martes, 29 de octubre de 2019

Cosas católicas 35 - En Búsqueda del Sagrado Corazón de Jesús


¡¡La devoción al Corazón de Jesús al estilo de Catholic Stuff!!  Esta devoción ha existido desde los primeros tiempos de la Iglesia, desde que se meditaba en el costado y el Corazón abierto de Jesús, de donde salió sangre y agua. De ese Corazón nació la Iglesia y por ese Corazón se abrieron las puertas del Cielo. 

lunes, 28 de octubre de 2019

El primer mandamiento en el Catecismo de San Pío X


CAPITULO II: DE LOS MANDAMIENTOS QUE MIRAN A DIOS

1º.- Del primer mandamiento


351.- ¿Por qué se dice al principio: YO SOY EL SEÑOR DIOS TUYO? - Al principio de los mandamientos se dice: Yo soy el Señor Dios tuyo para que entendamos que Dios, por ser nuestro Creador y Señor, puede mandarnos lo que quiera, y nosotros, sus criaturas, estamos obligados a obedecerle.

352.- ¿Qué nos ordena Dios con las palabras del primer mandamiento: AMARÁS A DIOS SOBRE TODAS LAS COSAS? - Con las palabras del primer mandamiento, Dios nos ordena que le reconozcamos, adoremos, amemos y sirvamos a El solo, como a nuestro supremo Señor.

353.- ¿Cómo se cumple el primer mandamiento? - El primer mandamiento se cumple con el ejercicio del culto interno y externo.

354.- ¿Qué es culto interno? - Culto interno es la honra que a Dios se da con las facultades del espíritu únicamente; a saber, con el entendimiento y la voluntad.

Superstición, idolatría, adivinación y magia en el Catecismo de la Iglesia Católica


III. “No habrá para ti otros dioses delante de mí”


2110 El primer mandamiento prohíbe honrar a dioses distintos del Único Señor que se ha revelado a su pueblo. Proscribe la superstición y la irreligión. La superstición representa en cierta manera una perversión, por exceso, de la religión. La irreligión es un vicio opuesto por defecto a la virtud de la religión.

La superstición

2111 La superstición es la desviación del sentimiento religioso y de las prácticas que impone. Puede afectar también al culto que damos al verdadero Dios, por ejemplo, cuando se atribuye una importancia, de algún modo, mágica a ciertas prácticas, por otra parte, legítimas o necesarias. Atribuir su eficacia a la sola materialidad de las oraciones o de los signos sacramentales, prescindiendo de las disposiciones interiores que exigen, es caer en la superstición (cf Mt 23, 16-22).

La idolatría

domingo, 27 de octubre de 2019

Carta de San Ignacio de Antioquía a Policarpo


CARTA SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA
A POLICARPO


         Ignacio, llamado también Teóforo, a Policarpo, que es obispo de la iglesia de Esmirna, o más bien que tiene por su obispo a Dios el Padre y a Jesucristo, saludos en abundancia.
I. Dando la bienvenida a tu mente piadosa que está afianzada como si fuera en una roca inconmovible, doy gloria sobremanera de que me haya sido concedido ver tu faz intachable, por la cual tengo gran gozo en Dios. Te exhorto por la gracia de la cual estás revestido que sigas adelante en tu curso y en exhortar a todos los hombres para que puedan ser salvos. Reivindica tu cargo con toda diligencia de carne y de espíritu. Procura que haya unión, pues no hay nada mejor que ella. Soporta a todos, como el Señor te soporta. Toléralo todo con amor, tal como haces. Entrégate a oraciones incesantes. Pide mayor sabiduría de la que ya tienes. Sé vigilante, y evita que tu espíritu se adormile. Habla a cada hombre según la manera de Dios. Sobrelleva las dolencias de todos, como un atleta perfecto. Allí donde hay más labor, hay mucha ganancia.
II. Si amas a los entendidos, esto no es nada que haya que agradecérsete. Más bien somete a los más impertinentes por medio de la mansedumbre. No todas las heridas son sanadas por el mismo ungüento. Suaviza los dolores agudos con fomentos. Sé prudente como la serpiente en todas las cosas e inocente siempre como la paloma. Por esto estás hecho de carne y espíritu, para que puedas desempeñar bien las cosas que aparecen ante tus ojos; y en cuanto a las cosas invisibles, ruega que te sean reveladas, para que no carezcas de nada, sino que puedas abundar en todo don espiritual. Los tiempos te lo requieren, como los pilotos requieren vientos, o un marino zarandeado por la tormenta (busca) un asilo, para poder llegar a Dios. Sé sobrio, como atleta de Dios. El premio es la incorrupción y la vida eterna, con respecto a la cual ya estás persuadido. En todas las cosas te soy afecto, yo y mis cadenas, que tú estimaste.

