domingo, 21 de junio de 2020

CELEBRAR Y ORAR EN TIEMPO DE PANDEMIA - Domingo XXII tiempo durante el año Ciclo A


La siguiente es una guía para poder celebrar en nuestras casas, en este tiempo de pandemia.
Los textos que están en rojo (rúbricas) no son para leer en voz alta y tienen la función de dar algunas indicaciones sobre lo que hay que ir haciendo. De acuerdo a las posibilidades de la persona y/o grupo familiar se realizará todos o algunos de los momentos celebrativos propuestos.



Para preparar antes de la celebración:
- Un lugar cómodo que permita el recogimiento y la oración familiar.
- Un pequeño altar con los elementos que a la familia le son significativos: un mantel, una vela encendida, una cruz, la imagen de la Virgen María, etc.
- Una Biblia desde la cual se proclamará el Evangelio.


QUEDATE CON NOSOTROS
Quedate con nosotros, Señor de la esperanza,
el pueblo que tu amas hoy lucha por vivir,
y aunque a veces dudamos
de tu presencia en casa,
no dejes que la noche nos sorprenda sin Ti.

Y porque ya anochece, quedate con nosotros,
no dejes que la noche nos sorprenda sin Ti.



Quedate con nosotros, Señor de la pobreza,
los pobres y los niños te quieren descubrir,
porque a veces no saben
que son tus preferidos,
no dejes que la noche nos sorprenda sin Ti.

Quedate con nosotros, Señor de la justicia,
los hombres no aprendemos a dar sin recibir,
vivimos muchas veces
una justicia falsa,
no dejes que la noche nos sorprenda sin Ti.

Quedate con nosotros, Señor de la promesa,
tu mismo aseguraste amarmos hasta el fin,
por eso humildemente
volvemos a pedirte,
no dejes que la noche nos sorprenda sin Ti.

Luego el adulto que guía la celebración (G) invita a todos a hacerse la señal de la cruz, mientras dicen:

Todos: En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

G: Familia, bendigamos al Señor, que en su bondad nos invita a compartir la mesa de su Palabra.
Todos responden: Bendito sea Dios, por los siglos.

Y continúa: Para poder hacer esta celebración con espíritu fraterno y en paz, pidamos perdón por nuestras faltas de amor a Dios y entre nosotros:
Todos hacen un breve momento de silencio, y a continuación el que guía la celebración dice:
G: Tú, que nos invitas a no tener miedo. Señor, ten piedad
Todos: Señor, ten piedad.

G: Tú, que cuidas con tu Providencia. Cristo, ten piedad.
Todos: Cristo, ten piedad.

G: Tú, que llamas a ser tus testigos. Señor, ten piedad.
Todos: Señor, ten piedad.

G: Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. Todos: Amén.

Escuchamos la Palabra
Habiendo marcado previamente el texto que se escuchará y puestos todos de pie, alguien toma la Biblia del altar familiar y proclama el evangelio de este domingo Mateo 10, 26-33. Si se prefiere se puede tomar el texto que transcribimos aquí abajo.

Del Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 10, 26-33
        
Jesús dijo a sus apóstoles:
No teman a los hombres. No hay nada oculto que no deba ser revelado, y nada secreto que no deba ser conocido. Lo que yo les digo en la oscuridad, repítanlo en pleno día; y lo que escuchen al oído, proclámenlo desde lo alto de las casas.
No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman más bien a aquél que puede arrojar el alma y el cuerpo al infierno.
¿Acaso no se vende un par de pájaros por unas monedas? Sin embargo, ni uno solo de ellos cae en tierra, sin el consentimiento del Padre de ustedes. También ustedes tienen contados todos sus cabellos. No teman entonces, porque valen más que muchos pájaros.
Al que me reconozca abiertamente ante los hombres, yo lo reconoceré ante mi Padre que está en el cielo. Pero yo renegaré ante mi Padre que está en el cielo de aquél que reniegue de mí ante los hombres.
Palabra del Señor

Reflexionamos en familia
Se puede hacer una reconstrucción del evangelio, con preguntas para dialogar en familia. Además, puede leerse la siguiente reflexión:

