Entrevista concedida por el
Cardenal Raymond Leo Burke
a Chris Altieri
para Thinking with the Church
transcrita por Catholic World Repot
La situación sigue siendo motivo de gran preocupación,
porque hay una confusión que está creciendo -digamos, casi exponencialmente en
la Iglesia- con respecto a las verdades fundamentales, especialmente la verdad
sobre el Sacramento del Matrimonio y la verdad sobre la Sagrada Eucaristía y la
digna recepción de la Sagrada Eucaristía.
Lo escucho con frecuencia. Recientemente recibí una
comunicación de un hombre al que no conocía y que vivía en una unión
matrimonial irregular, a quien un sacerdote le confesó que los sacerdotes ahora
han recibido del papa Francisco la facultad de declarar nulo un matrimonio en
el sacramento -el de la Confesión-, y por lo tanto estaba permitido que el
hombre en cuestión recibiera los sacramentos. El hombre me escribió diciendo
que inicialmente estaba muy contento con lo que decía el sacerdote, pero que cada
vez que recibía la Sagrada Comunión, su conciencia no le daba ningún descanso.
Por lo tanto, me escribió, preguntando si es cierto que los sacerdotes ahora
tienen la facultad de declarar nulo un matrimonio en el Sacramento de la
Confesión. Le respondí, por supuesto de una manera amable, diciendo que ningún
sacerdote, ni siquiera el mismo Papa, tiene la facultad de declarar nulo un
matrimonio en el Sacramento de la Confesión, que su conciencia lo estaba
molestando correctamente, y que él debería seguir su conciencia. Le sugerí que
contactara con un sacerdote bueno y sabio para ayudarle a abordar su situación.
Este no es un caso aislado. Sé muy bien que este tipo de
prácticas y otras continúan, que atacan a la Iglesia en su propio fundamento, a
saber, la familia: la Iglesia doméstica, el primer lugar en el que la Iglesia
cobra vida. Tiene que ser una fuente de profunda preocupación para todos
nosotros para restablecer el correcto entendimiento del matrimonio como una
gracia otorgada a aquellos que lo contraen para vivir el amor fiel, indisoluble
y procreador. Por lo tanto, sigue siendo tan crítico como siempre responder a
las serias dudas que Amoris laetitia ha planteado en las mentes de las
personas, para dejar en claro la enseñanza y práctica constantes de la Iglesia,
que de hecho no puede cambiar y no cambiará, de modo que las vidas de las
personas se pueden establecer sobre la base firme de la vida de Cristo en
nosotros, la vida de Cristo con nosotros en la Iglesia. De esa forma, se
fortalecerá la vida familiar y se fortalecerá la vida de la sociedad en su
conjunto.
Por tanto, el problema se ha vuelto más grave, y es más
urgente que todos lo abordemos de la manera más efectiva posible.
- ¿Cómo hemos llegado
hasta aquí? Quiero decir: una exhortación postsinodal es una exhortación
postsinodal. No es per se un documento magisterial. Un Papa puede usarla para
enseñar algo, pero el papa Francisco nos dice que no está enseñando nada nuevo
en el documento, y nosotros le creemos. Tampoco es un instrumento de gobierno
de ningún tipo. No cambia la ley ni lo pretende. Entonces, ¿de dónde viene la
confusión?
La confusión tiene sus raíces en una oposición de larga
duración a las enseñanzas de Cristo sobre el matrimonio, y las enseñanzas de la
Iglesia sobre la santidad de la Sagrada Eucaristía.
Siempre ha habido un cierto sector que se ha rebelado
contra las enseñanzas de la Iglesia, y en los últimos tiempos lo hemos visto de
manera muy evidente: por ejemplo, en todo el debate con respecto a la
anticoncepción artificial que tuvo lugar en los años sesenta; pero también en
la cuestión de las uniones matrimoniales irregulares, la cohabitación fuera del
matrimonio; es todo un efecto, realmente, de la sociedad secular, en la cual ha
habido en nuestro tiempo un implacable ataque a la santidad del matrimonio.