sábado, 26 de octubre de 2019

Carta de San Ignacio de Antioquía a los cristianos de Esmirna


CARTA SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA
A LOS A LOS ESMIRNEANOS


Ignacio, llamado también Teóforo, a la iglesia de Dios el Padre y de Jesucristo el Amado, que ha sido dotada misericordiosamente de toda gracia, y llena de fe y amor y no careciendo de ninguna gracia, reverente y ostentando santos tesoros; a la iglesia que está en Esmirna, en Asia, en un espíritu intachable y en la palabra de Dios, abundantes salutaciones.
I. Doy gloria a Jesucristo el Dios que os concede tal sabiduría; porque he percibido que estáis afianzados en fe inamovible, como si estuvierais clavados a la cruz del Señor Jesucristo, en carne y en espíritu, y firmemente arraigados en amor en la sangre de Cristo, plenamente persuadidos por lo que se refiere a nuestro Señor que Él es verdaderamente del linaje de David según la carne, pero Hijo de Dios por la voluntad y poder divinos, verdaderamente nacido de una virgen y bautizado por Juan para que se cumpliera en El toda justicia, verdaderamente clavado en cruz en la carne por amor a nosotros bajo Poncio Pilato y Herodes el Tetrarca (del cual somos fruto, esto es, su más bienaventurada pasión); para que Él pueda alzar un estandarte para todas las edades por medio de su resurrección, para sus santos y sus fieles, tanto si son judíos como gentiles, en el cuerpo único de su Iglesia.

viernes, 25 de octubre de 2019

La abeja pesimista - P. Leonardo Castellani


La abeja pesimista


Si yo estuviese toda la vida convaleciente de una tifoidea, acabaría probablemente por convertirme en un gran filosofo.

Al calorcito de las mantas y de la salud que vuelve, lejos del colegio y del trantrán de la existencia, con el apetito de comer, beber y de vivir de un resucitado, pudiendo empalmar apaciblemente la larga meditación de ayer con la no interrumpida meditación de hoy, con la joven fantasía todavía no atiborrada de libros eruditos y pensamientos ajenos, en un polvoroso y somnoliento pueblo santafecino, yo hubiera acabado, si me hubiesen dejado, por descubrir que yo pensaba, y por lo tanto existía.

¡Ay de mí! Me sané, fui al colegio, hice el bachillerato como cualquier nacido, aprendí tanto, o por los menos tantas cosas, leí a Kant, y ahora no estoy muy seguro de que pienso, y ni siquiera de que existo, aunque eso ya me parece bastante probable. Me quedaba largas horas solo, porque mi madre trabajaba y mis hermanos iban a la escuela; pero no me aburría. Miraba mi cuarto, la cama, la mesa, la cómoda, la ventana de enfrente y por ella los árboles y las flores, las nubes y el cielo. Miré tanto el mismo cuadro trivial y maravilloso que se impresionó en mi retina y adquirió cierta fijeza y cohesión íntima de sistema cósmico; de modo que una leve mutación en él me hacía reflexionar hondamente, como una curación de lupusa un médico de Lourdes. Si caía una hoja yo pensaba media hora y si un jilguero cantaba, empezaba a responder en mis adentros escondidas melodías. Un día entró por una banderola abierta una abeja zumbando y se posó en una taza de té de mosqueta con miel. Bebió, se alzó pesadamente, dio una vuelta por la pieza – yo metí la cabeza bajo las sábanas– y se lanzó como un chispazo de oro a través de la rubia madeja de sol que se devanaba en abanico sobre el piso, a dar como un proyectil en el vidrio de la ventana. Cayó atontada, se alzo de nuevo, flechó de nuevo, choco, volvió a arremeter, choco, volvió, chocó de nuevo, una, dos, tres, diez, veinte veces y entonces se paró en el travesaño y se puso a pensar. Se puso a filosofar.

Yo estaba casi tan afligido y jadeante como ella, porque la había seguido simpáticamente en su tremenda aventura, primero curioso, después compasivo, por último ansioso, gritándole muy interesado: "Por arriba, tonta".

Condecoración como Caballero de la Milicia de Cristo otorgada por Pío XII a Francisco Franco


   
Tras la Cruzada de Liberación Nacional y dada la trayectoria católica de Francisco Franco y su ejemplar gobernación de nuestra Patria, el Sumo Pontífice de la Iglesia, Pío XII, eligió, constituyó y nombró Caballero de la Milicia de Jesucristo al Jefe del Estado Español, Generalísimo Franco, por su defensa de la fe cristiana, concediéndole el 21 de diciembre de 1953 la orden de Suprema de Cristo.

