viernes, 26 de enero de 2018

Selección de textos de San Francisco de Sales sobre el Sagrado Corazón de Jesús y su amor para con nosotros (4) - Ascender hasta su Corazón, la oración

Las páginas más hermosas
de San Francisco de Sales
sobre el Sagrado Corazón de Jesús
Y su amor para con nosotros
(Selección de textos)

III - ASCENDER HASTA SU CORAZÓN

LA ORACIÓN


¡Pero Francisco de Sales asciende más!, después de habernos dado, como fundamento espiritual, las dos virtudes propias del Corazón de Jesús; después de habernos hecho contemplar el Manantial del que brotan estas virtudes, nos hace además aspirar a entrar en el propio Corazón de Cristo, para hacer allí nuestra morada, encontrar allí nuestro reposo/ sosiego.

El segundo motivo por el cual Nuestro Señor quiso que le abriesen el costado, se ve las palabras del Cantar de los cantares: “Ven, amada mía, ven a retirarte al hueco de la peña”, palabras por las cuales Él nos invita a ir hacia Él con toda confianza... ya que su divino Corazón está abierto para recibirnos allí con un amor y una benignidad sin igual.
Sermón

Escribe a la Madre de Chantal:

Meted, este querido corazón en el costado traspasado del Salvador, y unidlo a este Rey de los corazones, que está allí como en su trono real para recibir el homenaje y la obediencia de todos los demás corazones, y deja así su puerta abierta a fin de que cada uno lo pueda abordar y tener audiencia.
 Carta a la Santa Madre de Chantal, 1613

Leamos, para que nos anime a “entrar” en el Corazón del Señor, esta página tomada de uno de los sermones de Francisco de Sales.

“¿Dónde, en medio de mi debilidad, puedo yo” dice S. Bernardo, “encontrar la seguridad y el reposo si no es en las llagas de mi Salvador? Habito en ellas con una seguridad conforme a su poder. “No puedo nada por mí mismo, mas lo puedo todo en Aquel que me conforta.”

¡Ah! ¡puesto que encuentro tantos bienes en las llagas de mi Jesús, quiero seguir el consejo de San Buenaventura y tomo la resolución de hacer tres tiendas, no sobre el Tabor, pues Pedro no sabía lo que decía cuando hacía esta proposición a Jesús, sino en lo alto del Calvario donde el propio Señor nos ha preparado estas tres moradas en sus divinas llagas.

- La primera estará en las llagas hechas a los pies de mi Salvador. Besaré con un vivo agradecimiento estos pies atravesados por amor a mí; allí aprenderé a alejar mis pies de todos los caminos que conducen a las locas alegrías del mundo; allí comprenderé la dicha de caminar... siguiendo las huellas... de los pasos de Jesús.

- La segunda será las llagas de sus manos. Veré en ellas estas manos abiertas para recibirme, estos brazos extendidos para acogerme, sacaré de ello la fuerza y el poder que reside en estas manos adorables. “Es en estas manos donde se oculta la fuerza”, dice Habacuq.


- La tercera, la más ancha la más querida por mi corazón, será la llaga que la lanza hizo en su costado. Estableceré mi morada en el divino Corazón traspasado por mí. Junto a este hogar ardiente, sentiré reanimarse la llama de amor hasta ahora tan debilitada ¡Ah! Señor, vuestro corazón es la verdadera Jerusalén; permitidme elegirlo para siempre para el lugar de mi reposo: “Es el lugar que he elegido para morar para siempre jamás.”
 VII, 433

¡Y nada de dar vueltas sobre nuestra conducta pasada! ¡Nada de exámenes para saber si debemos o no contestar a la invitación del Señor. La simplicidad es la virtud más estimada por San Francisco de Sales. Así lo recuerda delicadamente a la Madre Marie Aimée de Blonay el18 Febrero de 1618.

¡Ay, Madre mía! mi muy querida Hija, (preguntáis) ¿si Nuestro Señor piensa en vos y os mira con amor? Sí mi querida Hija, piensa en vos, y no solamente en vos, sino en el más mínimo cabello de vuestra cabeza: es un artículo de fe y en modo alguno hay que dudar de él. Pero bien sé también que no dudáis de ello, antes bien solamente expresáis así la aridez la sequedad y la insensibilidad en la que se halla actualmente la porción inferior de vuestra alma. En verdad, Dios está en este lugar y yo lo ignoraba, decía Jacob; es decir, no me daba cuenta de ello, no lo sentía en absoluto, no me lo parecía.

