lunes, 31 de agosto de 2020

Fragmentos de Verdad Católica (22) - ¿Para qué las imágenes sagradas? - Mons. Raffaello Martinelli

 

¿PARA QUÉ LAS IMÁGENES SAGRADAS?

¿Qué son imágenes sagradas? - ¿De qué se sirven las imágenes sagradas? - ¿Qué tipo de pasaje exigen las imágenes sagradas? - ¿Desde cuándo existen las imágenes sagradas? - ¿Por qué algunas religiones prohíben la imágenes? - ¿El Antiguo Testamento prohíbe las imágenes? - ¿Cuándo en la historia del cristianismo fueron prohibidas las imágenes? - ¿Sobre qué fundamentos se basan las imágenes religiosas? - ¿Jesús ha utilizado signos y símbolos humanos para expresar el divino? - ¿La imagen humana es limitada respecto a la divina? - ¿Qué finalidad tienen las imágenes religiosas? - ¿En qué sentido las imágenes tienen una finalidad catequética? - ¿Las imágenes son también una invitación a la oración? - ¿Las imágenes religiosas en qué relación están con Cristo? - ¿Qué tipo de culto se da a la imagen? - ¿Quién veneramos en la imagen? - ¿Entre las imágenes, cual es la más importante? -¿En qué sentido las imágenes religiosas anticipan "Cielos Nuevos" y "Tierra Nueva?

 

¿Qué son imágenes sagradas?

Son representaciones (estatuas, pinturas mosaicos, esculturas...) de contenido religiosos, que vienen efectuados con diferentes materiales y con diferentes estilos. En particular éstas, representan Dios Padre, Jesucristo, el Espíritu Santo, la Virgen y los Santos.

 

¿De qué se sirven las imágenes sagradas?

Se sirven de elementos que provienen de este mundo, en sus diferentes componentes: humano, animal, vegetal, material. Pero estos elementos están ahí pintados para indicar otra cosa: representan realidades que no pertenecen a este mundo visible. Son reflejos, signo de lo divino, de lo religioso, de lo espiritual, de lo sobrenatural.

 

¿Qué tipo de pasaje exigen las imágenes sagradas?

En esas, el hombre es solicitado a pasar del visible al invisible, del significante al significado. Por esto nosotros llamamos simbólicas las imágenes religiosas. Son un puente entre el visible y el invisible entre el fiel y el misterio.

 

¿Desde cuándo existen las imágenes sagradas?

San Ramón Nonato patrono de las embarazadas

 

Nació en los mismos comienzos del siglo XIII.

Su nombre deja boquiabierto a quien lo oye o lo lee por primera vez. Nonnato –Nonato por más breve– sugiere a un santo solo potencial; como si la palabra fuera un eslogan publicitario que estuviera invitando a quien lo lee o escucha a que se decidiera a iniciar un programa que acabara con la santidad del guión preestablecido. De hecho, significa no-nacido. ¿Pretenderá decir el extraño nombre que, por no haber nacido todavía el santo que rellene el expediente completo de sus cualidades y virtudes, está como esperando la Iglesia a que haya uno que se decida de una vez a reproducirlas? Eso sería, lógicamente, confundir la santidad como algo que brota de la voluntad y decisión humana, cuando ella es en verdad el resultado de la acción del Espíritu Santo con quien se coopera libremente. Sería sencillamente pelagianismo.

El calificativo –que ha pasado ya a ser nombre– le viene a Ramón por el hecho de haber sido sacado del claustro materno, por medio de una intervención quirúrgica, cuando ya había muerto su madre. Por eso no nació como nacen normalmente los niños, lo extrajeron. Fue en Portell, en Lérida, cuando se iniciaba el siglo.

La buena y alta situación de su padre le posibilitó crecer en buen ambiente y formación, aunque sin el cariño y los cuidados de una madre. Cuentan de su primera juventud la devoción especialísima a la Santísima Virgen que le llevaba con frecuencia a visitar la ermita de san Nicolás donde pasaba ratos mientras sus rebaños pastaban. Luego su padre quiso irlo incorporando poco a poco a las tareas de administración de sus posesiones y esa fue la razón por la que se le encuentra en Barcelona en el intento de aprender letras y números. Allí tuvo ocasión de trabar amistad con Pedro Nolasco –que por aquel entonces era comerciante– y de compartir mutuamente los deseos de fidelidad a la fe cristiana vivida con radicalidad, llegando incluso a considerar la posibilidad de entrar en el estado clerical.

Como el padre disfruta de un gran sentido práctico, lo reincorpora al terruño de Portell y le encarga la explotación de varias de sus fincas. Pero sigue diciendo la antigua crónica que la misma Virgen María le comunica su deseo de que ingrese en la recién fundada Orden de la Merced y allí está de nuevo en Barcelona puesto a disposición completa en las manos de su antes amigo Pedro Nolasco.

Noviciado, profesión, ordenación sacerdotal y ministerio en el hospital de santa Eulalia se suceden con la normalidad propia de quien tiene prisa para cumplir el cuarto voto mercedario consistente en redimir a los cautivos y servir de rehén en su lugar si procede.