Dos meses después, el 25 de febrero de 1954, y en la capilla del Palacio de Oriente, se celebró la solemne ceremonia de la imposición a Su Excelencia, el Jefe del Estado y Generalísimo de los Ejércitos, de la más alta condecoración de la Santa Sede: el Gran Collar de la Orden Suprema de Cristo, que le había concedido el Santo Padre Pío XII.
   
   Al lado del Evangelio había sido colocado un gran dosel con dos reclinatorios de damasco, y entre el dosel y el altar, un sitial destinado a los cardenales-arzobispos de Toledo, Santiago de Compostela y Tarragona.   Como invitados se encontraban allí el Gobierno en pleno, el Consejo del Reino, todo el Cuerpo diplomático acreditado en Madrid, presidido por su decano, el Nuncio Apostólico, monseñor Hildebrando Antoniutti; el patriarca de las Indias Occidentales y obispo de Madrid-Alcalá; el arzobispo de Sión; el obispo consiliario de la Acción Católica Española, y los dos obispos auxiliares de la diócesis, todas las primeras autoridades civiles y militares de Madrid, el deán de la Catedral, el decano del Tribunal de la Rota y el abad del Venerable Cabildo de párrocos.  

   El Caudillo y su esposa fueron recibidos en la puerta del templo por el patriarca de las Indias Occidentales, doctor Eijo Garay, de quien, postrados de rodillas, recibieron el agua bendita y un crucifijo, que fervorosamente besaron.   

   Mientras SS. EE.,  pasaban a ocupar los tronos bajo el dosel y los cardenales-arzobispos sus respectivos sitiales al lado del Evangelio, la «Schola Cantorum» del Seminario de Madrid interpretó las antífonas «Da pacem Domine».    

   Desde el pulpito se procedió a la lectura, en latín y en castellano, del texto de la bula de Pío XII por la que se concedía la Orden Suprema de Cristo al Generalísimo Franco.  El texto de dicho documento es el siguiente:  

   “Pío Papa XII. — A nuestro amado hijo Francisco Franco Bahamonde, Jefe del Estado Español. — Salud y bendición Apostólica:    Recordamos con cuanta solemnidad y concurrencia de fieles celebrábase el año pasado en Barcelona el Congreso Eucarístico Internacional, al que nos consta que las autoridades civiles prestaron entusiasmo y colaboración.  

Radiomensaje del Papa Pío XII a los fieles de España al finalizar la guerra civil


RADIOMENSAJE DE SU SANTIDAD PÍO XII
A LOS FIELES DE ESPAÑA

16 de abril de 1939


Con inmenso gozo Nos dirigimos a vosotros, hijos queridísimos de la Católica España, para expresaros nuestra paterna congratulación por el don de la paz y de la victoria, con que Dios se ha dignado coronar el heroísmo cristiano de vuestra fe y caridad, probado en tantos y tan generosos sufrimientos.
Anhelante y confiado esperaba Nuestro Predecesor, de s. m., esta paz providencial, fruto sin duda de aquella fecunda bendición, que en los albores mismos de la contienda enviaba «a cuantos se habían propuesto la difícil y peligrosa tarea de defender y restaurar los derechos y el honor de Dios y de la Religión» [1]; y Nos no dudamos de que esta paz ha de ser la que él mismo desde entonces auguraba, «anuncio de un porvenir de tranquilidad en el orden y de honor en la prosperidad» [2].

Los designios de la Providencia, amadísimos hijos, se han vuelto a manifestar una vez más sobre la heroica España. La Nación elegida por Dios como principal instrumento de evangelización del Nuevo Mundo y como baluarte inexpugnable de la fe católica, acaba de dar a los prosélitos del ateísmo materialista de nuestro siglo la prueba más excelsa de que por encima de todo están los valores eternos de la religión y del espíritu. La propaganda tenaz y los esfuerzos constantes de los enemigos de Jesucristo parece que han querido hacer en España un experimento supremo de las fuerzas disolventes que tienen a su disposición repartidas por todo el mundo; y aunque es verdad que el Omnipotente no ha permitido por ahora que lograran su intento, pero ha tolerado al menos algunos de sus terribles efectos, para que el mundo viera, cómo la persecución religiosa, minando las bases mismas de la justicia y de la caridad, que son el amor de Dios y el respeto a su santa ley, puede arrastrar a la sociedad moderna a los abismos no sospechados de inicua destrucción y apasionada discordia.

