Meditación de la
morada de Jesús en Nazaret
MEDITACIONES DE SAN
ALFONSO MARÍA DE LIGORIO
Para los días de la octava de la epifanía
Para los días de la octava de la epifanía
Meditación VI
De la morada de Jesús en Nazaret
Regresado que hubo
san José a la Palestina, supo que Arquelao reinaba en la Judea en lugar de
Herodes su padre; por lo que temió ir allá, y avisado en sueños marcho a
Nazaret, y allí fijó su permanencia en una pobre casa.
¡Oh casita
afortunada de Nazaret! Yo te saludo y te venero. Vendrá un tiempo en que serás
visitada de los primeros príncipes de la tierra; hallándose los peregrinos en
tu recinto no se saciarán de derramar lágrimas de ternura, al pensar que dentro
de tus pobres paredes pasó cuasi toda su vida el Rey del paraíso. En esta casa
habitó el Verbo encarnado el resto de su niñez y de su juventud. Y ¿cómo vivió?
Vivió pobre y despreciado de los hombres, haciendo el oficio de simple
muchacho, y obedeciendo a María y José: Bajó con ellos y vino a Nazaret, y
vivía sujeto a ellos. Lc 2, 51.
¡Oh Dios, qué
ternura causa el considerar que en aquella pobre casa el Hijo de Dios vive de
sirviente! Ahora va a tomar agua, luego abre y cierra el taller, después se ocupa
en los ínfimos servicios de la limpieza y aseo del aposento unas veces recoge
los fragmentos de madera para el fuego, y otras trabaja ayudando a José en sus
labores.
¡Oh pasmo! ¡Ver a un
Dios que obedece, un Dios que sirve de criado! ¡Oh pensamiento que debiera
hacernos arder de un amor santo hacia un Redentor que se ha reducido a tal
bajeza para hacerse amar de nosotros! Adoremos todas estas acciones serviles de
Jesús, porque eran todas divinas. Adoremos, sobre todo, la vida escondida y
despreciada que hizo Jesucristo en la casa de Nazaret.
¡Oh hombres
soberbios! ¿cómo podéis ambicionar el hacer figura y ser honrados en el mundo
viendo a nuestro Dios que gasta treinta años de vida en un estado pobre, oscuro
y desconocido, para enseñarnos el retiro y la vida humilde y oculta?
Afectos y súplicas
¡Ah! Mi adorado
Niño, yo os miro como ínfimo criado trabajar y sudar de fatiga en ese taller
tan pobre! Comprendo ya que Vos servís y trabajáis por mí. Pero así como Vos
empleasteis toda vuestra vida por amor mío, haced que yo del mismo modo emplee
la vida que me resta por amor vuestro. No miréis, Señor, mi vida pasada;
aquella para mí, y para Vos, ha sido vida de dolor y de llanto, vida
desordenada, vida de pecados. Ea pues, permitidme que os acompañe en los días
que me quedan a trabajar con Vos y padecer en el taller de Nazaret, y morir
después con Vos en el Clavario abrazando aquella muerte que me tenéis
destinada. Mi precioso Jesús, amor mío, no permitáis que yo os deje más, y os
abandone, como he hecho hasta aquí.
Vos, Dios mío, oculto, desconocido y despreciado, padeciendo en un taller con tanta pobreza, y yo gusano vil he andado buscando honores y placeres; y por ellos ¡Oh Dios! me he separado de Vos, sumo bien! No, Jesús mío, yo os amo, y porque os amo no quiero más verme separado de Vos.
Vos, Dios mío, oculto, desconocido y despreciado, padeciendo en un taller con tanta pobreza, y yo gusano vil he andado buscando honores y placeres; y por ellos ¡Oh Dios! me he separado de Vos, sumo bien! No, Jesús mío, yo os amo, y porque os amo no quiero más verme separado de Vos.
Renuncio todo por
verme separado de Vos. Renuncio todo por unirme a Vos. Redentor mío, escondido
y olvidado. Más me llena vuestra amistad y gracia, que satisfacciones me han
dado todos los gustos y vanidades de la tierra, por los que yo miserable os he
dejado.
¡Padre eterno! por
los méritos de Jesucristo estrechadme con Vos por el don de vuestro santo
amor.
Virgen Santísima,
¡feliz Vos que hecha compañera de vuestro Hijo en la vida pobre oculta,
supisteis haceros tan semejante a vuestro Jesús! Madre mía, haced que también
yo al menos por este poco de vida que tendré me haga semejante a Vos y a mi
Redentor.
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