En el norte del continente negro predica, consuela, cura, fortalece, atiende y transmite paciencia a los cautivos de los piratas berberiscos; comprende bien su situación y se hace cargo de que están rodeados de todos los peligros para su fe. Incluso él mismo tuvo que soportar cárcel y la tortura de que sellaran sus labios por ocho meses con un candado para impedirle la predicación.

Meditaciones del tiempo ordinario con textos de Santo Tomás de Aquino 153

 

Lunes de la 22ª semana

SACERDOCIO DE CRISTO

 

Teniendo, pues, tal Sumo Sacerdote que penetró los cielos - Jesús, el Hijo de Dios (Hebr 4, 1l).

 

I. Cristo es sacerdote.

 

El oficio propio del sacerdote es ser mediador entre Dios y el pueblo, por cuanto entrega al pueblo las cosas divinas y por eso se le llama sacerdote, que quiere decir, en cierto modo, que da las cosas sagradas (sacra dans), según aquello de Malaquías: La ley buscarán de su boca (2, 7), esto es, del sacerdote. Además, en cuanto ofrece a Dios las plegarias del pueblo y satisface a Dios, en cierta manera, por sus pecados. Por eso dice San Pablo: Porque todo Sumo Sacerdote es tomado de entre los hombres y está puesto en favor de los hombres en lo que se refiere a Dios para ofrecer dones y sacrificios por los pecados (Hebr 5, 1).

 

Esto conviene principalmente a Cristo, porque por él han sido conferidos a los hombres los dones divinos, como dice el apóstol San Pedro: Por el cual (por Cristo) nos han sido concedidas las preciosas y sublimes promesas, para que por ellas os hicierais partícipes de la naturaleza divina (2 Pedro 1, 4). También él mismo reconcilió con Dios al género humano según aquello: Pues Dios tuvo a bien hacer residir en él toda la Plenitud, y reconciliar por él y para él todas las cosas (Colos 1, 19-20). Luego compete muchísimo a Cristo ser sacerdote.

 

II. Es al mismo tiempo sacerdote y hostia.

 

Todo sacrificio visible es sacramento, esto es, signo sagrado de un sacrificio invisible. El sacrificio invisible es aquél por el cual el hombre ofrece a Dios su espíritu, como dice David: Sacrificio para Dios es el espíritu atribulado (Sal 50, 19), por lo tanto todo lo que se presenta a Dios, para que el espíritu del hombre sea elevado a Dios, puede llamarse sacrificio. Y el hombre necesita del sacrificio por tres razones.

 

1º) Para la remisión del pecado, por el cual el hombre se aparta de Dios, y por eso dice el Apóstol que al sacerdote pertenece ofrecer dones y sacrificios por los pecados (Hebr 5, 1).

 

2º) Para que el hombre se conserve en estado de gracia, unido siempre a Dios, en quien consiste su paz y salvación; razón por la cual también se inmolaba en la antigua ley la víctima pacífica por la salvación de los que la ofrecían.

domingo, 30 de agosto de 2020

Lecturas del domingo y el catecismo de la Iglesia - Domingo XXII Ciclo A

 

Vigésimo segundo domingo del Tiempo Ordinario

 

CEC 618: Cristo llama a sus discípulos a tomar la cruz y a seguirle

CEC 555, 1460, 2100: la cruz es el camino para entrar en la Gloria de Cristo

CEC 2015: el camino de la perfección pasa por el camino de la cruz

CEC 2427: llevar la cruz en la vida de cada día


 

CEC 618: Cristo llama a sus discípulos a tomar la cruz y a seguirle

 

Nuestra participación en el sacrificio de Cristo

618 La Cruz es el único sacrificio de Cristo "único mediador entre Dios y los hombres" (1 Tm 2, 5). Pero, porque en su Persona divina encarnada, "se ha unido en cierto modo con todo hombre" (GS 22, 2) Él "ofrece a todos la posibilidad de que, en la forma de Dios sólo conocida [...] se asocien a este misterio pascual" (GS 22, 5). Él llama a sus discípulos a "tomar su cruz y a seguirle" (Mt 16, 24) porque Él "sufrió por nosotros dejándonos ejemplo para que sigamos sus huellas" (1 P 2, 21). Él quiere, en efecto, asociar a su sacrificio redentor a aquellos mismos que son sus primeros beneficiarios (cf. Mc 10, 39; Jn 21, 18-19; Col 1, 24). Eso lo realiza en forma excelsa en su Madre, asociada más íntimamente que nadie al misterio de su sufrimiento redentor (cf. Lc 2, 35):

«Esta es la única verdadera escala del paraíso, fuera de la Cruz no hay otra por donde subir al cielo» (Santa Rosa de Lima, cf. P. Hansen, Vita mirabilis, Lovaina, 1668)

 

CEC 555, 1460, 2100: la cruz es el camino para entrar en la Gloria de Cristo

 

