Para hacer oración familiar, dejamos todos previsto: apagamos los celulares y la pantalla, sin prisa por la comida, generamos un ambiente de silencio, etc. De este modo seremos una Iglesia en el hogar.
Se reúne la familia en una sala de la casa en torno una mesa, cubierta con un mantel morado o blanco, colocamos un crucifijo, una imagen de la Sagrada Familia o de la Virgen María, y en el centro la Biblia junto a una vela encendida. Los padres, o uno de ellos, son los responsables de guiar a los hijos en este momento de oración para entrar en alabanza y diálogo con Dios.
1. + Señal de la cruz.
2. Ven, Espíritu Creador. Tú derramas sobre
nosotros los siete dones; Tú, dedo de la diestra del Padre; Tú, fiel promesa
del Padre; que inspiras nuestras palabras. Ilumina nuestros sentidos; infunde
tu amor en nuestros corazones; y, con tu perpetuo auxilio, fortalece la
debilidad de nuestro cuerpo.
3. En presencia de Dios, pedimos perdón:
· Señor, ten
misericordia de nosotros.
(Respondemos) Porque hemos pecado contra ti.
· Muéstranos, Señor, tu
misericordia.
(Respondemos) Y danos tu salvación.
4. Proclamamos el evangelio de Jesucristo según san
Juan 6,60-69.
Catequesis para mayores de 12 años
Dios Padre nos concede
llegar a Jesucristo. Este acontecimiento se da por pura gracia, porque Jesús
nos trae las palabras de Vida eterna y es a la vez es el Pan de vida. En Jesús
la Palabra se hace Eucaristía, en eso consiste nuestra santa Misa.
Hoy culmina el
Evangelio sobre el Discurso eucarístico, y no queremos dejar pasar este anuncio
sin participarles un mensaje bellísimo de los Primeros cristianos sobre el Pan
de vida. Este texto fue escrito por San Justino, Padre la Iglesia, en favor de
los cristianos. Este santo mártir describe en su Apología del siglo II el modo
en que los cristianos celebraban la eucaristía. Es maravilloso descubrir que la
esencia de la Tradición de la Iglesia es decir, la Santa Misa, es la misma
liturgia en su origen y en este siglo actual. He aquí esta piza única en
nuestra historia de Salvación:
“Sólo pueden
participar de la eucaristía los que admiten como verdaderas nuestras
enseñanzas, han sido lavados en el baño de regeneración y del perdón de los
pecados y viven tal como Cristo nos enseñó.
Porque el pan y la
bebida que tomamos no los recibimos como pan y bebida corrientes, sino que así
como Jesucristo, nuestro salvador, se encarnó por la acción del Verbo de Dios y
tuvo carne y sangre por nuestra salvación así también se nos ha enseñado que
aquel alimento sobre el cual se ha pronunciado la acción de gracias, usando de
la plegaria que contiene sus mismas palabras, y del cual, después de
transformado, se nutre nuestra sangre y nuestra carne es la carne y la sangre
de Jesús, el Hijo de Dios encarnado.
Los apóstoles, en
efecto, en sus comentarios llamados Evangelios, nos enseñan que así lo mandó
Jesús, ya que tomando pan y habiendo pronunciado la acción de gracias, dijo:
Haced esto en memoria mía; éste es mi cuerpo; del mismo modo, tomando el cáliz
y habiendo pronunciado la acción de gracias, dijo: Ésta es mi sangre y se lo
entregó a ellos solos. A partir de entonces, nosotros celebramos siempre el
recuerdo de estas cosas; y, además, los que tenemos alguna posesión socorremos
a todos los necesitados, y así estamos siempre unidos. Y por todas éstas cosas
de las cuales nos alimentamos alabamos al Creador de todo, por medio de su Hijo
Jesucristo y del Espíritu Santo.
Y, el día llamado del
sol, nos reunimos en un mismo lugar, tanto los que habitamos en las ciudades
como en los campos, y se leen los comentarios de los apóstoles o los escritos
de los profetas, en la medida que el tiempo lo permite.
Después, cuando ha
acabado el lector, el que preside exhorta y amonesta con sus palabras a la
imitación de tan preclaros ejemplos.
Luego nos ponemos
todos' de pie y elevamos nuestras preces; y, como ya hemos dicho, cuando hemos
terminado las preces, se trae pan, vino yagua; entonces el que preside eleva,
fervientemente, oraciones y acciones de gracias, y el pueblo aclama: Amén.
Seguidamente tiene lugar la distribución y comunicación, a cada uno de los
presentes, de los dones sobre los cuales se ha pronunciado la acción de
gracias, y los diáconos los llevan a los ausentes.
Los que poseen bienes
en abundancia, y desean ayudar a los demás, dan, según su voluntad, lo que les
parece bien, y lo que se recoge se pone a disposición del que preside, para que
socorra a los huérfanos y a las viudas y a todos los que, por enfermedad u otra
causa cualquiera, se hallan en necesidad, como también a los que están
encarcelados y a los viajeros de paso entre nosotros: en una palabra, se ocupa
de atender a todos los necesitados.
