¿PODÉIS?
(Mt 20,22)
Lo que Él ve
Desde
el Sagrario de mis abandonos veo pasar todos los días junto a mis iglesias a
tantos y tantos hijos... No me miran, pero Yo sí los miro y los sigo con mi
mirada a todas partes, por si alguna vez se les ocurre mirar, que se encuentren
con mi mirada...
¡Pobrecillos!
Veo en sus caras retratada la fatiga de un peso grande, largo, abrumador; aun
en las caras de los que pasan riendo adivino la misma fatiga.
¡Claro!
¡Les pesa tanto la cruz! La enfermedad incurable, la escasez de recursos, el
agobio de las deudas, los padecimientos de los seres queridos, las torturas de
la maledicen-cia y de la calumnia, las comezones de la ambición, las fiebres de
las pasiones, los remordimientos de los pecados, los mil contratiempos de la
vida humana... ¡Pobrecillos!
¡Cuánto
peso sobre hombros tan débiles!
Lo
que nosotros veríamos
Y
me digo cuando los veo pasar tan agobiados: ¡Si me miraran! ¡Si me miraran!,
¡qué bien nos entenderíamos!
Yo
recogería la angustia de sus miradas como una oración y a la oración por mi conducto
el Padre celestial se ha comprometido a decir siempre que sí, y ellos ¡qué bien
pagados quedarían con lo que mi mirada les daría!
¡Cuidado!
Yo no les quitaría siempre la cruz que llevan.
¡Hace
tanta falta la cruz a esa carne pecadora y a ese espíritu soberbio para ganar
el reino mío, que es reino de purificados y humildes!
Pero
sin quitarles la cruz, ¡cómo se la haría llevadera, alegre, fecunda y
santificadora!
¡Ah!,
¡si mis hijos los fatigados, los abrumados, se decidieran a volver sus ojos hacia
mi Sagrario cada mañana al tomar de nuevo sobre sus hombros la carga del día!
¡Cómo
cobrarían alientos al oír sin ruidos de palabras, pero con acento que les
llegaría al alma, mi pregunta del Evangelio: ¿Podéis?...
Y
¡cómo fortalecidos con mi mirada y mi palabra, me responderían cada mañana:
Podemos...!
Y
¡vaya si podrían!
Mirarlo
a Él y que Él nos mire
¿No
os gustaría esa ocupación?
¡Buscar
quien me mire! ¡Buscarme cada día ojos de afligidos que se consuelen y me
consolaran mirándome!
¡Qué!
¿No es muy de vuestro oficio de acompañantes míos procurarme a Mí miradas de
angustiados y a éstos miradas de consolador?
Marías,
Discípulos, por compasión a ellos y a Mí traed por las mañanas muchos afligidos
al Sagrario a quien pueda Yo preguntar:
Y hoy, ¿podéis?...
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