domingo, 27 de septiembre de 2020

Meditaciones del tiempo ordinario con textos de Santo Tomás de Aquino 179

 

Domingo de la 26ª semana

TRES GRADOS DE CARIDAD

 

I. Como dice San Agustín*: "Cuando nace la caridad, es alimentada", lo cual pertenece a los que comienzan; "cuando está alimentada, se fortifica", lo cual corresponde a los que progresan; y "cuando está fortalecida, se perfecciona", lo cual es propio de los perfectos.

 

El crecimiento espiritual de la caridad puede considerarse de una manera semejante al crecimiento corporal del hombre, el que, aunque puede distinguirse en muchas partes, tiene, sin embargo, algunas distinciones determinadas, según las determinadas acciones o estudios a los que el hombre llega por el aumento. Así también se distinguen los diversos grados de la caridad según los diversos esfuerzos a que el hombre llegue por aumento de la caridad.

 

II. Primeramente, pues, el estudio principal del hombre consiste en apartarse del pecado y resistir a sus concupiscencias, que le mueven en sentido contrario a la caridad; y esto pertenece a los que comienzan, en los cuales la caridad debe ser alimentada y fomentada para que no se corrompa.

 

El segundo estudio que el hombre hace después tiene por objeto principal progresar en el bien; y esto pertenece a los que progresan, que tienden principalmente a que la caridad se robustezca en ellos por el aumento.

 

El tercero consiste en que el hombre procure principalmente unirse a Dios y gozar de él; y esto pertenece a los perfectos, que desean ser desatados de la carne, y estar con Cristo (Filip 1, 23); como también observamos en el movimiento corporal, cuyo primer paso es el alejamiento del punto de partida; el segundo, que consiste en aproximarse al término; y el tercero, que tiene por objeto descansar en el mismo término.

 

Aquéllos en quienes comienza la caridad, aunque progresen, tienen sin embargo más cuidado para resistir a los pecados cuyos ataques les inquietan. Pero después sienten menos estos ataques, y con más seguridad se dirigen a lo perfecto, practicando por una parte el bien, y por otra teniendo su mano sobre la espada, como se dice en Esdras de los que edificaban a Jerusalén: Con la una mano trabajaban en la obra y con la otra tenían la espada (Esdra., lib. II, cap. IV, 17).

 

Los perfectos progresan también en la caridad; pero no es éste su cuidado principal, sino que ya su mayor afán consiste en unirse a Dios; y aunque también buscan esto los que comienzan y los que progresan, sin embargo, están preocupados aún otras cosas: los que comienzan piensan, sobre todo en evitar los pecados; y los que progresan, en adelantar en las virtudes.

(2ª 2ae , q. XXIV, a. 9)

Nota:

*Super I Can. Joan., tract. 5.

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