jueves, 17 de septiembre de 2020

San Roberto Belarmino por Jaime Correa Castelblanco, S.J.

 

San Roberto Belarmino

por Jaime Correa Castelblanco, S.J.

 CONTENIDO

Presentación - Niñez y juventud - Los primeros estudios - Discernimiento vocacional - Dificultades Noviciado - Los estudios de filosofía - Florencia - Los estudios de teología - Lovaina - Ordenación sacerdotal - Ministerios - La profesión de cuatro votos - Peticiones desde Italia - Es llamado a Roma - En el Colegio Romano - Las Controversias - El religioso - El director espiritual - El teólogo activo - En París - El Padre espiritual de san Luis Gonzaga - Rector del Colegio Romano - Provincial de Nápoles - Teólogo del Papa - Cardenal de la Iglesia - La célebre Controversia De auxiliis - Arzobispo de Capua - Cardenal en dos cónclaves - Cardenal de Curia - La condenación de Galileo - Un encargo a san Bernardino Realino - El último cónclave - La muerte de San Juan Berchmans - La muerte - La glorificación

Presentación

San Ignacio de Loyola nunca quiso para los jesuitas las dignidades eclesiásticas. El mismo intervino ante el papa Paulo III y logró impedir el nombramiento de cardenal en la persona de san Francisco de Borja. También representó al Papa contra los deseos del Emperador quien propuso a san Pedro Canisio para arzobispo de Viena. Lo mismo en otros casos que recuerda la historia.

El romano pontífice, por cierto, es el primer superior de la Compañía de Jesús y los jesuitas hacen a él un voto especial de obediencia. En virtud de este voto, san Roberto Belarmino debió aceptar la dignidad que el Papa le impuso. Fue cardenal y arzobispo de Capua. Mantuvo, eso sí, en la vida privada, el modo de proceder de la Compañía de Jesús.

Es un contemplativo en la acción. La gracia de Dios está en todos los actos de su vida, en la oración y unión con el Señor, en su cátedra, en sus escritos, en la dirección espiritual, en el gobierno episcopal y los trabajos en el colegio cardenalicio.

 

San Roberto Belarmino

San Roberto Belarmino es doctor de la Iglesia. Su cátedra y escritos lo transforman en uno de los más importantes teólogos de su tiempo. La suavidad en la exposición es el gran medio con que obtiene la reconciliación de numerosos cristianos separados.

 

Niñez y juventud

Roberto nace el 4 de octubre de 1542, en Montepulciano, provincia de Sena, en Italia. Es el tercero de doce hermanos.

Su familia es importante. Su padre, don Vicente Belarmino es el primer magistrado de la ciudad y su madre, doña Cintia Cervini, es hermana del cardenal Marcelo Cervini. Este Cardenal ser m s tarde uno de los presidentes del Concilio de Trento y poco después, en 1555, sumo Pontífice, con el nombre de Marcelo II. El padrino de bautismo es el cardenal Roberto Pucci, íntimo amigo de sus padres.

Esos padres piadosos se esmeran en educar a sus hijos en la devoción y en la práctica religiosa. La madre, Cintia Cervini, hace los Ejercicios espirituales, en 1547, bajo la dirección del P. Pascacio Broet, uno de los primeros compañeros de San Ignacio y director espiritual de su hermano Marcelo. Sin duda fue movida por su ejemplo ya que el cardenal los había hecho con san Ignacio.

Los numerosos hijos obligan a la familia a vivir en cierta estrechez económica.

 

Los primeros estudios

Roberto hace los primeros estudios, guiado por su madre y un maestro del pueblo, Orfeo Butti.

Pero en 1557 ingresa al Colegio que ese año abre la Compañía de Jesús en Montepulciano. Tiene quince años de edad y demuestra un especial talento.

 

Discernimiento vocacional

En el Colegio jesuita se desarrolla plenamente. Destaca como alumno. Se inicia con gusto en las academias de poesía, teatro, música y oratoria.

Con el P. Juan Gambaro, su director espiritual, hace los Ejercicios espirituales de San Ignacio y el discernimiento vocacional, determinándose por ingresar en la Compañía. Tiene entonces diecisiete años.

 

Dificultades

Don Vicente Belarmino, al enterarse de la noticia no sabe qué hacer. ¡Son tantas las esperanzas que ha cifrado en ese hijo! Atribuye la vocación de Roberto a las influencias de los jesuitas. Prohíbe a su hijo el tener con ellos otro trato que no sea sobre estudios. Le impone también que en adelante se confiese con los Padres dominicos. Doña Cintia sufre en silencio.

Roberto se siente muy desorientado y no tiene el valor para insistir ante su padre. Los jesuitas lo animan, en todo momento, a insistir para alcanzar el deseado permiso.

Por fin don Vicente se aviene a dar el consentimiento, con la condición de esperar un año. Antes del plazo, don Vicente escribe al P. Diego Laínez, general de la Compañía de Jesús: "Habiendo considerado que se debe a Dios lo que más se estima, he dado a mi hijo mi bendición y lo he ofrecido a Dios y hecho hijo de la Compañía de Jesús. Le ruego humildemente se digne

 

Noviciado

El 17 de septiembre de 1560 Roberto sale de Montepulciano rumbo a Roma. Viaja en compañía de su primo Ricardo Cervini, también decidido a hacerse jesuita. Los dos peregrinos llegan a la ciudad eterna el 20 de septiembre.

El P. Diego Laínez los recibe en la sencilla casa de Nuestra Señora de la Estrada, donde San Ignacio ha vivido sus últimos años.