Propuestas para recuperar la santificación de los días festivos - Episcopado Argentino



RESOLUCIONES DEL 
EPISCOPADO ARGENTINO
1938 
I
Cruzada por la santificación de los días festivos

Ante el hecho tan doloroso del incumplimiento del precepto dominical por parte de numerosos fieles y de la incomprensión de la excelencia de la Misa como manantial sin par de la gracia divina, y por ende del escaso aprovechamiento espiritual que de la asisten­cia a ella reportan; los Obispos, reunidos en su asamblea bienal, resuelven iniciar una Cruzada para acrecentar el número de los que cumplan con tan grave deber y lo hagan con más abundantes frutos, mediante una mejor inteligencia de la Misa y una participación más activa en ella.
Con este fin resolvemos­
1º. Recomendar a los párrocos, rectores de iglesia y misioneros:
a) Insistan con frecuencia en sus predicaciones sobre la grave obligación que todos los cristianos, en edad hábil, tienen de asistir a Misa los días festivos y sobre la cuenta que Dios pedirá a los que falten a ella voluntariamente y a quienes su ejemplo, cuando no con su palabra, aparten a otros del cum­plimiento de este precepto.
b) Recuerden frecuentemente a los padres de familia, padrinos y tutores el grave deber que tienen de inculcar a sus hijos, ahijados y pupilos que la Misa dominical es una de las princi­pales obligaciones del cristiano y que han de velar para que cumplan fielmente con ella, dando, por otra parte, ejemplo.
c) Enseñen a todos niños y adultos que la Misa es el acto más sublime y eficaz de nuestra santa Religión, dándoles a conocer su esencia y su liturgia para que se unan más íntimamente a Jesucristo, eterno Sacerdote, y a su ministro y sea
de este modo más provechosa su participación en ella.

2°. Encarecer a los párrocos, rectores de iglesia, misioneros, directores de colegios, escuelas, asilos católicos y catequistas que vuelvan con frecuencia en las clases de Religión sobre los men­cionados puntos, de tal vital importancia para la vida cristiana y la salvación eterna.

jueves, 24 de octubre de 2019

San Antonio María Claret "trabajar, sufrir y buscar siempre la mayor gloria de Dios y la salvación de las almas"



«¿Sabéis que hay una cosa que nunca he podido entender? Que, siendo Nuestro Señor infinitamente bueno y amándonos sin medida, los hombres le amen tan poco». Estas palabras nos revelan el corazón de un gran apóstol, san Antonio María Claret.

Nacido la víspera de Navidad de 1807 en la ciudad industrial de Sallent, provincia de Barcelona, en Cataluña (noreste de España), Antonio Claret es bautizado el mismo día del nacimiento del Salvador. Sus padres, tejedores de algodón, son profundamente cristianos. Las primeras palabras que enseñan a sus hijos son los santos nombres de Jesús y de María. El joven Antonio siente una gran devoción hacia la Santísima Virgen, cuyos santuarios le gusta frecuentar. El día de su primera Comunión, se considera el muchacho más feliz del mundo. Desde muy pronto se siente atraído por el sacerdocio, pero su padre lo destina al oficio de tejedor, y Antonio se apasiona por ese arte que domina muy pronto. Aunque es un muchacho modelo, no por ello deja de luchar para ser fiel al Señor. La lujuria y la avaricia se le presentan en forma de seductoras tentaciones y, para vencerlas, se esfuerza en rezar más, sobre todo a la Virgen. Más tarde, en su Catecismo de la doctrina cristiana, dará el siguiente consejo de salvación: «Si te asalta alguna tentación, invoca a María en ese momento, venera su imagen, y te aseguro que si la invocas constantemente « te ayudará infaliblemente y no pecarás».

Demasiados obstáculos

Homilía del Card. Marcelo González Martín en el funeral de Francisco Franco (1975)


Homilía del Cardenal Marcelo González Martín
Primado de España, Arzobispo de Toledo

