domingo, 21 de junio de 2020

Meditaciones del tiempo ordinario con textos de Santo Tomás de Aquino 83


Domingo de la duodécima semana

PERFECCIÓN DE CONSEJO


I. La perfección que cae bajo consejo es aquélla que tiende a la semejanza de la perfección de los bienaventurados. Se dice en el Deuteronomio: Amarás al Señor Dios tuyo con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu fuerza (6, 5), y San Lucas añade: y de todo tu entendimiento (10, 27), así el corazón se dirige a la intención, la mente al pensamiento, el alma al afecto, y la fortaleza a la ejecución. El todo y lo perfecto es aquello a lo cual nada falta, por consiguiente se ama a Dios de todo corazón, alma, fortaleza y mente, cuando no nos falta nada en todas esas cosas, sino que todo se endereza actualmente a Dios; pero este modo de amor perfecto no es propio de los que viven en este mundo, sino de los bienaventurados.

En aquella celestial bienaventuranza el entendimiento y la voluntad de la criatura racional tienden siempre y totalmente a Dios, ya que la bienaventuranza consiste en el goce de Dios; mas la bienaventuranza no está en hábito, sino en acto. Y puesto que la criatura racional ha de unirse a Dios, verdad suma, como a fin último; dado que, por otra parte, todo se ordena por la intención a ese último fin y, además, todas las cosas se ejecutan de acuerdo con él, se sigue que en aquella perfecta bienaventuranza la criatura racional amará a Dios de todo corazón, ya que toda su intención la llevará a Dios en todo lo que piensa, ama y ejecuta; con todo el entendimiento, ya que éste siempre tenderá actualmente a Dios, en una visión continua, y juzgará todo conforme con su verdad; con toda el alma, ya que todo su afecto se dirigirá a amar a Dios continuamente y por él a todas las cosas; con toda fortaleza y con todas las fuerzas, ya que la razón de todos los actos exteriores será el amor de Dios.


II. Aun cuando esta perfección de los bienaventurados no nos es posible en esta vida, debemos, sin embargo, estimularnos para realizar una semejanza de aquella perfección, en cuanto sea posible. Y en esto consiste principalmente la perfección de esta vida, a la que nos invitan los consejos. Porque es evidente que el corazón humano es arrastrado tanto más intensamente a una sola cosa, cuanto más se aparta de muchas. Así, pues, el ánimo del hombre tanto más perfectamente es llevado a amar a Dios, cuanto más se apartare del afecto a las cosas temporales. Por eso dice San Agustín que el veneno de la caridad es la esperanza de alcanzar o retener las cosas temporales; pero su crecimiento es la disminución de la ambición, y la perfección, de la misma es carecer de todo deseo de ellas.

Por consiguiente, todos los consejos con que somos invitados a la perfección se ordenan a apartar el corazón del hombre del afecto a las cosas temporales, para que pueda así dirigirse más libremente a Dios, contemplando, amando y cumpliendo su voluntad.
(De perfectione vitae spir., c. IV, VI)

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