La primera probación de ambos dura diez días. Después se incorporan a la comunidad. Con alegría se ocupan en los servicios de la cocina y en el comedor, como experiencias de noviciado.

En los primeros años de la Compañía de Jesús, el tiempo, prescrito para el período del noviciado, no estaba del todo reglamentado. De hecho, los votos religiosos de Roberto y Ricardo llevan la fecha del 20 de septiembre de 1560, el mismo día del ingreso.

 

Los estudios de filosofía

Un mes después del ingreso, el P. Laínez determina que Roberto pase al Colegio Romano a continuar sus estudios de filosofía.

El Colegio es una institución fundada por el mismo San Ignacio. En 1551, en una casita arrendada, puso en la puerta el letrero: "Escuela de gramática, de humanidades y de doctrina cristiana, gratis".

En 1560 el Colegio Romano es muy grande. En ‚l viven 154 jesuitas, de los cuales 112 son estudiantes. Los alumnos externos son 600. Hay profesores insignes: Francisco Toledo, Ledesma, Juan de Mariana, Cristóbal Clavio y Juan Leunis, fundador de las Congregaciones marianas (hoy, Comunidades de Vida cristiana, CVX).

Roberto Belarmino es desde un comienzo un alumno excelente, a pesar de que su salud es bastante endeble en esos tres años. La defensa final de las tesis de filosofía es brillante.

 

Florencia

En 1563 es destinado al Colegio de Florencia para la experiencia de magisterio. Tiene a su cargo las clases de Retórica y la predicación en la iglesia anexa al Colegio.

El éxito lo logra gracias a la ciencia y a sus modos agradables y al respeto para con los jóvenes discípulos. Este modo de ser suave, con los alumnos, no fue del agrado de todos en Florencia.

Al año siguiente, los Superiores lo trasladan a Mondovi, en el Piamonte, con los mismos cargos de profesor y predicador.

 

Los estudios de teología

En 1567 empieza los estudios de la teología en la célebre universidad de Padua.

A los dos años, antes de terminarlos, san Francisco de Borja, el nuevo general de la Compañía de Jesús, lo destina a Lovaina, una de las ciudades m s amenazadas por el protestantismo. En Padua, Roberto no acepta las teorías de un profesor acerca de la predestinación. Refuta con calma y ciertamente parece tener la razón.

Ni él mismo sabe por qué dice al llegar: "El P. General me ha enviado aquí para dos años, pero me voy a quedar siete". El hecho es que resultó profeta, pues, en efecto su permanencia en Lovaina dura siete años.

 

Lovaina

Cuando Roberto Belarmino llega a Lovaina, en mayo de 1569, los estudiantes de la célebre universidad son más de tres mil.

El Canciller, Miguel Bayo, sin ser propiamente hereje, enseña doctrinas muy semejantes a las de Lutero y de Calvino.

Las conferencias del joven Belarmino no tardan en llamar la atención. El pueblo y los estudiantes empiezan a acudir en masa a la iglesia de San Miguel y se agolpan alrededor de su cátedra para escuchar los sermones y las clases.

La serenidad y la erudición del joven predicador le traen un numeroso grupo de oyentes. No sólo de las ciudades vecinas, sino también desde Holanda y aun desde Inglaterra. Las conversiones se multiplican en gran número y las vocaciones sacerdotales aumentan.

 

Ordenación sacerdotal

Conforme a las disposiciones del papa San Pío V, Roberto hace la profesión solemne de tres votos el día de la Epifanía de 1570. Es entonces prerrequisito para el sacerdocio.

En Lieja y después en Gante, por no haber Obispo en Lovaina, san Roberto recibe, una tras otra, las órdenes sagradas. El sacerdocio lo recibe el 25 de marzo de 1570. Su primera Misa solemne la canta el 2 de abril, Domingo in Albis, en la ciudad de Lovaina.

 

Ministerios

Sus sermones se hacen extraordinariamente famosos. El primer cuidado es exponer el sentido literal de los textos de la Escritura que cita, guardándose mucho de forzarlos y darles un significado distinto al genuino. Para ello se atiene a las fuentes primeras de los Padres y Doctores de la Iglesia. Es admirable su conocimiento de san Agustín, san Jerónimo, san Juan Crisóstomo, san Basilio, san Ireneo, san Hilario y san Ambrosio.

Las clases de teología, en el Colegio de los jesuitas, las comienza a dictar el 17 de octubre de 1570, apenas cumplidos los 28 años. Se presenta con un programa basado en Santo Tomás, la Biblia, los Padres y el Concilio de Trento. Desde los primeros días sus lecciones son muy concurridas: ¡casi cien escolares! En los años siguientes la concurrencia aumenta hasta 200 alumnos. Se prepara con enorme cuidado. Los apuntes manuscritos de estas clases se conservan hoy día y son cuatro volúmenes con m s de 1.500 páginas. Estudia hebreo para poder leer el Antiguo Testamento en la lengua original.

 

La profesión de cuatro votos

El 6 de julio de 1572 pronuncia la profesión solemne de cuatro votos, en la Compañía de Jesús.

Es curioso: san Francisco de Borja lo exime del prerrequisito de la Tercera probación exigida a todo jesuita antes de sus últimos votos.

Poco después sufre los embates de la guerra entre el Príncipe Guillermo, duque de Orléans, jefe de los protestantes, y las tropas del duque de Alba, defensor de los intereses del rey de España. Roberto Belarmino se refugia en el Colegio de Douai por poco tiempo.