Muchas situaciones en la vida nos inducen al miedo. Sin ir más lejos, la pandemia del Covid-19 por momentos nos paraliza: miedo por el desconcierto, miedo alimentado por las noticias que día a día nosreflejan la fragilidad de nuestras vidas, miedo al descubrir que tantoslugares y localidades vecinas que habían llegado a una fase más abierta volvieron hacia atrás por la irresponsabilidad de una sola persona... Y así descubrimos que, ni siquiera en los pequeños avances en esta situación podemos sentirnos seguros del todo. Otras veces los miedos surgen frente a lo desconocido. Muchas veces son los otros quienes se nos figuran como sombras amenazadoras. Su rostro, simplemente por desconocido, nos inquieta. También nos brotan miedos internos porque conocemos nuestros límites, porque las actitudes del otro pueden sacar de nosotros lo peor, porque no sabemos cómo plantear a mi cónyuge, padre o hermano, compañero de trabajo algo que nos inquieta o molesta.
En el Evangelio de hoy Jesús nos invita a cambiar de actitud: ¡No tengan miedo! No tener miedo de nada, ni estas situaciones que nombramos antes, ni de la muerte, ni de anunciar la Buena Noticia a los demás.
Invitó a los apóstoles, que eran los que escucharon sus palabras en aquel momento, a que fuesen por los pueblos y ciudades de Palestina a anunciar el Reino de Dios sin miedo. ¿A quién podían temer? ¿Qué les podía suceder? Jesús les dijo muy claramente que incluso podían morir. Pero que no hay que tener miedo, porque el Padre del cielo estaba de su parte.
El Papa Francisco nos habla de esto al recordarnos que “las palabras que pronunció San Juan Pablo II el día de la inauguración de su pontificado (1978) son siempre actuales: ¡No tengan miedo! ¡Abran, abran de par en par las puertas a Cristo! Que sigan inspirando vuestra vida personal, familiar y social; que sean un estímulo para seguir fielmente a Cristo, para ver su presencia en el mundo y en el otro hombre, especialmente en aquel pobre y necesitado de ayuda".
Frente a nuestro Padre Dios, el prójimo es un hermano, no es un desconocido; y yo soy su hijo o hija, que confiando en su amor debo salir al encuentro del otro anunciando en los ambientes en los que me muevo: la familia, el trabajo, la comunidad, la alegría del Evangelio.
Jesús nos invita es a vivir con total confianza puesta en Dios. No solo frente a los miedos, cualquier momento y toda nuestra vida. Porque así viviremos de un modo diverso. Con una actitud diferente.
Sentiremos la alegría de vivir y disfrutar de este inmenso regalo que Dios nos ha hecho. Cada uno de sus minutos y segundos. Y comunicaremos a los que viven cerca de nosotros esa alegría y esa confianza. Tendremos fuerza para luchar con las dificultades que nos vayamos encontrando, porque Dios, estamos convencidos, está con nosotros.
En este tiempo en el que en la mayoría del país no podemos reunirnos para celebrar la misa, no debemos dejar de tener presente que en ese simple gesto del pan compartido Dios viene a recordarnos que está con nosotros, que no nos abandona y que se hace alimento para nuestra vida. Mientras caminamos animados por la esperanza de reunirnos de nuevo en torno a su mesa, el Señor nos invita a encontrar la verdadera alegría y a perder el temor.

Vida en abundancia

Los lirios del campo y las aves del cielo
No se preocupan por que están en mis manos
Tené confianza en mi, acá estoy junto a vos

Amá lo que sos, y tus circunstancias
Estoy con vos, con tu cruz en mi espalda
Todo terminará bien, yo hago nuevas todas las cosas

Yo vengo a traerte vida
Vida en abundancia, en abundancia
Yo soy el camino, la verdad y la vida
Vida en abundancia, en abundancia

No hice al hombre para que esté solo
Caminen juntos como hermanos
Sopórtense mutuamente, aménse unos a otros

La felicidad de la vida eterna, empieza conmigo en la tierra
Sentiré vivo, la fiesta del reino comienza acá

Yo vengo a traerte vida
Vida en abundancia, en abundancia
Yo soy el camino,…

Confesamos nuestra fe
G: Como familia de Dios vamos a expresar con alegría nuestra de fe diciendo: «Creo, Señor»

Alguno de los presentes va proponiendo las fórmulas de fe, a las que todos responden.

Lector: En Dios Padre, creador del cielo y de la tierra…
Todos: «Creo, Señor»

Lector: En Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de Santa María Virgen…
Todos: «Creo, Señor»

Lector: En Jesucristo, que padeció bajo el poder de Poncio Pilato fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos…
Todos: «Creo, Señor»

Lector: En Jesucristo, que subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso, y que desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos…
Todos: «Creo, Señor»

Lector: En el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna…
Todos: «Creo, Señor»

Presentamos nuestra oración
G: Confiemos nuestras necesidades a Dios Padre cuya providencia está atenta siempre a nuestra oración. A cada intención respondemos: «Óyenos, Padre nuestro».

Alguno de los presentes va proponiendo las intenciones para presentar al Señor.

Lector: Por el Papa Francisco y todos los pastores, para que cobijados en el amor del Padre sean sus testigos con fuerzas renovadas. Oremos.

Por los gobernantes, para que encuentren respuestas atinadas a los conflictos que surgen de esta pandemia. Oremos.

Por los que sienten miedo a la enfermedad, a la pérdida de trabajo por causa de la pandemia, para que confiando en la providencia, puedan renovar su esperanza. Oremos

Por todos los padres en su día, que puedan vivir con serenidad y alegría el don de la paternidad. Oremos

Por nosotros para que poniendo toda nuestra vida en manos de Dios, superemos todos los temores y transmitamos esa alegría y confianza a los que están cerca de nosotros. Oremos

Quien lo desee, puede agregar intenciones.