El 23 de noviembre de 1975
En el funeral de Francisco Franco



Hoy celebramos la Iglesia la solemnidad de Jesucristo, Rey de Universo, Rey de la vida, de la muerte. De la vida porque de Él, como de Dios la hemos recibido. De la muerte, porque, con su resurrección la ha vencido en su cuerpo glorioso y ha asegurado la misma victoria a los que creen en El. “Yo soy la resurrección y la vida. Quien cree en mí, aunque haya muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí no morirá para siempre.” (Jn.11,25).
    Dejad que estas palabras crucen los cielos de la Plaza de Oriente y lleguen al corazón entristecido de los españoles. Transmitídselas vosotros mismos, los que, con el más vivo dolor, podéis repetirlas porque creéis en Jesucristo y, por lo mismo, podéis demostrar que vuestra esperanza es, al menos, tan grande como vuestro dolor.
    Vosotros, excelentísima Señora y familiares de Francisco Franco, Reyes de España, Gobierno e instituciones de la nación. Su eco os será devuelto inmediatamente por un pueblo inmenso, cuyo rumor se extiende sobre todas las tierras de España.
  Entrega a España.
      Estamos celebrando el Santo Sacrificio de la Misa y elevamos a Dios por el alma del que hasta ahora ha sido nuestro Jefe de Estado. He ahí sus restos, ya sin otra grandeza que la del recuerdo que aún puede ofrecernos de la persona a quien pertenecieron mientras vivió en este mundo. Frente a ellos, nuestra fe nos habla no del destino inmediato que les espera al ser depositados en un sepulcro, sino de la eternidad del misterio de Dios Salvador, en que su alma será acogida, como lo será también ese mismo cuerpo en el día de la resurrección final. ¡Oh cristianos, niños y adultos, mujeres y hombres creyentes, hermanos míos en la fe de Jesucristo!, que vuestro espíritu responda en este momento a las convicciones que nacen de nuestra conciencia religiosa. Ante este cadáver han desfilado tantos, que, necesariamente, han tenido que ser pocos en comparación con los muchos más que hubieran querido poder hacerlo para dar testimonio de su amor al padre de la Patria, que con tan perseverante desvelo se entregó a su servicio.
    Presentaremos a la adoración de todos la hostia santa y pura de la Eucaristía, nos sentiremos incorporados a la oblación del Señor con la nuestra, podremos ceder, en beneficio de aquel a quien amábamos, los méritos que por nuestra participación pudiera correspondernos, y juntos rezaremos y cantaremos el padrenuestro de la reconciliación y la obediencia amorosa a la voluntad de Dios, que está en los cielos.

miércoles, 23 de octubre de 2019

San Juan de Capistrano


San Juan de Capistrano (1386-1456)

Patrono de los capellanes casrenses
su fiesta se celebra el 23 de octubre

por Alberto Martín Artajo


Los cuarenta años de vida activa del fraile franciscano Juan de Capistrano transcurrieron casi exactamente en la primera mitad del siglo XV, puesto que ingresa en la Orden a los treinta años de su edad, en 1416, y muere a los setenta, en 1456. Si recordamos que en este medio siglo se dan en Europa sucesos tan importantes como el nacimiento de la casa de Austria, el concilio, luego declarado cismático, de Basilea y la batalla de Belgrado contra los turcos, y añadimos después que en todos estos acontecimientos Juan de Capistrano es, más que partícipe, protagonista, se estimará justo que le califiquemos como el santo de Europa.
Juan de Capistrano, ya en su persona, parecía predestinado a su misión europea, pues, más que de una sola nación, era representativo de toda Europa.
Es europeo el hombre: italiano de nación, porque la villa de Capistrano, donde nace, está situada en los Abruzzos, del Reino de Nápoles; francés, si no por familia, como algunos autores creen, a lo menos por adopción, pues su padre era gentilhombre del duque de Anjou, Luis I; por la estirpe procedía de Alemania, según las «Acta Sanctorum» de los Bolandos, que sigo fundamentalmente en este escrito; por ciudadanía, hablando lenguaje de hoy, podría decirse español, al menos durante un tiempo, como súbdito del rey de Nápoles, cuando lo era Alfonso V de Aragón; por sus estudios y vida seglar, ciudadano de Perusa, a la sazón ciudad pontificia; húngaro también, pues los magyares lo tienen por héroe nacional y le han alzado una estatua en Budapest, y por su muerte, en fin, balcánico, pues falleció en Illok, de la Eslovenia.
En cuanto al santo, esto es, el hombre que se santificó en el apostolado, era, si cabe, aún más europeo, ya que se pasó la vida recorriendo Europa de punta a punta. A pie o en cabalgadura hizo y deshizo caminos; por el norte, desde Flandes hasta Polonia; por el sur, desde España, aunque su paso por nuestra patria fuera fugaz, hasta Servia.
La fama de su santidad fue también universal. Corría de una a otra nación y en todas partes se le conocía con el nombre de «padre devoto» y «varón santo». Fue popular en toda Italia, en Austria, en Alemania, en Hungría, en Bohemia, en Borgoña y en Flandes, visitando no una, sino varias veces todas las grandes ciudades europeas.