Y en lo que hace a que Dios os mira con amor, no tenéis ningún motivo para dudar de ello, pues mira amorosamente a los más grandes pecadores del mundo, a poco que tengan verdadero deseo de convertirse. Y decidme, mi muy querida Hija ¿no tenéis la intención de pertenecer a Dios? ¿No querríais servirlo fielmente? ¿Y quien os da el deseo de esta intención de no ser Él mismo con su amorosa mirada?

No debéis examinar si vuestro corazón le place, antes bien si su Corazón os place a vos; y si miráis su Corazón, será imposible que no os plazca, pues es un Corazón tan dulce, tan suave, tan condescendiente, tan amoroso tan enamorado de las débiles criaturas, con tal de que ellas reconozcan su propia miseria, tan lleno de gracia para con los miserables, tan bueno con los penitentes! ¿Y quién no amaría este Corazón leal, paternalmente maternal para con vos?
Carta a la Madre de Blonay 18 de febrero de 1618.

Sí, con sencillez, con la sencillez de los hijos de Dios, entremos en este Corazón dispuesto a recibirnos, para... para beber en él toda gracia. Francisco de Sales nos invita a ello, tanto en sus sermones como en sus cartas.

“Por la ancha abertura que la lanza hizo en el costado de mi buen Maestro, yo penetro hasta su Corazón. Allí descanso en la misericordia de mi Dios, y cojo abundantemente cuanto me falta. Encuentro en él todos los bienes... La ha abierto para recibirnos.
Sermón

...Abrazaos al cuello de la Providencia, como un niño pequeño al de su madre. El os llevará por entre los caminos pedregosos de esta vida mortal. Vivid como un feliz ermitaño en la llaga del amoroso pecho del Salvador, en esta caverna santa de dilección infinita...
 Carta, 1620

Y llegamos a la oración, a este “corazón a Corazón” que Francisco desea para sus hijas, esta oración de quietud, de esta entrega y reposo en Dios, propia de la Visitación, don del alma se echa en brazos de Dios, en silencio y para siempre.

La oración es una conversación secreta en la que no se dice nada entre Dios y el alma que no sea de “corazón a corazón. Este lenguaje es tan secreto que nadie lo oye.

Donde reina el amor, no necesitamos el ruido de las palabras exteriores, ni de la utilización de los sentidos, para conversar y unirse el uno al otro.

El amor desea el secreto y aunque los amantes no tengan que decirse nada secreto, se complacen no obstante en decirlo secretamente. El Amor no habla únicamente por medio de lengua, sino de los ojos, los gestos, las actitudes Sí, incluso el silencio le sirve de palabra.
Tratado del Amor de Dios

Que las Hermanas se acostumbren, poco a poco, a tratar con Dios a solas, por medio de simples miradas y palabras interiores... pero estas palabras hay que decirlas suavemente y con delicadeza, sin esfuerzo y sin ruido... deslizándolas dulcemente en el Corazón divino, como si solo por Él quisiesen ser oídas...
Del espíritu interior de las hijas de la Visitación .Sobre la Oración

Y poco a poco, el alma llega al abandono completo. ¡Y sobre este estado nuestro Santo es ilimitado! Escribe a la Madre de Chantal aún en el mundo. Nov1609:

Aquí estáis, totalmente resignada entre las manos de nuestro Salvador, por un abandono de todo vuestro ser a su complacencia y santa providencia.

¡Oh Dios! que felicidad estar así entre los brazos y sobre el pecho del Salvador.

Permaneced así, querida Hija, y como otro pequeño San Juan, mientras que los otros comen en la mesa del Salvador distintas viandas, descansad por un gesto de simplísima confianza, vuestra cabeza, vuestra alma, vuestro espíritu en el pecho amoroso de este querido Señor; pues mejor es dormir sobre esta sagrada almohada que velar en cualquier otra postura.
 Carta, XIV, 214

Explicita más extensamente esta actitud confiada de S. Juan en el Tratado del Amor de Dios:

Los pintores pintan habitualmente a S. Juan en la Cena, no sólo reposando, sino durmiendo sobre el pecho de su maestro, porque estaba sentado a la manera de los romanos, de manera que su cabeza se apoyaba en el seno de su querido amante, sobre el cual, como no dormía de sueño corporal, no habiendo ningún parecido a esto, así no dudo en modo alguno que, encontrándose tan cerca de los senos de la eterna dulzura, se sumió allí en un profundo místico y suave sueño, como un hijo de amor. Nada es tan deseable al niño pequeño, tanto si está despierto como si duerme, como el pecho de su padre y el seno de su madre. …

Cuándo pues te halles en esta simple y pura confianza filial junto a Nuestro Señor, permanece así, mi querido Teótimo, sin moverte en modo alguno para realizar actos sensibles, ni del entendimiento ni de la voluntad; pues este amor sencillo de confianza, y este adormecimiento amoroso de tu espíritu entre los brazos del Salvador, comprende, de modo excelente todo lo que vas buscando aquí y allí por tu gusto, y es mejor dormir sobre este sagrado pecho que velar donde quiera que sea.
Tratado del Amor de Dios

Sí, el más alto punto de la perfección, para el Santo Fundador, es esta entrega completa de todo nuestro ser a Dios.

