martes, 30 de junio de 2020

Meditaciones del tiempo ordinario con textos de Santo Tomás de Aquino 92


Martes de la 13ª semana

LA PERSEVERANCIA



El que perseverare hasta el fin, éste se salvará (Mt 24, 13).

1º) La perseverancia es virtud. Porque la virtud tiene por objeto lo difícil y lo bueno; y por lo tanto, donde ocurre una razón especial de dificultad y de bien, allí hay virtud especial.

Una acción virtuosa puede tener bondad y dificultad por dos motivos: o por la misma especie del acto, o por la larga duración del tiempo. Pues el hecho mismo de insistir mucho tiempo en algo difícil tiene una dificultad especial, y por lo tanto, el persistir mucho tiempo en algún bien hasta terminarla pertenece a una virtud especial. Luego, así como la templanza y la fortaleza son virtudes especiales porque la primera modera los deleites del tacto, lo cual ofrece en sí dificultad, y la fortaleza modera los temores y audacias acerca de los peligros de muerte, lo cual también es difícil, así también la perseverancia es una virtud especial, pues le corresponde persistir largo tiempo en tales o cuales acciones virtuosas, según lo que sea menester.

La perseverancia y la constancia se diferencian según la dificultad que se ofrezca para persistir en el bien; pues la virtud de la perseverancia hace que el hombre persista firmemente en el bien contra la dificultad que proviene de la misma larga duración del acto; mientras que la constancia hace que persista firmemente en el bien en contra de la dificultad que proviene de cualesquiera otros obstáculos exteriores.
(2ª 2ae , q, CXXXVII, a. 1, 3)

2º) El hombre en estado de gracia necesita del auxilio de la gracia para perseverar. La perseverancia tiene tres distintas acepciones. Unas veces significa el hábito del alma, por el que el hombre se mantiene firme para no separarse de lo que está de acuerdo con la virtud por las tristezas que le asedian. De otro modo puede decirse que la perseverancia es cierto hábito según el cual el hombre tiene el propósito de perseverar en el bien hasta el fin. En uno y otro concepto, la perseverancia se infunde juntamente con la gracia, como también la continencia y las demás virtudes.


Se dice también perseverancia cierta continuación del bien hasta el fin de la vida; y para poseer tal perseverancia, el hombre constituido en gracia no necesita en verdad de otra gracia habitual, sino del auxilio divino, que le dirija y proteja contra los ataques de las tentaciones.

Y por consiguiente, después que alguno es santificado por la gracia, tiene necesidad de pedir Dios el don mencionado de la perseverancia para que sea preservado del mal hasta el fin de la vida; porque a muchos se da la gracia, pero no el perseverar en ella.
(1ª 2ae , q. CIX, a. 10)

3º) El don de la perseverancia no es objeto de merecimiento, sino que uno lo alcanza de Dios pidiéndolo para sí o para otro. Pues orando conseguimos aun lo que no merecemos; porque Dios oye también a los pecadores, que le piden el perdón de sus pecados, que no merecen, como hace ver San Agustín * cuando comenta estas palabras: Sabemos que Dios no oye a los pecadores; mas si alguno es temeroso de Dios, y hace su voluntad, a éste oye (Jn 9, 31); pues de otra manera, en vano habría dicho el publicano: Dios, muéstrate propicio a mí, pecador (Lc 18, 13).
(1ª 2ae , q. CXIV, a. 9, ad lum)

Nota:
*Tract. 44 in Joan.

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