 

Peticiones desde Italia

El cardenal san Carlos Borromeo, arzobispo de Milán, entrega a los jesuitas el famoso Colegio de Brera para que dicten clases de letras, ciencia y teología. Con insistencia el arzobispo pide al P. Juan Polanco, vicario general después de la muerte de San Francisco de Borja, que el P. Roberto Belarmino sea destinado a Milán como profesor de teología y como predicador.

Fueron cuatro años de insistencia desde Milán y otros tantos de representación contraria de parte de los superiores de Flandes. Borromeo es muy claro en sus peticiones al nuevo general  Everardo Mercuriano: "Suplico de nuevo a Ud. que urja a los de Flandes para acelerar lo m s posible la venida del P. Belarmino. Y no suceda ahora que Ud. ponga en duda la venida de dicho Padre y me proponga otros nombres, porque no pienso desistir de la promesa que se me hizo en Roma, la cual es justo que se cumpla". En otra carta dice: "Creo que molestar n a Ud. para que deje en Flandes al P. Roberto Belarmino, pero como hace tiempo me lo han prometido para Mil n, quiero rogarle que en manera alguna quiera Ud. volverse atrás de la promesa que se me ha hecho".

Los de Flandes escriben: "El P. Belarmino es de gran importancia en el Colegio de Lovaina. Sacándolo de aquí, no hay nadie en la Provincia que pueda suplirlo. Él es quien da fama al Colegio. El P. Roberto Belarmino tiene aquí más de 200 alumnos. Respecto a la salud se encuentra mejor aquí que en Italia. El está contento y nosotros muy satisfechos de él. En Lovaina es más útil. Aquí el fruto es cierto, en Milán incierto y los alumnos pocos".

Belarmino escribe: "Estoy contento de estar aquí, mientras lo disponga la obediencia, pero cuando se disponga otra cosa, a mí no me agradará menos. Por la gracia del Señor, me encuentro en esto del todo indiferente, como deseo estarlo en todas las cosas".

 

Es llamado a Roma

El P. Everardo Mercuriano, el nuevo General, decide llamarlo a Roma y lo destina al Colegio Romano.

Emprende el viaje el 1 de septiembre de 1576. En el regreso se detiene en Montepulciano y visita a su ya anciano padre. También llora junto a la tumba de su querida madre, que ha muerto el 3 de junio del año anterior. Roberto llega a Roma a fines del mes de septiembre.

 

En el Colegio Romano

El papa Gregorio XIII es el sucesor de san Pío V. Con inmenso celo este pontífice emprende la tarea de afianzar la fe católica en los países protestantes. Hace subir a cien, después a ciento cincuenta, el número de los alumnos alemanes del Colegio Germánico de la Compañía de Jesús y establece las rentas necesarias para su sustento.

Para la formación del clero de Inglaterra y Gales, el papa Gregorio funda el Colegio Inglés. Todos los alumnos deben asistir a clases en el Colegio Romano.

El P. Roberto Belarmino es designado por el mismo pontífice para dictar las lecciones en una cátedra de Controversias.

 

Las Controversias

El P. Roberto Belarmino tiene tal éxito en sus clases que los Superiores le ordenan imprimir sus lecciones. Con inmenso trabajo escribe, y vuelve a escribir, por su propio puño y letra, todas las páginas.

Este es el origen de la monumental obra de las Controversias. "Disponga Ud., P. General, como quiera. A mí me basta con haber obedecido". La edición definitiva tiene cuatro gruesos volúmenes.

Las Controversias son la obra maestra y la gloria de San Roberto Belarmino. Son una defensa completa y científica de la Iglesia Católica, de su constitución, del Papado y de su doctrina. Punto por punto se refutan las doctrinas protestantes.

El éxito de esta obra es verdaderamente extraordinario. En los treinta años siguientes tiene veinte ediciones. En Alemania y en Inglaterra, los protestantes se esmeran en refutarlas. Numerosas conversiones ocasionan su lectura y estudio.

La verdadera clave del éxito está en la enorme erudición de Belarmino y en su afán por encontrar y mostrar la verdad. Es característica la lealtad científica, su piedad y respeto por las cosas de la Iglesia, el amor al Papado, y en especial el suave trato hacia los adversarios.

 

El religioso

Los que vivieron con ‚l en el Colegio Romano hablan de su extraordinario amor a las virtudes religiosas.

En su aposento no hay cosas superfluas. En su reclinatorio sólo tiene una estampa de papel. En cuanto a los libros, es cierto, les tiene enorme aprecio, pero a medida de que ya no los necesita los devuelve a la biblioteca. Aun sus mismos manuscritos los conserva con cierta reticencia.

Otra de sus virtudes preferidas es la humildad. Son muchos los que atestiguan acerca de su diligencia en la cocina, lavando los platos de la comunidad.

 

El director espiritual

La influencia espiritual de Roberto Belarmino, entre los alumnos, es muy importante. Entre sus discípulos y dirigidos espiritualmente figuran el Bienaventurado Rodolfo Acquaviva, mártir de Salsette, en la India, y el célebre misionero de China, el P. Mateo Ricci.

En presencia suya, los estudiantes ingleses, el 15 de abril de 1579, pronuncian el voto heroico de volver a la patria para trabajar por la fe católica y morir, si fuere necesario. Los primeros que extienden las manos sobre el Evangelio son los bienaventurados Roberto Sherwin, Lucas Kirby y William Hart. Después, los santos Roberto Southwell y Enrique Walpole, de la Compañía de Jesús, y los bienaventurados Edward Oldcorne, también jesuita, Cristóbal Buxton, Edward Jomes y John Ingram. M s tarde, todos ellos dan la vida en Inglaterra. Roberto Belarmino jura con sus discípulos y pide ser destinado para enseñar la fe católica entre los ingleses.