San Francisco enviaba a sus hijos a los campos de viaje, y en lugar de dinero, y por toda provisión, les daba esta advertencia: Ocuparos sólo de Nuestro Señor y Él os alimentará Yo os digo lo mismo, mis muy queridas hijas: poned bien por entero vuestro corazón, vuestros deseos, vuestras solicitudes y vuestros afectos en el seno paternal del Señor, y él os conducirá, es más, os llevará donde su amor quiere que estéis.

Escuchemos e imitemos al divino Salvador, quien, como perfectísimo Salmista, canta los soberanos rasgos de su amor en lo alto del árbol de la cruz; los concluye todos así: “Padre mío, entrego y recomiendo mi espíritu entre vuestras manos”. Cuando hayamos dicho esto, mis muy queridas hijas, ¿qué nos queda si no espirar y morir de la muerte de amor, no viviendo más por nosotros mismos, sino Jesucristo viviendo en nosotros? Entonces cesarán todas las inquietudes de nuestro corazón, que provienen del deseo que del amor propio nos sugiere y de la debilidad que tenemos en nosotros y para nosotros, que nos hace secretamente afanarnos en la búsqueda de nuestras propias satisfacciones y perfecciones; y embarcados en los ejercicios de nuestra vocación, bajo el viento de esta simple y amorosa confianza, sin percatarnos de nuestro progreso lo haremos grandemente; sin ir, adelantaremos, y sin movernos de nuestro lugar huiremos, como hacen los que navegan en alta mar bajo un viento propicio. Entonces todos los acontecimientos y variedades de accidentes que sobrevienen son recibidos dulce y suavemente; pues, quien está entre las manos de Dios y reposa en su seno, quien se ha abandonado a su amor y se ha entregado a su deseo, ¿qué puede hacerlo vacilar mover? Ciertamente, en todas las circunstancias, sin distraerse en filosofar sobre las causas, razones y motivo de los acontecimientos, pronuncia de todo corazón este santo consentimiento del Salvador: Sí, Padre mío, pues así os agradado.
Se extiende largamente sobre este punto en su Conservación de la sencillez XII, 217

¿Me preguntáis cómo las almas que son atraídas en la oración a esta santa simplicidad y a este perfecto abandono en Dios, deben comportarse en todas sus acciones? Yo contesto que, no solamente en la oración, sino en el comportamiento de toda su vida, deben andar invariablemente en espíritu de simplicidad, abandonando y entregando toda su alma, sus acciones y sus éxitos a la voluntad de Dios, con un amor de perfecta y absoluta confianza, abandonándose a la gracia y al cuidado del amor eterno que la divina Providencia siente por ellas. Y para ello que mantengan su alma firme en esta disposición, sin permitir que se distraigan volviendo sobre sí mismas, para ver lo que hacen o si están satisfechas. ¡Ay! nuestras satisfacciones y consolaciones no satisfacen los ojos de Dios, antes bien contentan solamente este miserable amor y cuidado que tenemos de nosotros mismos, fuera de Dios y de su consideración.

Los niños, ciertamente que Nuestro Señor nos indica, deben ser el modelo de nuestra perfección, no tienen de ordinario ninguna preocupación, sobre todo en presencia de sus padres y madres, se mantienen sujetos a ellos, sin volverse a mirar ni sus satisfacciones ni sus consuelos, que toman de buena fe y de los que gozan con simplicidad, sin curiosidad ninguna por considerar las causas ni los efectos, ya que el amor los ocupa bastante sin que puedan hacer otra cosa. Quien está atento en complacer amorosamente al Amante celeste, no tiene ni el corazón ni el tiempo de volver sobre sí mismo, su espíritu tiende constantemente hacia el lugar donde el amor lo lleva.