Carta de San Ignacio de Antioquía a los cristianos de Filadelfia


CARTA SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA
A LOS FILADELFIANOS


Ignacio, llamado también Teóforo, a la iglesia de Dios el Padre y de Jesucristo, que está en Filadelfia de Asia, que ha hallado misericordia y está firmemente afianzada en la concordia de Dios y se regocija en la pasión de nuestro Señor y en su resurrección sin vacilar, estando plenamente provista de toda misericordia; iglesia a la cual saludo en la sangre de Jesucristo, que es gozo eterno y permanente; más especialmente si son unánimes con el obispo y los presbíteros que están con él, y con los diáconos que han sido nombrados en conformidad con la mente de Jesucristo, a los cuales Él de su propia voluntad ha confirmado y afianzado en su Santo Espíritu.
I. He hallado que este obispo vuestro ostenta el ministerio que pertenece al bienestar común, no por sí mismo o por medio de hombres, ni para vanagloria, sino en el amor de Dios y el Padre y el Señor Jesucristo. Estoy maravillado de su longanimidad; cuyo silencio es más poderoso que el hablar de los otros. Porque está en consonancia y armonía con los mandamientos como una lira con sus cuerdas. Por lo cual mi alma bendice su mente piadosa, porque he visto que es virtuoso y perfecto —incluso su temperamento calmado y sereno, viviendo en toda tolerancia de piedad—.
II. Como hijos, pues, [de la luz] de la verdad, evitad las divisiones y las doctrinas falsas; y allí donde está el pastor, seguidle como ovejas. Porque muchos lobos engañosos con deleites fatales se llevan cautivos a los que corren en la carrera de Dios; pero, cuando estéis unidos, no hallarán oportunidades.

Carta colectiva de los obispos españoles a los obispos del mundo con motivo de la Guerra Civil Española


CARTA COLECTIVA DE LOS OBISPOS ESPAÑOLES
1 de Julio de 1937

1. Razón de este documento
2. Naturaleza de esta carta
3. Nuestra posición ante la guerra
4. El quinquenio que precedió a la guerra
5. El alzamiento militar y la revolución comunista
6. Caracteres de la revolución comunista
7. El movimiento nacional: sus caracteres
8. Se responde a unos reparos
9. Conclusión Iglesia - Sublevación Militar


Pamplona
1º de Julio de 1937

Venerables hermanos:

1º. Razón de este documento

   Suelen los pueblos católicos ayudarse mutuamente en días de tribulación, en cumplimiento de la ley de caridad de fraternidad que une en un cuerpo místico a cuantos comulgamos en el pensamiento y amor de Jesucristo. Órgano natural de este intercambio espiritual son los Obispos, a quien puso el Espíritu Santo para regir la Iglesia de Dios. España, que pasa una de las más grandes tribulaciones de su historia, ha recibido múltiples manifestaciones de afecto y condolencias del Episcopado católico extranjero, ya en mensajes colectivos, ya de muchos Obispos en particular. Y el Episcopado español, tan terriblemente probado en sus miembros, en sus sacerdotes y en sus Iglesias, quiere hoy corresponder con este Documento colectivo a la gran caridad que se nos ha manifestado de todos los puntos de la tierra.

   Nuestro país sufre un trastorno profundo: no es sólo una guerra civil cruentísima la que nos llena de tribulación; es una conmoción tremenda la que sacude los mismos cimientos de la vida social y ha puesto en peligro hasta nuestra existencia como nación.

   Vosotros los habéis comprendido, Venerables Hermanos, y "vuestras palabras y vuestros corazones nos han abierto" diremos con el Apóstol, dejándonos ver las extrañas de vuestra caridad para con nuestra patria querida. Que Dios os lo premie.

   Pero con nuestra gratitud, Venerables Hermanos, debemos manifestaros nuestro dolor por el desconocimiento de la verdad de lo que en España ocurre. Es un hecho, que nos consta por documentación copiosa, que el pensamiento de un gran sector de opinión extranjera está disociado de la realidad de los hechos ocurridos en nuestro país. Causas de este extravió podría ser el espíritu anticristiano, que ha visto en la contienda de España una partida decisiva en pro o contra de la religión de Jesucristo y la civilización cristiana; la corriente opuesta de doctrinas políticas que aspiran a la hegemonía del mundo; la labor tendenciosa de fuerzas internacionales ocultas; la antipatria, que se ha valido de españoles ilusos que, amparándose en el nombre de católicos, han causado enorme daño a la verdadera España. Y lo que más nos duele es que una buena parte de la prensa católica extranjera haya contribuido a esta desviación mental, que podría ser funesta para los sacratísimos intereses que se ventilan en nuestra patria.

