregorio: "Cuanto más perfectamente conoce el espíritu humano los bienes celestiales, tanto más se humilla en sí mismo. Y todo varón santo, cuanto más alto se eleva a contemplar la divinidad, tanto más se abisma en su nada dentro de sí mismo."

 

Según San Gregorio, por el calzado, que se hace con pieles de animales muertos, se entiende la naturaleza humana mortal que tomó Cristo. Sobre la Idumea extenderé mi calzado (59, 10). La correa del zapato es la unión de la divinidad y la humanidad, unión que ni Juan ni otra persona alguna puede desatar, ni nadie pudo penetrar plenamente, puesto que hace un Hombre-Dios, y un Dios-Hombre, y por eso dice: no soy digno de desatar la correa de sus zapatos, que equivale a "explicar el misterio de la Encarnación". Debe entenderse plena y perfectamente, porque tanto Juan como los otros predicadores desatan de algún modo la correa de su zapato, aunque imperfectamente.

(In Joan., I)

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