Este ejercicio de abandono continuo de sí mismo en las manos de Dios comprende de manera excelente toda la perfección de los otros ejercicios y su perfectísima simplicidad y pureza.
Conversación espiritual

Y también en los sermones:

Y la sexta palabra dice: entrego mi espíritu en vuestras manos, .A tus manos encomiendo mi espíritu

Es verdad, quería decir, que todo ha sido consumado y que he realizado todo lo que vos me habíais ordenado; pero, no obstante, si es vuestra voluntad que permanezca aún más sobre esta cruz, para sufrir por más tiempo, me alegro de ello: entrego mi espíritu entre vuestras manos, vos podéis hacer de él todo lo que os plazca.

Deberíamos hacer lo mismo mis queridas Hermanas, en todas las ocasiones, tanto cuando sufrimos como cuando gozamos, y repetir: Padre mío entrego mi espíritu en vuestras manos, haced de mí cuanto os plazca, dejándonos así llevar por la voluntad divina, sin dejarnos jamás preocupar de nuestra voluntad particular.

Nuestro Señor ama pues con un corazón extremadamente tierno a los que son tan felices abandonándose enteramente a su cuidado paternal, dejándose gobernar por su divina providencia, como le place, sin distraerse a considerar si los efectos de esta providencia les son útiles, provechosos o perjudiciales; estando completamente seguro que nada podría sernos enviado desde este corazón paterno y amabilísimo, y que él no permitirá que nada nos ocurra que nos depare bien y utilidad, con tal de que tengamos puesta en él toda nuestra confianza, y que de todo corazón digamos; Entrego mi espíritu en vuestras manos; y no sólo mi espíritu, sino mi alma, mi corazón y todo cuanto tengo, a fin de que hagáis con ello cuanto os plazca.
Sermón, X, 284

Pero, para vivir en la entrega, es preciso hacerse un alma de niño. Esto, San Francisco de Sales lo dirá y lo repetirá, sobre todo a sus Hijas de la Visitación en las Conversaciones.

Nuestro Señor ha recomendado tanto la verdadera simplicidad: Sed sencillos como palomas, dice a los Apóstoles, pero no se detiene aquí les dice además: Si no sois sencillos como un niño no entraréis en el Reino de mi Padre*. Un niño, mientras es muy pequeño, se ve reducido a una gran simplicidad que hace que no tenga otro conocimiento que el de su madre; tiene un solo amor, que es para su madre, y en este amor una sola pretensión, que es el seno de su madre: estando recostado sobre el seno de su madre, no desea otra cosa. El alma que tiene la perfecta simplicidad no tiene más que un amor que es para Dios; y en este amor no tiene más que una sola pretensión, que es la de reposar sobre el pecho del Padre celeste, y allí como un hijo de amor, instalar su morada, dejando enteramente todo el cuidado de sí mismo a su Buen Padre, sin preocuparse nunca más de nada sino de permanecer en esta santa confianza; ni siquiera los deseos de las virtudes y las gracias que le parecían ser necesarias lo inquietan en modo alguno. El alma no desdeña verdaderamente nada de lo que encuentra en su camino, pero tampoco se afana en buscar otros medios de perfeccionarse que los que le son prescritos.
Conversación Espiritual.

“No desear nada, no rehusar nada”

¿No se resume así el testamento supremo que hizo el Santo Fundador hizo a las Hermanas de Lyon la víspera de su muerte?

Para terminar estas páginas sobre la oración, ¿cómo no citar esta carta a la Madre de Chantal, donde toma de nuevo esta imagen que le es tan grata: la del sol que da calor y vida a cuanto toca?

Dios mío, mi queridísima Madre, cuando me escribisteis que erais una pobre abeja, pensé que yo no lo querría mientras duraren vuestras sequedades y aflicciones interiores; pues este animalito que en estado de salud es tan diligente y tenaz, pierde el corazón permanece sin hacer nada en cuanto está enfermo. Pero, después, cambié de deseo y me dije: Sí, estoy de acuerdo en que mi Madre sea abeja, incluso cuando esté sumida en trabajo espiritual pues este animalito cuando está enfermo no tiene otro remedio para sus enfermedades que exponerse al sol y esperar la curación de su calor y su luz. ¡Dios mío! Hija mía, pongámonos así ante nuestro Sol divino y digámosle: ¡Oh! hermoso Sol de los corazones, lo vivificáis todo por los rayos de vuestra bondad; henos aquí medio muertos ante vos, de donde no nos moveremos hasta que vuestro calor no nos vivifique, Señor Jesús. Elevemos nuestros corazones, queridísima Hermana, y veamos el de Dios, enteramente bueno, enteramente amable para nosotros; adoremos y bendigamos todas sus voluntades, pues somos eternamente suyos
Carta a la Santa Madre de Chantal


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