domingo, 20 de octubre de 2019

San Ignacio de Antioquía carta a los romanos


CARTA SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA
A LOS A LOS ROMANOS


Ignacio, que es llamado también Teóforo, a aquella que ha hallado misericordia en la benevolencia del Padre Altísimo y de Jesucristo su único Hijo; a la iglesia que es amada e iluminada por medio de la voluntad de Aquel que quiso todas las cosas que son, por la fe y el amor a Jesucristo nuestro Dios; a la que tiene la presidencia en el territorio de la región de los romanos, siendo digna de Dios, digna de honor, digna de parabienes, digna de alabanza, digna de éxito, digna en pureza, y teniendo la presidencia del amor, andando en la ley de Cristo y llevando el nombre del Padre; iglesia a la cual yo saludo en el nombre de Jesucristo el Hijo del Padre; a los que en la carne y en el espíritu están unidos a cada uno de sus mandamientos, siendo llenos de la gracia de Dios sin fluctuación, y limpiados de toda mancha extraña; salutaciones abundantes en Jesucristo nuestro Dios en su intachabilidad.
I. Por cuanto como respuesta de mi oración a Dios me ha sido concedido ver vuestros rostros piadosos, de modo que he obtenido aún más de lo que había pedido; porque llevando cadenas en Cristo Jesús espero saludaros, si es la divina voluntad que sea contado digno de llegar hasta el fin; porque el comienzo ciertamente esta bien ordenado, si es que alcanzo la meta, para que pueda recibir mi herencia sin obstáculo. Porque temo vuestro mismo amor, que no me cause daño; porque a vosotros os es fácil hacer lo que queréis, pero para mí es difícil alcanzar a Dios, a menos que seáis clementes conmigo.

sábado, 19 de octubre de 2019

San Ignacio de Antioquía carta a los tralianos


CARTA SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA
A LOS A LOS TRALIANOS


Ignacio, llamado también Teóforo, a la que es amada por Dios el Padre de Jesucristo; a la santa iglesia que está en Tralles de Asia, elegida y digna de Dios, teniendo paz en la carne y el espíritu por medio de la pasión de Jesucristo, que es nuestra esperanza por medio de nuestra resurrección en Él; iglesia a la cual yo saludo también en la plenitud divina según la forma apostólica, y le deseo abundantes parabienes.
I. He sabido que tenéis una mente intachable y sois firmes en la paciencia, no como hábito, sino por naturaleza, según me ha informado Polibio vuestro obispo, el cual por la voluntad de Dios y de Jesucristo me visitó en Esmirna; y así me regocijé mucho en mis prisiones en Jesucristo, que en él pude contemplar la multitud de todos vosotros. Por tanto, habiendo recibido vuestra piadosa benevolencia de sus manos, di gloria, pues he visto que sois imitadores de Dios, tal como me habían dicho.
II. Porque cuando sois obedientes al obispo como a Jesucristo, es evidente para mí que estáis viviendo no según los hombres sino según Jesucristo, el cual murió por nosotros, para que creyendo en su muerte podamos escapar de la muerte. Es necesario, por tanto, como acostumbráis hacer, que no hagáis nada sin el obispo, sino que seáis obedientes también al presbiterio, como los apóstoles de Jesucristo nuestra esperanza; porque si vivimos en El, también seremos hallados en Él. Y, del mismo modo, los que son diáconos de los misterios de Jesucristo deben complacer a todos los hombres en todas las formas. Porque no son diáconos de carne y bebida sino siervos de la Iglesia de Dios. Es propio, pues, que se mantengan libres de culpa como si fuera fuego.

Lección católica 5 ¿Hay Pruebas sobre la existencia de Dios?

viernes, 18 de octubre de 2019

San Ignacio de Antioquía carta a los magnesios


CARTA SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA
A LOS MAGNESIOS


Ignacio, llamado también Teóforo, a la (iglesia) que ha sido bendecida por la gracia de Dios el Padre en Cristo Jesús nuestro Salvador, en quien saludo a la iglesia que está en Magnesia junto al Meandro, y le envío abundantes salutaciones en Dios el Padre y en Jesucristo.
I. Cuando me enteré del superabundante buen orden de vuestro amor en los caminos de Dios, me alegré y decidí comunicarme con vosotros en la fe de Jesucristo. Porque siendo contado digno de llevan un nombre piadoso, en estas cadenas que estoy llevando, canto la alabanza de las iglesias; y ruego que pueda haber en ellas unión de la carne y del espíritu que es de Jesucristo, nuestra vida siempre segura: una unión de fe y de amor preferible a todas las cosas, y —lo que es más que todas ellas— una unión con Jesús y con el Padre; en el cual, si sufrimos con paciencia todas las asechanzas del príncipe de este mundo y escapamos de ellas, llegaremos a Dios.
II. Por cuanto, pues, me fue permitido el veros en la persona de Damas vuestro piadoso obispo y vuestros dignos presbíteros Bassus y Apolonio y mi consiervo el diácono Socio, en quien de buena gana me gozo, porque está sometido al obispo como a la gracia de Dios y al presbiterio como a la ley de Jesucristo.

Cosas católicas 34 - El silencio


¿Por qué necesito silencio en mi vida? ¿Cómo lo puedo conseguir? Aprendemos de la doctrina de Los Santos

jueves, 17 de octubre de 2019

Carta de San Ignacio de Antioquía a los Efesios


CARTA SAN IGNACIO DE ANTIOQUÍA
A LOS EFESIOS

San Ignacio (+ 110 d.C. aprox.), segundo sucesor de San Pedro en la sede de Antioquía, fue martirizado durante el reinado del emperador Trajano (98-117 d.C.). En camino a Roma, donde recibiría la corona del martirio, Ignacio escribió siete cartas que constituyen un valiosísimo testimonio, tanto por su antigüedad como por su contenido. San Ignacio de Antioquía es uno de los llamados «Padres Apostólicos», es decir, aquellos escritores de la Iglesia primitiva que en algún modo conocieron o tuvieron trato con alguno de los Apóstoles del Señor. La tradición atestigua que Ignacio fue oyente de la predicación del apóstol Juan.
En la epístola dirigida a los efesios encontramos uno de los más antiguos testimonios patrísticos sobre la virginidad de Santa María. Por otro lado, San Ignacio es muy claro en su Cristología, afirmando la verdadera humanidad de Jesús así como su verdadera divinidad, saliendo así al paso de la herejía docetista, que negaba la verdadera humanidad de Jesús, y de los ebionitas, que negaban su divinidad.

Ignacio, llamado también Teóforo, a aquella que es grandemente bendecida en la plenitud de Dios Padre, predestinada antes de los siglos a estar por siempre, para una gloria que no pasa, inquebrantablemente unida y elegida en la pasión verdadera, por la voluntad del Padre y de Jesucristo nuestro Dios, a la Iglesia digna de ser llamada bienaventurada, que está en Éfeso de Asia, mi saludo en Jesucristo y en un gozo irreprochable.
I. He acogido en Dios vuestro nombre bienamado, que habéis adquirido por vuestra naturaleza justa, según la fe y la caridad en Cristo Jesús, nuestro Salvador; imitadores de Dios, reanimados en la sangre de Dios, vosotros habéis llevado a la perfección la obra que conviene a vuestra naturaleza. 2. Apenas habéis sabido en efecto que yo venía de Siria encadenado por el Nombre y la esperanza que nos son comunes, esperando tener la suerte, gracias a vuestras oraciones, de combatir contra las bestias en Roma, para poder, si tengo esa suerte, ser discípulo; vosotros os apresurásteis en venir a verme. 3. Es así que a toda vuestra comunidad he recibido, en el nombre de Dios, en Onésimo, varón de una indecible caridad, vuestro obispo según la carne. Deseo que vosotros lo améis en Jesucristo, y que todos os asemejéis a él. Bendito sea aquél que os a hecho la gracia, a vosotros que habéis sido dignos, de tener tal obispo.

miércoles, 16 de octubre de 2019

Los rosarios para Don Bosco


Sesenta docenas de rosarios
Aprendiendo a rezar una nueva Avemaría

«Ave María, gratia plena, Dominus tecum, benedicta tu in muliéribus, et benedictus fructus ventris tui Iesus…». Una y otra vez repetíamos a coro el Avemaría en latín. Y es que los rosarios que nacemos en la Ciudad del Vaticano, debemos partir desde aquí con la lección bien aprendida.
Entre los muros del sagrado lugar coreábamos, una y otra vez, las plegarias que serían musitadas por los fieles. Ojos entornados. Cadencia monótona. Y el suave rozar de sus piadosos dedos sobre nuestras cuentas.
Éramos varios centenares de rosarios destinados a ser regalo del Papa a los fieles: alto privilegio que llenaba de orgullo a nuestras cuentas de color rojo.
«Ave María, gratia plena, Dominus tecum…». Tras muchos días de intenso aprendizaje, logramos repetir el Avemaría sin equivocaciones. El eclesiástico que nos iniciaba en los rezos, pronunció la palabra esperada: Satis! (¡Suficiente!).

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