Nos reunimos
precisamente el día del sol, porque éste es el primer día de la creación,
cuando Dios empezó a obrar sobre las tinieblas y la materia, y también porque
es el día en que Jesucristo, nuestro salvador, resucitó de entre los muertos.
Lo crucificaron, en efecto, la vigilia del día de Saturno, y a la mañana
siguiente de ese día, es decir, en el día del sol, fue visto por sus apóstoles
y discípulos, a quienes enseñó estas mismas cosas que hemos puesto a vuestra
consideración.”
Que este texto de San
Justino nos sirva para releerlo lentamente y ahondar en tan sublime testimonio.
Santo del día: Hoy recordamos a otro
santo de la Patrística: San Atanasio, obispo y doctor de la Iglesia. Nació en
Alejandría el año 295; en el Concilio de Nicea acompañó al obispo Alejandro,
del que fue luego sucesor. Luchó incansablemente contra la herejía de los
arrianos, lo cual le acarreó muchos sufrimientos y ser desterrado varias veces.
Escribió importantes obras en defensa y explicación de la fe ortodoxa. Murió el
año 373. Compartimos parte de su doctrina sobre la encarnación del Verbo:
“Compadecido de la debilidad de nuestra raza y conmovido por nuestro estado de
corrupción, no toleró que la muerte dominara en nosotros ni que pereciera la
creación, con lo que hubiera resultado inútil la obra de su Padre al crear al
hombre, y por esto tomó para sí un cuerpo como el nuestro.
Por esta razón asumió un cuerpo mortal: para que
este cuerpo, unido al Verbo que está por encima de todo, satisficiera por todos
la deuda contraída con la muerte; para que, por el hecho de habitar el Verbo en
él, no sucumbiera a la corrupción; y, finalmente, para que, en adelante, por el
poder de la resurrección, se vieran ya todos libres de la corrupción.”
Oración: “San Miguel Arcángel, defiéndenos en la
batalla. Sé nuestro amparo contra las perversidad y asechanzas del demonio.
Reprímale Dios, pedimos suplicantes, y tu príncipe de la milicia celestial
arroja al infierno con el divino poder a Satanás y a los otros espíritus
malignos que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas.
Amén.”
Catequesis para menores de 12 años
· Se proclama el
evangelio y se ayuda a los niños a recomponer el relato, buscando los detalles.
· Se explica desde las
ideas centrales de la catequesis de adultos (el texto anterior).
· Reflexionamos las
palabras: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna.»
· En silencio meditamos
con el corazón el significado de estas palabras y las compartimos.
Oración: Ángel de mi guarda, dulce compañía, no me
desampares ni de noche ni de día. No me dejes solo que me perdería. Hasta que
alcance los brazos de Jesús, María y José.
5. Cada uno de
la familia dice una acción de gracias.
Dios Padre, te damos gracias por … .
6. Ahora, cada
uno hace una petición.
Dios misericordioso, te pedimos por ... .
7.
Presentación de las ofrendas. En la Pascua, Jesús se ofrece como cordero
sacrificado al Padre por nosotros. Ahora nosotros, unidos a Cristo, también
podemos hacernos Eucaristía. En este momento, cada uno de la familia, dice cuál
es la ofrenda que le presenta a Dios. Ejemplos: ayudar en la cocina o con la
limpieza, estudiar, no molestar, rezar alguna oración, llamara a alguien para
saludarlo, hacer un pequeño sacrificio, servir a un hermano o cónyuge, etc..
8. Oramos como
Jesús nos enseñó:
Padre nuestro…
9. Nos damos
la Paz del Señor, como gesto de amor.
10. Oramos a
nuestra Madre:
Dios te salve María…
11. Comunión
espiritual:
Creo, Jesús mío, que estás en el Santísimo
Sacramento; te amo sobre todas las cosas y deseo recibirte en mi alma. Ya que
ahora no puedo hacerlo sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi
corazón. (breve silencio).
Y ahora, como si ya te hubiese recibido, te abrazo
y me uno todo a Ti. No permitas, Señor, que jamás me separe de ti.
12. Oremos: Dios todopoderoso y eterno, que hiciste
del obispo san Atanasio un defensor preclaro de la divinidad de tu Hijo, te
pedimos que, con su doctrina y protección, crezcamos siempre en tu conocimiento
y en tu amor. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén
Sagrada Familia de Nazaret: Ruega por nosotros.
13. Los padres
se bendicen entre ellos y bendicen a los hijos, haciendo una cruz en la frente.
Nos hacemos la Señal de la cruz diciendo: + El Señor nos bendiga, nos guarde de
todo mal y nos lleve a la Vida eterna. Amen.
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