sábado, 27 de junio de 2020

Meditaciones del tiempo ordinario con textos de Santo Tomás de Aquino 89


Sábado de la duodécima semana

FLAGELACIÓN DE CRISTO


Y después de haber hecho azotar a Jesús, se lo entregó para que lo crucificasen (Mt 27, 26).

¿Por qué lo entregó para que fuese azotado? San Jerónimo dice que era costumbre de los romanos que primero fuese azotado el condenado a muerte. Por lo cual se cumple en él lo que está escrito: Porque aparejado estoy para los azotes (Sal 37, 18). Algunos dicen que Pilatos lo azotó para que (los judíos) se moviesen a piedad y lo despidiesen así, azotado.

Pilatos, pues, tomó entonces a Jesús, y le azotó (Jn 19, 1). No lo azotó con sus propias manos, sino por medio de los soldados. Y esto para que, saciados los judíos de injuriarlo, se ablandasen y desistiesen de ensañarse en él hasta la muerte. Pues es natural que se apacigüe la ira, si ve humillado y castigado a aquél contra quien se irrita. Lo cual es, efectivamente, verdadero en la ira que busca con medida el daño del prójimo, pero no en el odio, que busca totalmente el exterminio del odiado, como se lee en el Eclesiástico: Tiene las lágrimas el enemigo en sus ojos; mas si halla la ocasión, no se hartará de sangre (Eccli 12, 16). Pero éstos se movían por odio hacia Cristo, y por lo tanto no bastaba la flagelación. Por eso dicen los profetas: He sido azotado todo el día (Sal 72, 14). Mi cuerpo di a los que me herían (Is 50, 6).


Mas por ventura ¿esta intención excusa a Pilatos de la responsabilidad de la flagelación? No, ciertamente; porque en todo lo que de suyo es malo, no puede llegar a ser totalmente bueno por la buena intención. Afligir al inocente y principalmente al Hijo de Dios es en sí sumamente malo, y por tanto no puede excusarse por ninguna intención.
(In Joan., XIX)

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