sábado, 26 de septiembre de 2020

Meditaciones del tiempo ordinario con textos de Santo Tomás de Aquino 178

 

Sábado de la 25ª semana

PRESENTACIÓN DE CRISTO EN EL TEMPLO

Presentación de Jesús en el templo - Girolamo Romanino


Cristo quiso nacer bajo la ley para redimir a aquéllos que estaban bajo la ley (Gal 4, 5) y para que la justificación de la ley se cumpliese espiritualmente en sus miembros. Mas de la prole nacida se establece doble precepto en la ley. Uno general, que se refería a todos, a saber, que cumplidos los días de la purificación de la madre, se ofreciese un sacrificio por el hijo o la hija*; y este sacrificio tenía por objeto, ya la expiación del pecado, en que la prole había sido concebida y nacida, ya también cierta consagración de la misma, puesto que entonces era presentada por vez primera en el templo. Por eso se ofrecía algo en holocausto y algo por el pecado.

 

Existía otro precepto especial en la ley acerca de los primogénitos, tanto en los hombres como en los animales, porque el Señor se había reservado para sí a todo primogénito de los hijos de Israel, puesto que, para librar al pueblo de Israel, había matado a los primogénitos de Egipto desde el hombre hasta los animales, con excepción de los primogénitos de Israel. Este mandato se establece en el Éxodo (XIII), en el que se prefiguraba Cristo, que es el primogénito entre muchos hermanos (Rom 8, 29). Luego, puesto que Cristo nació de mujer como primogénito y quiso nacer bajo la ley, demuestra el Evangelista haberse observado con él estas dos cosas: 1º) Lo que se refiere a los primogénitos, cuando dice: Lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor, como está escrito en la ley del Señor: Que todo varón que abriere matriz, será consagrado al Señor (Lc 2, 22-23). 2º) Lo que pertenece comúnmente a todos, cuando dice: Y para dar la ofrenda, conforme está mandado en la ley del Señor, un par de tórtolas o das palominos (Ibid., 24).

 

La humanidad de Cristo siempre estuvo muy presente a Dios, y sin embargo, debió ser presentada por nosotros. Porque así como el Hijo de Dios no se hizo hombre y fue circuncidado en la carne para propia utilidad, sino para hacernos dioses por su gracia y para que seamos circuncidados espiritualmente, así también es presentado al Señor por nosotros, para que nosotros mismos aprendamos a presentarnos a Dios. Y esto se hizo después de su circuncisión, para demostrar que nadie es digno de las miradas de Dios si no está circuncidado de sus vicios.

 

Se manda, efectivamente, en el Levítico (XII) que quienes pudiesen ofrecieran por el hijo o hija un cordero y además una tórtola o paloma; pero los que no pudieran ofrecer un cordero, ofreciesen dos tórtolas o dos pichones. El Señor que, siendo rico, se hizo pobre por amor vuestro, a fin de que vosotros fueseis ricos por su pobreza (2 Cor 8, 9), quiso que se ofreciese por él la ofrenda de los pobres, del mismo modo que en su nacimiento quiso ser envuelto en pañales y reclinado en un pesebre.

(3ª q. XXXVII, a. 3)

Nota:

*Lev XII

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