 

El teólogo activo

Sin embargo las Controversias no agotan por cierto, la actividad de Belarmino.

Cuatro meses vive en Nápoles, ayudando al P. Alfonso Salmerón, uno de los primeros compañeros de San Ignacio, en la edición de los veinte tomos de sus obras.

Coopera con el papa Gregorio XIII en la reforma del Calendario, en la corrección del Martirologio y toma parte en la edición de la Vulgata y el Ritual romano. Es también miembro de la comisión para la reforma del Breviario, para el cual compone en latín hermosos himnos.

Como teólogo interviene en la defensa de la Santa Sede en la controversia por los privilegios invocados por España respecto al gobierno religioso del reino de Sicilia. Igualmente en la discusión sobre el Sacro Romano Imperio con los príncipes alemanes.

En la Compañía de Jesús interviene directamente en la redacción de la Ratio Studiorum o normas por las cuales deben regirse los estudios en los Colegios jesuitas.

 

En París

El P. Roberto Belarmino acompaña, en 1589, en calidad de teólogo, al Cardenal Enrique Gaetani a París, para estudiar allí la situación religiosa y evitar el cisma que amenaza, a consecuencia del asesinato de Enrique III y la subida al trono de Enrique IV de Navarra, protestante entonces y protector de los hugonotes.

Fueron seis meses de grandes tensiones. Aun los católicos franceses estaban divididos. La prudencia no era la virtud predilecta en las cuestiones políticas. Roberto sufre. No sólo con el asedio de la ciudad de París por las tropas del rey de Navarra, sino por la búsqueda incesante de una mejor solución para Francia.

La muerte del papa Sixto V pone término a la misión, pero quedan puestas las bases para la futura reconciliación.

 

El Padre espiritual de San Luis Gonzaga

El regreso a Roma es un descanso. Reanuda sus clases y la labor espiritual de los estudiantes del Colegio Romano. Se siente muy a gusto.

Entre tantos, algunos fueron nombrados m s arriba, resplandece de una manera especial el joven jesuita Luis Gonzaga.

Tres años lo acompaña, hasta la muerte de Luis. Fue una hermosa amistad. Roberto enseña y guía, Luis edifica al maestro. El recuerdo y la devoción por Luis Gonzaga los conserva hasta el final de sus días. En el testamento pide ser sepultado a los pies de su joven dirigido. Tuvo el consuelo de verlo en los altares.

 

Rector del Colegio Romano

El 18 de diciembre de 1592 es nombrado Rector del Colegio Romano, el más importante de la Compañía de Jesús. Para él es toda una sorpresa, a pesar de haber vivido en él durante dieciséis años. Acepta esa obediencia con su habitual docilidad y desde el principio establece las características de su gobierno: ser el padre y el servidor de todos.

En este rectorado, el Colegio Romano progresa enormemente. Belarmino se preocupa de una manera especial de los estudios, de la biblioteca, las cátedras y la vida espiritual. La alegría comunitaria, la convivencia entre las diversas nacionalidades, los sentimientos de fidelidad a la Iglesia y a la Compañía cobran aumentos notables. El mérito de Belarmino se aprecia si consideramos que el Colegio Romano tiene 20 profesores, 200 estudiantes jesuitas y 2.000 alumnos de otras órdenes religiosas. El prestigio del rector aumenta. En Roma comienza a correr el rumor de que el Papa piensa hacerlo cardenal.

 

Provincial de Nápoles

El P. General, Claudio Acquaviva, como es su deber, se preocupa y decide alejarlo de Roma y de la púrpura.

Lo nombra Provincial de Nápoles, a principios de noviembre de 1594. Nueve cardenales se quejan al Papa. Clemente VIII se molesta y lo hace comunicar al P. General. El asunto se demora hasta que el P. Acquaviva habla con el Papa, quien al fin deja todo en las manos del General.

El 1 de diciembre ya está Belarmino en Nápoles. Gobierna con prudencia, espíritu y caridad, como dijo de él el P. General. Pone especial cuidado por los estudios de literatura y teología.

Hace dos veces la visita general a todas las Casas de la Provincia. Construye la Iglesia de Jesús Nuevo en Nápoles y funda un nuevo Colegio en Aquila.

Son muy conmovedoras las visitas al Colegio de Lecce, donde vive, desde hace 42 años, san Bernardino Realino. Ambos santos jesuitas saben comprenderse muy de veras.

 

Teólogo del Papa

En enero de 1597, Roberto Belarmino es llamado de improviso a Roma. El papa Clemente VIII quiere un sucesor del P. Francisco de Toledo, su teólogo y consejero, recientemente fallecido.

El oratoriano César Baronio, muy amigo de Belarmino, desde seis meses cardenal, presenta el nombre de su amigo. El General P. Claudio Acquaviva no puede hacer otra cosa sino aceptar la petición del Papa. Se le nombra teólogo pontificio y consultor del Santo Oficio.

Belarmino insiste en no querer vivir en los Palacios Apostólicos y logra hacerlo en la casa de los Penitenciarios confiada entonces a la Compañía de Jesús y situada junto a la plaza de San Pedro.