Ahora lo vemos en una manifestación perfectamente horrible en la llamada
ideología de género. Por lo tanto, no debería sorprendernos que estos temas se
volvieran a plantear, incluso aunque se plantearan en el anterior Sínodo sobre
la Familia [de 1980], tras el cual el papa San Juan Pablo II respondió tan
bien, monstrando que la exhortación apostólica postsinodal no debe
incluir enseñanzas nuevas, sino exponer lo que la Iglesia siempre ha
enseñado y practicado con el fin de fortalecer la vida de la Iglesia y, por lo
tanto, abordar las necesidades más importantes de la sociedad. San Juan Pablo
II nos dio ese tipo de documento con Familiaris consortio.
, y eso significa que no puede haber lo que algunos han llamado una
revolución en la Iglesia Católica: la Iglesia ahora acepta que las personas que
están divorciadas y cuyos matrimonios no han sido declarados nulos pueden
entrar en un supuesto «segundo matrimonio»; revolución, también, en términos de
la enseñanza constante de la Iglesia de que el acto conyugal tiene lugar correctamente
solo dentro del matrimonio, en otras palabras, la cohabitación fuera del
matrimonio es siempre y en todas partes un acto malo. Esa es la única forma en
que podemos interpretar el documento. Somos católicos romanos. Cristo está vivo
para nosotros en la enseñanza constante de la Iglesia, y nunca debemos
alejarnos de Él, de la forma en que nos enseña y nos gobierna en la Iglesia.
Se podría sugerir,
concediendo que leamos Amoris conforme a la constante enseñanza de la Iglesia,
como base de nuestra comprensión del documento, que Familiaris consortio puso
una especie de «sello petrino» a lo que ya era una práctica pastoral bastante
difusa, que era - remoto scandalo - admitir a personas que estaban en
situaciones irregulares al Sacramento de la Reconciliación y la Sagrada
Comunión, cuando estaban debidamente dispuestos a recibirlo, y en la medida en
que se comprometieran a vivir en continencia. ¿En qué se diferencia de Amoris
laetitia para provocar preocupación y confusión? ¿o no es necesariamente
un problema con Amoris laetitia, sino con su implementación?
Bueno, por un lado, es un problema interpretativo. Por otro
lado, ciertamente es un problema de aplicación.
La dificultad interpretativa es que el documento parece
sugerir que hay casos aparte del que acaba de mencionar, que es el único caso
posible en el que dos personas que viven juntas en lo que parece ser una unión
matrimonial podrían recibir los sacramentos. Es decir, viven juntos porque, por
alguna razón u otra, no pueden separarse, pero no viven como marido y mujer,
sino como «hermano y hermana», manteniendo la castidad. Entonces estamos ante
un problema interpretativo, y eso tiene que ser aclarado. Por ahora, al menos
en algunos de los que afirman interpretar correctamente Amoris laetitia, habría
otros casos. Supongo que fue expresado de una manera que puede ser útil para
entender este problema de interpretación cuando, durante la primera sesión del
reciente Sínodo de Obispos sobre la familia, en el que participé, un prominente
cardenal dijo que el matrimonio es un ideal, pero no podemos exigir a la gente
el ideal. La verdad del asunto es que el matrimonio no es un ideal. Es una
realidad. Es un regalo de la gracia divina vivir en el amor de la Santísima
Trinidad en un fiel e indisoluble amor vivificante, y por lo aquellos que
entran en matrimonio, aquellos que confieren el Sacramento del Matrimonio el
uno al otro, son llamados a vivir en fidelidad a esa gracia, incluso en un
grado heroico.
De hecho, durante mis años de vida sacerdotal y como obispo
y más recientemente durante toda esta crisis de la interpretación tras la
primera sesión del Sínodo, he conocido a numerosos católicos que están
divorciados y que viven ahora con fidelidad a su matrimonio. Es decir, no han
intentado un segundo matrimonio, por así decirlo, sino que ahora ven su llamado
a permanecer fieles al matrimonio que contrajeron y a orar por la salvación de
su cónyuge que los dejó o a quien dejaron, como su deber principal. El
Sacramento del Matrimonio existe ante todo para la salvación de los cónyuges, y
así, cuando uno recibe dicho sacramento, el mayor deber es orar y trabajar por
la salvación de la pareja, del cónyuge.