555 Por un instante, Jesús muestra su gloria divina, confirmando así la confesión de Pedro. Muestra también que para "entrar en su gloria" (Lc 24, 26), es necesario pasar por la Cruz en Jerusalén. Moisés y Elías habían visto la gloria de Dios en la Montaña; la Ley y los profetas habían anunciado los sufrimientos del Mesías (cf. Lc 24, 27). La Pasión de Jesús es la voluntad por excelencia del Padre: el Hijo actúa como siervo de Dios (cf. Is 42, 1). La nube indica la presencia del Espíritu Santo: Tota Trinitas apparuit: Pater in voce; Filius in homine, Spiritus in nube clara ("Apareció toda la Trinidad: el Padre en la voz, el Hijo en el hombre, el Espíritu en la nube luminosa" (Santo Tomás de Aquino, S.th. 3, q. 45, a. 4, ad 2):

«En el monte te transfiguraste, Cristo Dios, y tus discípulos contemplaron tu gloria, en cuanto podían comprenderla. Así, cuando te viesen crucificado, entenderían que padecías libremente, y anunciarían al mundo que tú eres en verdad el resplandor del Padre» (Liturgia bizantina, Himno Breve de la festividad de la Transfiguración del Señor)

 

1460 La penitencia que el confesor impone debe tener en cuenta la situación personal del penitente y buscar su bien espiritual. Debe corresponder todo lo posible a la gravedad y a la naturaleza de los pecados cometidos. Puede consistir en la oración, en ofrendas, en obras de misericordia, servicios al prójimo, privaciones voluntarias, sacrificios, y sobre todo, la aceptación paciente de la cruz que debemos llevar. Tales penitencias ayudan a configurarnos con Cristo que, el Único, expió nuestros pecados (Rm 3,25; 1 Jn 2,1-2) una vez por todas. Nos permiten llegar a ser coherederos de Cristo resucitado, "ya que sufrimos con él" (Rm 8,17; cf Concilio de Trento: DS 1690):

«Pero nuestra satisfacción, la que realizamos por nuestros pecados, sólo es posible por medio de Jesucristo: nosotros que, por nosotros mismos, no podemos nada, con la ayuda "del que nos fortalece, lo podemos todo" (Flp 4,13). Así el hombre no tiene nada de que pueda gloriarse sino que toda "nuestra gloria" está en Cristo [...] en quien nosotros satisfacemos "dando frutos dignos de penitencia" (Lc 3,8) que reciben su fuerza de Él, por Él son ofrecidos al Padre y gracias a Él son aceptados por el Padre (Concilio de Trento: DS 1691).

Meditaciones del tiempo ordinario con textos de Santo Tomás de Aquino 152

 

Domingo de la 22ª semana

FIESTA DE LA DEDICACIÓN



 

A tu casa conviene santidad (Sal 92, 5).

 

I. El sacramento de la Eucaristía debe celebrarse regularmente en la casa, que simboliza la Iglesia, según aquello del Apóstol: Para que sepas cómo debes portarte en la casa de Dios, que es la Iglesia de Dios vivo (1 Tim 3, 15); pues fuera de la Iglesia no hay lugar para el verdadero sacrificio. Y como la Iglesia no había de tener por límites el pueblo judío, sino que había de ser fundada en todo el mundo, por eso la Pasión de Cristo no se realizó dentro de la ciudad de los judíos, sino al aire libre, para que así todo el mundo fuese como una casa con relación a la Pasión de Cristo.

 

La casa en que se celebra este sacramento significa a la Iglesia, se llama iglesia, y se consagra convenientemente, ya para representar la santificación que la Iglesia adquirió por la Pasión de Cristo, ya también para significar la santidad que se requiere en los que deben recibir este sacramento. El altar simboliza al mismo Cristo, del cual dice el Apóstol: Ofrezcamos por él a Dios, sin cesar, un sacrificio de alabanza (Hebr 13, 15). Por lo tanto, la consagración del altar significa la santidad de Cristo.

 

La Iglesia, el altar y otras cosas se consagran, no porque sean capaces de recibir la gracia, sino porque en virtud de la consagración adquieren cierta virtud espiritual; por la que se hacen aptos para el culto divino, de modo que de esto reciban los hombres cierta devoción para estar mejor preparados a las cosas divinas, a menos que este efecto no sea impedido por la irreverencia. Por lo cual se dice en el libro 2º de los Macabeos: Verdaderamente hay cierta virtud divina en aquel lugar. Porque aquel mismo que tiene su morada en los cielos, es el visitador y protector de aquel lugar (III, 38, 39). De ahí que estas cosas se limpien y se exorcicen antes de la consagración para expulsar de ellas la virtud del enemigo. Y por eso algunos dicen también, probablemente, que, por la entrada en una Iglesia consagrada, obtiene el hombre perdón de los pecados veniales, aduciendo en su favor aquello del Salmo (84, 2-3): Bendijiste, Señor, a tu tierra... Remitiste la maldad de tu pueblo. Por consiguiente, no se reitera la consagración de la Iglesia a causa de la virtud que adquiere con la consagración.

 

II. Los fieles son templos de Dios, según el Apóstol: El templo de Dios, que sois vosotros, santo es (1 Cor 3, 17), y son santificados por tres cosas que se encuentran o se realizan materialmente en la Iglesia, cuando es consagrada.