Después, quien anima la oración, dice: Concluyamos nuestra celebración en familia, diciendo juntos la oración que Jesús enseñó a los apóstoles: Padre nuestro que estás en el cielo…

G: Oremos.
Dios, creador del mundo,
bajo tu providencia transcurre la historia de los hombres;
escucha con bondad nuestras súplicas
y concede la paz a nuestro tiempo,
para que nos gocemos incesantemente
en la alabanza de tu misericordia.
Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

Rezamos por los padres en su día
Antes de terminar la celebración se propone rezar especialmente por los padres en su día. Para ello se puede realizar la bendición para los padres que está en el número 249 del Bendicional para la Argentina. Algún miembro de la familia, o todos juntos pueden rezar esta oración pidiendo la bendición de Dios sobre el padre o los padres de familia presentes.

Señor, Padre bueno,
de quien procede toda paternidad en el cielo y en la tierra,
mira con ternura a este (estos) padre(s)
a quien(es), en su día,
venimos a honrar, recordar, agradecer
y valorar como uno de los regalos más preciosos
que nos has hecho y que nos colma en el afecto;
te pedimos, que bendigas a este (estos) padre(s),
que ejerce(n) su paternidad con fidelidad,
y a todos aquellos que lo son de espíritu y de corazón
por la adopción.
Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

O bien si no hay ningún padre de familia presente se puede rezar la siguiente oración:

Bendice Señor a todos los padres en su día,
protégelos y guía sus pasos,
llena sus corazones de amor,
sus mentes de sabiduría,
y regálales la paz que tú solo puedes dar.
Te pedimos especialmente por aquellos
que ya no están más con nosotros,
para que un día podamos celebrar con ellos
la alegría del reencuentro en la fiesta del cielo. Amen.

Pedimos a Dios su bendición
Quien anima la oración, invocando la bendición de Dios, y santiguándose, dice:
El Señor nos bendiga,
nos defienda de todo mal
y nos lleve a la Vida eterna.
Y todos responden: Amén.

O bien:

Que nos bendiga y nos custodie
el Señor omnipotente y misericordioso,
 el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
Y todos responden: Amén.


Postrado a vuestros pies humildemente
vengo a pediros dulce Jesús mío.
poderos repetir constantemente
¡SAGRADO CORAZÓN EN VOS CONFIÓ!

Si la confianza es prueba de ternura
y esa prueba de amor daros ansió
aun cuando este sumido en la amargura.
¡SAGRADO CORAZÓN EN VOS CONFIÓ!


Si en el bautismo que hermoseó mi alma
yo os prometí ser tuyo y Vos ser mío
clamaré siempre en tempestad y calma
¡SAGRADO CORAZÓN EN VOS CONFIÓ!

En las horas más tristes de mi vida
cuando todos me dejen, ¡oh Dios mío!
y el alma este por penas combatida
¡SAGRADO CORAZÓN EN VOS CONFIÓ!

Aun cuando sienta venir la desconfianza
y os obligue a mirarme con desvió,
no será confundida mi esperanza
¡SAGRADO CORAZÓN EN VOS CONFIÓ!

Yo siento una confianza de tal suerte .
que sin ningún temor, ¡oh dueño mío!
Espero repetir hasta la muerte:
¡SAGRADO CORAZÓN EN VOS CONFIÓ!

Una vez que se ha pedido la bendición de Dios, la familia puede realizar alguna de las siguientes oraciones, preparadas especialmente para este tiempo de pandemia.

Invocación del Papa Francisco a San José

Protege, Santo Custodio, este país nuestro.
Ilumina a los responsables del bien común,
para que ellos sepan - como tú - cuidar a las personas
a quienes se les confía su responsabilidad.
Da la inteligencia de la ciencia a quienes buscan los medios adecuados para la salud
y el bienestar físico de los hermanos.
Apoya a quienes se sacrifican por los necesitados: l
os voluntarios, enfermeros, médicos,
que están a la vanguardia del tratamiento de los enfermos,
incluso a costa de su propia seguridad.
Bendice, San José, la Iglesia:
a partir de sus ministros, conviértela en un signo e instrumento de tu luz y tu bondad.
Acompaña, San José, a las familias:
con tu silencio de oración, construye armonía entre padres e hijos,
 especialmente en los más pequeños.
Preserva a los ancianos de la soledad:
asegura que ninguno sea dejado en la desesperación
por el abandono y el desánimo.
Consuela a los más frágiles,
alienta a los que flaquean, intercede por los pobres.
Con la Virgen Madre, suplica al Señor
que libere al mundo de cualquier forma de pandemia.
Amén.

Invocación a la protección de
San José Gabriel del Rosario Brochero

Señor, de quien procede todo don perfecto,
Tú esclareciste a San José Gabriel del Rosario,
por su celo misionero, su predicación evangélica
y su vida pobre y entregada;
concede con su intercesión, la gracia que te pedimos:
por su entrega en la asistencia de los enfermos y moribundos
de la epidemia de cólera que azotó a la ciudad de Córdoba,
te pedimos por nuestra Patria y el mundo entero,
líbranos de la actual pandemia y de todo mal.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Amén


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