Esa es una verdadera dificultad en relación a la
interpretación misma del texto, pero las aplicaciones son también problemáticas,
y tenemos propuestas como las expuestas por los Obispos de Malta, que son
simplemente contrarias a lo que la Iglesia siempre ha tenido. enseñado y
practicado. Esto no puede ser cierto. A menudo digo que necesitamos invocar con
mayor frecuencia el principio fundamental de la lógica: el principio de no
contradicción; que una cosa no puede ser y no ser a la vez. No podemos esperar
que el matrimonio sea indisoluble y al mismo tiempo permitir entrar a alguien
en una segunda unión. Eso es una contradicción.
Hay personas, que han
sido escuchadas y que han encontrado la manera de expresar públicamente sus
opiniones sobre esta cuestión, que han intentado, en todo caso, que el Santo
Padre sea un participante voluntario o involuntario en esto. Me gustaría que
hablara sobre ello.
Para mí, la clave siempre es la enseñanza constante de la
Iglesia. Para responder a su pregunta, primero debo hacer una observación
preliminar. Lo que me asusta mucho acerca de la situación actual de la Iglesia
es lo que yo llamaría una politización de la vida de la Iglesia y de su
doctrina . Esto es fácil de hacer por los medios seculares, pero también está
siendo ayudado e instigado en la actualidad por ciertos líderes y teólogos de
la Iglesia y otros comentaristas. No se trata de estar a favor de la
«revolución de Francisco», como se la conoce popularmente. No se trata de ser
«pro» papa Francisco o «contra» papa Francisco. Se trata de defender la fe
católica, y eso significa defender el Oficio de Pedro para que el Papa lo haga
bien. Y así, defender lo que la Iglesia constantemente ha enseñado y practicado
nunca puede verse como una especie de acción política contra el «otro»
movimiento político, como se llama -la «Revolución» en la Iglesia- y nunca
puede verse como siendo contrario al oficio papal.
De hecho, el mayor servicio que cualquiera de nosotros
puede dar al Santo Padre es decir la verdad de la fe, y esto lo ayuda a ser lo
que el Concilio Vaticano II llama acertadamente el principio de la unidad de
todos los obispos y de la Iglesia misma.
Simplemente no hay otra manera de verlo, y me parece en
primer lugar ridículo, pero en segundo lugar muy perjudicial, que las personas
que simplemente presentan las enseñanzas de la Iglesia lo mejor que pueden,
sean acusadas de estar en contra del Santo Padre o sean acusadas de ser causa
de división en la Iglesia, incluso hasta el punto de ser acusadas de dirigir un
movimiento cismático en la Iglesia. Estas son técnicas que se utilizan para
avanzar en ciertas agendas, y no debemos dejarnos intimidar por ellas o ser
movidos a silenciarlas. Por el contrario, debemos ser exhortados, incluso
Nuestro Señor mismo nos exhorta, a hablar de la verdad y dar testiminio de ella
en nuestras vidas diarias.
Eminencia, solo para
dejar las cosas claras en este punto: hay personas que han sugerido que usted
es un disidente, voces que han sugerido que se inclina hacia tendencias
cismáticas, incluso a un cisma abierto. Nadie en un lugar de responsabilidad en
la Iglesia lo ha sugerido, pero sé que se está desafiando la fe de las
personas. Entonces, me gustaría que tengan la oportunidad de abordar esto.