 

1º) La ablución; porque así como la Iglesia es lavada cuando se le consagra, así también los fieles son lavados por la sangre de Cristo.

 

2º) La unción; porque así como la Iglesia es ungida, así también los fieles son ungidos con unción espiritual para que sean santificados; en caso contrario no serían cristianos, pues Cristo es lo mismo que ungido. Esa unción es la gracia del Espíritu Santo.

sábado, 29 de agosto de 2020

La ideología de género. Su imposición en la Argentina - Mons. Héctor Aguer

 

La ideología de género. Su imposición en la Argentina

 

En la ideología de género se desposan el constructivismo gnoseológico, moral y social, y la dialéctica marxista, presente en la oposición agresiva varón - mujer propia del feminismo extremo y en la antinatural superación de la duplicidad humana originaria, en el invento subjetivista de los géneros.

Se habla habitualmente de perspectiva de género. Pero tal designación no es la que en realidad corresponde a esa manera de pensar. Le cabe mejor el nombre de ideología. La perspectiva es el punto de vista determinado desde el cual los objetos se presentan al espectador, especialmente cuando están lejos. El discurso sobre el género es una ideología; así se llama el conjunto de ideas fundamentales que caracteriza el pensamiento de una persona, colectividad o época, que en este caso pretende fijar con ambición de totalidad una posición antropológica, en especial la relación de la dimensión biológica del ser humano y su comportamiento con la cultura que lo envuelve y en la cual vive. Con todo, cabría hablar de perspectiva de género según la acepción 4 que ofrece el Diccionario de la Real Academia Española: «Apariencia o representación engañosa y falaz de las cosas», ya que la abrumadora e invasiva propaganda para imponer ese discurso induce a tener por cierto lo que no lo es. Por otra parte, el término ideología suele recibir en el uso una connotación negativa, que en el caso que nos ocupa se justifica plenamente.

El movimiento feminista, que desde el siglo XIX abogaba por revalorizar el papel de la mujer en la sociedad, fue radicalizándose hasta el extremo, asumiendo posturas contrarias a la identidad femenina hasta despreciarla completamente. Muchas veces he citado a Simone de Beauvoir, una de las más destacadas protagonistas del movimiento: «Mujer no se nace, se hace». Según ella, la mujer es un término medio «entre el macho y el castrado». De esos planteos procede la ideología de género.

Según esta manera de pensar, claramente expresada por sus autores y fautores, las diferencias biológicas, psicológicas y espirituales entre varones y mujeres, no cuentan; lo decisivo es lo que cada uno siente y quiere ser. No existe una naturaleza humana, una naturaleza de la persona varón que establece la condición varonil, y una naturaleza de la persona mujer, de la que se sigue la condición femenina. No hay dos sexos, varones y mujeres, sino diversos géneros según la percepción subjetiva de cada persona; el número de géneros es variable, y ha ido aumentando en virtud de una inventiva extravagante. El Estado debería reconocer la decisión de cada uno de cambiar su sexo por el género autopercibido, apoyarlo y dotarlo de un nuevo documento de identidad que oficialice su nueva situación en la sociedad. Lo decisivo sería la cultura, que modela y construye el rol a desempeñar según nuevos paradigmas en los que el sexo y la configuración corporal correspondiente es desplazado por la autopercepción subjetiva que lleva a cambiar libremente lo recibido de la naturaleza. Cada uno sería no lo que es, sino lo que autopercibe que es; además, dispone del recurso a la cirujía o a la ingestión de hormonas.

En la ideología de género se desposan el constructivismo gnoseológico, moral y social, y la dialéctica marxista, presente en la oposición agresiva varón - mujer propia del feminismo extremo y en la antinatural superación de la duplicidad humana originaria, en el invento subjetivista de los géneros. La naturaleza que nos ha sido dada está bien hecha: el cuerpo del varón y el de la mujer ajustan perfectamente el uno en el otro, y también sus almas. Esta es la realidad de la creación.

CATEQUIZIS 41 - CARLO ACUTIS, nuestro amigo en el Cielo - Juan Manuel Cotelo

Martirio de San Juan Bautista

 

Martirio de San Juan Bautista


Flavio Josefo, historiador judío, nos dice que Juan Bautista enardecía a mucha gente con su predicación. Al enterarse Herodes, temió que pudiera organizarse alguna revuelta y le destronasen a él. Anticipándose, mandó detenerlo y después matarlo.

Como resaltaba ya San Agustín de Hipona, San Juan Bautista es el único santo que es festejado no sólo en su muerte sino también en su nacimiento, al igual que Jesús y su Madre, María. Más aún, esta tradición duplicada se ha mantenido incluso en las últimas reformas conciliares en tiempos de Juan XXIII y Pablo VI. En concreto el martirio se celebraba ya desde el siglo IV de nuestra era.

De Juan Bautista dice San Beda el venerable: «El santo precursor del nacimiento, de la predicación y de la muerte del Señor mostró, en el momento de la lucha suprema, una fortaleza digna de atraer la mirada de Dios, ya que, como dice la Escritura, la gente pensaba que cumplía una pena, pero él esperaba de lleno la inmortalidad...

»No debemos poner en duda que San Juan sufrió la cárcel y las cadenas y dio su vida en testimonio de nuestro Redentor, de quien fue precursor, ya que, si bien su perseguidor no lo forzó a que negara a Cristo, sí trató de obligarlo a que callara la verdad; ello es suficiente para afirmar que murió por Cristo. […]

Martirio de Juan

La historia de Israel tenía la experiencia de que todo profeta, que hablaba en nombre de Dios y denunciaba el pecado y la injusticia del pueblo y a sus dirigente, ponía en peligro la propia vida y acababa sellando la palabra con la sangre.

Juan Bautista, voz profética, llegó a tener una gran autoridad ante sus oyentes y muchos en su pueblo se convertían. Les llegaba muy hondo el mensaje del nuevo profeta: justicia para con los hombres y devoción para con Dios. El programa de Juan era religioso y sin fines políticos, sin embargo, Herodes Antipas, hijo de Herodes el Grande, lo encarcela y lo mata; ¿por qué?

Flavio Josefo, historiador judío, nos dice que Juan Bautista enardecía a mucha gente con su predicación y su estilo personal. Al enterarse Herodes, temió que pudiera organizarse alguna revuelta, como las que surgían entonces de vez en cuando, y le destronasen a él. Por eso, anticipándose y curándose en salud, mandó detener a Juan, posiblemente en la región de Perea, lo encarceló en Maqueronte, fortaleza situada al Este del mar Muerto, y después lo mandó matar.

Meditaciones del tiempo ordinario con textos de Santo Tomás de Aquino 151

 

Sábado de la 21ª semana

INTELIGENCIA DE LOS CONDENADOS

 

Viéndolos, serán turbados con temor horrendo (Sab 5, 2).

 

1º) Los condenados podrán usar de los conocimientos que adquirieron en este mundo.

 

Porque así como en la perfecta bienaventuranza de los santos nada habrá en ellos que no sea materia de alegría, así nada habrá en los condenados que no les sean materia y causa de tristeza, ni nada que falte a la tristeza, para que sea completa su miseria. Así, pues, los condenados considerarán aquellas cosas que anteriormente conocieron como materia de tristeza, no como causa de deleite; porque considerarán los males que hicieron, por los cuales fueron condenados, y los bienes deleitables que perdieron, y todo esto los atormentará. También serán atormentados por el conocimiento de las verdades especulativas que estuvieron viendo cuán imperfecto era, y que han perdido la suprema perfección que habrían podido alcanzar.

 

2º) Los condenados verán la gloria de los bienaventurados. Antes del día del juicio verán a los santos en la gloria; pero no de modo que conozcan esta gloria tal cual es, sino solamente que los santos viven en una gloria inestimable. Por eso serán perturbados, ya doliéndose por envidia de su felicidad, ya porque ellos la perdieron. Por eso en el libro de la Sabiduría se dice de los impíos: Viéndolos, serán turbados con temor horrendo (5, 2).

 

Pero después del día del juicio serán privados totalmente de la visión de los bienaventurados; sin embargo, con esto no disminuirá su pena, antes bien, será aumentada; porque se acordarán de la gloria de los bienaventurados que vieron en el juicio o-antes; y esto les servirá de tormento; además se afligirán al verse indignos de contemplar la gloria que los santos merecieron poseer.

 

3º) Los condenados pensarán en Dios.

viernes, 28 de agosto de 2020

AUGUSTINUM HIPPONENSEM - Carta apostólica en el XVI centenario de la conversión de San Agustín- San Juan Pablo II

 

CARTA APOSTÓLICA
AUGUSTINUM HIPPONENSEM
DEL SUMO PONTÍFICE
SAN JUAN PABLO II
EN EL XVI CENTENARIO
DE LA CONVERSIÓN DE SAN AGUSTÍN

I. La conversión - II. El Doctor, 1. Razón y fe, 2. Dios y el hombre, 3. Cristo y la Iglesia, 4. Libertad y gracia, 5. La caridad y las ascensiones del espíritu - III. El Pastor - IV. Agustín a los hombres de hoy

San Agustín - Philippe de Champaigne


 

A los obispos,
sacerdotes,
familias religiosas
y fieles de toda la Iglesia católica
en el XVI centenario de la conversión
de san Agustín,
Obispo y Doctor de la Iglesia

 

Venerables hermanos y queridos hijos e hijas, salud y bendición apostólica.

1. Agustín de Hipona, desde que apenas un año después de su muerte fue catalogado como uno de los "mejores maestros de la Iglesia" 1 por mi lejano predecesor Celestino I, ha seguido estando presente en la vida de la Iglesia y en la mente y en la cultura de todo el Occidente. Después, otros Romanos Pontífices, por no hablar de los Concilios que con frecuencia y abundantemente se han inspirado en sus escritos, han propuesto sus ejemplos y sus documentos doctrinales para que se les estudiara e imitara. León XIII exaltó sus enseñanzas filosóficas en la Encíclica Aeterni Patris 2; Pío XI reasumió sus virtudes y su pensamiento en la Encíclica Ad salutem humani generis, declarando que por su ingenio agudísimo, por la riqueza y sublimidad de su doctrina, por la santidad de su vida y por la defensa de la verdad católica nadie, o muy pocos se le pueden comparar de cuantos han florecido desde los principios del género humano hasta nuestros días 3; Pablo VI afirmó que "además de brillar en él de forma eminente las cualidades de los Padres, se puede afirmar en verdad que todo el pensamiento de la antigüedad confluye en su obra y que de ella derivan corrientes de pensamiento que empapan toda la tradición doctrinal de los siglos posteriores 4.

Yo mismo he añadido mi voz a la de mis predecesores, expresando el vivo deseo de que "su doctrina filosófica, teológica y espiritual se estudie y se difunda, de tal modo que continúe... su magisterio en la Iglesia; un magisterio, añadía, humilde y luminoso al mismo tiempo, que habla sobre todo de Cristo y del amor" 5. He tenido ocasión además de recomendar especialmente a los hijos espirituales del gran Santo que mantengan "vivo y atrayente el encanto de San Agustín también en la sociedad moderna", ideal estupendo y entusiasmante, porque "el conocimiento exacto y afectuoso de su pensamiento y de su vida provoca la sed de Dios, descubre el encanto de Jesucristo, el amor a la sabiduría y a la verdad, la necesidad de la gracia, de la oración, de la virtud, de la caridad fraterna, el anhelo de la eternidad feliz" 6.

Me es muy grato, pues, que la feliz circunstancia del XVI centenario de su conversión y de su bautismo me ofrezca la oportunidad de evocar de nuevo su figura luminosa. Esta nueva evocación será al mismo tiempo una acción de gracias a Dios por el don que hizo a la Iglesia, y mediante ella a la humanidad entera, gracias a aquella admirable conversión; y será también una ocasión propicia para recordar que el convertido, una vez hecho obispo, fue un modelo espléndido de Pastor, un defensor intrépido de la fe ortodoxa o, como decía él, de la "virginidad" de la fe 7, un constructor genial de aquella filosofía que por su armonía con la fe bien puede llamarse cristiana, y un promotor infatigable de la perfección espiritual y religiosa.

I. La conversión

Meditaciones del tiempo ordinario con textos de Santo Tomás de Aquino 150

 

Viernes de la 21ª semana

PURIFICACIÓN DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARIA

 

Y después que fueron cumplidos los días de la purificación de María, según la ley de Moisés*, lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor (Lc 2, 22).

 

En este Evangelio podemos notar siete virtudes de la Bienaventurada Virgen: la humildad en una purificación, que ella no necesitaba; el amor a la pureza, en esta purificación sobreabundante; el amor a la obediencia, según la ley; el respeto al Hijo al llevarlo al Templo: lo llevaron; la devoción a los lugares santos: a Jerusalén; la acción de gracias en la oblación del Hijo: para presentarlo al Señor, porque lo ofrecemos a ti, Señor, que nos lo has dado; y la pobreza en la oblación: un par de tórtolas, que era la oblación de los pobres.

 

Al querer la Bienaventurada Virgen ser purificada, sin tener necesidad, nos enseñó cómo debemos purificarnos nosotros, que lo necesitarnos. Debemos purificarnos de ocho modos, como puede colegirse del texto:

 

1º) De la mancha del pecado. El Señor lo purificó de sus pecados (Eccli 47, 13).

 

2º) En el conocimiento, en cuanto a la inteligencia. De corazón puro (1 Tim 1, 5), esto es, de entendimiento sin error.

 

3º) En el afecto, en cuanto al amor. Los que invocan al Señor con la conciencia pura, (2 Tim 2, 22).

 

4º) En el espíritu, por la recta intención. Limpiad la vieja levadura (1 Cor 5,7), esto es, la hipocresía. Y guardaos de la levadura de los fariseos, que es hipocresía (Lc 12, 1).

jueves, 27 de agosto de 2020

Santa Mónica - Himnos Litúrgicos

 


Oficio de Lectura

Escuela de domésticas virtudes,
que los deberes del hogar exigen,
Mónica, eres ejemplo que nos muestra
cómo se alcanza santidad sublime. 
 
Esposa que en servicio de su casa
se consagra al amor de su marido; 
la madre, que no tiene otro tesoro
que modelar el corazón del hijo.

¡Ah! La madre que llora, que trabaja,
que rehúsa descanso a sus fatigas,
porque comprende que en los hijos tiene
el profundo sentido de su vida.

Dios hizo de las madres un misterio
de amor y de esperanza y de ternura,
y al perfumar con ellas nuestra historia,
dejó en el mundo una sonrisa suya.

Camino de humildad es el secreto
de las almas que aspiran a ser grandes.
¡Oh, Mónica, es así como consigues
ser modelo de esposas y de madres!

Al Padre soberano, al Unigénito
y al Espíritu de Ambos procedente,
al Dios Uno, la gloria y la alabanza
tributadas Le sean para siempre. Amén.


Laudes

Villanos - P. Leonardo Castellani

 

Villanos

 

Un Ñandú se escapó de una cacería, llevándose enredadas las boleadoras, pero como tenía rotos una pata y el cuello, cayó muy pronto entre unas pajas bravas y empezó a agonizar.

Entonces salieron doscientas Catangas Cascarudas, que son los sepultureros de la pampa, empezaron a cavar alrededor de su cuerpo cantando:

– ¡Al fin caíste, Ñandú, patas sucias! ¡Aprendé a comer Catangas, animal inmundo e idiota! ¡Por sonso! ¡Metéte con el Hombre, que es nuestro amigo, imbécil, y come cosas muertas como nosotros! Pronto estarás bajo tierra, es inútil que sacudas la cabeza, que te baila como una estribera! Y nuestros huevos se cuajarán y nuestros huevos empollarán con el calor de tu carne, y nuestras larvas la comerán, la comerán.

Oraciones a Santa Mónica por los hijos, las madres y la paz en las familias

 


Oración a Santa Mónica por los hijos

A ti recurro por ayuda e instrucciones, Santa Mónica, maravillosa ejemplo de firme oración por los niños. En tus amorosos brazos yo deposito mi hijo(a) (mencionar aquí los nombres), para que por medio de tu poderosa intercesión puedan alcanzar una genuina conversión a Cristo Nuestro Señor. A ti también apelo, madre de las madres, para que pidas a nuestro Señor me conceda el mismo espíritu de oración incesante que a ti te concedió. Todo esto te lo pido por medio del mismo Cristo Nuestro Señor. Amén.

Meditaciones del tiempo ordinario con textos de Santo Tomás de Aquino 149

 

Jueves de la 21ª semana

LA TEMPLANZA

La templanza - Piero del Pollaiolo

 

I. La templanza puede considerarse según su significación común, y así no es virtud especial, sino general, porque el nombre de templanza designa cierta temperancia, esto es, moderación, que la razón pone en las acciones y pasiones humanas, lo cual es común a toda virtud moral. Sin embargo, la templanza difiere razonablemente de la fortaleza, aun consideradas ambas como virtudes comunes; porque la templanza retrae de las cosas que halagan el apetito humano de un modo contrario a la razón y a la ley divina, y la fortaleza impele a sufrir o acometer aquellas por las que el hombre rehúye el bien de la razón.

 

Pero si se considera la templanza en cuanto refrena el apetito de lo que más principalmente halaga al hombre, entonces es virtud especial, como que tiene materia especial, lo mismo que la fortaleza. Principalmente y de manera propia la templanza tiene por objeto las concupiscencias y deleites del tacto, y secundariamente, las demás concupiscencias. Lo que la fortaleza es a los temores y audacias con relación a los mayores males, que son los peligros de muerte, es también templanza con relación a las concupiscencias de los mayores deleites. Tales deleites pertenecen al sentido del tacto.

(2ª 2ae , q. CXLI, a. 2, 4)

 

II. La regla de la templanza debe tomarse según la necesidad de la vida presente.

 

El bien de la virtud moral consiste principalmente en el orden de la razón. El orden principal de la razón reside en que algo se ordene a su fin; y en este orden consiste sobre todo el bien de la razón, porque el bien tiene razón de fin, y el fin mismo es la regla de lo que a él conduce. Pero todas las cosas deleitables destinadas a uso del hombre se ordenan a alguna necesidad de esta vida como al fin„ y por esto la templanza acepta la necesidad de esta vida como regla de las cosas deleitables, de que hace uso únicamente en la medida que la necesidad de esta vida requiere. Por eso, dice San Agustín*: “El varón moderado tiene por regla en las cosas de esta vida la establecida en ambos testamentos, no amar ni considerar como deseable nada de ellas, sino tomar para la necesidad de su vida y sus deberes cuanto basta al que usa de ellas con modestia y no con el afecto de quien las ama.”

miércoles, 26 de agosto de 2020

Catequesis Marianas de San Juan Pablo II (14) - La maternidad viene de Dios

 

SAN JUAN PABLO II

AUDIENCIA GENERAL

Miércoles 6 de marzo de 1996

La maternidad viene de Dios


(Lectura: 1er. libro de Samuel, capítulo 1, versículos, 9-11)

1. La maternidad es un don de Dios. «He adquirido un varón con el favor del Señor» (Gn 4, 1) exclama Eva después de haber dado a luz a Caín, su primogénito. Con estas palabras, el libro del Génesis presenta la primera maternidad de la historia de la humanidad como gracia y alegría que brotan de la bondad del Creador.

2. Del mismo modo se ilustra el nacimiento de Isaac, en el origen del pueblo elegido.

A Abraham, privado de descendencia y ya en edad avanzada, Dios promete una posteridad numerosa como las estrellas del cielo (cf. Gn 15, 5). El patriarca acoge la promesa con la fe que revela al hombre el designio de Dios: «Y creyó él en el Señor el cual se lo reputó por justicia» (Gn 15 6).

Las palabras que el Señor pronunció con ocasión del pacto establecido con Abraham confirman esa promesa: «Por mi parte he aquí mi alianza contigo: serás padre de una muchedumbre de pueblos» (Gn 17, 4).

Acontecimientos extraordinarios y misteriosos destacan cómo la maternidad de Sara es sobre todo, fruto de la misericordia de Dios, que da la vida más allá de toda previsión humana: «Yo la bendeciré, y de ella también te daré un hijo. La bendeciré, y se convertirá en naciones; reyes de pueblos procederán de ella» (Gn 17, 16).

La maternidad se presenta como un don decisivo del Señor: el patriarca y su mujer recibirán un nombre nuevo para significar la inesperada y maravillosa transformación que Dios realizará en su vida.

3. La visita de tres personajes misteriosos, en los que los Padres de la Iglesia vieron una prefiguración de la Trinidad, anuncia de modo más concreto a Abraham el cumplimiento de la promesa: «Apareciósele el Señor en la encina de Mambré estando él sentado a la puerta de su tienda en lo más caluroso del día. Levantó los ojos y he aquí que había tres individuos parados a su vera» (Gn 18, 1-2). Abraham objeta: «¿A un hombre de cien años va a nacerle un hijo? ¿y Sara, a sus noventa años, va a dar a luz?» (Gn 17, 17; cf. 18, 11-13). El huésped divino responde: «¿Es que hay algo imposible para el Señor? En el plazo fijado volveré, al término de un embarazo, y Sara tendrá un hijo» (Gn 18, 14; cf. Lc 1, 37).

El relato subraya el efecto de la visita divina, que hace fecunda una unión conyugal, hasta ese momento estéril. Creyendo en la promesa, Abraham llega a ser padre contra toda esperanza, y padre en la fe porque de su fe desciende la del pueblo elegido.

Servir, inmolarse por los demás, será la faceta distintiva de la espiritualidad de Santa Teresa Jornet e Ibars

 

HOMILÍA DE SAN PABLO VI

MISA DE CANONIZACIÓN

DE SANTA TERESA DE JESÚS JORNET E IBARS

HOMILÍA DE PABLO VI

Domingo 27 de enero de 1974

 

Venerables Hermanos y amados Hijos:

Hace unos momentos, con emoción contenida y en virtud de nuestra autoridad apostólica, hemos pronunciado una sentencia solemne, agregando al catálogo de los Santos a Santa Teresa de Jesús Jornet e Ibars, fundadora de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados. La hemos declarado Santa, es decir, digna de recibir el culto universal en la Iglesia; nos encomendaremos a su intercesión y la podremos tomar como orientación para nuestra vida espiritual.

Con mirada atónita contemplamos el milagro de arcana predilección divina que supone la santificación de un alma, cuyo sorprendente camino por la vida terrena, imitando a Cristo, pasa de los sufrimientos a la cumbre de la gloria.

Nos encontramos ante una de esas figuras que dejan una impronta propia y profunda de su paso por el mundo, legando a la Iglesia y a la sociedad el sello de su personalidad siempre lozana e inmarcesible: servir, inmolarse por los demás, será la faceta distintiva de la espiritualidad de Santa Teresa Jornet quien, obedeciendo a un mismo impulso de amor al necesitado, eligió un modelo de vida similar al que sirvió también a la Sierva de Dios, Juana Jugan, fundadora del Instituto de las «Petites Soeurs des Pauvres», cuya causa de beatificación esperamos pueda ser reanudada próximamente.

Es consolador contemplar con cuánta profusión de formas y de colorido espirituales se van perfilando -prodigios de la gracia- nuevos cuadros de la santidad de la Iglesia. En la obra límpida y transparente de un alma consagrada, como Santa Teresa Jornet, se trasluce la misma ansia que animara a su homónima abulense para desplegar, en formas diversas, la hermosura y la riqueza inagotables del designio de salvación.¡Cuántas páginas de historia eclesial, bellísimas, llevan impresos esos lances del amor divino que brotan del corazón de Cristo, como manantial perenne de luz y de verdad!

Difícil seguir en detalle la vida y la actividad de la Madre Teresa. La niña de Aytona y Lérida, la estudiante y maestra de Fraga y Argensola, a la búsqueda de su vocación entre las Terciarias Carmelitas y las Clarisas de Briviesca, deja el paso a la religiosa gallarda y sencilla que, mientras cubre distancias y recorre las ciudades más diversas, sabe conservar el secreto de su dinamismo: la unión con Dios. Alma que amaba pasar desapercibida, pero que no por ello dejaba de marcar con su huella personal, recia y dulce al mismo tiempo, las bases mismas de su incipiente obra. Ella supo guiar, desde sus primeros pasos, el nuevo Instituto, desde Barbastro a Valencia y Zaragoza, extendiéndolo después -en un incansable afán caritativo- por buena parte de la geografía española y que más tarde se trasplantaría a América.

Teresa Jornet tuvo algo, misterioso si se quiere, que nos atrae. A su lado se siente esa presencia inefable de la Vida que la sostuvo y la alentó en sus afanes de consagración a Dios y al prójimo, orientándola hacia la senda concreta de la caridad asistencial.

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