En este tiempo escribe, por encargo del Papa, una de sus obras más benéficas y tal vez la de mayor difusión, el Catecismo, el grande y el pequeño. En julio de 1598 sale de la imprenta, acompañado de un Breve de Clemente VIII. Junto con alabarlo, lo recomienda para todas las diócesis, imponiéndolo formalmente en los Estados Pontificios. La rapidez con que es adoptado por los Obispos de diversos países hace pensar a muchos que muy pronto llegaría a ser el Catecismo universal de la Iglesia Católica. Tal vez ningún libro, excepto los Evangelios y la Imitación de Cristo, tiene el honor de tantas traducciones. Se cuentan 56, en lenguas distintas.

En 1598 acompaña al Papa a Ferrara a tomar posesión del ducado que debe volver a la Santa Sede después de la muerte del duque Alfonso II pues no ha dejado herederos legítimos. San Roberto Belarmino aprovecha, por encargo del P. General, esta cercanía de seis meses, tan próxima al Papa, para tratar con él asuntos relacionados con la Controversia de Auxiliis suscitada por el libro del P. Luis de Molina sobre la Gracia. También sobre los detalles de la crucifixión de los mártires japoneses, recientemente ocurrida, y los motivos religiosos y no civiles de esas muertes. Logra la benevolencia papal respecto a la situación de la Compañía de Jesús en Francia y detiene la formación de una Compañía de jesuitas descalzos en España. En todos estos asuntos cuenta con la ayuda de su amigo el cardenal César Baronio, pues juntos están en Ferrara.

A su regreso a Roma el P. General pide y obtiene permiso del Papa para nombrar a Roberto, rector de la casa de los Penitenciarios.

Por encargo de Clemente VIII califica teológicamente las opiniones y sentencias contenidas en las obras de Giordano Bruno. Con infinita caridad y paciencia trata Belarmino todo este asunto. Lo visita, varias veces en la prisión, y le da prolongados plazos para que pueda reconsiderar sus opiniones contra la Eucaristía, la virginidad de María, los milagros de Cristo y la transmigración de las almas. La suavidad del P. Roberto espera, hasta el último, una muestra de arrepentimiento.

 

Cardenal de la Iglesia

En el consistorio del 3 de marzo de 1599, el Papa Clemente lo proclama, sin más, sin haberlo comunicado a nadie, Cardenal de la Iglesia, con estas palabras: "Lo elegimos porque no hay otro en la Iglesia de Dios que lo iguale en sabiduría, y por ser sobrino de mi antecesor, el santísimo Papa Marcelo II".

El marqués Sannesio es el encargado de llevar la noticia a la casa de los Penitenciarios y ordenarle, en nombre del Papa que no salga de casa por ninguna razón. Roberto Belarmino se siente como herido por un rayo. Reúne a la comunidad y pide consejo sobre lo que debe hacer. Manda al P. Ministro que visite al cardenal Aldobrandini, sobrino del Papa, y pida una audiencia a su Santidad, pues quiere exponerle las razones por las cuales no debe aceptar esa dignidad. El cardenal contesta que no puede ir sin ser llamado y que sepa que el Papa no desea oír sus razones sino que debe aceptar por obediencia.

Cuando llega el día va al Palacio Apostólico acompañado por el mismo marqués Sannesio. El cardenal Aldobrandini baja desde las habitaciones del Papa. El P. Roberto le sale al encuentro y le ruega con toda el alma interceder para que le sea permitido seguir en su estado. El cardenal le corta la palabra. Le dice que el Papa manda aceptar bajo pena de pecado mortal. Belarmino calla, pero rompe a llorar. El llanto conmueve a los presentes. Continúa llorando mientras se deja vestir con el traje rojo de los cardenales. Conducido, después, a los pies del Papa para la imposición del capelo, todavía trata de exponer sus excusas. Pero Clemente VIII lo interrumpe diciendo: "En virtud de santa obediencia y bajo pena de pecado mortal te obligo a recibir la dignidad cardenalicia, y te prohibo replicar bajo pena de excomunión, ipso facto". No le queda más que obedecer.

Su vida cambia sólo en lo exterior. A los pies del crucifijo renueva el propósito de ser santo que le condujo a la Compañía de Jesús. Las bases de su conducta futura, las establece en tres puntos: Primero, no cambiar el modo de vivir respecto a la comida, a la oración, Misa diaria y normas de las Constituciones de la Compañía de Jesús. Segundo, no acumulará, por ningún motivo, dineros, ni enriquecerá a sus parientes, sino dará a la Iglesia y a los pobres cuanto le sobrare de sus gastos absolutamente necesarios. Tercero, no pedirá al Papa mayores entradas que las que le fueren señaladas, ni aceptará regalos ni dones de los Príncipes. Varios años más tarde, al fin de sus días pudo decir: "Mantuve todas estas promesas".

Se le señala el título de Santa María in Vía. Rechaza los ofrecimientos del embajador de España, quien a nombre de Felipe III, pretende otorgarle una excelente pensión. Quiere ser deudor únicamente del Papa quien le da lo necesario para instalar una casa digna de un cardenal. Reduce al mínimo el número de sirvientes, carrozas y caballos. Los pobres siempre gozan de su amistad y de las pocas limosnas que de su pobreza puede entregarles.

Es elegido miembro de las Congregaciones del Santo Oficio, de Ritos y del Indice. Además forma parte de la comisión de ocho Cardenales que debe discutir la causa matrimonial de Enrique IV, rey de Francia.

 

La célebre Controversia De Auxiliis

Es designado miembro de número en la Comisión De Auxiliis que trata de poner paz entre dominicos y jesuitas respecto de la gracia, la salvación y el libre albedrío. Esta Comisión tiene un enorme trabajo, porque los ánimos de las dos Ordenes religiosas parecen estar muy caldeados. Belarmino es insistente en la búsqueda de la paz.

Memoriales muy serios son elevados a Clemente VIII, varios meses y años. El Papa empieza a cansarse y manifiesta deseos de zanjar los asuntos con una definición dogmática. Belarmino es muy valiente, y le encarece no dejarse engañar porque su Santidad no es un teólogo y la cuestión es muy obscura. El Papa replica molesto que él va a dar una solución dogmática. Roberto Belarmino le replica: "Vuestra Santidad no va a definirla". Días más tarde dice lo mismo al cardenal del Monte. Si el Papa puede y quiere, ¿por qué dice Ud., cardenal Belarmino, que no va definirla?. Pues aunque pueda y quiera definirla, le repite san Roberto, no lo hará, porque va a morir. Del Monte queda atónito, pero más cuando se cumple la profecía.

A Clemente VIII le molesta la firme oposición de Belarmino y lo reprende. Roberto contesta con un escrito admirable, por la humildad y la firmeza de sus argumentos.

 

Arzobispo de Capua

Tal vez por estas diferencias, tal vez no, lo cierto es que el Papa aleja de Roma al cardenal Roberto Belarmino. A comienzos de 1602, al quedar vacante la diócesis de Capua, Clemente VIII lo nombra arzobispo.

Capua tiene, entonces, buenas rentas y muchos ven en este nombramiento una promoción del cardenal. El mismo Papa determina conferirle, el 21 de abril, la ordenación episcopal y entregarle, dos días después, el palio. Enseguida, el nuevo arzobispo deja sus habitaciones del Vaticano y se retira al Colegio Romano.

Ocho días después está ya en su diócesis, contento de llevar una vida apostólica, en contacto directo con los fieles.

En Capua, el recibimiento del nuevo arzobispo es espléndido. Lo precede su fama de santidad y sabiduría.

Roberto se dedica de lleno a su diócesis. Sus primeros trabajos van dirigidos al clero y a la vida religiosa. Las normas del Concilio de Trento son aplicadas. El Seminario diocesano aumenta sus vocaciones. Los pobres son la principal preocupación.

En tres años hace tres visitas pastorales a través de toda la diócesis visitando todas las parroquias, iglesias y casas religiosas. La instrucción catequética de los fieles es establecida en la ciudad y en todos los pueblos. Predica incansablemente y anima a sus sacerdotes en este ministerio. Tres veces reúne al Sínodo diocesano y una vez al Concilio provincial, el cual no se había tenido desde hacía dieciocho años. Repara iglesias, reforma conventos de religiosas, distribuye limosnas.

Roberto se siente dichoso en su labor pastoral. "Fui amado por el pueblo y yo lo amé a mi pueblo". "Capua es ahora mi patria. Su catedral es mi casa. Mi familia es este pueblo. Mi preocupación son los intereses de estas almas".

Vive en armonía con las autoridades civiles del Reino de Nápoles, cosa no muy frecuente en esos tiempos.

 

Cardenal en dos cónclaves

El 3 de marzo de 1605 muere el Papa Clemente VIII. Roberto Belarmino debe viajar al cónclave. La despedida de sus fieles es conmovedora, porque todos saben que no regresará.

El 14 de marzo entra en el cónclave. Son 69 cardenales. España y Francia, según las deplorables costumbres de la época hacen conocer la oposición hacia los cardenales César Baronio y Roberto Belarmino. Y sin embargo, en el primer escrutinio, Baronio obtiene ocho sufragios y Belarmino, once. Por fin, el 1 de abril, es elegido el cardenal Alejandro de Médicis quien toma el nombre de León XI.

Pero la alegría por la elección de un Papa, tan del agrado del cardenal Belarmino se cambia muy pronto en un gran dolor. El 27 de abril el Papa muere de una súbita pulmonía contraída el mismo día de su toma de posesión en San Juan de Letrán.

El nuevo cónclave comienza el 8 de mayo. Esta vez la candidatura de Belarmino es apoyada muy fuertemente por su amigo el cardenal César Baronio. En el primer escrutinio tiene catorce sufragios. San Roberto se llena de temor. En su pequeña celda, en los pasillos, en la Capilla, su angustiada oración es siempre la misma: "Señor, elige a aquél a quien Tú quieras, pero a mí, líbrame del Papado". El Señor parece escucharlo.

En el cónclave, poco a poco, empiezan las discusiones. Interminables y a veces muy airadas. Hay hasta más de algún tumulto. El Cardenal Aldobrandini propone al Cardenal Tosco, al no haber un buen consenso. Esta candidatura es muy combatida. Una de las razones dadas para no elegir a Belarmino es la célebre controversia De Auxiliis. El papa Belarmino, sería juez y parte.

Por fin, tras mucho deliberar y conforme a los deseos de Baronio y Belarmino, se elige, el 16 de mayo, al cardenal Camilo Borghese. Toma el nombre de Paulo V.

 

Cardenal de Curia

Paulo V, como primera medida, no permite que el Cardenal Roberto Belarmino regrese a su diócesis de Capua. Determina mantenerlo a su lado.

Belarmino representa: "Padre Santo, yo estoy obligado a obedecer a sus indicaciones; sin embargo, le suplico considere que la residencia en la Iglesia de Capua es m s necesaria. En Roma hay muchos cardenales, pero en Capua no hay más que un arzobispo. Si su Santidad se resuelve a que yo quede en Roma, ser necesario nombrar un sucesor en Capua". El Papa nombra un nuevo arzobispo para Capua y deja a Belarmino en Roma.

Desde los comienzos de este pontificado, el cardenal Belarmino goza de toda la confianza del Papa. En la Curia es nombrado miembro de las Congregaciones del Santo Oficio, del Índice, del Examen de Obispos, de Ritos, de Indulgencias y de la Propagación de la Fe en Alemania y Hungría.

En la Congregación de Ritos trabaja incansablemente en la causa de san Ignacio, san Carlos Borromeo, san Francisco Javier y san Felipe Neri. Además es nombrado cardenal protector de la Orden de los Celestinos, del Colegio Germánico y del Monasterio de Santa Marta. Desde un comienzo debe intervenir, por expreso deseo del Papa, en la difícil cuestión de relaciones con la República de Venecia, contra la cual se ha dictado la pena de excomunión y entredicho.

También interviene con notable habilidad en todas las actividades que permiten la reincorporación a la Iglesia Católica de grandes grupos de cristianos orientales: los rutenos de Polonia, los roscianos o serbocroatas ortodoxos, los malabares de la India y la profesión de fe católica de Neófito II, Patriarca griego de Constantinopla. Belarmino domina la lengua griega y su amor por la liturgia oriental lo hace especialmente apto para estas funciones. Siente profundo amor por la Iglesia maronita. Recibe la profesión de fe católica de Jeremías de Boris, sacerdote de Chipre y ayuda a la unión del metropolita griego de Naxos. Logra la conversión al catolicismo de Demetrio, duque de Moscú. El 19 de noviembre de 1611, Belarmino agrega a la Iglesia de Roma al Obispo Simeón Vretanja, de quien tiene origen la actual jerarquía católica de rito oriental en Croacia y Serbia, dándole la ordenación episcopal sub conditione. Las relaciones del cardenal Belarmino con Polonia son admirables. Mantiene amistad muy sinceras con los reyes Batory, Segismundo III y el heredero Ladislao.

 

El cardenal jesuita

Jamás olvida el cardenal Belarmino a la Compañía de Jesús. Sus cartas están llenas de sentimientos nostálgicos por los años vividos como simple religioso. Su director espiritual es, desde sus años en Nápoles, el P. Juan Bautista Carminata. A este Padre le abre siempre su alma, le pide consejo en todo y suplica le transmita sus correcciones. Siente por ‚l una profunda estima y admiración. El Padre Carminata le es fiel y sincero, en medio de sus ocupaciones de Rector, Provincial de Sicilia y otros cargos. Es una hermosa amistad la de estos dos hombres santos, que dura hasta la muerte del P. Carminata en 1619.

Desde su regreso a Roma, en 1605, san Roberto toma la costumbre de vivir un mes entero en la casa del noviciado de San Andrés, en el Quirinal. Escoge, casi siempre, el mes de septiembre, por estar m s libre de sus ocupaciones de Curia.

Allí vivieron san Estanislao de Kostka y san Luis Gonzaga y con sus recuerdos le parece volver a la vida religiosa. Deja de lado sus vestiduras de cardenal y participa en todos los actos y en la vida de la comunidad. En la casa del Noviciado hace siempre los ocho días de Ejercicios espirituales, prescritos a todo jesuita. En San Andrés, en 1616, hace su célebre voto de defender la doctrina sobre la Inmaculada Concepción de la Virgen María, a pesar de no ser todavía un dogma de fe.

 

La condenación de Galileo

En 1616 debe intervenir en el asunto de Galileo Galilei. Ya en 1611 había tenido con Galileo una larga conversación y Belarmino quedó profundamente impresionado por la ciencia del sabio y la explicación del sistema copernicano acerca del movimiento de los astros. Roberto, buscando una confirmación, pide el parecer de los Padres Cristóbal Clavio y otros sabios del Colegio Romano y queda satisfecho con la nueva explicación de la ciencia.

Los problemas para Galileo comienzan, el 1616, cuando ‚l quiere confirmar el sistema de Copérnico, es decir, del movimiento de la tierra alrededor del sol, con pruebas sacadas de la Escritura, entrando en un campo que no es el suyo y pretendiendo dar nuevas explicaciones a los textos de la Biblia.

Habiendo tocado a la Escritura, Galileo se coloca en el terreno religioso, y se le llama la atención desde Roma. Consultado Belarmino, éste advierte: "Digo que cuando se demuestre verdaderamente que el sol está en el centro del mundo y la tierra en el tercer cielo, y que el sol no marcha alrededor de la tierra, sino la tierra alrededor del sol, entonces ser preciso andar con mucho tiento para explicar las Escrituras, que parecen contrarias, y m s bien decir que no las entendemos, que decir que es falso lo que se demuestra".

No puede ser más sabio, ni menos prudente. Con todo, Galileo es condenado por el Santo Oficio a no defender su ciencia basándola en las Escrituras. El Papa ordena al cardenal Belarmino, dada su benevolencia, a que sea ‚l el encargado de comunicar a Galileo la sentencia. Galileo se somete y no recibe penitencia alguna. Es cierto, el proceso va a continuar m s tarde, pero Belarmino ya habrá muerto.

 

Un encargo a san Bernardino Realino

En junio de 1616 encarga al P. Antonio Beatillo, que parte desde Roma a Lecce: "Cuando Ud. llegue a Lecce diga al santo anciano P. Bernardino Realino, que ya es muy viejo y no puede hacer nada en esta vida, que vaya pronto al paraíso y me prepare a mí un sitio para que cuando yo llegue lo encuentre todo preparado".

Un recado de un santo para otro santo. La suave respuesta de san Bernardino Realino fue: "Padre mío, dentro de pocos días yo me iré de esta vida y haré lo que manda el señor Cardenal, y cuando esté en el cielo por la gracia del Señor, le esperaré y le tendré preparado el sitio. Escríbalo Ud. así al señor Cardenal".

Quince días después muere en Lecce el P. Bernardino Realino.

 

El último cónclave

A principios de 1621 muere el papa Paulo V. Es el decimocuarto Papa que baja al sepulcro en la larga vida de san Roberto. Y de nuevo entra al cónclave. Esta vez va sin cuidados, pues tiene m s de 78 años y le parece no haber peligros en la elección. Con todo, hay todavía trece sufragios en su favor. Él los interpreta como una benevolencia para con su persona.

El elegido es el cardenal Ludovisi, quien toma el nombre de Gregorio XV. De inmediato Roberto pide al nuevo Pontífice la gracia de retirarse de sus funciones y el permiso para vivir cerca del Noviciado de San Andrés. El Papa, primero rehusa, pero algunos meses m s tarde accede, movido por las instancias que le hace el P. General Mucio Vitelleschi.

 

La muerte de san Juan Berchmans

El 13 de agosto de 1621 muere, en el Colegio Romano, el joven jesuita san Juan Berchmans. Cuando le cuentan la noticia y el enorme impacto de todos, Belarmino pide más detalles.

Le dicen que Juan Berchmans, en su lecho de muerte ha atestiguado no haber cometido jamás un pecado venial deliberado. Belarmino no se conmueve. Después de un momento de reflexión dice: "No me parece gran cosa. ¿Quién haría jamás un pecado venial voluntariamente? Por lo que a mí toca, no recuerdo haberlo hecho. La palabra voluntariamente quiere decir a propósito. Yo no recuerdo haberlo hecho".

 

La muerte

El 25 de agosto se traslada a vivir al Noviciado de San Andrés. "A morir", como él dice.

El 28 de agosto asiste a las sesiones de la Sagrada Congregación del Índice. Pero regresa a casa con fiebre. Tercianas dobles.

Gregorio XV viene a San Andrés, el 1 de septiembre, para visitarlo en el lecho de enfermo y darle su bendición. En los días siguientes el gentío es inmenso, cardenales y sacerdotes, señores y pueblo.

Cuando el P. General le comunica que no hay esperanzas, dice: "¡Oh, qué buena noticia, qué buena noticia!". El mismo pide el Viático y el Sacramento de los enfermos.

El 10 de septiembre, ante diez testigos, hace una solemne declaración de fe, pues sabe que muchos adversarios hacen correr rumores infundados: "Cuanto he escrito en defensa de la fe católica lo ratifico en esta hora y en esa fe quiero morir. Además, en lo referente a la materia De auxiliis divinae gratiae, ratifico y tengo por verdadero cuanto he escrito en las Controversias. No he cambiado jamás de opinión. Ruego a los presentes quieran firmar esta declaración en testimonio de la verdad".

Otro día recibe a los novicios y al P. Maestro y se entretiene con mucho agrado con ellos.

Muere en la mañana de 17 de septiembre de 1621.

 

La glorificación

Su testamento dice: "Quiero que mi cuerpo, sin embalsamarlo, sea llevado de noche y sin pompa a una Iglesia de la Compañía de Jesús, a la del Colegio Romano o de la Casa profesa. Mis funerales los hagan solamente los Padres y Hermanos de la Compañía de Jesús, sin asistir el Sacro Colegio, sin túmulo, escudo o colgaduras. Con la misma sencillez con que se suelen hacer los de la Compañía. Y en este particular, con toda verdad, suplico humildemente a la Santidad de nuestro Señor el Papa, quiera cumplirme este deseo.

En cuanto al lugar de mi sepultura, mucho me gustaría tenerlo a los pies de mi hijo espiritual, el Bienaventurado Luis Gonzaga. Sin embargo, los Superiores de la Compañía podrán depositar mi cuerpo donde les parezca.

Estoy seguro de que la piadosa caridad de mi madre la Compañía de Jesús, no dejará de rogar por mi alma como lo hace con los demás hijos suyos".

El 12 de diciembre de 1628, Urbano VIII firma el decreto de introducción de la causa. Los procesos apostólicos se llevan a cabo rápidamente en Roma, Capua, Parma y Montepulciano. En 1629 todos están terminados y depositados en la Sagrada Congregación.

Y sin embargo la causa tiene un sin número de dificultades. Difícilmente se puede encontrar un ejemplo semejante en la historia de estos procedimientos canónicos. La primera suspensión es motivada por los decretos de Urbano VIII que prohíben discutir la heroicidad de virtudes hasta que no pasen por lo menos cincuenta años después de la muerte del siervo de Dios. En 1675 se reasume la causa y es aprobada por unanimidad. La muerte del Papa trae un nuevo retraso. El nuevo Papa la difiere por haberse omitido algunas formalidades de procedimiento. En 1753 el papa Benedicto XIV la reasume y aprueba. Las persecuciones a la Compañía de Jesús, que terminarán con su supresión en 1773, dejan también esta causa en suspenso.

En 1923 el papa Pío XI lo beatifica cuando han pasado ya m s de trescientos años de su muerte. El mismo pontífice lo canoniza el 29 de junio de 1930, y al año siguiente lo declara Doctor de la Iglesia.

Ver también:

San Roberto Belarmino; un punto de referencia válido para la eclesiología católica - Benedicto XVI

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