Sí, es una fuente de angustia para mí escuchar esto, que la
gente sugiera que yo lideraría un cisma. Lo que también es una fuente de
angustia para mí es ver a los buenos católicos, y en particular a los conversos
a la fe católica, cuya fe está siendo tremendamente probada por la situación
actual de la Iglesia, e incluso experimentan tentaciones de buscar a Cristo
fuera del catolicismo. de la Iglesia, en el sentido de que están tentados a
pensar que la Iglesia misma ha desertado de la Fe Apostólica. Podemos entender
por qué esta es una gran dificultad para los conversos, que han venido a la
Iglesia Católica porque ella, a lo largo de los siglos - a pesar de muchas
pruebas y tribulaciones incluso dentro de la Iglesia - ha permanecido fiel -
claramente con la ayuda de la gracia Divina - a la Tradición apostólica
Respondiendo directamente a la pregunta, como lo hice en el
pasado: nunca seré parte de ningún cisma, incluso si fuera castigado dentro de
la Iglesia por lo que estoy tratando de hacer con buena conciencia, por enseñar
la fe católica y defenderla. Es lo que estoy obligado a hacer, ante todo como
cristiano, pero más aún como obispo y cardenal de la Iglesia. Nunca abandonaré
la Iglesia Católica, porque es la Iglesia fundada por Nuestro Señor Jesucristo,
quien estableció a Pedro como el Jefe del Colegio Apostólico, como el principio
de la unidad de la Iglesia en todo el mundo, y una vez que ya no tenemos fe en
la presencia permanente de nuestro Señor en la Iglesia, también a través del
oficio petrino, dejamos de ser católicos, y entramos en ese mundo de divisiones
interminables entre los cristianos.
Por lo tanto, simplemente instaría a mis compañeros
católicos, yo mismo intento hacerlo, a responder a la situación mediante la
fidelidad a lo que la Iglesia siempre ha enseñado y practicado, y eso no es un
misterio para nosotros -está contenido en el Catecismo, de la Iglesia Católica,
por ejemplo-, y permaneciendo fieles de esa manera también seguiremos siendo
uno con Pedro; porque un Papa no enseña de manera diferente a otro Papa. Todos
los Papas son sucesores de San Pedro. Son guardianes y promotores de la
Tradición Apostólica, y por lo tanto, si permanecemos fieles a lo que la Iglesia
siempre ha enseñado y practicado, también seguiremos fieles a San Pedro: Ubi
Petrus, ibi Ecclesia. Es una situación difícil, pero en cierto sentido es
bastante simple: somos católicos romanos; sabemos lo que es la fe católica, y
debemos adherirnos a ella y defenderla, incluso si eso supone, como ha supuesto
para muchos de nuestros antepasados, el martirio, o una especie de
"martirio blanco", del ridículo, de ser acusados de ser enemigos de
la Iglesia.
Sea lo que sea lo que eso implique para nosotros, al final,
lo único que realmente importa es que permanezcamos fieles a Cristo y a lo que
Él nos ha enseñado en la Iglesia.
Para poner un
colofón a nuestra conversación de hoy: hay una narrativa de oposición que
sin duda vende mucho: A veces [los que proponen esta narrativa] se colocan al
lado de los co-signatarios de la Dubia, a la cabeza de ese «movimiento de
resistencia». Es una buena historia si estuvieramos haciendo una película para
Hollywood, supongo. ¿Corresponde a la realidad?
No. Le aseguro que esto no lo digo en alabanza ni a mí ni a
los otros tres cardenales, a dos de los cuales ha llamado Nuestro Señor a
su presencia: el cardenal Meisner y el cardenal Caffarra. Nunca tuvimos otro
objetivo en mente que no fuera ser auténticos maestros de la fe. Estábamos
respondiendo, -seguimos respondiendo, el cardenal Brandmüller y yo-, a nuestra
principal responsabilidad como obispos y cardenales: enseñar la fe. No estamos
liderando ningún tipo de movimiento. Nunca hemos intentado formar ningún tipo
de movimiento. Simplemente hemos hecho nuestro mejor esfuerzo para defender a
Cristo y su enseñanza en la Iglesia.
Sigo muy inspirado por el cardenal Caffarra y el cardenal
Meisner, y estoy en comunicación continua con el cardenal Brandmüller, y puedo
asegurarles que eso es todo. El mundo secular quiere interpretar lo que hemos
hecho con todo tipo de razonamientos mundanos, etc. Puedo asegurarles que,
mediante la oración y el sacrificio, hemos intentado purificarnos de cualquier
cosa que no sea el amor devoto a Cristo y su Iglesia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario